DISCUSIÓN CON LOS BUDISTAS
(Varanasi, India, 9 de noviembre de 1985)
KRISHNAMURTI
(K): ¿Existe algo sagrado, algo perdurable y no condicionado por el comercio?
¿Existe algo así en la India, en esta parte del mundo?
Primer Participante (P1):
En este país existe, ciertamente, algo que no está influido por factores
externos.
K:
Ésa no era mi pregunta. ¿Hay algo aquí que no exista en ninguna otra parte,
algo no influido, ni corrompido, ni afeado por todo el circo que tiene lugar en
nombre de la religión? ¿Hay ya algo aquí por lo cual ‑si es que existe- uno
deba entregar toda su mente y todo su corazón a fin de preservarlo? ¿Comprende,
señor?
P1: No puedo
decirlo, porque en cierto sentido no he experimentado esto de un modo tangible;
ni puedo decir si otras personas lo han experimentado. Pero mi estudio de los
textos antiguos me da cierta certidumbre sobre la existencia de algo que puede
ser claramente experimentado.
K:
Estoy preguntando, Panditji, si hay algo perdurable, no atado por el tiempo,
por la evolución y todo eso. Tiene que ser algo muy, muy sagrado. Y si existe,
entonces uno ha de entregar a ello su vida, ha de protegerlo, darle vitalidad
no mediante doctrinas y conocimientos, sino por la percepción de ello, por la
profundidad, la belleza y la fuerza enorme que ello tiene. Eso es lo que estoy
preguntando.
P1: Nosotros
anhelamos encontrar algo así, pero no hemos sido capaces de hacerlo. Y nuestra
experiencia es que nos encontramos embrollados en muchas teorías, en muchas
tradiciones y sistemas. Ocasionalmente, escuchamos una voz clara que habla
sobre esto de un modo exigente. Esa voz proviene de usted, pero de algún modo
nos resulta imposible dar con ello. Todo el fenómeno es como una gigantesca
feria con un montón de diferentes voces caóticas que ofrecen soluciones.
K:
No está usted respondiendo a mi pregunta. ¿Existe o no existe? No la tradición,
no una especie de proceso histórico correspondiente a una antigua cultura que
está degradándose, que va siendo destruida por el mercantilismo, sino el grandioso
ímpetu que fue puesto en marcha por algún poder, alguna inteligencia. Ese
poder, esa inteligencia, ¿existe actualmente? Estoy repitiendo la misma cosa en
palabras diferentes.
P1: Si tengo
que contestar su pregunta, yo diría que eso de que usted habla ‑esa cosa-, es
la vida.
K:
Estoy formulando una pregunta muy sencilla, no la complique. La India estalló
expandiéndose por todo el Asia, así como Grecia se expendió por toda la cultura
occidental. No hablo de la India geográficamente, sino como parte del mundo. Se
extendió como un reguero de pólvora. Y tenía la energía tremenda de algo
original, algo inmenso; tenía el poder de mover las cosas. ¿Existe eso aquí o
está en suspenso? Hoy día, ¿existe en absoluto?
P3: No lo se,
señor. Pienso que existe.
K:
¿Por qué? ¿Por qué piensa eso?
P3: A veces
aparece, pero no habitualmente.
K:
Es como un soplo de aire fresco. Si ese aire fluye constantemente, está siempre
fresco.
P3: Está
siempre fluyendo, está siempre fresco, pero lo que no está siempre ahí es el
contacto con las personas.
K:
Entiendo eso, pero no es suficiente.
P2: ¿Por qué
quiere usted conectarlo geográficamente con esta parte del mundo?
K:
Geográficamente... Se lo diré. Según tengo entendido, en la antigüedad todos
adoraban las montañas. Para los griegos, los dioses provenían de ahí; y para
los antiguos sumerios, otra vez las montañas, el sentido de algo sagrado que
moraba ahí. Luego viene uno a los Himalayas ‑está todo en el Dakshinamurti Stotra-. Los monjes vivían ahí, meditaban ahí. ¿Está ahí todavía o
está siendo comercializado?
P3: Está ahí.
No puede comercializarse. La comercialización es otra cosa.
K:
¿Está ahí?
P3: Sí.
K:
¿Por qué dice sí?
P3: Porque
está ahí. Es...
