11 de septiembre de 2012

NOSTALGIAS DEL PARAÍSO PERDIDO (VI): MELANCOLÍA, ACEDIA Y DEPRESIÓN EN EL ENEAGRAMA DE LOS SUFIS




Hieronymus Bosch, 
Tabla con los Siete Pecados Capitales



“¡Oh, Señor!
Si yo te adoro por miedo al infierno, arrójame a él.
Si yo te adoro por el deseo del paraíso, niégamelo.”

Rabia



“El eneagrama moderno de los tipos de personalidad es una síntesis de muchas y diferentes tradiciones espirituales y religiosas. En gran parte es una condensación de la sabiduría universal, la filosofía perenne acumulada durante miles de años por  cristianos, budistas, musulmanes (especialmente los sufíes) y judíos (en la Cábala). La esencia del eneagrama es el conocimiento universal de que todos los seres humanos somos presencias espirituales encarnadas en el mundo material y que misteriosamente compartimos la misma vida y el mismo espíritu del Creador. Bajo las diferencias y apariencias superficiales, detrás de las cortinas de la ilusión, la luz de la Divinidad brilla en cada persona. Sin embargo, diversas fuerzas oscurecen la luz y cada tradición espiritual tiene mitos y doctrinas para explicar las causas de que la humanidad haya perdido su conexión con lo divino. Uno de los grandes valores del eneagrama es que se mantiene al margen de todas las diferencias doctrinales. Ha servido a personas de prácticamente todos los principales credos religiosos para redescubrir su unidad fundamental como seres espirituales. El eneagrama tiene, por lo tanto, un inmenso valor en el mundo actual, para enseñar a blancos y negros, hombres y mujeres, católicos y protestantes, árabes y judíos, heterosexuales y homosexuales, ricos y pobres, que si buscan más allá de las diferencias superficiales que los separan encontrarán un plano totalmente nuevo de humanidad común.”


Don Richard Riso & Russ Hudson




Los ocho síntomas (logísmoi) de Evagrius Ponticus


Si nos remontamos a principios del siglo II, en Egipto encontramos una tradición cristiana que nos ha llegado (a través de San Antonio – 350 d. C.) en forma de los conocidos Padres del Desierto. Al igual que Pitágoras, el patriarca de la psicología transpersonal y psico-espiritual, que utilizaba las matemáticas sagradas y los símbolos de la geometría (denominados ‘Diez Sellos de Pitágoras’), con el Eneagrama como el noveno. Utilizaban una forma de práctica, manteniendo la atención hacia el interior con el fin de verse uno tal cual es. Se practicaba el silencio y la meditación para combatir a la sombra, el demonio y las fuerzas del inconsciente, así como para despejar todos los rasgos de la personalidad. Su psicología podría resumirse del modo siguiente: ‘Soy responsable de mi sufrimiento desde el instante en que he creado un sistema de creencias que me hace sufrir. Una consciencia impecable de quién soy, autoconocimiento, aceptación de lo que soy y la puesta en marcha de cambios, me conducirían a la felicidad’.
Entre los Padres del Desierto, Evagrius Ponticus (345 – 399 d. C.) es para nosotros el más importante, puesto que dejó escritos que conforman la base de una búsqueda psico-espiritual. En la práctica utilizaba símbolos muy parecidos a los del Eneagrama y hablaba de ocho ideas diabólicas, y, en ocasiones, de nueve modos de alejarse del centro. Eran la ira (Orge), el orgullo (Uperefania), la vanidad (Kenodoxia), la pena / envidia (Lupe), la avaricia (Filarguria), la gula (Gastrimargia), la lujuria (Porneia) y la pereza / indolencia mental (Acedia).
Estos ocho ‘logísmoi’ son los síntomas de enfermedad espiritual que alejan al ser humano de sí mismo. El convertirnos en moralistas nos puede hacer olvidar paulatinamente la naturaleza médica del análisis de dichos síntomas y de que se trata de un cáncer espiritual, el cáncer del libre albedrío…

[…]

