"Or le bagna la
pioggia e move il vento
di fuor dal regno, quasi lungo ’l Verde,
dov’e’ le trasmutò a lume spento.
Per lor maladizion sì non si perde,
che non
possa tornar, l'etterno amore,
mentre che la speranza ha fior del verde.”
Purgatorio,
III, 130-135
("Ahora los moja la lluvia, y los empuja el viento fuera del reino, casi a orillas del Verde, donde él los transladó con cirios apagados. Por su maledicencia, uno no se pierde de modo que no pueda volver al eterno amor mientras reverdezca la esperanza.")
Leí estos versos por vez primera mientras transitaba mis ya lejanos trece años, cuando la Divina Commedia, revelada por la mítica edición de Clásicos Jakson, cautivó para siempre el centro de mi arcilla imaginativa y metafísica. Sólo el haber logrado, tres años más tarde, hacer sonar con temor y temblor en mi guitarra la transcripción de A. Segovia de la Chacona en Re Menor para violín BWV 1004, de J. S. Bach, puede compararse en profundidad y fascinación con aquella tierna experiencia de explorador púber. Nadie me llevó hasta Dante (en cambio, sí tuve un Maestro en mi camino musical). Hoy, con un pie en un Umbral de orden interdimensional, este miércoles 12 de diciembre, vuelve a mí aquella hermosa alegoría del Canto III del Purgatorio que anuda, en perfecto equilibrio cósmico y ético, la noción de Caída (personal), la necesidad de reconocer el error y aprender de él, y el veredicto liberador a través de la misericordia. Así lo "vive", al pie del Monte bruno, el que habla, Manfredo, hijo de Federico II (rey de Nápoles - Sicilia). La diferencia sustancial entre sus huesos y los de cualquier morador del Infierno estriba en la virtud de la verde y pujante esperanza (esa rara "virtud del deseo", según una inapelable antinomia del Teólogo de Aquino), negada a estos últimos. Nunca olvidé la extraordinaria sensación de alivio y libertad que me produjo, hace cuarenta años, "salir", con Dante y su guía, del cráter final del submundo condenado. Y la causa primera fue el poder volver con ellos a contemplar las estrellas...
Ahora la humanidad comprometida con la evolución y la expansión de consciencia predica esos mismos valores, esas mismas oportunidades, en ocasión de la "puesta a cero" propiciada con la armonización planetaria 12: 12: 12, puente inmediato al solsticio de verano / invierno con el que se cierran 26.000 años de erosión histórica. Creo, sin embargo, y a pesar de sumarme dichosamente a la convocatoria que impulsará la re-divinización del mundo, que no hay numerología ni evento astronómico algunos capaces de sustituir el acto de sacrificio y de entrega requeridos, sin paliativos ni "éxitos" evolutivos gratuitos, al corazón del hombre. Otra vez, al precipitarse definitivamente el ordo pisciano que sorprendió a Dante nel mezzo del cammin, anhelamos regresar a casa, a las estrellas donde germinó nuestra olvidada semilla galáctica. No importa cuánto tardemos (para el Multiverso que nos aloja, el tiempo es sólo nuestra ilusión): ".. si non si perde, / que non possa tornar...". El Camino ha de ser inexorablemente individual, aunque pronto no habrá realización personal que no contemple la del Otro. No hay acceso a las Formas eternas, al Acorde inaudible de la Luz y al Gozo inefable sin la negación de uno mismo, sin un impulso espontáneo a soltar las "seguras" amarras que nos aferran a hábitat material tridimensional, sin el ofrecimiento de lo que somos (o podemos eventualmente ser), libre de condiciones egoístas y prejuicios ya obsoletos. "Dura doctrina, Maestro", le replicaron sus discípulos a Jesús de Nazareth: dura, sí, pero - hoy más que nunca - no imposible de sobrellevar hasta que dé los frutos prometidos. El Amor - lo sabremos al llegar - había estado siempre ahí, y la Puerta estuvo siempre sin llave...
