(Samá de Mawlana y el Silencio)
“Oh
palabra dicha con la lengua, ¿cuándo voy a prescindir de ti?”
Mawlana meditaba.
Anciano, las rodillas del derviche.
Shams es, el mago atroz, la sabia Espada,
lumbre y oscuridad,
la quinta cuerda,
ud de los
perseguidos, [2]
vino malamatí [3],
locura y muerte.
En él Alláh se viste y se desviste.
Sosteniendo al amado,
y el zafiro hechizado de sus sienes
seguro en su regazo.
Su labio vertical sonriendo a la herradura
donde el invierno cuelga
de noche sus agujas.
Así, como quien sabe a salvo su
secreto
(ni el sol del meridiano,
ni la renuente luna),
Mawlana meditaba, cristal en el
cristal,
fuego herido en la llama,
y en la curva sutil de las
preguntas,
su caña desolada
arde sin hacer señas y suspira,
confiando en merecer hallar aún
confiando en merecer hallar aún
las celosas semillas
del Silencio:
del Silencio:
“Si con helar mi lengua
acallara mis ecos despiadados,
las voces sin descanso de mi alma…
Si mi amor humillado me alcanzara
para sentir apenas
la música escondida,
las alas imantadas moviendo las esferas...
Todo lo desvirtúan las palabras.
Todo lo manosean.
Suyo, el endeble alcázar del corazón humano.
Y suyos, los cimientos
de este efímero vórtice del caos,
un mundo más que ordenan las estrellas…
Hablar escupir el agua sagrada del aljibe
donde nos miro, Dios, donde me reflejamos. [4]
Que cante el ave oculta en el profeta,
y mi decir desdiga
cuando haya dicho nunca:
cuando haya dicho nunca:
‘si es, predónosna y quierven;
si quierve es ator te y méntanos…’ [5]
Entonces, una grieta en el muro
repentina
abrió paso a unas sombras
abrió paso a unas sombras
que de su amargo Zaqqum [6]
sacudió
algún ansioso infierno;
puertas desconocidas
confinando en mazmorras y humareda
la ceniza sinuosa,
el fin de las sandalias rendidas de
los magos.
Shams extendió su zurda
para sellar los párpados alertas
de Mawlana cautivo,
raptado por los devas [7]
de una flor sin origen,
de un aroma que el viento no
recuerda.
“No contemples su rostro, sabio
amigo,
ni te espante en sus ojos una
terrible espina,
ni en su lomo la mansa giba del yak
que pasta más tranquilo en las
alturas…
De estos que andan sin pisar el
suelo,
igual que tú y yo montados a una
pluma,
sólo escúchales, mudo, el respirar,
el oleaje espectral del pensamiento.
Déjate acariciar por los espíritus:
donde los cinco pétalos
de tu arrobo se expanden y se
azulan,
han puesto su fulgor y han hecho su
morada…”
Entonces en la encía
rosada de un relámpago
rosada de un relámpago
Mawlana descubrió, sumergido muy
hondo
bajo el peso de algún lejano océano,
el alminar ardiente de Anu Tea [8].
Entre un cielo signado por astros
extraños
y una lacia pradera de trinos
invisibles,
surgió como una esbelta
redoma de luciérnagas de cuarzo.
Su base es un pentáculo
(llave para el esclavo,
grillete para el libre),
grillete para el libre),
que mienten las paredes trepando el
infinito. [9]
Se dice que los devas celan sus muchas puertas
que fingen una sola.
Que su cumbre se entiende con los
cirros
y busca alucinarse con la aurora.
Tal vez el anuteano Gilgamesh
haya forjado su primer ladrillo
con un trozo de sueño salvado del
diluvio.
Tal vez, como la luz, no empezó nunca..
Como el aire, tal vez,
nunca termine…
… Era una torre en llamas.
Y una colina verde donde se ondula el sol.
Yo miraba de lejos, lejos de mí mirábame…
Fui mi cuerpo vacío,
y el helado vacío de mi cuerpo.
Un nudo y otro nudo,
un fuego y otro fuego.
El resplandor violáceo sin lumbre y sin motivo.
En un mismo capullo
me abrasamos [10] hasta perder el rastro
una de otro,
otra de uno…
Me costó haber tenido que agacharnos
al traspasar el arco suspendido
como el ala de un ángel,.
“No busco una mezquita…” – nos dije, y repusimos:
“No nos llamó el almuédano:
me trájonos vencidos el camino,
después de mucho mercadear palabras
y mucho balbucir versos espurios,
y mucho balbucir versos espurios,
en aquel terroncito de espanto y de deseo
que nos vuelve feroces…[11]
Buscamos las semillas,
el innombrable germen del Silencio…”
Vi entonces dentro mío, creciendo hacia lo alto
del faro [12] misterioso,
tres hélices concéntricas,
una triple espiral escalonada.