Acedia

Se refiere ala negra desesperanza y a la depresión, con una tendencia hacia el suicidio y el instinto de muerte. (La Acedia implica sopor, tedio y apatía.) El ego se sumerge en una negra desesperanza o abandona la esperanza en todas las cosas. Por ejemplo, el asceta se hunde en la sensualidad” y en el exceso alcohólico. Se trata de la lujuria en la edad adulta. Esta crisis de los cuarenta años fue bien descrita por C. G. Jung. Se puede producir un violento retorno de lo reprimido, pero también puede integrarse en el arquetipo del Todo Unificado (el Sí mismo)…”


Dhiravamsa




Sanar la aflicción


El proceso de transformación del corazón puede ser difícil, porque al abrirlo es inevitable que encontremos nuestro dolor y percibamos más el dolor de los demás. De hecho, gran parte de nuestra personalidad tiene por finalidad evitarnos experimentar ese sufrimiento. Cerramos el corazón a la sensibilidad para no sentir el sufrimiento y poder continuar con nuestras actividades, pero nunca logramos evitar totalmente el dolor; con frecuencia lo percibimos justo lo suficiente para sentirnos desgraciados y hacer desgraciados a todos los que nos rodean. El famoso aforismo de Carl Jung de que «la neurosis es el sustituto del genuino sufrimiento» se refiere a esta verdad. Pero si no estamos dispuestos a experimentar nuestras aflicciones estas nunca sanarán. Acallar el dolor nos impide sentir alegría, compasión, amor y cualquier otra capacidad del corazón. Aquí no se trata de revolearnos en los sufrimientos; el trabajo espiritual no tiene por fin hacernos masoquistas; la idea es transformar nuestro sufrimiento, no prolongarlo. No hay para qué añadir más sufrimientos; lo que necesitamos es explorar las raíces, las causas del sufrimiento que ya tenemos. Hemos de mirar bajo las defensas de la personalidad y explorar los miedos y las heridas que nos gobiernan. Como hemos visto, cuantos más sufrimientos acarreamos del pasado, más rígidas y controladoras son las estructuras de nuestra personalidad; pero estas no son invencibles. Y a pesar de lo que podríamos creer, es posible aliviar la aflicción, por grave que sea, si estamos dispuestos a explorarla un poco más de tiempo.”


Don Richard Riso & Russ Hudson




Personalidad y esencia

Comprender los dos niveles principales de nuestra realidad


En el estado no iluminado de la existencia nos vemos todos implicados en –y dirigidos por- la supuesta personalidad que es superficial y nos condena a ser media persona, mientras que otra gran mitad se pierde. A esto lo llamamos ‘pérdida del ser’. Esta pérdida del ser, o ausencia de esencia, nos aporta un gran dolor y sufrimiento, por lo que sentimos una gran urgencia por buscar   esta mitad tan básica mediante el autodesarrollo, la autotransformación y la autorrealización, para alcanzar el ser iluminado que mora en nuestro interior. Podemos imaginarnos lo dolorosa y falta de sentido que deviene la vida al estar medio vacía, puesto que hay siempre hambre, sed y una lucha constante por satisfacer la mitad vacía. Mientras que la parte perdida, o esencia, no se descubra o desentierre y se lleve de nuevo a la vida, no habrá descanso o fin de esta lucha.
… De entrada, comprendemos que hemos nacido completos, pero sin una consciencia vital de nuestra totalidad. Más tarde, en el proceso de crecer y convertirnos en un individuo, cada uno de nosotros desarrolla la supuesta personalidad y el carácter. Lo que nos cuesta mucho, puesto que el hecho de desarrollar algo como la personalidad nos separa de nuestra totalidad, y, por lo tanto, crea la primera herida en nuestra psique: la herida de la separación.”