Gustavo Aritto
Ahora la humanidad comprometida con la evolución y la expansión de consciencia predica esos mismos valores, esas mismas oportunidades, en ocasión de la "puesta a cero" propiciada con la armonización planetaria 12: 12: 12, puente inmediato al solsticio de verano / invierno con el que se cierran 26.000 años de erosión histórica. Creo, sin embargo, y a pesar de sumarme dichosamente a la convocatoria que impulsará la re-divinización del mundo, que no hay numerología ni evento astronómico algunos capaces de sustituir el acto de sacrificio y de entrega requeridos, sin paliativos ni "éxitos" evolutivos gratuitos, al corazón del hombre. Otra vez, al precipitarse definitivamente el ordo pisciano que sorprendió a Dante nel mezzo del cammin, anhelamos regresar a casa, a las estrellas donde germinó nuestra olvidada semilla galáctica. No importa cuánto tardemos (para el Multiverso que nos aloja, el tiempo es sólo nuestra ilusión): ".. si non si perde, / que non possa tornar...". El Camino ha de ser inexorablemente individual, aunque pronto no habrá realización personal que no contemple la del Otro. No hay acceso a las Formas eternas, al Acorde inaudible de la Luz y al Gozo inefable sin la negación de uno mismo, sin un impulso espontáneo a soltar las "seguras" amarras que nos aferran a hábitat material tridimensional, sin el ofrecimiento de lo que somos (o podemos eventualmente ser), libre de condiciones egoístas y prejuicios ya obsoletos. "Dura doctrina, Maestro", le replicaron sus discípulos a Jesús de Nazareth: dura, sí, pero - hoy más que nunca - no imposible de sobrellevar hasta que dé los frutos prometidos. El Amor - lo sabremos al llegar - había estado siempre ahí, y la Puerta estuvo siempre sin llave...
Gustavo Aritto
De un pequeño inmenso libro que me acompaña no me acuerdo desde cuándo, extraigo abajo unos pasajes que siento muy afines a estos pensamientos y que, en cierto modo, contienen una amorosa señal de alerta. Léelos conmigo:
“Estas reglas han
sido escritas para todos los discípulos: Síguelas.
Antes que los ojos
puedan ver, deben ser incapaces de llorar.
Antes que el oído
pueda oír, tiene que haber perdido la sensibilidad. Antes de que la voz pueda hablar en presencia
de los Maestros, debe haber perdido la posibilidad de herir.
Antes de que el alma
pueda erguirse en presencia de los Maestros es necesario que los pies se hayan
lavado en sangre del corazón.
1) Mata la ambición.
[1]
2) Mata el deseo de
vivir.
3) Mata el deseo del
bienestar.
[…]
5) Mata todo
sentimiento de separatividad. [2]
6) Mata el deseo de
sensación.
7) Mata la sed de
crecimiento.
8) Sin embargo,
mantente solo y aislado, porque nada de cuanto tiene cuerpo, nada de cuanto
tiene conciencia de la separación, nada de cuanto está fuera de lo eterno puede
acudir en tu auxilio. Estudia la sensación y obsérvala, porque únicamente así
puedes empezar la ciencia del propio conocimiento, y colocar el pie en el
primer peldaño de la escala.
Crece como la flor,
inconscientemente, pero ardiendo en ansias por entreabrir su cáliz a la brisa.
Así es como debes avanzar abriendo tu alma a lo eterno. Pero debe ser lo eterno
lo que debe desarrollar tu fuerza, y no el deseo de crecimiento. Porque en el
primer caso floreces con la lozanía de la pureza y en el otro te endureces con
la avasalladora pasión de la importancia personal.
[…]
17) Busca la senda.
[3]
18) Busca el camino
penetrando al interior.
19) Busca el camino
avanzando resueltamente al exterior.