K:
Señor, usted está ahí, físicamente. Yo puedo teorizar sobre cómo está
constituido el cuerpo, pero usted sigue estando ahí, puedo tocarlo, sentirlo,
verlo, ver realmente que usted está sentado ahí. ¿Existe una cosa así?
P3: Sí, está
ahí, está realmente ahí. Está ahí.
K:
Es inútil que me diga: «Está ahí, está ahí». Si está ahí, ¿por qué esta parte
del mundo es tan corrupta, tan horrible? Usted no comprende lo que digo.
P3: Desde el
principio estoy diciendo que está ahí, pero la relación, el contacto con las
masas...
K:
No estoy hablando de las masas. Es usted, usted...
P3: El
contacto con las personas...
K:
Con usted...
P3: ... ha
disminuido.
K:
¿Por qué ha decrecido, por qué ha disminuido, por qué se ha convertido en algo
insignificante?
P3: La gente
no se interesa.
K:
¿Qué quiere decir eso, entonces?
P3: Se
interesa más en el comercio.
K:
Sí. De modo que eso ha desaparecido. No les importa. Dejemos estar esa
pregunta. ¿O es este tremendo egoísmo, egoísmo en la forma de conocimiento, en
la forma de budismo, de hinduismo? Todo eso es, básicamente, interés propio. Y
ese interés propio se está incrementando tremendamente en el mundo, y ésa es la
puerta que se cierra a lo otro. ¿Comprende?
Señor, hace algún tiempo, tres personas muy
inteligentes ‑eran científicos- vinieron a Brockwood y estuvimos conversando. Ellos
trataban de encontrar la inteligencia artificial. Si pueden encontrar eso,
estamos todos perdidos. El conocimiento de ustedes, sus Vedas, sus Upanishads y
su Gita, todo eso será inútil, porque
la máquina puede repetirlo mucho mejor de lo que ustedes y yo podremos hacerlo
jamás.
P1: La
pregunta que usted ha formulado ofrece una oportunidad maravillosa para
plantear una contrapregunta. Y la contrapregunta es: Eso que usted dice que
apela a nosotros, ¿cómo hemos de encontrarlo, de experimentarlo y compartirlo
en la sociedad de hoy?
K:
Usted no puede experimentarlo. Para experimentarlo tiene que haber un
experimentador. El ha tenido un millar de experiencias, y añade a ellas una
más; ése es todo el punto. Aquello no es una experiencia, no es algo que usted
y yo experimentamos. Está ahí como la electricidad. Puedo admirarlo, adorarlo,
pero está ahí.
P1: Los seres
humanos tienen solamente un don, que es la habilidad para experimentar, y usted
les arrebata eso. Después de eso, ¿a qué hemos de aferrarnos?
K:
Yo no estoy arrebatando nada, sólo veo que la experiencia es un asunto muy
trivial. Experimento... ¿y después qué? La experiencia le da a uno el
conocimiento de cómo escalar una montaña. Dependemos de la experiencia, pero
esa cosa no puede ser experimentada. Uno no puede experimentar el agua, está ahí. Puedo experimentar el sexo, puedo
experimentar que algo me golpea, puedo experimentar que alguien me elogia.
P4: El agua
está ahí, pero sólo la conozco a través de la experiencia que tengo de ella.
K:
Usted sólo la conoce porque la percibe. Conoce su cualidad, flota en ella, pero
todo eso forma parte de su conocimiento del agua.
P2: Pero si yo
no tuviera ningún conocimiento, no tendría ninguna experiencia
K:
Lo que usted llama experiencia, se basa en la percepción sensoria. Y nuestras
percepciones sensorias son parciales, nunca completas. Ahora bien, observar con
todos sus sentidos alerta, ésa no es una experiencia. Señor, yo miro ese trozo
de tela y digo que es rojo, porque he sido condicionado para llamarlo rojo. Si
me hubieran condicionado para llamarlo púrpura, lo llamaría púrpura. El cerebro
está siempre condicionado por nuestra experiencia, por nuestras respuestas
sensorias; cómo argüir, cómo negar y todas esas cosas.
Si ocurre que soy católico, toda mi actitud
hacia la religión es Jesús, la Virgen María, etcétera. Usted es hindú o budista
‑lo siento, no estoy comparando-, y todo surge de ese condicionamiento. Por lo
tanto, cuando usted dice experiencia, o que debe aprender esto o hacer aquello,
todo proviene de un cerebro que se ha empequeñecido, condicionado.
