Acedia
y depresión:
Reformulando
la vieja batalla
con el “demonio del mediodía”
Por Neil Preston
“La
depresión presenta síntomas bien definidos pero, pese a medio siglo de
investigación en el área, aún no hemos en verdad avanzado en comprender qué es
realmente. Este artículo postula que gran parte del problema yace en entender
otros fenómenos que pueden no ser depresión pero que describen una enfermedad
espiritual, conocida en los más antiguos tiempos como acedia. Entre las comunidades religiosas la pérdida de significado,
propósitos y esperanza, acoplada a una indiferencia hacia el bienestar de los
otros, fue bien conocida como el pecado mortal de la pereza (Schimmel 2007 [1]).Una
falta de compromiso con el bienestar de los demás se asocia con frecuencia al
debilitamiento de los compromisos religiosos. Por cierto, Carl Jung, el
psicoanalista de lo arquetípico, señala:
‘Entre todos mis pacientes en la segunda mitad
de la vida – es decir, por encima de los treinta y cinco años -, no habido uno
solo cuyo último recurso no fuera el de encontrar una perspectiva religiosa de
la vida.’ (Jung
1933 [2])
Parece que
Jung está aquí refiriéndose a la recuperación del sentido de significado en la
vida de uno, incluyendo la recuperación de una perspectiva religiosa de la
vida, donde cada ‘religión viva’ puede aportar un modo de sanación y
restauración del yo. Se propone la acedia como una indiferencia hacia este
esfuerzo por alcanzar la restauración mediante la práctica espiritual de la
virtud.
Entonces, ¿qué
es la acedia? No es una pregunta simple ni tiene una respuesta simple. Algunos
escritores han afirmado que la ausencia del uso de esta palabra durante los
últimos 200 años o casi puede, en efecto, ser un intento de ignorar la
dificultad del concepto de acedia en toda su dimensión (Norris 2008 [3]),
o, si no, de incluir su fenomenología bajo la usual denominación de depresión…
¿Qué es la acedia y cómo puede diferenciársela
de la depresión?
Tal vez la
mejor manera de explicar la acedia sea a partir de uno de los más tempranos
escritores sobre el tema, Evagrius Ponticus, del siglo IV d. C. Es importante
aquí para el lector entender que, en este contexto, un demonio se vería a la vez como una fuerza externa y como fenómenos
internos incluyendo un pensamiento, una imagen o una impresión.
El demonio
de la acedia – también llamado ‘demonio del mediodía’ – es el que causa el
mayor problema de todos. Éste aplica su ataque sobre el monje alrededor de la
cuarta hora [canónica] y acosa al
alma hasta la octava. Ante todo, produce la apariencia de que el sol apenas se
mueve, y de que ese día tiene quince horas de duración. Luego obliga al monje a
mirar constantemente por las ventanas, salir afuera de la celda, observar con
cuidado el sol para determinar cuánto falta para la hora novena (la del
almuerzo), seguir atento así y entonces ver si acaso alguno de los hermanos
hace su aparición desde su celda. A continuación también insufla en el corazón
del monje odio hacia el lugar, odio por su misma vida, odio por la labor manual.
Lo induce a lucubrar que la caridad se ha vuelto ausente entre sus hermanos,
que no hay ninguno que dé ánimo. De haber eventualmente alguien que por
entonces lo hubiese ofendido de un modo u otro, el demonio lo usa también a fin
de exasperar su odio. El demonio lo arrastra al deseo de otros lugares donde
pueda procurarse más fácilmente sus necesidades vitales, encontrar de forma más
accesible una ocupación y llegar a realizarse exitosamente. Sigue
sugiriéndole que, después de todo, el fundamento del agrado al Señor no es el
lugar. A Dios ha de adorárselo en cualquier sitio. Él suma a estas reflexiones
el recuerdo de sus seres queridos y de su antiguo modo de vida. Se representa
la vida desplegándose durante un largo tiempo, y atrae delante del ojo de su
mente el duro trabajo de la lucha ascética y, como dice el refrán, no deja hoja
(de árbol) sin dar vuelta para inducir al monje a abandonar la celda y darse
por vencido en la pelea. Ningún otro demonio se aproxima siguiéndole los
talones a este monje (una vez que ha sido derrotado), sino que de esta lucha
sólo surge un estado de paz y de indecible gozo. (Norris 2008)
Lo que interesa en esta definición de acedia no es tanto la
descripción de la fenomenología sino el estado o nivel que el monje ha
desarrollado a lo largo de “el viaje espiritual” en el cual tal experiencia
fenomenológica surge de manera natural. No es únicamente cuando esta persona ha
renunciado a ‘su antiguo modo de vida’ que tales energías de indiferencia
espiritual surgen. La acedia no golpea en la sombra sino a plena luz del día de
la vida espiritual. Semejante descripción metafórica, tan rica y aguda, de este
fenómeno pone en evidencia y expone al que sufre a un total ataque frontal en
lo que atañe a la intención de los actos de ascetismo o de autorenuncia de la
persona (en este caso, un monje). La acedia es un ataque sobre el significado y
genuino propósito de la autonegación.