Dhiravamsa









MELANCOLÍA, ACEDIA Y DEPRESIÓN 
EN LOS ENEATIPOS 4 y 9



ENEATIPO CUATRO



El Eneatipo Cuatro: Buscando la felicidad a través del dolor


En el Eneagrama, la posición del punto Cuatro, ego romántico o melancólico, es un satélite del Tres, ego-ir, y un vecino del punto Cinco, ego-avaro. Los Cuatro tienen la tendencia a exigir intensamente lo que les falta en el presente, puesto que miran al futuro y piensan que la hierba del vecino es más verde, y por lo tanto, siempre sienten que falta algo en el aquí y ahora. Se dirigen hacia fuera con fuerza y con un firme impulso… En conexión con el ego-ir o la vanidad que se identifica completamente con la parte del Sí mismo que compite con la autoimagen idealizada, el ego-romántico o masoquista hace lo contrario, o sea, se identifica con la parte de la psique que no casa con la imagen idealizada, y siempre lucha por alcanzar lo inalcanzable. Los Cuatro a menudo están deprimidos, y su depresión   es blanda puesto que posee abundantes emociones y sentimientos, además de ser apasionados y no resignarse como suelen hacerlo los Cinco.
Los Cuatro tienen una gran tendencia a centrarse en el dolor y el sufrimiento debido al sentimiento de pérdida y de privación que resulta de sus experiencias reales en el pasado, que a menudo proyectan en el futuro. Dicha proyección provoca miedo de que suceda otra vez lo de siempre; y por dicha razón, tienen tendencia a sufrir, en concreto en relación a ser abandonados y frustrarse en la vida… Normalmente tienen buen gusto y son perceptivos, sensibles, elegantes y poseen temperamento artístico. Lo que incluye la posibilidad de idealizar el dolor mediante el arte, trasmutándolo o transformándolo en algo bello.”


Dhiravamsa




ENEATIPO 4:

EL ARTISTA, EL ROMÁNTICO, EL MELANCÓLICO, EL ESTETA, LA VÍCTIMA TRÁGICA, EL ESPECIAL



A lo largo de la vida, los Cuatro podrían probarse varias identidades diferentes para encontrar la talla, basándose en estilos, preferencias y cualidades que admiran en otras personas. Pero bajo la superficie siguen sintiéndose inseguros respecto a quiénes son realmente. El problema es que en gran parte basan su identidad en sus sentimientos; cuando miran su interior encuentran reacciones emocionales caleidoscópicas, siempre cambiantes. En realidad, perciben con mucha exactitud una verdad de la naturaleza humana: que es dinámica y siempre cambiante. Pero dado que desean crearse una identidad estable y fiable a partir de sus emociones, intentan cultivar solamente ciertos sentimientos y rechazan otros. Se identifican con algunos sentimientos y con otros no: «Ese soy yo, ese no soy yo». Creen que son fieles a sí mismos tratando de retener y expresar ciertos estados de ánimo. Uno de los grandes desafíos que enfrentan los Cuatro es aprender a liberarse de los sentimientos del pasado; tienden a alimentar sus heridas y a aferrarse a los sentimientos por las personas que los han herido. En realidad, es posible que se aterren tanto a sus deseos y decepciones que sean incapaces de ver los muchos tesoros que tienen en su vida.
[…]
Hay un cuento sufí sobre un perro viejo al que habían maltratado muchísimo y estaba a punto de morirse de hambre. Un día encontró un hueso, lo llevó a un lugar seguro y empezó a roerlo; tenía tanta hambre que estuvo muchísimo rato masticando el hueso hasta que le sacó todo el alimento posible. De pronto, un anciano bondadoso vio al perro con su patético hueso y empezó a ponerle comida calladamente. Pero el pobre animal estaba tan apegado a su hueso que se negó a soltarlo y muy pronto murió de inanición. Los Cuatro tienen ese mismo problema; mientras creen que hay en ellos algo fundamentalmente malo no se permiten experimentar ni disfrutar de sus muchas cualidades; reconocer esas cualidades sería perder su sentido de identidad (víctima que sufre) y quedar sin una identidad personal relativamente constante (su miedo básico). Los Cuatro crecen aprendiendo a ver que gran parte de su historia no es cierta, o por lo menos que ya no es cierta. Los viejos sentimientos comienzan a desaparecer cuando dejan de contarse a sí mismos su vieja historia, que ya es inaplicable a su situación actual.



TRANSFORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD EN ESENCIA


‘Es cierto de todos, sea cual sea nuestro trabajo, que somos artistas mientras estemos vivos a lo concreto del momento y no lo usemos para otro fin.’