Yo entendí de inmediato
que había de aceptar sin entender.
Porque por una sólo se ascendía,
y eran rojo jacinto sus peldaños.
Mientras que por la otra sólo se bajaba
sobre gradas opacas y lechosas.
De la tercera Alláh guarde el secreto
bajo el jaspe de negro pedernal.
Sé que en la cifra incógnita
de sus curvas y curvas,
aquel perplejo símil de nautilo
aquel perplejo símil de nautilo
negaba el avanzar hacia la cúpula
como el hallar de nuevo la salida.
Todos sus escalones son un mismo escalón…
Mis pobres pies descalzos
recuerdan palmo a palmo su aventura.
Yo, en cambio, no.
Juro (con Su perdón), y no perjuro,
que conocí la prueba
de subir y bajar y estarme quedo,
quién sabe dónde y cuándo,
quién sabe quién y quién quiere saberlo.
Igual que una cascada de prismas y memoria
vertió Mianuk, el Señor de los Ciclos, [13]
el mutante Universo
en mi tosca vasija incandescente.
Fui de pronto un puñado de vasta eternidad,
un impulso gratuito,
soplo en el soplo
que anima el entusiasmo de otras órbitas..
¿Quién propagó el embuste
de que en silencio nada seguiría
su envión y su curso? [14]
De fragor y sosiego,
de tristeza y de júbilo,
está hecha la danza
incesante, recóndita,
celebrada en el templo de los átomos,
el capullo unigénito
del silencio y la música…
el capullo unigénito
del silencio y la música…
En el samá sagrado [15] de mis noches
giro con los planetas y las lunas
que contemplé en el largo
poniente de Anu Tea.
Con mis devas amigos,
que pueblan mis oasis
y cuidan mi camello en la frontera,
con ellos y los tímidos asuras,
con todos giro… giro… giro…
Quiero dormirme a orillas del crepúsculo
con todos giro… giro… giro…
Quiero dormirme a orillas del crepúsculo
donde un cielo sin suras se aboveda.
Acostarme de espaldas al palacio,
a la atalaya y a las celosías,
a la atalaya y a las celosías,
abrazado a mi ney [16] y mis ausencias.
Porque nacer poeta es saberse solo;
vivir en el exilio de los signos;
silbar en el alfanje;
ladear el rostro en velo de mujer…
El viento es sabio;
me sigue desde allá sin decir nada,
y antes del alba, creo,
me sigue desde allá sin decir nada,
y antes del alba, creo,
habrá borrado mi último poema,
el que escribí en la arena con el dedo
y la ayuda del vino.
Puedo sentir su eco resonante,
una espiral que crece… ece… ece…
hacia el centro vacío… ío… ío…
que no alcanzará nunca… unca…
Mawlana regresó del sueño junto al
muro
mojado por la escarcha.
Algún pesar antiguo
Algún pesar antiguo
se ahogaba en su garguero.
En el patio, los bruscos remolinos
se alzan como serpientes encantadas
bajo una luna llena.
No están allí, se han ido los intrusos.
Envuelto todavía en el aroma
que secuestró sus cuerpos más
sutiles,
Mawlana busca a tientas
las rodillas de Shams, que
sostuvieron
sus sienes de zafiro.
sus sienes de zafiro.
Su mano desganada palpa el cántaro,
el ud callado y muerto,
el manojo de llaves,
una sandalia suelta…
Queda una parva gris,
un frío montoncito sobre la alfombra
roja.
Es el derviche.
Shams es, el mago atroz, la Espada
sabia,
lumbre y oscuridad,
la quinta cuerda,
vino malamatí, locura y…
Empero, como buen asura [17],
la palabra
jamás han sido ni será mi fuerte…
Yo que aprendí a brillar,
a susurrar lo bueno como un deva,
en los bosques sagrados
de Anu Tea, la llama silenciosa,
no podría mentir,
abusar de estornudos o tontas flatulencias,
u osar subir un tono o bajarlo en
sus Archivos…
MISHÚK MISHÚK MISHÚK
SAITÍ NARUÁ IKÚ SAGUÁ
SAITÍ MANÁI KIKÍ SAGUÁ
… Mawlana comprendió,
y el comprenderlo todo fue luz y fue
alegría.