… Ponticus
describe a este demonio como ‘el causal del problema más serio de todos’. ¿Por
qué habría de ser éste el caso? Ponticus sostiene con inteligencia que vencer a
un demonio así conlleva que ningún otro demonio (una prueba, una energía, un
pensamiento o una tentación) ‘se aproxima siguiéndole los talones’, sino que la
persona es recompensada con ‘un estado de paz y de indecible gozo (que) surge
de esta lucha’. La promesa tiene el sentido de ecuanimidad en relación con los
desafíos de la vida y, en verdad, se experimenta además un indecible gozo.
Podría decirse que la depresión es diferente en cuanto a que
tiene, casi seguro, una etiología más clara en uno o más sucesos conocidos de
nuestra vida. Mientras que la acedia es un un estado mental de indiferencia a
llevar una vida buena que lo impregna todo, la depresión es la pérdida por no
haber vivido una buena vida. Esta pérdida podría darse en la forma de no tener
más al ser amado, o una vocación acariciada con anhelo, o un empleo, o la
destreza y la autonomía físicas o mentales…
[…]
Discernimiento o
diagnosis: identificación y defensa de la diferencia entre acedia y
depresión
[…]
Existe, después de todo, un propósito orientado a la acedia y
su en apariencia fingido significado de falta-de-sentido. Mientras la acedia
está ligada a las nociones de pecado y moralidad, ambos conceptos requieren ser
reformados a fin de entender el propósito detrás de la acedia. Los primitivos
Padres del Desierto como Evagrio Ponticus y aquellos que los siguieron en su
despertar, como John Casina, no ven la moralidad como una lista de ‘los debes y
no debes’, sino como un esfuerzo por fomentar la correcta relación con lo
divino. La preocupación no era si uno actuaba y se comportaba según las reglas,
sino si podía penetrar la situación y verla con claridad como realmente es y
triunfar sobre la percepción distorsionada que constituye el pecado. Hay una
relación lejos mucho más madura con la noción y la práctica de la virtud y la
apreciación del pecado. La libertad se encuentra al ver claramente la
naturaleza de la separación, ya que el castigo está provisto desde adentro del
pecado mismo, que es el estado de alienación respecto de lo Divino. La acedia
contribuye a desnudar los estratos del falso yo y su inclinación a darse
importancia, su hybris, y sus
proyectos en busca de poder y control, afecto y estima, y la protección y la
seguridad (Keating 1986 [4]).
El viaje espiritual se caracteriza como una serie de humillaciones del falso yo
del que la acedia hace las veces de garante para burlar nuestros esfuerzos por
transformar o trascender nuestra falsa construcción de nosotros mismos y de lo
divino. Entendida correctamente, la acedia nos muestra que el viaje espiritual
se compone de desiertos y jardines. Es posible que la psicología secular
persiga el mismo fin allí donde las terapias verbales son los hijos y las hijas
de lo confesional, donde verbalizar y defender nuestros pensamientos y
creencias (a los cuales los Padres del Desierto referían como demonios) son el
punto de partida para hallar un camino a través de nuestras falsas suposiciones
acerca de nosotros mismos, los demás y el mundo. La acedia en verdad hiere a un
individuo cuando sus vanos intentos de santidad quedan expuestos realmente como
‘vanos’. Evagrius y otros Padres del Desierto entendieron que en el núcleo de
la acedia yacen frecuentemente la ira y el orgullo (conocido como vanagloria). A
menudo el origen de la ira era el no recibir las gracias y el favor de Dios, y [el de] el orgullo, la tendencia
extralimitada a creer que el esfuerzo propio solo conducía al logro de la
santidad. En una ocasión, Freud comentó que la depresión era ‘ira reprimida’,
una forma de escamotear el resentimiento introyectado en el yo por no encontrar
expectativas en torno a sí mismo, los otros y el mundo en libertad. [5]
Encontrando lo sagrado
en lo profano
… El
hallar significado en aspectos mundanos de la vida confronta la acedia con lo
mismo justamente de lo que ella se burla, que es la falta de sentido de cada
día. Thich Nhat Hanh señaló una vez que
si uno no es capaz de lavar los platos en paz, le será casi imposible encontrar
la paz en cualquier otra parte (Hanh, 1973; 1975 [6]).
