“Escuelas
druídicas
Fue Julio César quien habló de lo extenso del estudio
involucrado en el volverse un Druida. En algunos casos los pupilos
permanecerían unos veinte años, así dice
él, bajo la tutela de sus maestros. Presume él además que hubo importantes
escuelas de enseñanza druídica en la Gran Bretaña. Pomponius Mela, escribiendo después
de la proscripción romana de los druidas, habla de los druidas yendo al
encuentro a fin de instruir a sus pupilos ‘en secreto lo mismo en una cueva que
en un valle apartado’.[1]
Sin duda, existe para exponer evidencia suficiente de que la casta druídica tuvo
a su cargo la educación céltica. En lo que concierne a la Galia , Camille Jullian
observa a partir de las evidencias que los druidas ‘congregaban a su alrededor
a los varones jóvenes de las familias gálicas y les enseñaban todo cuanto ellos
sabían o creían de lo relativo al mundo, el alma humana, y los dioses. Unos
pocos de esos estudiantes se quedaban con sus maestros hasta que hubiesen
alcanzado la edad de veinte años; sin embargo, está claro que aquellos que
hubieran de volverse sacerdotes recibían la parte del león en atención’.
[…]
Libros druídicos
‘Se dice’, escribió Julio César de los druidas, ‘que
ellos encomendaron a la memoria una inmensa cantidad de poesía, y así algunos
de ellos continúan sus estudios durante veinte años. Consideran impropio
confiar sus estudios a la escritura, aunque usan el alfabeto griego para casi
todo lo demás…’
Una interpretación superficial o una lectura errónea
de esta ahora famosa cita, ha llevado a incluso los más serios investigadores a
expresar a veces la idea de que los celtas pre-cristianos eran analfabetos. Es
bien sabido que los textos irlandeses y galeses que sobrevivieron datan del
período cristiano, cuando se considera que la proscripción religiosa a los
druidas a destinar los conocimientos célticos a la escritura no importaba ya
más. El irlandés se convirtió entonces en la tercera lengua escrita de Europa
después del griego y el latín.
Cuando discutamos la filosofía de los druidas, en
nuestra sección siguiente, estaremos tratando el concepto druídico de Verdad
como poder supremo, el cual se encuentra como un pensamiento indoeuropeo
básico. A esta altura, deberíamos simplemente hacer mención, como una razón
para la prohibición druídica de escribir, que la enseñanza era que la Verdad era la Palabra y la Palabra era sagrada y
divina y no debía ser profanada. Los celtas creían en el poder mágico de la Palabra. ‘La Verdad es el fundamento del
habla y todas las Palabras están fundadas en la Verdad ’. Los druidas creían
que ‘por la Verdad
permanece la tierra’. Sin embargo, ¿en qué medida se aplicó esta prohibición
religiosa de la que habla César?
Una lectura más minuciosa de César nos muestra
claramente que a lo que se prohíbe dar forma literaria es sólo el conocimiento
druídico (la ‘Palabra’), y que los celtas – en este particular aspecto, los
celtas continentales – venían usando letras griegas. Deberíamos añadir que
usaban también letras etruscas y latinas. La prueba de esto se recoge de las
antiguas inscripciones célticas, particularmente las halladas en la Italia del norte (Galia
Cisalpina) y en España. Han sido estudiadas en Lepontica, por el Dr. Michel Lejeune (Paris, 1971), inscripciones en
cementerios que datan de entre los siglos cuarto y segundo A. C., tales como
Briona, Todi y Saignon. Las inscripciones funerarias célticas, las señas de
identidad del artesano en las piezas de cerámica y otras mercancías bastan para
demostrar algún grado de conocimientos alfabéticos. Más aun, durante muchos
años al Calendario de Coligny, datado en el primer siglo A. C., se lo consideró
el más extenso documento en lengua celto-gálica…
Un punto que muchos asimismo olvidan es el hecho de
que tras las conquistas romanas de los territorios célticos, muchos celtas
comenzaron a escribir en la lengua del conquistador. Presumiblemente, estos
celtas, salvo que hubiesen rechazado totalmente la religión céltica pagana,
creyeron que la proscripción druídica en lo tocante a la práctica de la
escritura no se hacía extensiva a la expresión literaria en otras lenguas. El
paso del tiempo ha hecho que estos escritores fueran aceptados como autores
latinos – del mismo modo que muchos escritores irlandeses, escoceses o galeses,
debido a que escriben en inglés, son considerados escritores ingleses. En
verdad, en el primer siglo A. C. surgió toda una ‘escuela literaria céltica’,
principalmente identificada con escritores de la Galia Cisalpina. Celtas de
Iberia, Provence (La
Provincia ) y más tarde de Galia propiamente dicha, se sumaron
pronto a la literatura latina…
La cuestión más importante es si alguna práctica de
escritura relativa a la historia céltica, la filosofía, el derecho y otras
materias escaparon a la proscripción druídica.