M. C. Richards


En el proceso de transformación, los Cuatro abandonan una determinada imagen de sí mismos: la de que son inherentemente más defectuosos que los demás y carecen de algo que los demás tienen. También comprenden que no hay nada malo en ellos, que son tan buenos como cualquiera; y que si no hay nada malo en ellos, no necesitan que alguien los salve; son totalmente capaces de manifestarse solos y de crear sus vidas. Descubren que su verdadero yo es más evidente cuando no hacen algo para crearlo o sostenerlo. Es decir, «ser ellos mismos» no exige ningún esfuerzo especial. En esta fase ya no necesitan sentirse diferentes ni especiales; comprenden que, en realidad, el Universo nos ha creado a cada uno diferente y especial, y que cada uno forma parte de todo lo demás, no está aislado ni solo. Entonces la vida deja de ser una carga, algo que hay que soportar. También sienten, tal vez por primera vez, gratitud por los dolores y sufrimientos pasados porque, a su manera, estas cosas les han permitido llegar a ser las personas que son ahora. «Quiénes son» continúa siendo un misterio, tal vez un misterio mayor que nunca; pero en lugar de aferrarse a la idea preconcebida de su identidad, los Cuatro liberados se permiten estar receptivos al momento, experimentar la renovación del yo que trae el momento. King es un terapeuta que después de años de trabajo interior ha llegado a reconocer la riqueza de su naturaleza interior: “En mi mejor forma, estoy totalmente vivo; tengo alegría y energía, y estoy conectado de modo importante con los demás y con la vida. ¡Soy sólido! Expreso lo que siento, en lugar de rumiarlo solo. Me estimula la disciplina de realizar lo que sé que debe hacerse y no buscar «motivos» para no tener que producir como todos los demás. Soy creativo e imaginativo, capaz de descubrir estructuras, pautas y sentidos ocultos en todos los desafíos de la vida. ¡Soy libre!” Una vez liberados de su miedo básico, los Cuatro se convierten en obras de arte y dejan de necesitar el arte a modo de sustituto de la belleza que encuentran en abundancia en sí mismos. Dado que son conscientes de su yo esencial y se desembarazan del enredo de sus reacciones emocionales, conectan más profundamente con la naturaleza siempre cambiante de la realidad, y se sienten estimulados y embelesados por ella. Diane, ingeniera, describe bellamente esta sensación de conexión: ‘En mi mejor forma, soy desinhibida y espontánea. En lugar de estar continuamente confundida por las minucias de mis estados internos, me siento libre para prestar atención al mundo y a las personas que me rodean. Es una experiencia maravillosamente liberadora desprenderme del habitual proceso de controlarme, analizarme e inhibirme. Entonces es como si el tiempo avanzara más lento y el mundo saltara dentro de mi conciencia con toda su riqueza y sutileza. Las cosas me parecen diferentes, más tridimensionales, detalladas y nítidas. Soy capaz de centrar la atención, sin esfuerzo, en los demás, hacerme eco de sus estados emocionales, escuchar sus historias sin quedarme atrapada en las mías.’



EL SURGIR DE LA ESENCIA


El tipo Cuatro nos revela la verdad fundamental de que nuestro verdadero yo no es algo que tenga atributos predeterminados, es un proceso siempre transformador y renovador. Las manifestaciones de nuestra verdadera naturaleza surgen y se transforman de manera constante en otra cosa igual de maravillosa e inesperada, como un calidoscopio mágico. El trabajo espiritual de los Cuatro consiste en evitar que su yo caleidoscópico se convierta en una imagen estática enmarcada, de las que se cuelgan en la pared. Así, descubren que su verdadero ser es un fluir de experiencias mucho más hermosas, ricas y satisfactorias que cualquiera de las que podían inventar en su imaginación. La experiencia del contacto íntimo con este fluir nos abre a un contacto más profundo con los demás y con los aspectos más sutiles de la realidad espiritual. Este contacto siempre se percibe como algo personal, precioso y del momento. En cierto sentido, los Cuatro nos ayudan a reconocer la unidad del yo personal y los demás aspectos más universales de nuestra naturaleza. Así pues, la cualidad esencial especial de los Cuatro es encarnar el elemento personal de lo divino. Aquello que es eterno en nosotros experimenta el mundo a través de nuestras experiencias personales. Un aspecto fundamental del alma es su calidad de impresionable, la capacidad de experimentar y crecer con las experiencias. Cuando estamos receptivos y presentes, las experiencias nos tocan y nos transforman el corazón. En realidad, cada vez que nos dejamos tocar realmente por la vida, esta nos cambia de modo profundo. Y, en definitiva, ¿no es acaso tocar y transformar el corazón humano el objetivo de toda expresión propia creativa?
Cuando los Cuatro residen en su verdadera naturaleza son uno con la incesante creación y transformación que forma parte de la dinámica de la esencia. En su núcleo, los Cuatro representan la creación, el constante fluir del universo manifiesto y cambiante en el ahora eterno. El don más precioso de los Cuatro es ser símbolos de esto y recordar a los demás tipos que ellos también participan de la creatividad divina.”