20) Búscalo, pero no
en una dirección única. Para cada temperamento existe una vía al parecer más
deseable. Pero no se encuentra el camino sólo por la devoción, ni por la mera contemplación
religiosa, ni por el ardor de progreso, ni por el laborioso sacrificio de sí mismo,
ni por la observación estudiosa de la vida. Ninguna de estas cosas por si sola
hace adelantar al discípulo más de un paso. Todos los peldaños son necesarios
para recorrer la escala. Los vicios de los hombres se convierten en los
peldaños de la misma, uno por uno, a medida que se van dominando. Las virtudes
del hombre son, en verdad, escalones necesarios, de los cuales no se puede en
modo alguno prescindir. Sin embargo,
aunque crean una atmósfera bella y un porvenir feliz, son inútiles sin son
aisladas. La naturaleza toda del hombre debe ser sabiamente empleada por el que
desee entrar en el sendero. Cada hombre es absolutamente para sí mismo el
sendero, la verdad y la vida. Pero esto lo es sólo cuando domina firmemente
toda su individualidad, y cuando por la energía de su despertada
individualidad, reconoce que esta individualidad no es él mismo, sino aquella cosa
que él ha creado trabajosamente para su uso, y por cuyo medio se propone, a
medida que su crecimiento desarrolla lentamente su inteligencia, alcanzar la
vida más allá de la individualidad. Cuando sabe que para esto existe su
asombrosa vida compleja y separada, entonces, en verdad, y sólo entonces, se
halla en el sendero. Búscalo sumergiéndote en las espléndidas y misteriosas
profundidades de lo más íntimo de tu ser. Búscalo probando toda experiencia,
utilizando los sentidos a fin de comprender el desenvolvimiento y significación
de la individualidad, y la hermosura y oscuridad de estos otros fragmentos
divinos que contigo y a tu lado combaten, y que forman la raza a la cual
perteneces. Búscalo estudiando las leyes
del ser, las leyes de la naturaleza, las leyes de lo sobrenatural; y búscalo
postrando tu alma ante la pequeña estrella que arde en el interior. En tanto
que vigilas y adoras con perseverancia , su luz irá siendo más y más brillante.
Entonces podrás conocer que has encontrado el fin, su luz se convertirá
súbitamente en luz infinita. [4]
21) Busca la flor
que debe abrirse durante el silencio que sigue a la tormenta y no antes. La planta
crecerá y se desarrollará, echará ramas
y hojas y formará capullos, en tanto que continúa la tempestad y el duro
combate. Pero mientras la personalidad toda del hombre no se haya disuelto y
desvanecido; mientras que el divino fragmento que la ha creado no la considere
como mero instrumento de experimentación y experiencia; mientras la naturaleza toda
no esté vencida y se halle subyugada por su yo superior , no puede abrirse la
flor. Entonces sobrevendrá una calma como la que en los países tropicales
sucede a una lluvia torrencial, cuando la Naturaleza obra con tanta rapidez que
puede verse su acción. Una calma semejante se difundirá sobre el espíritu
fatigado. Y en el silencio profundo, ocurrirá el misterioso suceso que probará
que se ha encontrado el sendero. Llámesela como se quiera, es una voz que habla
donde no hay nadie que hable; es un mensajero que viene, mensajero sin forma ni
sustancia, o bien es la flor del alma que se ha abierto. No hay metáfora que
pueda describirlo. Pero se puede presentir, buscar y desear, aún en medio de la
furia de la tempestad. El silencio puede
durar sólo un momento, o bien puede prolongarse un millar de años, pero tendrá
fin. Sin embargo, en ti residirá su fuerza. Una y otra vez tiene que darse y
ganarse la batalla. El reposo de la Naturaleza sólo puede ser un intervalo. [5]
Estas reglas expuestas son las primeras que han sido escritas en los muros del Templo
del Saber. Los que pidan, obtendrán. Los que deseen aprender, aprenderán.” [6]
[1] La ambición es
el defecto primero, el gran tentador del hombre que se eleva por encima de sus
semejantes. Es la forma más sencilla de
buscar la recompensa. Ella es la que continuamente
desvía a los hombres de sus posibilidades superiores. Sin embargo, es un instructor necesario. Sus resultados tórnanse
polvo y ceniza en la boca; como la muerte y el retraimiento, demuestran últimamente al hombre
que trabajar para sí es trabajar para una decepción inevitable. Pero aún cuando esta
primera regla parezca tan fácil y sencilla, no la consideres a la ligera,
porque estos vicios del hombre ordinario sufren una transformación sutil, y
reaparecen bajo otro aspecto en el corazón del discípulo. Es fácil decir “no
seré ambicioso”, pero no lo es tanto el decir: “cuando el Maestro lea en mi
corazón, lo encontrará limpio de toda mancha”. El artista puro que trabaja, por
amor a su obra, está algunas veces más firmemente colocado en el verdadero
camino, que el ocultista que se imagina haber apartado de sí el interés propio,
pero que, en realidad, sólo ha ensanchado los límites de la experiencia y del
deseo, y transferido su interés a cosas relacionadas con su mayor expansión de
vida. El mismo principio se aplica a las otras dos reglas que siguen, en apariencia
tan sencillas. Fija tu atención en ellas, y no te dejes engañar fácilmente por
tu propio corazón; pues ahora, en los umbrales, un error puede remediarse. Pero
si lo llevas contigo crecerá y dará sus frutos, o bien tendrás que sufrir
amargamente al destruirlo.
