"Su reputación, como se sabe, es muy… la de un carácter muy
depresivo. Sin embargo, yo creo que la depresión es diferente de la melancolía:
la depresión es un estado clínico, la melancolía tiene relación con la auto
reflexión… Y no necesariamente es malo estar [o ser] melancólico: estás vivo
para contemplar el mundo… Es una especie de hermosa tristeza entorno acerca de
él… Y al mismo tiempo, muchas de sus canciones son de
un increíble gozo, son maravillosas canciones de amor, canciones eróticas también…
[…] Pienso que [Dowland] es bipolar…”
GORDON M. Th. SUMNER (STING), sobre John Dowland
Flow,
my tears
John Dowland
(1563 - 1626)
Flow, my tears, fall from your springs!
Exiled for ever, let me mourn;
Where night's black bird her sad infamy sings,
There let me live forlorn.
Exiled for ever, let me mourn;
Where night's black bird her sad infamy sings,
There let me live forlorn.
Down vain lights, shine you no more!
No nights are dark enough for those
That in despair their lost fortunes deplore.
Light doth but shame disclose.
Never may my woes be relieved,
Since pity is fled;
And tears and sighs and groans my weary days
Of all joys have deprived.
No nights are dark enough for those
That in despair their lost fortunes deplore.
Light doth but shame disclose.
Never may my woes be relieved,
Since pity is fled;
And tears and sighs and groans my weary days
Of all joys have deprived.
From the highest spire of contentment
My fortune is thrown;
And fear and grief and pain for my deserts
Are my hopes, since hope is gone.
Hark! you shadows that in darkness dwell,
Learn to contemn light
Happy, happy they that in hell
Feel not the world's despite.
My fortune is thrown;
And fear and grief and pain for my deserts
Are my hopes, since hope is gone.
Hark! you shadows that in darkness dwell,
Learn to contemn light
Happy, happy they that in hell
Feel not the world's despite.
‡‡‡‡‡
Fluid, lágrimas mías…
Fluid, lágrimas mías,
brotad de vuestras fuentes.
Exiliado para siempre, lloro mi pérdida.
Allí donde el pájaro negro de la noche canta su dulce infamia,
allí podré vivir yo, triste y abandonado.
Cesad luces vanas, no brilléis más.
Ninguna noche es lo bastante negra para aquellos
que desesperados añoran sus pasadas fortunas.
La luz sólo descubre la vergüenza.
Mis penas nunca serán calmadas
porque la piedad se fue.
Y lloros, suspiros y gemidos.
Mis cansados días han quedado privados de toda alegría.
Después de la más alta vuelta de felicidad
Mi fortuna ha sido precipitada
y miedo, dolor y pena son mi única esperanza
porque esperanza ya no hay
Escuchad, sombras, pueblo de tinieblas,
aprended a despreciar la luz
Felices, felices quienes en los infiernos
no sufren los ultrajes de este mundo.
Exiliado para siempre, lloro mi pérdida.
Allí donde el pájaro negro de la noche canta su dulce infamia,
allí podré vivir yo, triste y abandonado.
Cesad luces vanas, no brilléis más.
Ninguna noche es lo bastante negra para aquellos
que desesperados añoran sus pasadas fortunas.
La luz sólo descubre la vergüenza.
Mis penas nunca serán calmadas
porque la piedad se fue.
Y lloros, suspiros y gemidos.
Mis cansados días han quedado privados de toda alegría.
Después de la más alta vuelta de felicidad
Mi fortuna ha sido precipitada
y miedo, dolor y pena son mi única esperanza
porque esperanza ya no hay
Escuchad, sombras, pueblo de tinieblas,
aprended a despreciar la luz
Felices, felices quienes en los infiernos
no sufren los ultrajes de este mundo.
(Versión castellana: Antonio
Torralba.
Leonardo Da Vinci,
alegoría ilustrativa de los cuatro humores hipocráticos y los tipos humanos derivados: sanguíneo (o emocional), flemático (o equilibrado), colérico o biliar (o irascible), y melancólico o biliar negro (triste o apático)
"Gracias a la melancolía -ese alpinismo de los perezosos-, escalamos desde nuestro lecho todas las cumbres y soñamos en lo alto de todos los precipicios."
"En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar."
"Sufrimos: el mundo exterior comienza a existir…; sufrimos demasiado: desaparece. El dolor lo suscita únicamente para desenmascarar su irrealidad."