Don Richard Riso & Russ Hudson








ENEATIPO NUEVE



El Eneatipo Nueve: Seguir la corriente


El carácter Nueve parece ser muy básico en todas las personalidades humanas al contener todos los elementos fundamentales e importantes relacionados universalmente con nuestras realidades psicológicas y espirituales. Por ejemplo, la pereza o inercia de la psique se convierten en un factor predominante aplicable a toda clase de persona de toda condición, puesto que atan la mente a la indolencia psicológica, nublándola, cegándola e impidiéndole ver la puerta a la creatividad real. Aquí, el término ‘creatividad’ se utiliza en el contexto del Todo Original Unificado, nuestra verdadera originalidad. Todos hemos perdido este estado de ser al convertirnos en individuos, separándonos de esta totalidad y, por lo tanto, creando la herida primaria de separación y desintegración.
… Al estar muy influidos por la inercia de la psique, a los Nueve les cuesta mantener una atención sostenida sobre las cosas básicas, en particular sobre el objeto de meditación puesto frente a su mente. Tienden a quedarse dormidos o a volar, enredándose en pensamientos superficiales o charla interna debido a su falta de atención y a causa de estar dominados por una mente confusa. Realmente, no saben lo que hay que hacer fundamentalmente en cada instante…
Otro factor predominante en los Nueve (así como para la mayoría, si no para todos nosotros) es el autoolvido. Este tema de olvidar el Sí mismo no sólo hace referencia a actos de negligencia y a no reconocer quiénes son, cómo se sienten y lo que desean, sino a la renuncia a la esencia del ser al quedar atrapados en lo que no es esencial… Mediante este autoolvido, o falta de autorrealización, los Nueve se sitúan en la posición de convertirse en los buscadores que buscan el Sí mismo fuera, en el mundo exterior o en los demás…
…En relación a la energía, los Nueve son claramente pesados y tienen la tendencia a hundirse en el estado de la inercia tanto a nivel psicológico como espiritual, debido al sopor y la pereza mental subyacentes…
Además, los Nueve, por su tendencia a conformarse con facilidad, tienden a estar satisfechos con el conservadurismo y lo establecido. No se entusiasman con los cambios y el adoptar nuevos valores…”


Dhiravamsa




ENEATIPO 9:

EL SANADOR, EL OPTIMISTA, EL RECONCILIADOR, EL CONSOLADOR, EL UTÓPICO, NADIE ESPECIAL


«Sigo la corriente.»

