“Para establecer un contacto correcto entre el orador y tú
mismo, y establecer comunión sobre un fundamento apropiado, debemos entender la significación de las
palabras. Interpretamos palabras para significar algo que ha de resultarnos
conveniente o adecuado, o bien las interpretamos de acuerdo con una cierta
tradición. Las palabras nos ayudan a razonar, y la mayoría de nosotros actuamos
de acuerdo con las palabras. Las palabras se han vuelto extraordinariamente
significativas. Las palabras ‘nacionalismo’, ‘comunismo’, ‘Dios’, ‘hermandad’,
etc., tienen una cierta significación, y si se trata de entenderlas plenamente,
debemos ir más allá de las palabras en sí. No sólo debemos ver la significación
de las palabras en su uso ordinario sino además observar si la mente no es una
esclava de ellas. Eso es algo muy difícil de hacer. La palabra ‘hindú’ o
cualquier otra tiene una inmensa significación. Palabras como ‘reencarnación’,
‘karma’, ‘nacionalismo’ ejercen un
poder extraordinario sobre la mente. Los cristianos, los budistas y toda la
diversidad de gente que pertenece a innumerables clases, tienen sus propios argots, sus propias formas de abordaje, su
propio modo de contemplar las cosas a través de las palabras. Así se vuelve uno
prisionero respecto de las palabras. Pienso que ustedes advierten que somos
esclavizados por las palabras, y que no tienen posibilidad alguna de entablar
la relación eficaz entre ustedes mismos y el que habla si meramente están
escuchando las palabras y no yendo más allá de la significación de las
palabras. Para mí, las palabras tienen un significado limitado, muy limitado,
da igual que lo emplee Buda, Cristo o cualquier otra persona. Las palabras que
se usan en los Upanishads o en el Gita o en la Biblia tienen un
significado muy, muy limitado, y la mente que actúa sobre aquellas palabras en
aquellas tradiciones no pueden en modo alguno llegar muy lejos. Y me parece que
eso es muy importante ahora, en las circunstancias presentes cuando hay una
tremenda crisis avanzando por el mundo, que derribemos las barreras de las
palabras, sea que las use yo o cualquier otro, y examinemos muy claramente, con
precisión, y categóricamente la situación mundial, y también el cómo
reaccionamos a los desafíos, porque siempre existen desafíos en la vida. A cada
momento se dan el desafío, la exigencia, la pregunta, y respondemos a aquel
desafío, a la exigencia, a la pregunta de acuerdo a nuestro historial, de
acuerdo a las palabras a las que estamos acostumbrados. Y yo me temo que la
crisis presente no puede traducirse o entenderse en términos de los Upanishads o la Biblia o el Gita o ningún otro libro. Uno tiene que
responder a ello de forma totalmente nueva, dado que las presentes
circunstancias son enteramente nuevas. La vida no es sólo la vida de los incidentes
y accidentes y eventos de ayer que están también ahí, sino que es aparte de eso
mucho más vasta y mucho más profunda. A fin de entender todos esos hechos y de
responder a ellos verdadera y correctamente sin conflicto, me parece a mí que
es muy necesario tener una mente nueva, una mente totalmente nueva, no la mente
que interpreta el presente en términos de lo viejo, no la mente que responde a
este siempre cambiante desafío de acuerdo con Shankara o Buda o las diversas
denominaciones religiosas o sectas a las que uno pertenece. Todo esto tiene que
ser demolido por completo con miras no sólo a entender el presente, sino
también a entender estas cosas enormes que están ocurriendo en el mundo: esta
aflicción, esta ansiedad, esta zozobra, y la interminable culpa.
Entendámonos mutuamente: al que habla únicamente le
preocupa provocar una mente nueva, una mente totalmente nueva, y en absoluta
está preocupado por cómo interpretar el Gita
o cualquiera de los libros que se leen. La mente que actúa dentro de la tradición,
que actúa en el conocimiento, por muy amplia, por muy lúcida que sea, una mente
así es incapaz de comprender o de entender la cualidad de una mente nueva. Como
decía, para provocar la aparición de esta mente nueva debe haber una revolución
total. Y lo que quiero decir con esa palabra ‘revolución’ es que ella significa
en el diccionario: una total revolución, no mera aceptación, no conformidad, no
imitación. Necesitamos una mente nueva, y una mente nueva no se puede crear por
la mera expresión de que estamos indagando acerca de la mente nueva – entonces
eso se vuelve un nuevo argot. Sin
embargo, uno puede descubrir la nueva mente, cuál es la cualidad de la nueva
mente, si comienza por examinar de forma muy íntima, pertinente, categórica y
precisa la mente que tiene en el presente, la mente que aceptamos con tal
conformismo, la mente con la cual funcionamos.”