Según el Dr. Joyce: ‘Los druidas galos prohibieron a
sus discípulos poner por escrito parte alguna de su saber, estimando esto como
una práctica non santa. No existe
mención de ninguna prohibición tal entre los druidas irlandeses’.
Lo cierto es que en las sagas irlandesas los druidas
leen y escriben en un alfabeto irlandés distintivo: Ogham. En la mitología
irlandesa la invención del alfabeto se atribuye a Ogma, no sólo dios de la
elocuencia y la enseñanza sino, significativamente, de los druidas. De todos
modos, el grueso de inscripciones en Ogham que sobreviven data del período
cristiano, esto es, los siglos quinto y sexto de nuestra Era. Hay 369
inscripciones, la mayoría en Irlanda, pero muchos en Gales y Escocia, con unos
pocos en Cornwall y la Isla
de Man y algunos en lo que hoy es Inglaterra. La inscripción en Ogham más hacia
el este fue registrada en la zona de Silchester, la cual fue la capital tribal
de los atrebates célticos. La distribución de estas inscripciones, a partir de
una concentración en Munster (sugestivamente el área del origen más remoto en
la tradición irlandesa) en dirección al este está en concurrencia con el
movimiento de los maestros misiones cristianos irlandeses. Cuando, en 1390,
Maghnus Ó Duibhgánnáin compiló el Libro
de Ballymote (Book of Ballymote),
que incluía una copia del Leabhar na
gCeart (Books of Rights = libro
de los derechos), incluyó un tratado sobre el Ogham con una clave alfabética.
El alfabeto en sí mismo consiste de cortas líneas dibujadas encima, o cruzando,
una línea de base. Se ha defendido el Ogham como el alfabeto druídico en la
fantasía popular, y más frecuentemente ‘El Alfabeto de los Árboles’, ya que
cada letra irlandesa toma su nombre de un árbol; por caso, A: ailim
(olmo); B: beithe (abedul); C:
coll (avellano), y así el resto.
Dado que todos los restos corresponden al período
cristiano, se ha sostenido que el Ogham no estuvo operativo hasta aquel
entonces y que se basó en el alfabeto latino. Otros, como el Dr. Barry Fell, de
Harvard, ve inscripciones en Ogham por todas partes – tanto en España como en
América, ¡y fecha tales ‘inscripciones’ ca.
500 A .
C.! Podemos, no obstante, estar seguros de que el Ogham no pervive desde antes
del siglo quinto de nuestra Era. Sin embargo, es pertinente preguntarse si pudo
haber existido antes de esa fecha.
La mención del uso del Ogham ocurre frecuentemente en
los antiguos mitos irlandeses…[2]
[…]
… Las inscripciones en Ogham que sobreviven sólo lo
hacen porque fueron grabadas en piedra. Es obvio que las varas de madera, de
haber existido, hubieran sido fácilmente quemadas o que, si sobrevivieron a los
fanáticos cristianos, se habrían deshecho al pudrirse con el paso de los años.
Y un aspecto interesante es que las inscripciones en Ogham que efectivamente
sobrevivieron resultan ser una forma arcaica de ‘irlandés literario’; arcaicas
incluso en el momento en que fueron hechas… Así como la lengua del pueblo
cambió, los textos antiguos, no. Éstos fueron, se presume, transmitidos en una
tradición estrictamente oral desde tiempos remotos hasta el punto en que se los
encomendó a la escritura. Como Myles Dillon y Nora Chadwick han observado por
igual:
Irlanda
poseyó una riqueza en tradición oral preservada cuidadosamente desde el más
temprano período de nuestra era mayor que cualquier otro pueblo en la Europa al norte de los
Alpes. Por esta razón, la fundamentación de su historia primitiva a partir de
materiales tradicionales es de interés general mucho más allá de su área
geográfica y política, y segunda sólo respecto de la del antiguo mundo griego y
romano.