P3: Llegamos
de nuevo a ese punto que discutíamos. Entendemos lo del condicionamiento, el
egoísmo, etcétera. Hay una posibilidad de alejarnos de ello y entonces nos
detenemos justo ahí.
K:
¿Por qué, señor?
P3: ¿O debería
decir que el alejarnos es absolutamente imposible?
K:
O quédese donde se encuentra, ¿comprende?, y no se aleje. Permanezca donde está
y vea qué ocurre. O sea, señora, que usted jamás permanece totalmente, jamás se
queda totalmente con lo que es.
P3: Sí, eso es
obvio.
K:
Espere, señor, espere, espere. Nosotros jamás permanecemos ahí. Siempre
moviéndonos, moviéndonos, ¿no es así? Yo soy esto, seré aquello ‑es un
movimiento que nos aleja de lo que es-.
P3: O
permanecemos donde está el movimiento o nos quedamos fuera de él.
K:
¿Qué es el movimiento?
P3: Cambio,
fuerza...
K:
Entonces tenemos que entender qué es el tiempo, el movimiento en el tiempo.
P3: Sí.
K:
Tenemos que investigar qué es el tiempo, ése que vivimos diariamente: el tiempo
como pasado, el tiempo como presente, el tiempo como futuro. ¿Qué es, entonces,
el tiempo? ¿Comprende, señor? Requiere mucho tiempo aprender el sánscrito,
investigar las doctrinas más remotas, las distintas literaturas, lo que decían
los antiguos, lo que decía el Buda, lo que Nagarjuna decía, etcétera. Para
aprender un arte se requiere tiempo, cubrir una distancia de aquí hasta allá
requiere tiempo. Todo lo que hacemos requiere tiempo. Debemos, pues, inquirir:
¿Qué es el tiempo?
P4: El tiempo
es el medio de llevar a cabo algo.
K:
Sí, el éxito, el fracaso, el adquirir una habilidad, aprender un idioma,
escribir una carta, ir de un lugar a otro, etcétera. Para nosotros, eso implica
tiempo. ¿Qué es el tiempo?
P4: Es un
movimiento en la mente, un sutil, incesante movimiento de la mente.
K:
¿Qué es, entonces, el cerebro? ¿Qué es la mente? No invente. Mírelo. ¿Qué es el
cerebro?
P5: Es muy
difícil descifrar la diferencia entre el cerebro y la mente. El involuntario,
casi incesante paso de los pensamientos que brotan respondiendo a estímulos
desconocidos, es lo que da razón del tiempo.
K:
No, señor, usted no está escuchando. Está el tiempo del reloj: cubrir una
distancia, aprender un idioma, requiere tiempo. Y también hemos vivido sobre
esta tierra por dos millones y medio de años. Ha habido una evolución tremenda,
la cual es tiempo. ¿Qué entiende usted por tiempo?
P4: Todo lo
que usted acaba de mencionar es tiempo físico. Pero el verdadero problema del
tiempo parece depender de cómo éste trabaja dentro de la psique. Hay algo no
resuelto que queremos resolver.
K:
Señor, antes de que hablemos sobre la mente, si es que puedo sugerirlo con
humildad, ¿qué es el cerebro?
P4: El cerebro
puede ser la base física o la estructura biológica de la mente.
K:
El cerebro es el centro de toda nuestra acción, el centro de todas nuestras
respuestas sensorias; es, dentro del cráneo, el centro de todo el pensar. ¿Cuál
es la cualidad del cerebro que está formulando la pregunta: ¿Qué es el tiempo?
¿Cómo recibe usted la pregunta?
P1: Después de
discutirlo con usted, hemos comprendido que es solamente la atención total lo
que producirá una total transformación. Ahí es donde empieza el problema.
K:
¿Le importaría si digo algo? El tiempo es el pasado, el tiempo es el ahora; y
el ahora está controlado por el pasado, moldeado por el pasado. Y el futuro es
una modificación del presente. Lo estoy exponiendo de una manera extremadamente
simple. Por lo tanto, el futuro es ahora.
Es consecuencia, la pregunta es: Si todo el tiempo está contenido en el ahora ‑todo
el tiempo, pasado presente y futuro-, ¿qué entendemos, entonces, por cambio?
P1: La palabra
«cambio» no tiene entonces ningún sentido.