J. Krishnamurti (registro oral)
Extraído
de la serie Talks by
Krishnamurti in India 1961 (Verbatim Reports) New Delhi, Bombay, Madras, - First Talk in Madras, publicada por J. Krishnamurti ON LINE – The official repository of the
authentic teachings of J. Krishnamurti, accesible en el sitio http://www.jkrishnamurti.org, donde el explorador ávido puede leer
éste y una multitud de otros textos originales en inglés, y parte de ellos en
español, portugués, italiano y francés. Traducción de este
pasaje: G. Aritto.
De El libro de la vida
No rotular los
sentimientos
¿Qué ocurre cuando usted no nombra?
Observa una emoción, una sensación, de manera más directa; por lo tanto, la
relación que establece es por completo diferente, tal como la que establece con
una flor cuando no la nombra. Está obligado a mirarla de un modo nuevo. Cuando
no nombra a un grupo de personas, por fuerza tiene que mirar el rostro de cada
individuo, y no tratarlos a todos en conjunto. Por consiguiente, está mucho más
alerta, observa mucho más, comprende más; tiene un sentido más profundo de
piedad, de amor; pero si los trata a todos en masa, se acabó.
Si no los califica, tiene que
considerar cada sentimiento a medida que surge. Cuando califica, cuando rotula
el sentimiento, ¿es éste diferente del rótulo? ¿O es el rótulo el que ha
provocado el sentimiento?...
Si no nombro un sentimiento, o sea, si
el pensamiento no está funcionando meramente a causa de las palabras, o si no
pienso en función de palabras, imágenes o símbolos, cosa que hace la mayoría de
nosotros, entonces ¿qué ocurre? Entonces la gente no es tan sólo el observador.
Cuando la mente no piensa en función de palabras, símbolos, imágenes, no hay
pensador separado, el pensamiento, el cual es la palabra. Entonces la mente
está quieta, ¿no es así? ‑no aquietada, sino que está quieta-. Cuando está de
verdad quieta, los sentimientos que surgen pueden ser encarados de inmediato.
Sólo cuando damos nombres a los sentimientos y, de tal modo, los fortalecemos,
los sentimientos tienen continuidad; se almacenan en el centro, desde el cual
les asignamos nuevos rótulos, ya sea para fortalecerlos o para comunicarlos.
13 DE MAYO De La libertad primera y última
Comprender el valor
exacto de las palabras
No sé si alguna vez ha considerado o
examinado todo el proceso de la verbalización, el proceso de nombrar. Si lo ha
hecho, habrá encontrado que es una cosa interesante, sorprendente y muy
estimulante. Cuando damos un nombre a cualquier cosa que experimentamos, vemos
o sentimos, la palabra se vuelve extraordinariamente significativa; y la
palabra es tiempo. El tiempo es espacio, y la palabra es el centro de ello.
Todo pensar es verbalización; pensamos en palabras. ¿Puede la mente liberarse
de la palabra? No diga: «¿Cómo he de liberarme?» Eso no tiene sentido.
Formúlese esa pregunta a sí mismo y vea cuán esclavos son ustedes de palabras
tales como India, Gita, comunismo,
cristiano, ruso, estadounidense, inglés, la casta inferior y la casta superior
a la de uno. La palabra amor, la
palabra Dios, la palabra meditación, ¡qué significado
extraordinario hemos dado a estas palabras y cuán esclavos somos de ellas!
15 DE MAYO Obras
Completas - Vol. XII
Las palabras crean
limitaciones
¿Hay un pensar sin la palabra? Cuando
la mente no está obstruida por las palabras, el pensar no es el pensar tal como
lo conocemos; es una actividad exenta de palabras, de símbolos; por lo tanto,
carece de fronteras, ya que la palabra es la frontera.
La palabra crea la limitación, y una
mente que no está funcionando a base de palabras, no tiene limitación alguna,
no tiene fronteras, no está amarrada [...]. Tome la palabra amor y vea qué
despierta en usted, obsérvese, en el instante en que menciono esa palabra,
comienza a sonreír y se endereza en el asiento, experimenta cosas. La palabra
despierta, pues, toda clase de ideas, toda clase de divisiones, tales como amor
carnal, espiritual, profano, infinito, y demás. Pero descubra qué es el amor.
Por cierto, señor, para descubrir qué es el amor, la mente debe estar libre de
esa palabra y del significado de esa palabra.
17 DE MAYO Obras Completas - Vol. XII
Ir más allá de las
palabras
Para comprendernos el uno al otro,
considero necesario que no estemos presos en las palabras; una palabra como
Dios, por ejemplo, puede tener un significado especial para usted, mientras que
para mí puede que tenga una formulación totalmente distinta, o ninguna formulación
en absoluto. Así que es casi imposible comunicarnos mutuamente, a menos que
ambos tengamos la intención de comprender las meras palabras e ir más allá de
éstas. La palabra libertad implica,
por lo general, estar libre de algo, ¿no es así? Comúnmente, significa estar
libre de la codicia, de la envidia, del nacionalismo, de la ira, de esto o
aquello. Mientras que la palabra libertad
puede tener completamente otro significado: la sensación interna de que uno es
libre; y pienso que resulta muy importante comprender este significado.