Nos ha llegado de Irlanda literatura y enseñanza
tremendas. Pero, aun así, podemos igual lamentar la aparente destrucción de los
libros druídicos por los fanáticos misiones cristianos, que fue claramente un
crimen contra el conocimiento.
Los druidas como Filósofos
La palabra ‘sacerdote’ no fue nunca aplicada a druidas
por ningún escritor clásico, pero muchos griegos y romanos usaron el término
‘filósofo’ para describirlos. Dio Chrysostom, de hecho, hace una distinción
clara entre un ‘druida’ y un ‘sacerdote’.
¿Qué era la filosofía de los druidas? ¿Podremos salvar
alguno de sus principios básicos? Nora Chadwick ha observado, en su estudio The Druids (los druidas), que: ‘El
aspecto excepcional de la enseñanza druídica puede resumirse como filosofía
natural y ciencia natural – la naturaleza del universo físico y su relación con
el género humano’. Diodorus Siculus sostiene: ‘El druida unía al estudio de la
naturaleza la de la filosofía moral, vindicando que el alma humana es
indestructible, y asimismo el universo, pero que en algún momento impredecible,
el fuego y el agua prevalecerán’.
Mucho se ha discutido acerca de la filosofía moral
druídica. Si uno hubiera de intentar extraer esa filosofía de las fuentes, no
puede sino señalar el comentario sumario de Diogenes Laertius de que la
principal máxima de los druidas era que el pueblo debería ‘rendir culto a los
dioses, no ejercer el mal y ejercitar el coraje’. Para sintetizar, a partir de
fuentes diversas, los druidas enseñaron que se debería vivir en armonía con la
naturaleza, aceptando que el dolor y la muerte no son males sino parte del plan
divino y que el único mal es la debilidad moral. De los textos en Irlandés Antiguo
se colige que a los druidas les preocupó, por encima de todas las cosas, la Verdad y predicaron ‘An Fhírinne in aghaidh an tSaoil’ (The
Truth against the World = la
Verdad contra el mundo). El profesor Myles Dillon arguye que
‘esta noción de la Verdad
como el principio más elevado y fortaleciente poder de creación dominan la
literatura [irlandesa]’.
[…]
Varios conceptos lingüísticos [sic] de esta idea de Verdad perviven. Un punto fascinante es que
la palabra en Irlandés Antiguo para verdad es también la base de los conceptos
lingüísticos de santidad, rectitud, lealtad, de religión y, por encima de todo,
de justicia. Incluso en irlandés moderno puede decirse: ‘Tá sé/sí in dit na fhírinne anois’ para expresar que un hombre /
una mujer está muerto/a. Esto quiere decir literalmente ‘él/ella está en el
lugar de la Verdad
ahora’. Esto es claramente una enseñanza de los druidas ya que encontramos un
paralelo en el sistema parsi persa-iranio. El Avesta es el libro sagrado de los parsis que data de los siglos
tercero o cuarto de nuestra Era, y resulta de la colección de antiguos escritos
y tradiciones del maestro religioso y profeta de la antigua Persia, Zoroastro,
más conocido popularmente como Zarathustra (ca.
628 – ca. 551 A . C.). En el Avesta, Asa, o Verdad, es el nombre del Ultramundo o el Paraíso al cual
todos tenemos esperanza de acceder. En los Vedas
hindúes encontramos que la
Verdad (rta) es una
tierra en el más alto estado del paraíso y la fuente del sagrado Ganges…
… El Acto de Verdad, satyakriya, ocurre frecuentemente en la literatura hindú. La misma
noción de Verdad se puede hallar en algunas de las enseñanzas que sobreviven de
Heráclito de Efeso (ca. 540 – 480 A . C.), en las cuales
postula un principio de lo que devino en la escuela estoica de filosofía, de
que la naturaleza o el universo estaban controlados por el logos, la Palabra
o razón, que era la Verdad
y sinónimo de naturaleza divina. Sea lo que fuere lo que ocurriese estaba de
acuerdo con esta Verdad y el fin de hombres y mujeres era vivir en armonía con
ella. El concepto fue mantenido por estoicos y estoico-platónicos, tales como
Philo Judaeus (ca. 30 A . C. – 45 D. C.), un judío
alejandrino helenizado, cuya obra ejerció influencia sobre los cristianos
primitivos. El Evangelio de San Juan
se redactó alrededor del año 100 D. C., y, a diferencia de los Evangelios
Sinópticos[3],
se trata de una composición unificada por un solo autor. Este autor muestra
claramente que fue influido por Philo u otros estoicos de raíces platónicas con
su sentencia ya bien al comienzo de todo: ‘En el principio era la Palabra (logos), y la Palabra (logos) era con Dios, y la Palabra (logos) era Dios’.
