"Enter
the Pleroma and see that nothingness is all
And you must destroy a world to be born..." (1)
And you must destroy a world to be born..." (1)
THERION, Abraxas
Pero fue Iliana, y no yo, la que entonces recordó las
palabras postreras del Maestro cuando la sombra de los cipreses de Tarsos nos
rozaron los pies con la nueva de que un credo de mentiras piadosas había
violado con su virus nuestro escondite. El exilio no bastaba; la más atroz
tiranía palidecía frente al eco de aquel Cristo presunto en el revés del
viento. Entonces el Maestro, fingiendo una convicción que hacía mucho, mucho no
surcaba su rostro, sacó el disco del cuero lanudo de cabra que lo había envuelto
durante lustros en el fondo de la cueva. Un resplandor ajeno a cualquier luz
conocida en la tierra los fascinó al instante con el vértigo alucinado. Por fin
tenían permiso para mirarlo con sus propios ojos. No teman –dijo, sentado junto al fuego
que los igualaba a los doce desde el centro de la ronda circular-. Pronto se acostumbrarán a esta
maravilla. Lo saben desde que Orfeo los admitió en mi cónclave tras la ya
remota: es sólo uno de los tantos que los Mayores enviados a Gea-Urantia
confiaron a la armonía de la quinta morada inaudible aún para los pueblos
emborrachados de engaños. Debemos separarnos, tomar caminos que se apretarán de
Olimpíada en Olimpíada hasta volver a cruzarse. Hoy cada uno se quedará con un
trozo; será el suyo solamente suyo y de ningún otro. No habrá impostor ni
mercenario alguno sobornado para desvirtuar la verdad que logre infiltrarse
cuando la espiral del tiempo los reúna de nuevo en otra parte. No bien hayan
completado el disco esa noche, podrán iniciar la plegaria y declararse uno a
otro la música que los anima. Por entonces no harán falta palabras para
entenderse…Enseguida arrojó al suelo la piel, y les extendió por turno
aquel remolino hecho de extraños átomos. No tuvieron que hacer fuerza; tampoco
hubieron de cuidar el tamaño ni la forma de su respectiva porción. Pedazo tras
pedazo de inconsistente luz cerró en sus manos apabulladas su celosa pupila
para ser guardada en el saco que discretamente se colgaron al cuello.
Pero fue Iliana, la muchacha adivina de Lesbos,
y no yo, quien, al borde del poniente, recordó todo aquello ante sus once
cofrades recién llegados sin mover sus labios de indeleble carmín. Las gentes de Gea-Urantia (nos informan) luchan ahora, atolondradas e
insomnes, por trazar mapas que se aproximen a la tierra que pisan; viven
preguntándole al mar qué fue de aquella isla de sus ancestros, qué, de la
orgullosa ciudad que arañaba las antiguas nubes con sus moles, dónde claudicó
bajo sus negras encías el último faro que pestañeaba en el hielo… No es para
ellos tiempo de respuestas sino de revelaciones, y éstas –como sabemos- nunca
llegan de fuera… Nada más
dejó salir de ella, y todos comprendieron que había que empezar como si jamás
hubiesen espiado el secreto del triángulo ni el misterio sonoro de la cuerda.
Uno estuvo a punto de renunciar a su membresía y entregar cobardemente su saco;
otro, menos valiente y que tuvo que palparse de acá arriba a aquí abajo para
discernir si era todavía un varón, simuló náuseas y fue humillado en medio de
la reunión por intentar acabar con su vida en el despeñadero. Sin embargo, y es
lo único que importa, todos y cada uno ofreció finalmente su parte del disco
como garantía de ser el mismo, el auténtico hermano devuelto por las hélices de
la eternidad. Tres… cuatro… siete… nueve… once… doce… Así, según su virtud y la
de su silencio, fueron restaurando el vórtice al espacio sobre el polvo azulado
del valle. Creo que las alas verdosas de un relámpago se estremecieron en la
bóveda dorada cuando se juntaron las partes unidas como por el deseo
irresistible de un imán. Pero, aunque ajustaron con perfección de geómetra, un
sector ínfimo del disco original, apenas visible incluso para los dos o tres
que decían poder prescindir hasta de la miríada de los números, los desafió al
filo de la oscuridad. ¿Quién
falta? – pensó Agathón y
todos lo escucharon- Nadie… - susurró igual que un sollozo el
corazón de Iliana. Y cautivado por una tristeza que ningún cálculo podría
expresar jamás, escrutaron el sitio con ojos llenos de espanto, buscando un
signo que les trajera paz, que los perpetuase dignos del Secreto.
Qué cosa: ni repararon en mí, en mí, que estaba
sentado junto al fuego con ellos, ni un mero recuerdo de quien puso en ellos la
semilla de la música, de las curvas voluptuosas de la danza, de las nupcias con
el vino y de la sangre, la sangre caliente que es también divina. Me fui
llorando y a solas, desnudo como siempre: ¿qué podía esperarse de quienes
otrora confundían el hediondo silbido de mi orto con mi meliflua flauta
encantada?
Ya lejos, traspuestas las cuchillas de aquella
landa estéril de Venus, oí los gritos del jolgorio a mis espaldas. (Si
supieras, si pudieses imaginar apenas, el espectáculo diminuto y precario que
da la pequeña tierra que los hace tan feroces... Cuando giremos de nuevo juntos
a la par de los eternos Gemelos (2) nos reiremos de aquel tumulto caliente...)
Tras un par de intentos fallidos, los pobres herederos del legendario
Pitágoras, ese otro egregio fanfarrón de Tarsos que me endilgó la patraña de
que el ombligo humano no es sino el cerrojo tramposo de su propia celda, habían
recuperado, amada hermana Isis, el disco y la mentira. Te devuelvo el Anj (3) que me prestaste: ¿me queda acaso
algún cerrojo por girar?...
Sí... Siempre...
GUSTAVO
ARITTO
©2009
__________________
(1) "Penetra
el Pleroma y ve que la nada es todo, / y que debes destruir un mundo para
nacer...".
(2) Cfr. la visión del planeta que se le ofrece a Dante en Paradiso, XXII, 151-2: "L' aiuola che ci fa tanto
feroci, / volgendom' io con li eterni Gemelli..." ("La pequeña tierra que
nos hace tan feroces, al girar yo con los eternos Gemelos...).
(3) Anj (o Ankh),
la llave-cruz ansada de la vida, asociada a Isis (Hathor,
Afrodita-Venus, Ishtar, María...), símbolo de fertilidad y de la evolución
universal hacia la superación de los opuestos.
Imagen
de portada: Andy Goldsworthy
(Cheshire, Inglaterra, 1956), una de sus composiciones en Land Art (“arte terrestre”).
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