"En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar."
"Sufrimos: el mundo exterior comienza a existir…; sufrimos demasiado: desaparece. El dolor lo suscita únicamente para desenmascarar su irrealidad."
M. E. CIORAN, aforismos
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UNA INDAGACIÓN SOBRE LA MELANCOLÍA
(Fragmento)
Por
Andrés
Martínez Lorca
Cátedra de Filosofía Medieval
Fac. de Filosofía (Humanidades)
U. N. E. D., Madid, España
Origen del término melancolía
El término castellano melancolía
procede del griego melankholía, que es un nombre compuesto del
adjetivo melaina (mélas-aina-an), ‘negro-a’, y del sustantivo kholê,
‘bilis’. Significa literalmente ‘bilis negra’. Antes de quedar fijada la actual
grafía castellana, encontramos una serie de variantes que llegan hasta avanzado
el siglo XVII: malenconía (término muy usado desde Calila e Dimna en el siglo XIII
hasta el Quijote), malanconía,
malancolía y malencolía, que se explican por metátesis de las
vocales y disimilación consonántica. Aunque poco utilizado, existe el verbo melancolizar/se
que significa entristecer/se.
En latín se mantuvo
separado el original compuesto griego y se tradujo por atra bilis o nigra
cholera, si bien se siguió usando el adjetivo melancholicus [Averroes, El libro de las generalidades de la medicina, parágrafo 81].
Dentro de un contexto aristotélico, hallamos en Cicerón diversas referencias a
él, aunque subrayando el aspecto de tensión y violencia como indica su propia
traducción de melankholía por furor [Tusculanae Disputationes]. Algún autor latino llegó a
relacionar la melancolía con la hidrofobia o rabia. San Isidoro en sus Etimologías
considera el aspecto fisiológico de la melancolía al observar que la hiel
abundante procede de la coagulación de la sangre negra.
Un autor medieval que,
por su profunda conexión con el aristotelismo, prestó especial atención al
tema, fue Tomás de Aquino. Partiendo del esquema hipocrático, encontramos en él
nuevos desarrollos de carácter psicológico y ético. Así, por ejemplo, en su
observación del atardecer como la hora melancólica [In Psalmos, 29, 4] y en su afirmación de
que, debido a su naturaleza seca y térrea, los espíritus terrestres y oscuros
que poseen a los melancólicos les conducen a la tristeza [In IV Sententiarum, 49, 3. 2]. En su distinción de los caracteres
humanos según su diversa constitución física encontramos el eco del naturalismo
griego, aunque él deja claro que, desde una perspectiva ética, lo que debe importarnos
son los hábitos voluntarios: ‘los flemáticos son por naturaleza perezosos, los
coléricos son iracundos, los melancólicos, tristes, y los sanguíneos, alegres’ [Sentencia libri Ethicorum, 3, 12, 1].
Volvamos ahora al
griego. En esta lengua existen el verbo melankholáô, el sustantivo ya
citado melankholía, el adjetivo melankholikós y el adverbio melankholikôs.
En Homero se aplica el adjetivo mélas-aina-an a la sangre, al vino, al
agua del mar y, de modo metafórico, a la muerte. Como forma sustantivada mélan
significó ‘tinta’.
Sin embargo, el uso del
nombre melankholía no procede del lenguaje poético ni del lenguaje
popular sino que es en su origen un término médico procedente del llamado Corpus Hippocraticum. En efecto,
para los miembros de la escuela de Cos se pueden distinguir cuatro clases de
humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra (mélaina
kholê). La primera es caliente y húmeda; la segunda, fría y húmeda; la
bilis amarilla, caliente y seca; y la bilis negra, fría y seca. Del predominio
de unos u otros humores se derivan para los hipocráticos estos diversos
temperamentos: sanguíneo, flemático, bilioso y melancólico o atrabiliario (ya
que en latín, como vimos, se tradujo inicialmente melankholía como atra
bilis).