K:
No, espere. El ahora contiene todo el tiempo. Si eso es un hecho ‑un hecho, no una teoría, no alguna clase de
conclusión especulativa-, si es un hecho que todo el tiempo está contenido en
el ahora, éste es el futuro, éste es el presente. No hay movimiento «hacia» o
«para». No hay movimiento. El
movimiento implica tiempo, ¿correcto? Por lo tanto, no hay cambio. El cambio se
vuelve algo tonto. Entonces soy lo que soy: soy codicioso y digo que sí, que lo
soy.
P1: Hay una
vasta diferencia entre usted y nosotros; podemos estar diciendo la misma cosa.
K:
Oh, no, no. Yo no admito nada por el estilo.
P1: Usted dice
que todo el tiempo es ahora. Yo también digo la misma cosa, que todo el tiempo
es ahora. Pero mi decir y su decir son dos cosas por completo diferentes.
K:
¿Por qué?
P4: Porque él
lo dice desde la lógica y la especulación.
K:
Entiendo. Eso significa que está operando el tiempo.
P1: ¿Cómo
podemos eliminar esta dificultad?
P4: Panditji,
conteste la pregunta: ¿Cómo podemos interrumpir esta corriente en que flotamos?
P1: La
corriente se interrumpe mediante la lógica. Existe un abismo enorme entre usted
y nosotros. Yo comprendo especulativamente lo que usted está diciendo. El
problema es: ¿Cómo eliminamos este abismo? Porque hemos alcanzado cierta unión,
en el sentido de comprender.
K:
Le diré. No, se lo mostraré. Por favor, no soy un gurú. ¿Es éste un hecho ‑que
el tiempo es ahora, que todo el tiempo está contenido en el ahora, en este
segundo-? Es una cosa realmente extraordinaria ver que el futuro, el pasado, es
ahora. ¿Es ése un hecho y no una idea del hecho?
P4: Hay dos
cosas: percibir y concebir. Ahora estoy concibiendo, no percibiendo.
K:
Entonces, ¿cuál es el punto ahí?
P4: Ningún
punto, pero me gustaría proseguir desde aquí: de la concepción a la percepción.
K:
La concepción, el concepto, no es un hecho.
P4: La concepción
no es hecho; la percepción es un hecho, y todos estamos atrapados en la
concepción, en el tiempo. Tiene que romperse la simultaneidad de concepción y
tiempo. Uno ha de salirse de...
K:
¿Quién se sale?
P4: Quiero
decir, para que la percepción opere.
K:
La palabra misma «operación» implica tiempo.
P6: ¡Un
momento! Si es que puedo intervenir en este punto y decir una cosa: Si todo el
tiempo está en el ahora, entonces no hay nada más.
K:
¿Y eso qué significa?
P6: Que uno
deja de mirar.
K:
Ahora ya está usted preconcibiendo.
P6: No estoy
preconcibiendo. Si todo el tiempo es ahora...
K:
Ésa puede ser la cosa más extraordinaria si usted la investiga. Puede ser la
esencia de la compasión. Puede ser la esencia de una inteligencia asombrosa,
indefinible. Usted no puede decir que todo el tiempo es ahora si eso no es una
realidad. Las otras cosas no importan. No se si me estoy expresando con
claridad.
Señor, si todo el tiempo está contenido en el
ahora, no hay movimiento. Lo que hago hoy, es lo que haré mañana. De modo que
el mañana es hoy. ¿Qué he de hacer si el futuro ‑mañana- es ahora? Soy
codicioso, envidioso, y seré envidioso mañana. ¿Hay posibilidad de terminar con
esa codicia instantáneamente?
P1: Es muy
difícil.
K:
No es difícil en absoluto. Veo que si hoy soy codicioso, envidioso, mañana seré
codicioso y envidioso a menos que suceda algo ahora. Es muy importante que ese
algo suceda ahora. Por lo tanto,
¿puedo cambiar, mutar, ahora?
Hay un movimiento que no es del tiempo si ocurre
una mutación radical. ¿Comprende, señor? Hace dos millones y medio de años
éramos bárbaros. Seguimos siendo bárbaros; deseamos poder, posición, nos
matamos unos a otros, envidiamos, comparamos, todo eso. Usted me ha planteado
este reto: Todo el tiempo es ahora.
