Del Diario I
[Ojai (California);
Londres; Gstaad (Suiza) – 1961]
"Junio 22
Al despertar en mitad de la noche, la mente estaba experimentando
un estado de incalculable expansión; la mente misma era ese estado. El
«sentimiento» de este estado, desnudo de todo sentimentalismo, de toda emoción,
era muy factual, muy real. Este estado continuó por un tiempo considerable. ‑Toda
esta mañana la presión y el dolor han sido agudos.
La destrucción es esencial. No de edificios y cosas, sino de
todos los ardides y defensas psicológicas, de los dioses, las creencias, la
dependencia de los sacerdotes, las experiencias, los conocimientos, etc. Sin
destruir todo esto no puede haber creación. Es sólo en libertad que la
creación surge a la vida. Otro no puede destruir esas defensas por uno; es uno
mismo quien debe negarlas mediante la lúcida percepción que da el conocimiento
propio.
La revolución social, económica, solamente puede cambiar los
estados y cosas exteriores, aumentando o disminuyendo círculos, pero esa
revolución estará siempre dentro del limitado campo del pensamiento. Para una
revolución total, el cerebro debe desechar todo su interno, secreto mecanismo
de autoridad, envidia, temor, etc.
La fuerza y belleza de una tierna hoja radica en su vulnerabilidad
a la destrucción. Como una brizna de hierba que brota a través del pavimento,
ella tiene el poder que le permite enfrentarse a la muerte fortuita."
"Julio 15
Caminando cerca del torrente y con las montañas entre las nubes,
había momentos de intenso silencio, como los brillantes retazos de cielo azul
que dejan las nubes al separarse. Era un atardecer frío, cortante, con una
brisa que venía del norte. La creación no es para el talentoso, para el dotado,
ellos sólo conocen la creatividad pero nunca la creación. La creación está más
allá del pensamiento y de la imagen, más allá de la palabra y la expresión. No
es para ser comunicada porque no puede formularse, no puede envolverse en
palabras. Puede sentirse en estado de completa y lúcida atención. No es posible
utilizarla y exhibirla en el mercado para que se la regatee y se la venda.
La creación no puede ser comprendida por el cerebro con sus
complicadas variedades de respuestas. El cerebro no tiene modo de entrar en
contado con ella; es absolutamente incapaz. El conocimiento es un obstáculo, y
sin el conocimiento de uno mismo la creación no puede existir. El intelecto,
ese agudo instrumento del cerebro, no puede en modo alguno aproximársele. El
cerebro total, con sus ocultas urgencias secretas y sus empeños, con sus
múltiples variedades de astutas virtudes, debe hallarse completamente
silencioso, mudo, pero sin embargo alerta y sereno. La creación no es hornear
pan o escribir un poema. Toda actividad del cerebro debe cesar, voluntaria y
fácilmente, sin conflicto ni dolor. No debe haber ni sombra de conflicto e
imitación.
Entonces existe el asombroso movimiento llamado creación. Este
sólo puede tener existencia en la negación total; no puede existir en el paso
del tiempo ni el espacio puede abarcarlo. Debe haber muerte completa,
destrucción total para que la creación sea.
Esta mañana; al despertar, había completo silencio externa e
internamente. El cuerpo, y el cerebro que mide y pesa, estaban quietos, en un
estado de inmovilidad, aunque ambos se hallaban activos y altamente sensibles.
Y tan silenciosamente como llega el alba, vino desde alguna parte muy íntima y
profunda, esa fuerza con su energía y su pureza. Parecía no tener raíces ni
causa, pero no obstante estaba ahí, intensa y sólida, con una profundidad y una
altura inmensurables. Permaneció por algún tiempo del reloj y desapareció, como
la nube desaparece detrás de la montaña.
Cada vez hay algo «nuevo» en esta bendición, una «nueva»
cualidad, un «nuevo» perfume y, sin embargo, ella es inmutable. Es totalmente
incognoscible.
El proceso fue agudo por un rato pero ahora prosigue de una
manera benigna. Todo es muy extraño e impredecible."