En un conocido tratado
hipocrático se alude, por ejemplo, a la aparición de la melancolía en
los biliosos cuando el verano y el comienzo del otoño han sido secos y ha
soplado el viento del Norte, ‘porque la parte más húmeda y acuosa de la bilis
se seca y agota, pero se queda la parte más densa y agria’ [Sobre los aires, aguas y lugares, 10; en
Tratados
Hipocráticos, II]. Averroes, al comentar este pasaje en su enciclopedia
médica, nos dice que con una meteorología tal ‘sobrevendrán enfermedades
melancólicas’ en el otoño y que entonces "las fiebres son originadas por
la melancolía" [Averroes, El libro de las generalidades…,
ibidem, 8]. Tomando como modelo a Demócrito, hallamos también
en las Cartas pseudo-hipocráticas una interesante descripción de los
rasgos que caracterizan a los melancólicos (son solitarios, taciturnos y
amantes de los lugares aislados, se nos dice).
La melancolía o bilis
negra aparece mencionada asimismo en varias ocasiones en las páginas de otro
tratado hipocrático dedicado a la descripción de diversas enfermedades y a su
respectivo tratamiento, redactado hacia la segunda mitad del siglo V a.C., y de
probable origen cnidio [Sobre las
afecciones internas; en Tratados Hipocráticos VI]. Aunque es
una cuestión discutida, parece deducirse de este tratado que la bilis negra
constituye una modalidad de la bilis y que se produce por una alteración de
ésta [ibidem, cap. 20] . Por otra parte, se afirma que la bilis
negra causa a veces enfermedades del riñón (cap. 16), del hígado (cap. 27) y
del bazo, sobre todo en el otoño (cap. 34), así como un color oscuro en la piel
del que sufre cierta clase de tifus (cap. 43).
En resumen, los
hipocráticos conciben en general la melancolía como una enfermedad que
se origina por un exceso de bilis negra y que se caracteriza por frecuentes
estados fóbicos y maníaco-depresivos.”
[…]
La filosofía melancólica de Marco Aurelio
“El término ‘melancolía’
y su tratamiento científico surgen, como ya hemos visto, en el círculo
hipocrático, alcanzan en Aristóteles unas implicaciones sugerentes, al ser
considerado el temperamento melancólico sustrato del genio especulativo y
artístico, y continúan siendo después tema permanente de interés naturalista en
la tradición médica greco-romana y árabe. Pero no serán los médicos griegos ni
los filósofos peripatéticos quienes se caractericen por ser lo que llamamos ‘melancólicos’.
Es necesario distinguir este aspecto de la cuestión, si no queremos
confundirnos.
Hay que acudir a una
influyente escuela de pensamiento helenística como el Estoicismo para encontrarnos
con una personalidad filosófica inequívocamente melancólica, el emperador
romano Marco Aurelio quien, con expresión meditativa y gesto pacificador, ha
quedó inmortalizado en la bella estatua ecuestre que domina la colina del
Capitolio en Roma.
De forma paradójica,
este emperador romano que podría haber hecho realidad el original proyecto
platónico de unir filosofía y política mediante la figura del filósofo-rey,
expuesto en términos casi dramáticos en La República, volvió la
espalda a los sueños racionalistas de Platón. En sus Meditaciones o
Soliloquios encontramos, por el contrario, una filosofía
ensimismada 42.
El punto de partida de
Marco Aurelio es la permanente constatación de la brevedad de la vida y de la
pequeñez de nuestro mundo en el universo: brakhýs ho bíos, 'breve
es la vida' es el lema repetido [Meditaciones, 6, 30]. Parece clara
en este aspecto la influencia de Demócrito, cuyas palabras repite el emperador
romano: 'el universo es cambio; la vida, conjetura' [Fragmento B 115,
citado por M. Aurelio, Med., 4, 3].
Veamos otros textos
complementarios del filósofo estoico. Todo es flor de un día: 'considera
las cosas humanas como efímeras y de escaso valor. Ayer, un grumo; mañana,
momia o ceniza. Así pues, obedece a la naturaleza en este breve intervalo de
tiempo' [op. cit., 4, 48]. La fama póstuma se muestra para él
inconsistente: 'Dentro de poco, ceniza o esqueleto, y o bien un nombre o
ni siquiera un nombre; y el nombre, un ruido y un eco' [op.cit., V, 33].
El recuerdo también se desvanece pronto: 'todo es efímero, tanto el
recuerdo como lo recordado' [op. cit., IV, 35] . El mundo queda
empequeñecido en el universo y nuestro tiempo es fugaz: 'Asia, Europa,
rincones del mundo; el mar entero, una gota de agua; el Atos, un pequeño terrón
del mundo; todo el tiempo presente, un instante de la eternidad; todo es
pequeño, mutable, caduco' [op. cit., VI, 36].