Hemos llamado el pacificador al tipo Nueve porque ningún tipo se dedica más a la búsqueda de paz interior y exterior para sí mismo y para los demás. Suelen ser personas espirituales que anhelan la conexión con el cosmos y con los demás. Trabajan por mantener su paz mental así como por establecer la paz y la armonía en su mundo. Las preocupaciones que encontramos en el Nueve son las fundamentales de todo trabajo interior: permanecer despiertos frente a estar dormidos a nuestra verdadera naturaleza, paz contra sufrimiento, unión contra separación. Lo irónico es que para ser un tipo tan orientado al mundo espiritual, el Nueve es el centro de la tríada del instinto, y potencialmente es el que está más en contacto con el mundo físico y con su cuerpo. La contradicción se resuelve cuando vemos que estas personas o bien están conectadas con sus cualidades instintivas y tienen un enorme poder elemental y magnetismo personal, o están desconectadas de sus fuerzas instintivas y, por lo tanto, separadas y lejanas, incluso podrían ser muy ligeras. Para compensar la desconexión con sus energías instintivas, también se retiran a sus mentes y a sus fantasías emocionales (por eso a veces se pueden identificar erróneamente con el Siete, «tipo cerebral», o con el Dos y el Cuatro, «tipos de sentimientos»). Además, cuando están desequilibradas sus energías instintivas, usan esas energías en contra de sí mismos, reprimiendo su poder hasta tal punto que todo en su psique se vuelve estático e inerte. Cuando no se utiliza, esa energía se paraliza como un lago que en primavera se llena tanto que no permite la entrada del agua de los manantiales que lo surten. Pero cuando están en equilibrio con su centro instintivo y su energía, son como un gran río que lo lleva todo en su corriente sin esfuerzo. A veces hemos llamado a los Nueve la corona del eneagrama, porque está en lo alto del símbolo y porque parece abarcarlo todo. Los Nueve pueden tener la fuerza de los Ocho, el gusto por la diversión y la aventura de los Siete, la docilidad de los Seis, el intelecto de los Cinco, la creatividad de los Cuatro, el atractivo de los Tres, la generosidad de los Dos y el idealismo de los Uno. Sin embargo, lo que por lo general no tienen es la sensación de habitar realmente en sí mismos, un sentido de identidad fuerte. Por lo tamo, paradójicamente, el único tipo al que los Nueve no se parecen es el Nueve. Les aterra ser individuos aislados que deben hacerse valer contra los demás. Prefieren fundirse con otra persona o seguir calladamente sus ensoñaciones idílicas. Red, un consultor empresarial muy conocido en el sector, comenta esta tendencia: “Noto que me fijo en los demás, que me imagino cómo son, cómo y dónde viven, etcétera. En mis relaciones suelo renunciar a mis planes en favor de los de la otra persona; tengo que estar vigilante para no ceder a las exigencias o peticiones de los demás dejando de lado mis necesidades.” Los Nueve ilustran la tentación universal de pasar por alto los aspectos perturbadores de la vida y encontrar cierto grado de paz y bienestar insensibilizándose. Reaccionan al dolor y al sufrimiento tratando de vivir en un estado de apacibilidad prematura, ya sea de falsa consecución espiritual o de franca negación. Más que cualquier otro tipo ilustran la tendencia a huir de las paradojas y tensiones de la vida tratando de trascenderlas o buscando soluciones simples e indoloras a sus problemas. Centrar la atención en el lado agradable o placentero de la vida no está mal, lógicamente, lo que ocurre es que es un enfoque limitado y limitador de la vida. Si para protegerse de la adversidad tienden siempre a buscar el lado bueno de todo, los otros tipos también tienen sus distorsiones en su forma de ver las cosas. Por ejemplo, los Cuatro centran la atención en sus heridas y en sentirse víctimas; los Uno, en lo mal que están las cosas, etcétera. Los Nueve, en cambio, tienden a centrar la atención en el lado luminoso de la vida, para no perturbar su paz mental. Pero en lugar de negar el lado oscuro de la vida, deberían entender que las perspectivas que presentan todos los otros tipos también son ciertas; deben resistirse al deseo de escapar del mundo real a un «nirvana prematuro» o a la «luz blanca» de lo divino; deben recordar que la única forma de salir es pasar por el mundo real.



TRANSFORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD EN ESENCIA

"La unidad no es algo que estemos llamados a crear; es algo que estamos llamados a reconocer."

William Sloan Coffin

En definitiva, los Nueve recuperan su naturaleza esencial enfrentando su miedo básico de perder la conexión y abandonando la creencia de que su participación en el mundo no es importante, que no tienen para qué «estar presentes». Comprenden que la única manera de lograr realmente la unidad y compleción que buscan no es «huir» a los dominios de la imaginación, sino participando plenamente en el momento presente. Eso exige que vuelvan a conectar con su naturaleza esencial y con su ser físico de un modo inmediato. Muchas veces esto significa que deben enfrentarse a los sentimientos de rabia e ira reprimidos que resultan tan amenazadores para su identidad ordinaria. Pero cuando permanecen con ellos mismos y logran integrar su rabia, comienzan a experimentar la estabilidad y la firmeza que han estado buscando. Desde esa plataforma de fuerza interior, los Nueve en proceso de realización se transforman en fuerzas indómitas, gráciles y potentes, y alineadas con la voluntad divina. Esas cualidades las vemos en personas Nueve extraordinarias como Abraham Lincoln o su santidad el Dalai Lama. Para lograr la verdadera conexión y compleción, deben aprender a aceptar y abrazar este dominio de la experiencia mortal. Si bien es cierto que hay muchos aspectos de la realidad que trascienden el mundo manifiesto, no nos realizamos negando ese mundo. Es decir, no podemos trascender realmente la condición humana: sólo adhiriéndonos a ella totalmente llegamos a la plenitud y la totalidad de nuestra verdadera naturaleza. Cuando los Nueve comprenden y aceptan esta verdad, se vuelven extraordinariamente dueños de sí mismos e independientes. Aprenden a hacerse valer con más libertad y a experimentar más paz, ecuanimidad y satisfacción. Su serenidad les permite crear relaciones muy gratificantes con los demás, porque están verdaderamente presentes en sí mismos: vivos, despiertos, exuberantes y alertas; son personas dinámicas, alegres, que trabajan por la paz y curación de su mundo. Lejos de ser indiferentes o reprimidos, advierten que disfrutan de participar en la vida, y hacen sorprendentes descubrimientos, como comenta Red: ‘Sé exactamente lo que necesito decir y hacer, y tengo la fuerza y la convicción para hacerlo. Dejo de intentar agradar a otros y centro la atención en agradarme a mí mismo. Lo curioso es que el esfuerzo por satisfacer mis necesidades muchas veces satisface las necesidades del grupo, como si al concentrarme en mis necesidades previera intuitivamente las necesidades del grupo.’