Agustín de Hipona, en Confesiones, admite que él encontró precisamente este concepto en
los libros de los platónicos.
Así retornamos a la idea indoeuropea básica de Verdad
en su entidad de Palabra y sinónimo de divinidad. Para los druidas y Brahmines,
el principio dador-de-vida y poder fortalecedor fue la Palabra o Verdad, la causa
última de todo ser. Los Vedas dicen
que ‘por medio de la Verdad
permanece la tierra’… Así, encontramos en muchos mitos celtas la idea de alguna
retribución para la persona por no hablar la verdad. Usualmente, la mancilla
habría de hacerse presente. La idea impregna muchas culturas indoeuropeas; el
famoso vestigio moderno de la antigua idea que hallamos en el relato para niños
Le aventure di Pinocchio (las
aventuras de Pinocho) (1883), escrito por el italiano ‘Collodi’, Carlo
Lorenzini (1826-1890). En este cuento la nariz de Pinocho crece cada vez que
Pinocho dice una mentira.
Una demostración más de la importancia de la Palabra se ve en el
concepto de que el nombrar las cosas les confiere el ser. Se nos relata que Ra,
el gran dios solar y primera deidad egipcia en aparecer a partir del caos
inicial, se creó a sí mismo pronunciando su propio nombre. Hasta que algo no es
nombrado se mantiene oculto al conocimiento [unknown]
sin lugar ni propósito… Por eso, la
Palabra en sí misma es poder divino. En Irlandés Antiguo, así
como en Irlandés Moderno, encontramos que ainm
no era sólo la palabra para ‘nombre’ sino para ‘alma’ (como opuesta a ‘cuerpo’)
y ‘vida’. La confrontación se da en galés con las palabras enwi, enaid y einioes que evolucionaron desde la
palabra común. Para los antiguos celtas, junto con otras sociedades
indoeuropeas, el mundo fue creado por la Palabra , desde el proceso del desarrollo del
lenguaje.
Ya hemos observado que hubo entre los celtas en evolución
una doctrina de la inmortalidad del alma y que fueron uno de los primeros
pueblos europeos en poseerla. Ammianus Marcellinus observa: ‘Con gran desprecio
por el destino mortal, profesaban ellos la inmortalidad del alma’. Y Lucano, en su poema Pharsalia, se refiere a los druidas de este modo: ‘Son ustedes los
que dicen que las sombras de los muertos no van en busca de la silente tierra
del Erebo y las pálidas salas de Plutón; en cambio, nos dicen que el mismo
espíritu posee un cuerpo nuevamente en alguna otra parte, y que la muerte, de
ser verdad lo que ustedes cantan[4],
no es sino el punto medio de una larga vida’.
[…]
Pitágoras, en el siglo sexto A. C., enseñó una
doctrina de la reencarnación o transmigración del alma. Él defendió el haber
sido el troyano Euphorbos, muerto en Troya, en una reencarnación anterior.
Según Diodorus Siculus, fue Polyhistor quien primero
hizo mención de que ‘la doctrina pitagórica prevaleció entre los galos’,
doctrina en la cual se enseñaba la inmortalidad del alma. Timagenes parece
también haber enseñado la misma idea y Ammianus Marcellinus, usando a Timagenes
como su autoridad, dice: ‘Los druidas, hombres de elevado intelecto, y unidos a
la fraternidad íntima de los seguidores de Pitágoras, fueron se consagraron a
la exploración de materias secretas y sublimes, y con una consciencia
desapegada de los asuntos humanos, declararon ser las almas inmortales’.
Estrabón dice: ‘Los druidas y otros aunaron el estudio
de la naturaleza al de la filosofía moral, afirmando que el alma humana es
indestructible, y así también el universo, pero que en algún momento
impredecible, el fuego y el agua prevalecerán’. La observación del cínico
soldado de César de que esta doctrina explicaba la bravura de los celtas en la
batalla es también un eco de Lucano.