Cerca, muy cerca, merodea el chacal,
y en su sombra mutante ya se vislumbra un hombre,,,
Apretados los párpados
a fin de no rendirse a la ilusión,
llenó, hasta levitar, de aire sus
pulmones,
y sopló igual que un fuelle,
y una nube pasaba…
levitando… hacia este…
hacia el est… una nub… levitand…
la ceniz… a la nada…
Gustavo Aritto
©2012 / Registro Nac. Prop. Intelectual - Rep. Argentina
[1] Este texto toma impulso en una anécdota prodigiosa en
la vida del poeta y místico persa Yalal ud-Din Rumi (Balj, Afganistán: 1207 ¿? – Konya, Anatolia:
1273), llamado por su padre “Mawlana” (= “Nuestro Maestro”). El testimonio
proviene de su esposa Kirá Jatún, y reza: “Durante
la estación de invierno, nuestro maestro [= Rumi] se había instalado en retiro con Shams de Tabriz; Rumi se apoyaba en
las rodillas de Shams; yo estaba escuchando por una rendija de la puerta para
oír lo que decían. De repente, vi que el muro de la casa se abría y que seis
individuos espantosos entraban, los saludaban y depositaban un ramo de flores
ante nuestro maestro; se quedaron sentados hasta que se acercó el momento de la
oración del mediodía sin pronunciar una sola palabra. Después de la oración,
los individuos se levantaron rindiéndole muestras de respeto y salieron por la
misma muralla. Yo me desmayé de terror; cuando volví en mí, vi salir a nuestro
maestro que me daba este ramo de flores y me decía: ‘Guárdalo’… Todos los
drogueros se quedaron estupefactos de la frescura, del color y de la fragancia
de estas flores…” Cuentan que ella conservó las flores, traídas
aparentemente de la India aunque oriundas de Seremdib (Sri Lanka), hasta su
último suspiro; su color y su perfume no cambiaron nunca. [Tomado de M. Random,
Rumi:
El conocimiento y el secreto, §
Historias maravillosas de Shams y de Rumi,
ed. fr.1996.]
[2] Ud es nombre árabe
originario del laúd. Su significado
de “madera” y la innovación aquí evocada de la quinta cuarda llevan la sombra
de la persecución y la segregación dentro del orbe musulmán. La devota práctica
musical por parte de los sufíes fue una de las razones de su histórica fricción
con la ortodoxia islámica.
[3] Malamatí (castellanizado en
pl como malamatíes) significa
aproximadamente “réprobo”. Los miembros de la cofradía sufí inspirada por el
carismático y rebelde derviche Shams, maestro amado de Rumi, fueron conocidos
como “los Malamatíes” (= los Réprobos), calificativo de un estadio espiritual y
no de la hermandad en sí. Un apelativo del temible mago de Tabriz fue “Espada
de Dios”.
[4] “… nos miro”,
“me reflejamos” (sic).
[5] “Si quieres,
ven y perdónanos. / Si quieres, vete y atorméntanos”: versos finales del
último poema dictado por Rumi, en la víspera de su muerte. (Versión de M.
Random, op. cit., en la traducción desde el francés de Isabel Vericat.)
[6] Zaqqum [fon. /zákum/]: nombre del árbol que, en la escatología
musulmana, alimenta con sus frutos, amargas y torturantes cabezas de demonios,
a los condenados al Yahannam (denominación
derivada del hebreo Ge Hinnon o Gehena), el infierno de siete puertas de
los réprobos de Alá.
[7] El nombre deva,
cuya etimología proto indoeuropea remonta a los significados de “celestial” y
“brillante”, son deidades asociadas, como los Elementales y cierto género de hadas,
al cosmos natural. Se las considera propiciadoras de la manifestación de las
formas sutiles en el plano material, accionando, además, en favor de la
evolución del planeta. El hinduismo y el budismo cuentan a los devas (o devatás, en hindi) entre las potestades menores – ya mencionadas en
los antiguos Vedas - que disputaron la armonía del orden terrestre con los asuras, sus pares demonizados por el
propio Baghavad Gita. Su aparición aquí es relevante, ya que el plano dévico de existencia está activamente
presente en la morada de Anu Tea, impulsora
fundamental de este poema.
[8] Anu Tea (= “tierra de los grandes hombres”, en irdin,
el idioma galáctico) es el nombre de un centro intraterrestre ubicado, en área
oceánica, al noreste de las islas de Japón. Es la única morada suprafísica localizada
en Oriente. Su energía ha estado desde siempre dirigida a la formación y la
evolución de la consciencia individual y la divinización del mundo a través del
amor y el conocimiento, involucrando a todos los reinos de seres vivientes.
Íntimamente vinculada a los antiguos pueblos mediorientales y mesopotámicos,
tuvo gran incidencia en la elevación y los cultos mistéricos de los caldeos y
los persas. Integra, junto a Iberah y Erks, un triángulo energético conocido
como Guardián de los Misterios Sagrados.