... Después de todo, la mente está
compuesta, entre otras cosas, de palabras. Ahora bien, ¿puede la mente estar
libre de la palabra envidia?
Experimente con esto y verá que palabras como Dios, verdad, odio, envidia, ejercen un efecto profundo sobre la
mente. ¿Puede, entonces, la mente estar libre de estas palabras, tanto
neurológica como psicológicamente? Si no está libre de ellas, es incapaz de
enfrentarse al hecho de la envidia. Cuando puede mirar directamente el hecho
que llama «envidia», entonces el hecho mismo actúa con mucha mayor rapidez que
el empeño de la mente en hacer algo con respecto al hecho. En tanto la mente
esté pensando en librarse de la envidia mediante el ideal de la «no envidia» y
demás, está distraída, no se enfrenta con el hecho, y la palabra misma envidia es una distracción respecto del
hecho. El proceso de reconocimiento se efectúa a través de la palabra; en el
instante en que reconozco el sentimiento por intermedio de la palabra, doy
continuidad a ese sentimiento.
18
DE MAYO Obras Completas - Vol. IX
Textos extraídos de El libro de la vida: Meditaciones diarias
con Krishnamurti, Edaf, Madrid, 1996; trad.: A. Clavier
J. KRISHNAMURTI - … ¿Percibís todo esto
como un hecho, o lo conocéis sólo por la descripción de otro? Si no es vuestro
propio descubrimiento, algo que hayáis descubierto por vos mismo, entonces aun
es sólo la palabra y no el hecho lo que es importante.
INTERLOCUTOR - No comprendo bien esto.
Por favor, id despacio, señor, y volved a explicarlo.
J. K. - ¿Es que acaso conocéis algo, o
sólo reconocéis? El reconocimiento es un proceso de asociación, de memoria, que
es conocimiento. Eso es verdad ¿no es así?
I - Creo ver lo que queréis decir. Sé que esa
ave es un papagayo sólo porque me lo han dicho; por la asociación, la memoria,
que es conocimiento, hay reconocimiento, y entonces digo: ‘Es un papagayo’.
J. K. - La palabra ‘papagayo’ os ha
impedido mirar al ave, ese que vuela. Casi nunca miramos el hecho, sino la
palabra o el símbolo que representa el hecho. Este retrocede y la palabra, el
símbolo, asume enorme importancia. Ahora bien, ¿podéis mirar el hecho, sea el
que fuere, disociado de la palabra, del símbolo?
I - Me parece que la percepción del hecho
y la conciencia de la palabra que lo representa ocurren en la mente al mismo
tiempo.
J. K. - ¿Puede la mente separar el hecho
de la palabra?
I - No creo que pueda.
J. K. - Tal vez estemos volviendo esto
más difícil de lo que es. Ese objeto se llama árbol. La palabra y el objeto son
dos cosas separadas, ¿verdad?
I - Efectivamente es así; pero, como
decís, siempre miramos el objeto a través de la palabra.
J. K. - ¿Podéis separar el objeto de la
palabra? La palabra ‘amor’ no es el sentimiento, el hecho del amor.
I - Pero, en cierto modo, la palabra es
un hecho también, ¿no?
J. K. - En cierto modo sí. Las palabras
existen para comunicar, y también para recordar, para fijar en la mente una
experiencia fugaz, un pensamiento, un sentimiento; la mente misma es pues, la
palabra, la experiencia, es el recuerdo del hecho en términos de placer y
dolor, bueno y malo. Todo este proceso ocurre en el campo del tiempo, en el
campo de lo conocido; y cualquier revolución dentro de ese campo no es
revolución en absoluto, sino sólo una modificación de lo que ha existido.
I - Si os he entendido bien, lo que decís
es que yo he vuelto mi mente torpe, letárgica, insensible, por el pensar
tradicional o repetitivo, del cual forma parte la autodisciplina. Para que el
proceso repetitivo termine, el disco de fonógrafo, que es el ‘yo’, debe ser
roto; y sólo puede romperse cuando se ve el hecho, y no por el esfuerzo. El
esfuerzo, según decís, mantiene la cuerda de la máquina fotográfica, de modo
que en eso no hay esperanza. Y entonces ¿qué?
J. K. - Ver el hecho, lo que es, y dejad
que ese hecho actúe; no actuéis vos sobre el hecho —siendo el ‘vos’ el
mecanismo repetidor, con sus opiniones, juicios, conocimientos.
I - Lo intentaré, dijo seriamente.
J. K. - Intentar es lubricar el mecanismo
repetidor, y no terminar con él.
I - Señor, nos estáis quitando todo, y no
queda nada. Pero eso puede ser
lo nuevo.”
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