Hippolytus (ca.
170 – 236 D. C.), un importante autor cristiano que escribió en griego pero de
cuya obra sólo quedan fragmentos, sostuvo que los druidas habían adoptado las
enseñanzas de Pitágoras gracias a la intermediación de Zalmoxis de Tracia, que
había sido su esclavo. De acuerdo con Herodoto (ca. 490 – ca. 425 A . C.), un griego de
Halicarnassus, a quien a veces se refiere como ‘el padre de la historia’,
Zalmoxis fue el esclavo del filósofo mientras Pitágoras vivió en Samos.
Hippollytus dice que Zalmoxis finalmente retornó a Tracia con riquezas y
prestigio, y prometió a su pueblo la inmortalidad a través de esta nueva
enseñanza y terminaron considerándolo su dios.
Entre
los celtas, los druidas, habiendo examinado en profundidad la filosofía de
Pitágoras, Zalmoxis, un tracio por su raza, el esclavo de Pitágoras, convertido
para ellos en el fundador de esta disciplina, él después de la muerte de
Pitágoras, habiéndose ganado un lugar ahí, se convirtió en el fundador de esta
filosofía para ellos. Los celtas honraban a los druidas como profetas y
vaticinadores porque anticipaban hechos [matters] por las cifras y números de
acuerdo con la técnica pitagórica… Los druidas, con todo, practicaban además
las artes mágicas.
[Sin cita del fragmento]
Existe un problema aquí. Hippolytus obviamente sabía que
Tracia había sido ocupada por los celtas. Cambaules y un ejército celta se
habían mudado al interior de Tracia en 298 A . C. Los celtas establecieron el país
durante un tiempo. El último rey tracio en llevar un nombre distintivo celta
gobernó en 193 A .
C. Sin embargo, Pitágoras vivió en el siglo sexto A. C., mucho antes de que los
celtas hubiesen llegado a Tracia. Entonces, ¿en qué medida podemos dar crédito
a la tradición de Zalmoxis? ¿Fue él un celta o fue un tracio?...
[…]
El enlace pitagórico con los druidas han sido tratado
románticamente so pretexto de que un druida llamado Abaris viajó a Atenas y
trabó conversación con Pitágoras.
[…]
Hiperbórea |
Ahora bien, a Abaris se lo describe como un
hiperbóreo. Un hiperbóreo, ‘morador más allá del viento norte’, era un miembro
de un pueblo fabuloso del que los griegos creían existía en el inaccesible
norte. Rendían ellos culto a Apolo, de quien se creía moraba una parte del año
con ellos. Aquellos que eran particularmente favorecido por los dioses podrían
volverse inmortales y vivir con los hiperbóreos. Las fuentes originales no
hacen de Abaris un celta o, más precisamente, un druida. Fue John Word en 1747
quien sostuvo que ‘los britanos y los hiperbóreos eran uno y el mismo pueblo…’
Su fuente autorizada era, aparentemente, Hecateo de Mileto, quien identificó a
los hiperbóreos como habitantes de las Islas Británicas.
[…]
La base de la idea céltica de inmortalidad del alma
era la de que la muerte no era sino un cambio de lugar y que la vida continuaba
con sus formas y bienes en otro
mundo, un mundo de los muertos, el fabuloso Ultramundo [Otherworld]. Cuando la gente moría en aquel mundo, sin embargo,
sus almas renacían en éste. Así, tenía lugar un constante intercambio de almas
entre los dos mundos; la muerte en este mundo llevaba un alma al Ultramundo, la
muerte en ese mundo traía un alma a éste. Philostratus de Tyana (ca. 170 - 249 D. C.) observó con
corrección que los celtas celebraban el nacimiento con luto en razón de la
muerte en el Ultramundo, y consideraban la muerte con júbilo en razón del
nacimiento en el Ultramundo. Un escritor clásico observó que tan firme era su
creencia en el renacer en el Ultramundo que algunos celtas se mostraban
sumamente dichosos al aceptar pagarés por deudas a ser pagadas como reintegro
en el Ultramundo. La fuente es Valerius Maximus, del siglo primero D. C., que
dice de los celtas que ‘se prestaban sumas de dinero unos a otros que eran
reintegrables en el próximo mundo, tan firmemente están ellos convencidos de
que las almas de los hombres son inmortales’.