Londres,
1911:
Krishnamurti, con su hermano Nitya y dos miembros de la Sociedad
Teosófica,
Annie Bessant y George Arundale
|
"Julio 31
[…]
Caminando a lo largo del sendero que seguía el rápido torrente,
con un tiempo fresco y agradable y con mucha gente alrededor, estaba esa
bendición tan suave como las hojas, y había en ella una danzarina alegría. Pero
más allá y a través de ella estaban esa inmensa, sólida fuerza y ese poder
inaccesible. Uno sentía que tras de ello existía una inmensurable, insondable
profundidad. Ahí estaba, a cada paso, con apremio y, sin embargo, con infinita
«indiferencia». Tal como una presa grande y alta retiene el río formando un
vasto lago de muchas millas, así era esta inmensidad.
Pero a cada instante había destrucción; no la destrucción para
producir un nuevo cambio ‑el cambio nunca es nuevo‑ sino la destrucción total
de lo que ha sido de modo que ya nunca pueda ser. No había violencia en esta
destrucción; la violencia existe en el cambio, en la revolución, en la
sumisión, en la disciplina, en el control y dominio, pero aquí la violencia en
cualquiera de sus formas y de sus diferentes nombres, había cesado totalmente.
Esta destrucción es creación.
Pero la creación no es paz. La paz y el conflicto pertenecen al
mundo del cambio y del tiempo, al movimiento externo e interno de la
existencia, pero esto no era del tiempo ni de ningún movimiento en el espacio.
Ello es pura y absoluta destrucción, y sólo entonces lo «nuevo» puede ser.
[…]"
Krishnamurti,
Radha Rajagopal,
and Beatrice Wood
[Fuente: http://www.beatricewood.com/biography]
"Agosto 19
[…]
Pero mirar, ver, escuchar sin esta conciencia ‑un salir, un
avanzar en el que no existe el recibir‑ es el movimiento total de la libertad.
Este avanzar no tiene un centro, un punto, pequeño o extenso, desde el cual
moverse; así es como se mueve en todas las direcciones sin la barrera del
tiempo‑espacio. Su escuchar es total, su mirar es total. Este movimiento es la
esencia de la atención. En la atención están contenidas todas las distracciones,
y entonces no hay distracción. Solamente la concentración conoce el conflicto
de la distracción. La conciencia toda es pensamiento expresado o no expresado,
pensamiento verbal o en busca de la palabra; el pensamiento como sentimiento,
el sentimiento como pensamiento. El pensamiento jamás está quieto; la reacción
que se expresa a sí misma es pensamiento, y el pensamiento a su vez multiplica
las respuestas. De este modo la belleza es el sentir expresado por el
pensamiento, y el amor está aún dentro del campo del pensamiento. ¿Hay amor y
belleza dentro del cerco del pensamiento? ¿Hay belleza cuando hay pensamiento?
La belleza y el amor conocidos por el pensamiento son los opuestos de la
fealdad y el odio. La belleza no tiene opuesto, ni lo tiene el amor.
Ver sin el pensamiento, sin la palabra, sin la respuesta de la
memoria, es por completo diferente del ver con el pensamiento y el
sentimiento. Lo que uno ve con el pensamiento es superficial; entonces el ver
es tan sólo parcial. Esto no es ver en absoluto. El ver total es el ver sin el
pensamiento. Ver una nube sobre una montaña sin el pensamiento y sus
respuestas, es el milagro de lo nuevo; ello no es «hermoso», es algo explosivo
en su inmensidad; es algo que nunca ha sido y que ya jamás será. Para ver, para
escuchar es preciso que toda la conciencia
esté quieta a fin de que la destructiva creación pueda ser. Ello es la
totalidad de la vida y no el fragmento que implica todo pensar. No hay
«belleza», sino sólo una nube sobre la montaña; eso es creación.
[…]"
Extraído de
Diario de Krishnamurti I, Ed. Orión, México, 1989. Traducción: A.
Clavier.
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