[2] No imagines que
puedes separarte del hombre malvado o del insensato. Ellos eres tú mismo,
aunque en grado menor que tu amigo o Maestro. Pero si dejas arraigar en ti la
idea de separación de cualquier cosa o persona mala, al obrar así, creas Karma
que te ligará a aquella cosa o persona, hasta que tu alma reconozca que no
puede estar aislada. Recuerda que el pecado y el oprobio del mundo son tu
pecado y tu oprobio, porque tú formas parte del mismo: tu Karma está
entretejido de un modo intrincado con el gran Karma. Y antes de que hayas
logrado el conocimiento es preciso que hayas pasado por todos los lugares así inmundos
como puros.
Por lo tanto, ten
presente que el vestido manchado, cuyo contacto te repugna, puede haber sido el tuyo ayer, o quizá lo será mañana. Y
si horrorizado apartas los ojos de él una vez echado sobre tus hombros, más a
ti se adherirá. El hombre que se cree justo se prepara un lecho de cieno.
Abstente, no para permanecer limpio, sino porque el abstenerse es un deber.
[3] Estas tres
palabras parecerán quizá muy insignificantes para constituir una regla por sí solas.
El discípulo dirá: ¿Estudiaría yo estos pensamientos si no buscase la senda?
Sin embargo, no te apresures a pasar adelante.
Detente y medita un poco. ¿Es realmente el camino lo que deseas, o es
que tu fantasía te ofrece una vaga perspectiva de encumbradas alturas que
escalar, o un gran porvenir que abarcar? Ten presente la advertencia. El camino
ha de buscarse por él mismo, no teniendo en cuenta tus pies que lo deben
recorrer. Existe una relación entre esta regla y la 17 de la 2da serie. Cuando
después de siglos de lucha y de numerosas victorias se gana la batalla final y
se exige el último secreto, entonces estarás preparado para un sendero más
avanzado. Cuando se haya dicho el secreto final de esta gran lección, en él
está abierto el misterio del nuevo camino, sendero que conduce más allá de toda
experiencia humana, y que se halla absolutamente fuera del alcance de la percepción
e imaginación del hombre. En cada uno de estos puntos es necesario detenerse mucho
y reflexionar bien. En cada uno de estos puntos es preciso estar seguro de que
se ha escogido el camino por el camino mismo. El camino y la verdad vienen
primero: luego sigue la vida.
[4] Búscalo probando
toda experiencia, y no olvides que al decir esto no digo: cede a las seducciones
de los sentidos, a fin de conocerlas. Antes de convertirse en ocultista puedes hacerlo,
pero no después. Una vez que hayas escogido el sendero y entrado en él, no
puedes ya sucumbir sin vergüenza a tales seducciones. Sin embargo, puedes
experimentarlas sin horror, puedes observarlas y analizarlas, y esperar con
paciencia y confianza la hora en que ninguna impresión causen en ti. Pero no
condenes al hombre que sucumbe: tiéndele la mano como a un peregrino hermano tuyo,
cuyos pies se han entorpecido con el fango del camino. Ten presente, ¡oh,
discípulo!, que por grande que sea el abismo que existe entre el hombre
virtuoso y aquel que ha obtenido el conocimiento; y que es inconmensurable
entre el hombre virtuoso y el que se encuentra en los umbrales de la divinidad.