No tengo puntos de escape, no tengo puertas a través de las cuales poder
escapar de este hecho central. Me digo: Dios mío, si no cambio hoy, mañana seré
igual, o dentro de un millar de mañanas. ¿Puedo, entonces, matar totalmente hoy? Yo digo que sí.
P4: ¿Puede
usted decirme cómo?
K:
No cómo, señor. En el momento que
usted dice cómo, ya está en el
proceso del tiempo. Yo le digo esto y esto y esto, y usted dirá: «Yo haré
esto», esto para alcanzar aquello. Usted no puede alcanzar aquello, porque usted es lo que es ahora.
P6: Eso
significa que en el acto de escuchar esa declaración suya -«todo el tiempo es
ahora»- hay una cualidad de codicia.
K:
Por supuesto.
P6: Por lo
tanto, el escuchar tiene que ser purificado.
K:
Por lo tanto, señor, no hay conocimiento, no hay meditación, no hay disciplina ‑todo
se detiene-. ¿Puedo plantear la cuestión de una manera diferente? Supongamos,
por ejemplo, que se que voy a morir. Hay un intervalo de tiempo entre ahora y
la muerte: o sea, voy a morir el 1.° de enero (¡no es que vaya a morir
efectivamente el 1.° de enero!). Los médicos me han dicho, supongamos, que
tengo un cáncer terminal y que puedo sobrevivir hasta el 1.° de enero. Tengo,
pues, un par de meses para morir. Si todo el tiempo es ahora, estoy muriendo.
Por lo tanto, no tengo tiempo, no deseo tiempo. En consecuencia, la muerte es
ahora. ¿Puede el cerebro humano vivir con la muerte todo el tiempo? ¿Comprende?
Voy a morir, es una certeza. Y digo: «Por el
amor de Dios, espera un minuto». Pero comprendo el hecho de que todo el tiempo
es ahora. Eso significa que la muerte y el vivir marchan juntos: jamás están
separados. Por tanto, el conocimiento me está dividiendo ‑el conocimiento de
que voy a morir a fines de enero-, y estoy atemorizado; digo: «Por favor, por
favor, espera, espera, espera, tengo que dejar mi testamento, tengo que hacer
esto, tengo que hacer aquello». Pero si vivo con la muerte, estoy haciéndolo
todo el tiempo: o sea, redacto mi testamento. Estoy muriendo ahora, lo cual
significa que estoy viviendo. Estoy viviendo y la muerte está al lado; no hay
divorcio o separación entre el vivir y el morir.
¿Puede usted hacer esto, señor? ¿O es imposible?
Eso significa que la muerte dice: «No puedes llevarte nada contigo». Su
conocimiento, sus libros, su esposa e hijos, su dinero, su carácter, su
vanidad, todo lo que usted ha construido para sí mismo, todo llega a su fin con
la muerte. Usted podrá decir que está la posibilidad de que reencarno. Pero yo
le pregunto: ¿Puede usted vivir ahora sin el más mínimo apego a nada? ¿Por qué
posponer esto ‑que es el apego‑ hasta el lecho de enfermo? Líbrese del apego ahora.
P6: ¿Podemos
quedarnos sentados en silencio con usted?
(K
asiente)
P1: Usted
había comenzado la discusión con una pregunta: ¿Qué es esa cosa? y ¿Existe esa
cosa en este país? ¿Es esto esa cosa?
K:
(Aprueba inclinando la cabeza; luego,
después de un largo silencio) Vea, no es difícil. ¡Es tan sencillo! Yo no
deseo personalmente ninguna reputación; no deseo un sentido de «yo se y ustedes
no saben». Por naturaleza soy un hombre muy humilde, muy tímido, respetuoso,
cortés. ¿Qué es, entonces, lo que desea usted? ¿Comprende, señor? Si puede
comenzar en ese nivel... Correcto, es suficiente. Déjenme que les cuente un
chiste.
Había en los Himalayas tres hombres santos (por
supuesto, ¡tiene que ser en los Himalayas!) Transcurren diez años y uno de
ellos dice: «¡Oh, qué noche hermosa es ésta!» Transcurren otros diez años y el
otro hombre dice: «Espero que llueva». Otros diez años pasan y el tercer hombre
dice: «Desearía que ustedes dos se quedaran callados».
Plática (completa) extraída de J. Krishnamurti, El futuro es hoy (Últimas charlas en la
India), Edhasa, Barcelona, 1992. Traducción de A. Clavier.
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