De ella surgirá un nuevo sistema de configuraciones astrológicas basado en
entidades astrales no necesariamente físicas. Su elemento esencial es el fuego
de la transmutación hasta la manifestación del “cuerpo de luz” del hombre. La lenta pero inexorable evolución del reino animal hacia el humano tiene en esta morada a su principal encauzamiento en la Tierra. Los
rayos cómicos que atrae son los impares: 1°
(poder y voluntad): azul; 3° (amor
divino armonizador): rosado; 5°
(ciencia y verdad): verde, y 7°
(transmutación y libertad): violeta, siendo este último el determinante de
la era actual. Aun manteniéndose obediente al Logos central planetario, debe
parte de su idiosincrasia pulsante y rítmica a la regencia de Saturno como
núcleo reflector. Se sabe de muy pocos terrícolas de origen anuteano: Moisés,
prototipo del héroe movido por el 1° rayo, fue, según parece, uno de ellos. J.
Trigueirinho comenta: “La implantación de
la vida divina no se realizará mientras el ser no adquiera determinado dominio
del uso de la palabra… Anu Tea despierta el amor al silencio. Es el silencio
donde se instala la paz… Al trabajar en la elevación de la mente humana, Anu
Tea actúa indirectamente en la conscientización del uso del sonido…” (El
visitante: El camino hacia Anu Tea, 1993).
[9] El pentaculum
o estrella de cinco puntas es parte de la geometría sagrada y esotérica.
Símbolo de la dualidad (de lo femenino) y la vacilación ante el bien o el mal,
se lo asocia por igual a las energías ascensionales liberadoras del ser humano
atrapado en la densidad material del deseo, y a los poderes diabólicos que
propician su degradación y su sometimiento al orbe de la oscuridad y la muerte.
La posición de una punta vertical hacia arriba o hacia abajo distinguen
ritualmente un valor del otro. La unión de sus vértices produce un pentagrama
(pentágono). Altamente estimada y mirada con celo respetuoso por los
ocultistas, es el símbolo cósmico característico de Anu Tea.
[10] “… me abrasamos” (sic).
[11] Cfr. Paradiso,
XXII, 151: “L’aiuola che ci fa tanto
feroci…” (La terrezuela que nos hace tan feroces…).
[12] El castellano “alminar” proviene del árabe
‘minar’ o ‘manar’, que significa “faro”; esto, en virtud de que durante siglos
fue costumbre colocar luz en la cima de los minaretes para llamar a oración,
orientando así también a viajeros distantes hacia la ciudad.
[13] Anu Tea vela el secreto del reloj solar; Mianuk, Jerarquía vinculada a este
centro, es llamado “Señor de los Ciclos”. Su intercesión conlleva la
divinización de la vida en la Tierra.
[14] Alusión a Somnium
Scipionis (El sueño de Escipión), en De Re Publica, VI, de M. T. Cicerón,
donde se afirma, en perfecta sintonía con la antigua concepción “sonora” de la
Creación y su mecánica y la tradición de la “música de las esferas”: “… nec enim silentio tanti motus incitari
possunt…” (“… pero no con silencio pueden provocarse esos movimientos hacia
delante…”).
[15] El centro, la verticalidad y la espiral son los tres
símbolos fundamentales del samá o
danza ritual giratoria practicada hasta el éxtasis por los derviches y simples
sufíes confesionales. Su invención como rito y su enseñanza originaria se
atribuyen al propio Rumi. Las tres “vías” del samá mantienen sutiles correspondencias con aspectos caros al Zodíaco y a la Gran Obra alquímica. Así, los tres “giros” o “grados” de la
secuencia configuran un proceso de ascensión desde el espacio-tiempo
tridimensional al no-tiempo de la Creación del Logos. El conjunto del
simbolismo espacial y espiritual es la expresión alquímica de la vida = Obra en blanco (cuarzo lechoso,
en la simbología del poema), la muerte = Obra en negro (cuarzo en
versión jaspe de pedernal negro), y la
Resurrección = Obra en rojo (cuarzo Jacinto de Compostela). El modelo para
el alminar (sin mezquita) del texto ha
sido el famoso Miranete de Djam (Afganistán), cuya doble escalera caracol en
senderos helicoidales de sentido inverso guarda sugestivas correspondencias con
la estructura molecular del genoma (ADN) humano. Actualmente, la evolución planetaria
va, subrepticiamente, acompañada por una gradual “ascensión” a nivel físico: de
ahí, las tres hélices aquí representadas,
hoy presentes, por caso, en el genoma de muchos niños índigo-cristal.
[16] Ney: el nombre de la
flauta típica de los pueblos del Oriente Medio; su uso se remonta a alrededor
de 5.000 años. Junto al tamboril, acompaña las recitaciones durante la ceremonia
del samá.
[17] Demonio de perversión, malicia y pasión desenfrenada,
frente a los armoniosos devas (“brillantes”)
de luz y de alegría. Con matices diversos, los comparten el hinduismo, el
budismo, el antiguo zoroastrismo persa y el reino pentadimensional de los
Elementales guardianes de la Naturaleza. Ver nota al v. 57.
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