El punto aquí es que el reposo sólo puede encontrárselo en el momento presente
en cualquier momento, y no se lo
puede encontrar en ningún tiempo, estado o condición futuros. El morir a estos
falsos supuestos sobre una vida siempre excitante exhibe su propio sentido de
pérdida que con frecuencia se enmascara como depresión y letargo… La antigua
noción de anomia o lo que hoy
llamamos ‘crisis de la mediana edad’ puede provenir de la desesperación por
hallar poco o ningún significado, poco o ningún propósito, en la vida y puede
en parte rastreársela en ‘el materialismo de la codicia, la apatía espiritual
de la pereza y el narcisismo yoico del orgullo’ (Schimmel, 1997 [7]). Estos
pecados mortales no son mortales porque conduzcan al infierno después de la
muerte, sino más bien porque matan el espíritu de la persona ahora. Nuestros
antiguos antepasados y antepasadas entendieron que lo que es dador de vida
puede resultar exactamente opuesto a lo que nuestras estructuras sociales nos
indican. La bendición de la acedia, destructiva e hiriente como es, podrían ser
que hayamos encontrado las limitaciones de los programas para la felicidad.
Estos programas son falsas presunciones sostenidas acerca de la realidad del
hecho de que nuestras vidas bajo control, de que siempre hallaremos protección
y seguridad por nuestro propio y solo esfuerzo, y de que la felicidad se
encuentra en el afecto y la estima de los otros (Keating, 1986). Llegamos a la
compresión de que, no importa de qué se trate, si acaso del éxito, las
relaciones, el ser santos, la perspicacia o la terapia no son lo que conduce a
una auténtica respuesta a la vida. El demonio de mediodía se burla de nuestros
intentos de tratar de volvernos algo diferente, pero únicamente porque en este
intento de desechar estas falsos preconceptos de la vida, puede darse con el
júbilo y la felicidad. La acedia podría ser un signo seguro de que uno está
progresando en la vida espiritual mediante lo que San bruno expresa como una
serie de humillaciones del falso ego (Keating 1986; 1995 [8]);
la autorrealización no es un paseo mágico hacia la dicha.”
[1] Schimmel, S., The
Seven Deadly Sins, London , Oxford University Press, 1997
[2] C. Jung, Moder
Man in Search of a Soul, New York , Routledge and
Kegan, 1933
[3] Norris, K., Acedia
and Me: A Marriage, Monks and a Writer’s life, New York , Riverhead Books,
2008
[4] Keating, T., Open
Mind. Open Heart, New York , 1986, continuum
[5] Las últimas líneas aquí vertidas al castellano presentan, en el original
inglés, ciertas anomalías sintácticas (y eventualmente léxicas) que se han
intentado salvar - como en otras partes del texto - siguiendo el sentido general de la exposición. (N del trad.)
[6] Nanh, T. N., Zen
keys: A Guide to Zen Practice, London , Thorsons, 1973;
The Miracle of Mindfulness: A Manual of Meditation, London , Rider, 1975
[7] Schimmel, S., The
Seven Deadly Sins: Jewish, Christian and Classical Reflections on Human
Psychology, Oxford University Press, 2007
[8] Keating, T., Intimacy
with God, New York , Crossroad, 1995
[Título original en
inglés: “Acedia and Depression: Reforming
the ancient battle with the noon day demon”. Traducción de los
pasajes: G. Aritto. Versión completa, en
el sitio:
www. renewtheology.org/paperNPreston0809.htm.]
Imagen de portada: Melancolía, de Vincent Van Gogh.
Imagen de portada: Melancolía, de Vincent Van Gogh.
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