EL SURGIR DE LA ESENCIA

"Felicidad: disolverse en algo completo y magnífico."

Willa Cather

Los Nueve recuerdan la cualidad esencial de compleción y totalidad. Recuerdan la interrelación de todas las cosas, que en el universo no existe nada separado de nada. Este conocimiento produce una inmensa paz interior y, desde un punto de vista esencial, su finalidad en la vida es ser recordatorios vivos de la naturaleza espiritual de la realidad y, en consecuencia, de la unidad subyacente a nuestra verdadera naturaleza. Los Nueve liberados están totalmente presentes y conscientes de la totalidad y unidad de la existencia, al mismo tiempo que conservan su sentido de identidad. Los Nueve menos sanos tienen la capacidad de percibir algunas de las cualidades ilimitadas de la realidad, pero tienden a extraviarse en o a fusionarse con su entorno. Los Nueve liberados no se olvidan de sí mismos en estos estados ni se refugian en fantasías idealistas. Ven cómo están mezclados lo bueno y lo malo («Dios hace llover sobre justos y pecadores»). Aceptan la paradójica unión de los opuestos; aceptan que el placer y el dolor, la alegría y la tristeza, la unión y la pérdida, el bien y el mal, la vida y la muerte, la claridad y el misterio, la salud y la enfermedad, la virtud y la debilidad, la sabiduría y la estupidez, la paz y la ansiedad, están ligados inextricablemente. Este es un conocimiento al que Martín, consultor empresarial, ha llegado por sí mismo: ‘Cuando murió mi mujer el año pasado me sentí aniquilado, hasta que comprendí que su vida y su muerte formaban parte de un acontecimiento mayor; tal vez de uno que superaba mi capacidad de entendimiento, pero que sí parecía tener sentido. Una vez que acepté la totalidad de su vida, comprendí que su muerte formaba parte de ese todo más grande y fui capaz de aceptarla.’ Otra cualidad esencial del Nueve es lo que Óscar Ichazo llamó «amor sagrado», aunque esto hay que entenderlo bien. El amor esencial al que nos referimos es una cualidad dinámica del ser que fluye, transforma y derriba todas las barreras que encuentra a su paso; supera los sentimientos de separación y aislamiento dentro de los límites del ego, problemas que acosan a la tríada del instinto. Por eso el amor verdadero produce miedo: entraña la disolución de los límites y la muerte del ego. Sin embargo, cuando aprendemos a rendirnos a la acción del amor sagrado reconectamos con el océano del ser y comprendemos que en nuestro núcleo o centro somos ese amor. Somos esa presencia infinita, dinámica, transformadora de percepción amorosa, y siempre ha sido así.” 


Don Richard Riso & Russ Hudson



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Textos extraídos de los libros:


- La sabiduría del Eneagrama, de Don Richard Riso & Russ Hudson, Madrid, Urano, 2001.

- Meditación Vipassana y Eneagrama. Hacia un desarrollo humano y armonioso, de Dhiravamsa, Barcelona, La Liebre de Marzo, 2007. 




"El hombre puede renunciar a todos los placeres que quiera, pero no va a renunciar a su sufrimiento."


George Gurdjieff

(Alexandropol, Armenia, 1872 / París, 1949)




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