“You do look, my son, in a moved sort,
As if you were dismay'd: be cheerful, sir.
Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd towers, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Ye all which it inherit, shall dissolve
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on, and our little life
Is rounded with a sleep. Sir, I am vex'd;
Bear with my weakness; my, brain is troubled:
Be not disturb'd with my infirmity:
If you be pleased, retire into my cell
And there repose: a turn or two I'll walk,
To still my beating mind.”
As if you were dismay'd: be cheerful, sir.
Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd towers, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Ye all which it inherit, shall dissolve
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on, and our little life
Is rounded with a sleep. Sir, I am vex'd;
Bear with my weakness; my, brain is troubled:
Be not disturb'd with my infirmity:
If you be pleased, retire into my cell
And there repose: a turn or two I'll walk,
To still my beating mind.”
W. SHAKESPEARE, The
Tempest, V
(“Te
veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha
terminado. Los actores, como ya te dije, eran espíritus y se han disuelto en
aire, en aire leve, y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres
con sus nubes, los regios palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y
cuantos lo hereden, todo se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea
función, no quedará ni huella detrás. Somos de la misma sustancia que los
sueños, y nuestra breve vida se cierra con un sueño. Estoy turbado. Disculpa mi
flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi dolencia. Si gustas, retírate
a mi celda y reposa. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado.”)
NO SABEMOS (aún) cuántos oblicuos
sentidos puedan conservar alguna celosa expresión velada en estos versos
probablemente “injertados” por Shakespeare, de cierto retazo donado por John
Flechter, en su último drama, La tempestad (1611), un enigma vigente en sí mismo. Lo cierto es que,
sin duda, suena a “despedida”, del teatro y del mundo. La Utopía socio-política
del egómano Próspero ha resultado un amargo fracaso. Mago venido a menos,
confundió los inagotables recursos del Universo sagrado con el poder alojado en
los reticentes jeroglíficos de aquellos volúmenes que amaba y que lo acompañaron a su exilio forzado,
donde perseveró en el arte de vivir “con pocos pero doctos libros juntos”,
según confesaría algo más tarde de sí
mismo otro desengañado, Francisco de Quevedo. Yo tengo para mí que el padre de
Miranda, la exploradora de un asombroso mundo nuevo que heredamos, se sabía,
muy en el fondo de su sueño, un mero impostor, un adepto falto del rito final consagratorio. Aun desde la dicha que le infunde que "la cosa marcha..." (es decir, Ferdinando y su hija son la prueba de que la Naturaleza no declina en su regeneración) Sabía que la Modernidad por él encabezada al abrigo seguro de la
isla de su conciencia, sólo podía aspirar a soltar, más tarde o más temprano,
los genios que su albedrío prepotente mantendría atrapados durante al menos
cinco siglos. Lo demás sería el arduo e inútil trabajo (y valga aquí la etimología terrible) de despreciar su
Sombra “calibánica”, que no ha dejado de traicionar sus medios y sus metas
hasta el desnudo y el ridículo, y organizar el más opulento aparato
propagandístico de la Historia a fin de hacerla pasar, entre otras especies,
por Libertad, Razón, Ciencia, Educación, Progreso, Propiedad, Instituciones y,
finalmente, Igualdad democrática, el último narcótico con que logró adormecer a
la humanidad masificada.