Por tanto, guárdate de imaginar antes de tiempo que tú eres algo distinto de la
masa.
Cuando hayas
encontrado el principio del sendero, la estrella de tu alma dejará ver su luz,
y a su claridad advertirás cuán grande es la oscuridad en medio de la cual
brilla. La mente, el corazón, el cerebro, todo está oscuro y en tinieblas,
hasta que se haya ganado la primera batalla. Pero no por esto dejes que el
espanto y el temor te dominen; mantén tus ojos fijos en la pequeña luz y ésta
irá creciendo. Pero haz que la oscuridad interior te ayude a comprender la
desolación de aquellos que no han visto luz alguna, y cuyas almas están sumidas
en pro fundas tinieblas. No les censures, no te apartes de ellos, sino procura aligerar
algún tanto el pesado Karma que al mundo agobia; presta tu ayuda a los pocos abrazos
vigorosos que impiden a las potencias de las tinieblas obtener una completa victoria.
Obrando de esta suerte entrarás a participar de la felicidad, que acarrea, en
verdad, un trabajo terrible y tristeza profunda, pero que es también un manantial
de delicias sin fin.
[5] La expansión de
la flor es el glorioso momento en que la percepción se despierta: con ella
nacen la confianza, el conocimiento y la certeza. La pausa del alma es el
momento de asombro, y el siguiente momento de satisfacción es el silencio. Sabe, ¡oh, discípulo!, que los que han pasado
por el silencio, y han sentido su paz y retenido su fuerza, ansían que pases tú
también por él. Así, pues, cuando el discípulo sea capaz de entrar en el Templo
del Saber, encontrará siempre a su Maestro.
[6] Los que pidan,
obtendrán. Pero aunque el hombre ordinario pida continuamente, su voz no es
oída. Porque pide tan sólo con la mente, y la voz de la mente no es oída sino
en la esfera donde ella actúa. Por tanto, mientras no estén pasadas las reglas, no digo los que pidan,
obtendrán. Leer en el sentido oculto, es leer con los ojos del espíritu. Pedir,
es sentir el hambre interna, el deseo de aspiración espiritual. Ser capaz de leer significa haber obtenido en grado mínimo
el poder de satisfacer esta hambre. Cuando el discípulo está en disposición de aprender,
entonces es aceptado, reconocido y
admitido. Así debe ser, por cuanto ha encendido su lámpara y no puede
estar oculta. Pero es imposible aprender hasta que no se ha ganado la primera
gran batalla. La mente puede reconocer la verdad, pero el espíritu no puede
recibirla. Una vez que se ha pasado por la tormenta y se ha llegado a la paz, entonces
es siempre posible aprender, aún cuando el discípulo dude, vacile y se desvíe.
La voz del silencio mora en él, y aún cuando abandonase por completo el
sendero, llegará un día, sin embargo, en que resonará y lo desgarrará en dos,
separando sus pasiones de sus posibilidades divinas. Entonces, en medio del sufrimiento y de los
gritos desesperados del abandonado yo inferior, él volverá. Por eso te digo: La
paz sea contigo. Yo te doy mi paz, puede únicamente decirlo el Maestro a sus
amados discípulos, que son como él mismo.
Tomado de Luz
en el sendero, I. Reglas
(redactado por su “canalizadora” Mabel Collins, y aparecido, bajo el título Light
in the Path, en Londres, 1885), Biblioteca Upasika (ver www.upasika.com), Colección “Teosofía
del Siglo XIX”. Como en tantos otros casos, fue la Editorial Kier, de Buenos Aires, el medio que publicó por primera vez este pequeño tesoro del ocultismo occidental para todo el orbe de habla hispana. Todas las notas pertenecen a la autora.
Imagen superior: Grabado de Gustave Doré para Purgatorio, IX.
Imagen superior: Grabado de Gustave Doré para Purgatorio, IX.
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