“… No. No es que hayan perdido la razón; eso nunca ha morado en sus
mentes. De muy hondo de las mazmorras de este fértil planeta azul los han
invocado con sus imanes cósmicos. Pero en ello ni se te ocurra indagar: es
probable que también extravíes tu cerebro en el mero intento. Lo cierto es que
se vienen tiempos difíciles, muchacho, días y noches en que la Tierra no tendrá
paz y los cielos estarán sordos a toda súplica. Los virus oníricos que van habitando
el cuenco dormido de nuestra frente no cejan en mutar; mutan para confundirnos,
para que sus abominables profecías acaben por desquiciarnos y sean, a la larga,
tachadas de falsas. Sin embargo – créemelo -, la encía abovedada de una ola más
alta que esta torre se está preparando en el fondo del gran Océano para borrar
toda memoria de Poseidonis [1]
antes que se complete la luna. Ya llegará la terrible nueva a las puertas del
Asilo, y volverás a avergonzarte de no haber confiado, una vez más, en tu
guardián. Sé que llevas a ocultas de mí un asiduo diario íntimo, sé dónde
celosamente lo escondes y cuál es tu verdadero temor. Por ejemplo, una visión
se apoderó anoche de mí revelándome lo que estabas escribiendo, encerrado en tu
claustro, en tu saturado palimpsesto de cuarzo. ¿Que no es posible? Escucha,
que voy a hacer audibles algunas de esas anotaciones cuya música aún vibra en
mí: ‘… Los grises reptilianos [2]
suben y bajan por el hoyo de la torre sin que
nuestros ojos logren verlos…Pero Abigail y yo podemos percibir su sombra
erizada contra los muros mientras dormimos… Dos camaradas blancos, de padres
carbonizados por la última erupción, el buen titiritero que había derrotado a
sus manitas de un solo pliegue [3], y una niña amarilla
trasladada, sin origen conocido, desde un desierto que llaman Gobi, han
desaparecido durante esta lunación de nuestro pabellón: nada se nos permite
preguntar, nadie trajo alivio a la angustia que no nos deja tragar ni una
ración de avena… Pronto será algo normal que no estemos más en nuestra cama, y
sólo habrá que callar…’ ¿Lo ves? ¿Te he mentido jamás? ¡Ay, tierno mancebo
de bucles dorados, cuánto te queda por aprender antes del fin! Anota. Hay en
Undal [4]
más agujeros clandestinos que estrellas moribundas en la galaxia. No te
aflijas, hermoso heraldo de pezones pujantes y sienes azules: pronto verás de
nuevo a tus hermanos de sangre. Sólo aflígete si acaso reconoces a más de uno
con su mismo rostro. Será señal nefasta de que los brujos rojos [5]
siguen su labor sin pausa, seguramente con el favor mendaz de los tránsfugas
que embaucan con la lengua y con la dádiva a este pueblo ignorante y debilitado
por el miedo. Por la mirada te harás uno con cada uno, y zafarás así de la
abominable ilusión del espejo que en la Matrix
los multiplica y pervierte. Oirás a los Otros balbucir maldiciones, y te
horrorizará sorprenderlos a solas babeando bilis verde y ofrecerles su sexo a
las bestias que todavía asolan la ciudad. Así los fabrican, así los incuban,
pacientemente, huevo tras huevo, en sus madrigueras de obsidiana… Como recién
te decía, no es que hayan perdido la razón. Del puterío donde el Universo
evacua merecidamente sus instintos, de allí los recogen para librar sus
combates, oficiar de impostores en las embajadas que resten, transfundir pestes
o detonar explosivos. Ten cuidado de con quién hablas, hoy no existe cara que
no sea una máscara. Pero si de algo, por gracia, podemos todavía sentirnos
dueños, eso es nuestro silencio. Ahora me voy, pupilo melancólico. Es tiempo de
develarte mi rostro y entonces despedirme en paz. Recuerda que al León algún
día vendrá a recompensarlo el buen Escanciador [6]
por cuya agua cambiarán los usureros del mundo entero todo el rojizo oro que
estimarán en más que nuestro humillado auricalco [7],
toda la sabia negra de hasta el último fósil derrotado por la luz. Te espero
entonces allá, en alguna parte, después de que suene el Acorde: los milenios
que abruman a los humanos como tú no son más que un parpadeo de la eternidad…”
Así, a punto de despertar Layf, su pupilo secreto de barba rala, el
Guardián espantoso salió de la oscuridad que lo salvaba en el sueño. La alarma
exasperó al instante la torre hexagonal del orfanato: los suyos habían
detectado su traición y ya se movían en su busca. Pero el generoso reptiliano
de voz melodiosa y rasgadas pupilas bermejas no les daría el gusto. Una sonrisa
final para su pupilo, y su pobre cuerpo viejo se arrojó al vacío hecho un
poltrón desde la atalaya. Inexplicablemente, el veterano desertor nunca imaginó
que otro Layf de mirar extraño juntaría abajo, a regañadientes, sus restos
aplastados contra el hielo en una zorra de carga.
Gustavo Aritto
©2010 - Reg. Prop. Intelectual - Rep. Argentina
[1] Mítica
cosmópolis que pasa por haber sido capital de la Atlántida.
[2] Los Reptilianos
son entidades muy avanzadas, aunque peligrosos, hostiles y negativos, que
tienen a los humanos por seres inferiores. Aunque pertenecen a la raza de los
Grises hoy intraterrestres, el ocultismo cosmológico sostiene que son sabios en
el conocimiento de la genética y que conjuntamente con otras Jerarquías los
podemos considerar como nuestros “padres creadores”, habiendo sido los
instigadores principales de la generación de la especie humana en este planeta.
Los Grises son, en general, seres de condición inmoral y vibración espiritual
muy baja, resabio de la caída y el exterminio de las razas. Otras dos subrazas,
moradoras de las profundidades interdimensionales de la Tierra, son sus
congéneres: los Reticulianos
(procedentes del sistema Zeta Reticulis) y los Rigelianos (oriundos de Rigel). Fenómenos como los zombies centroamericanos,
los “chupacabras”, los vacunos desollados, injustificables conflictos bélicos,
entre otros, les son atribuidos o, en su defecto, al menos asociados.
[3] Señal innata característica de un niño afectado por el Síndrome de
Down.
[4] Nombre de la que
pasa por ser la última isla que sobrevivió, hace unos 13.000 años, al
hundimiento de la Atlántida.
[5] De las cuatro
razas que, se dice, conocieron los atlantes en la Tierra, blanca, amarilla,
azul (o negra) y roja, ésta última generó la abominable secta de brujos que,
abusando de sus conocimientos, manipularon la naturaleza humana con
experimentos genéticos (cruzas, clonación, fertilización artificial) y
practicaron transplantes. Deshonraron la alta ciencia que los venerables sabios
transmitieron a la casta sacerdotal egipcia de El Ojo de Horus y, mucho más
tarde, a los mayas americanos.
[6] Una tradición ocultista asegura que el
auricalco (o aurichalcum) fue un metal más preciado que el oro entre los
atlantes.
[7] “León” y “Escanciador”: referencias a las constelaciones
de Leo y de Acuario, respectivamente, opuestos astrológicos y antípodas
astronómicas en el recorrido de la eclíptica. La Casa de Leo atravesaba el
sistema solar al producirse la destrucción del quinto planeta Maldek (hoy
Cinturón de Asteroides) y el consecuente hundimiento de la Atlántida. En la de
Acuario está ahora, a casi 13.000 años, bajo amenazas muy semejantes.
Imagen de portada: G. B. Piranesi, de la serie Carceri (Prisiones).
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