Sin embargo, y sólo sujeto a la cíclica
obediencia con que todo fluye en el Cosmos, la turbulenta Convergencia Armónica y su confín cronológico, el año 2012,
calculados con precisión por los mayas ascendidos, acaban de actualizar
dramáticamente aquella profecía “renacentista” del Mago Moderno: “… Ye all which it inherit, shall dissolve, / And, like this insubstantial
pageant faded, / Leave not a rack behind…” (“… y cuantos lo hereden, todo se disipará, e, igual que se ha
esfumado mi etérea función, no quedará ni huella detrás…”). La
falsa Alquimia terminó. Nos queda el esfuerzo de merecer expurgarnos del
lodazal de plomo fundido y del aire cargado de azufre que nos legó. No habrá de
ser sin desinteresado amor ni habrá de ser a solas. El Arte (que poco a poco
será en nuestra experiencia gemelo del Tiempo) solventará la aventura, sin
memoria en la Tierra, que nos espera y desafía. No se tratará de “formas
nuevas” de representación, sino de
todavía inconcebibles modos de experimentar una realidad inexorablemente multidimensional
que se desplegará desde nosotros como una proyección cósmica, y no meramente
“psicológica”. El verbo ya no se verá compelido a rendir culto al “género
fantástico” o la “novela moderna” para contar historias, arte sometido, en Occidente, a complejos
procesos de racionalización desde el siglo XVII, y su paulatina acumulación de tics y obsesiones metatextuales y metalingüísticas. La
fuerza inmanente del mito, en cualquiera de sus manifestaciones, recobrará el
lugar sagrado e insoslayable que nunca le debió ser usurpado. Volveremos a leer
fábulas de “dioses”, “héroes” y “heroínas” (a la vez cotidianos y galácticos), cuentos
de hadas y parábolas oriundas de la anonimia. Pero no sólo a leerlos, también a escucharlos y repetirlos
sentados alrededor del fuego o a orillas del mar, como antaño. Y, sobre todo, a
creerlos, a vivirlos como
protagonistas naturales. Tampoco seguirá teniendo sentido la problematización literaria del sinsentido:
nada más “absurdo”, por caso, que el llamado “teatro del absurdo” o las
desoladoras alegorías de Kafka en la avanzada humanística del siglo XXI. El
verdadero problema contininuará siendo, sí, el lenguaje y su relación con la
mente (apta ya para la telepatía) y lo “real objetivo”. En un mismo pulsar se identificarán el pensamiento y la palabra, la palabra y la "cosa". Sísifo ha dejado caer
la roca, y ahora, en silencio reparador, la contempla desde lo alto hecha pedazos. Yo imagino un arte
humano redivinizado junto con el mundo, autoexistente y holístico, aunque
surgido siempre del germen de deseo, de miedo y de imprescindible vacío que lo vuelve
genuino y misterioso, un nuevo cañamazo de ideas y emociones enraizadas en la
intuición de los ritmos, las tonalidades y los significados incógnitos que irá
desvelándonos este mutante Universo. Qué les depara éste a las lenguas, las
razas, las comunidades, en general a las idiosincrasias y los temperamentos de
los “redimidos” por la Era de Acuario, ¿quién puede predecirlo?.
Disfrutemos, entonces, del presente –
síntesis de toda ilusión de sucesión clausurada, hipotética, eventual… -, del
“aquí” donde parece querer aniquilarnos (esto es, “volvernos nada”) la
tempestad del océano cósmico de la cual, como Próspero, creímos poder
enseñorearnos. Disfrutemos de ello y asumamos todo sufrimiento como una flor
más del gran Olvido, como un ejercicio necesario de sacrificio, de renuncia. Nada se resuelve ni transmuta confiado a las virtudes del propio plano de existencia donde acontecen sus días y sus noches: la Mente Universal sabía que su emanación cuyo nombre terrestre fue Próspero era, en el fondo, renuente a deberle nada a Ella...
Chamanes al servicio de la nueva Alquimia, humildes Soberanos de Nosotros Mismos, menesterosos Co-creadores de realidad. El último Mago que, igual que Don Quijote, cedió a la melancolía en la hoy agonizante Europa, tal vez no llegó a creer del todo que, más allá de los sueños, estamos hechos de la misma sustancia que los dioses.
Chamanes al servicio de la nueva Alquimia, humildes Soberanos de Nosotros Mismos, menesterosos Co-creadores de realidad. El último Mago que, igual que Don Quijote, cedió a la melancolía en la hoy agonizante Europa, tal vez no llegó a creer del todo que, más allá de los sueños, estamos hechos de la misma sustancia que los dioses.
Gustavo
Aritto
30
de diciembre / 2012
Video de portada: Songs of The Wanderes (Canciones de los vagabundos), por la compañía Li Hwai–Min. Función realizada en el Palazzo Mauro De André,
Ravenna, Italia, en junio de 2010.
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