En este breve peregrinar
que significa la vida humana, donde el alma vaga como en un sueño, Marco
Aurelio reconoce como único asidero la filosofía. Lejos de desesperar,
encuentra en la reflexión filosófica no un saber para la acción política, como
proponía Platón, sino una necesaria compañera de viaje para evitar la soledad y
aliviar el desasosiego. Una vida humana digna de tal nombre necesitaría, pues,
de la filosofía para comprender la naturaleza y para hallar consuelo en nuestra
fugaz existencia. Por aquí comenzamos a entrever esa tenue luz estoica que
puede ayudarnos a iluminar el camino. Releamos un significativo parágrafo de
las Meditaciones: 'El tiempo de la vida humana, un punto; su
sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del
cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil
de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece
al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y
estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos
compañía? Única y exclusivamente la filosofía'[op. cit., II, 17] .
En el contraste entre
políticos y filósofos resalta la superioridad intelectual de estos
últimos. 'Alejandro, César y Pompeyo ¿qué fueron en comparación con
Diógenes, Heráclito y Sócrates? Éstos vieron cosas, sus causas, sus materias, y
sus principios guías eran autosuficientes; pero aquéllos, ¡cuántas cosas
ignoraban, de cuántas cosas eran esclavos!' [VIII, 3] . Esta constatación
le hace lamentar haber vivido él mismo lejos de la filosofía durante largo
tiempo [op. cit., VIII, 1]. Pues la filosofía puede hacernos más humanos. Con
ella es posible trazarse un programa de vida que, en la medida en que lo
llevemos a cabo, nos conformará haciéndonos mejores. Es un decálogo nuevo,
mundano y racionalista, el que nos propone aquí Marco Aurelio. 'Mantente,
por tanto, sencillo, bueno, puro, respetable, sin arrogancia, amigo de lo
justo, piadoso, benévolo, afable, firme en el cumplimiento del deber. Lucha
por conservarte tal cual la filosofía ha querido hacerte. Respeta a los
dioses, protege a los hombres' [VI, 30].
Este modo de vida
filosófico conlleva una interiorización que no necesita de retiro exterior en
un lugar concreto, bien sea el monte, la playa o el campo, sino sólo de saber
retirarse en uno mismo: 'en ninguna parte un hombre se retira con mayor
tranquilidad y más calma que en su propia alma' [IV, 3] . Y es un proceso
de búsqueda permanente: 'Cava en tu interior; en él está la fuente del
bien que, si cavas siempre, siempre podrá brotar' [VII, 59] . Pero
necesita de un principio directivo o guía interior que no es otro que tò
hêgemonikón, concepto-clave en el Estoicismo y que recorre muchas páginas
de las Meditaciones. Mediante él, que es de naturaleza
intelectual, el hombre puede, por una parte, hacer prevalecer la sociabilidad, tò
koinônikón, poniendo en práctica la ayuda mutua entre los seres humanos, y
por otra, someter su naturaleza animal a la racionalidad que caracteriza a
nuestra especie, siendo capaz, por tanto, de controlar los instintos y las
pasiones [VII, 55].
El horizonte que nos
propone nuestro filósofo no es celestial ni maravilloso sino terrenal y
modesto. Puede inducir ciertamente a la melancolía, como fue su caso, pero creo
que puede ser suficiente para sostener una vida. 'Recógete en ti mismo. El
guía interior [racional] puede, por naturaleza, bastarse a sí mismo practicando
la justicia y, según eso mismo, manteniendo la calma como el mar' [VII,
28]."
(Para la lectura del
artículo completo ver: http://www.andresmlorca.com/documentos/Un%20indagacion%20sobre%20la%20melancolia.pdf)
____________________
Video de portada: Del documental televisivo The Jouney and the Labyrinth (El viaje y el laberinto), por Sting y el laudista Edin Karamazov. Producción de la BBC de Londres (2006) sobre la vida y la obra del compositor y laudista John Dowland. En los intervalos, comentando el motivo de la melancolía y sus perfiles creativos, el laudista Anthony Rooley. La canción que se interpreta en el fragmento es el ayre-lacrima "Flow my tears" (Fluid, lágrimas mías).
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