[…]
El tema de la muerte y el renacer es un hilo constante
a través de todas las sagas y todos los cuentos mitológicos celtas. El tema de
la resurrección del guerrero puede hallarse tanto en la Segunda Rama de El Mabinogion como en el relato de la
batalla entre los Tuatha Dé Danaan y los Fomorii en que los cuerpos arrojados
dentro de calderos mágicos retornan a la vida…
Una noche del año el Ultramundo se volvía visible al
género humano. Era ésta la fiesta de Samhain (31 de octubre / 1 de noviembre),
cuando las puertas al Ultramundo eran abiertas y los habitantes podían disponer
el cumplir venganza sobre aquellos que vivían en este mundo que habían sido
injustos con ellos. La creencia antigua sobrevive en el seno del cristianismo
en una forma transmutada como Hallowe’en, el anochecer de All Hallows [itálicas mías],
con el All Hallows u All Saints’ Day (Día de Todos los
Santos) fijado el 1 de noviembre. La idea moderna es que ésta es la noche
cuando las brujas y los demonios y espíritus provenientes del Infierno se
disponen a atrapar almas incautas.
Las descripciones del Ultramundo entre los celtas
abarcan un rango que va desde el oscuro purgatorio amenazador de las islas
Fomorii, hasta las agradables landas soleadas de la Tierra de la Juventud o Tierra de
Promisión.
[…]
Creo que no podemos abandonar una discusión sobre la
filosofía de los druidas sin referirnos al hecho de que los celtas produjeron
algunos de los más fascinantes filósofos cristianos primitivos. Estos filósofos
abarcan desde el celto-galo Hilary de Poitiers (ca. 315 – ca. 367 D. C.),
considerado uno de los más extraordinarios teólogos de la Iglesia Cristiana
primitiva, que escribió, entre otros discursos, De Trinitate (sobre la
Trinidad ), hasta Eriugena (ca. 810 – ca. 880 D. C.),
en ocasiones llamado Johannes Scotus, John the Irishman, a quien se considera
el más importante filósofo del mundo occidental entre Agustín de Hipona y Tomás
Aquinas.
Pero entre esos dos destacados filósofos celtas hace
su aparición otro que, significativamente, fue acusado por sus enemigos de intentar
reavivar la ‘Filosofía Natural de los druidas’.
El filósofo en cuestión era Pelagius (ca. 354 – 420 D. C.). Fue él un celta
que recibió usualmente el apelativo de ‘Brito’, lo que daría a entender que era
británico, aunque un escritor contemporáneo comenta despreciativamente que
‘estaba lleno de porridge irlandés[5]’, lo que llevó a
algunos investigadores a considerar que era un irlandés. Así lo creyó Heinrich
Zimmer en su estudio Pelagius in Ireland
(Pelagius en Irlanda) (Berlin, 1901). Se considera que el nombre es una forma
helenizada del nombre celta ‘Morgan’, significando concebido-por-el-mar [sea-begotten]. Un contemporáneo suyo,
un hombre que lo conoció personalmente, Eusebius Hieronymus (San Jerónimo), lo
describió como un hombre pensativo, grave e imperturbable. Pelagius no parece
haber sido ordenado sacerdote pero era veluti
monarchus, alguien que seguía la disciplina del monasterio. Fue él
inicialmente respetado por la sabiduría de sus declaraciones.
Pelagius fue a Roma alrededor del año 380 de nuestra
Era. Se sintió dolido por la laxitud de los estándares morales con que se
encontró entre los cristianos de ahí y culpó por ello directamente a la
doctrina expuesta por los escritos de Agustín de Hipona, que sostenían que todo
estaba preordenado y que el Hombre estaba manchado y cagado de pecado porque
asumió el pecado original de Adán. Además, Dios había ordenado esto, de ahí que
el Hombre no tenía libre voluntad en la materia. Pelagius creía que ambos, el
hombre y la mujer, podían tomar el escalón inicial y fundamental hacia su
salvación, haciendo uso de sus propios esfuerzos y no aceptando las cosas como
preordenadas. Pelagius creyó que las teorías de Agustín ponían en peligro la
entera ley moral. Si los hombres y las mujeres no eran responsables de sus
actos buenos y malos, no existía nada por lo cual contenerlos de darse el gusto
de pecar en virtud de que ello estaba preordenada de todos modos. En el escrito
de Pelagius más antiguo conocido, de alrededor de 405 D. C., una filosofía
queda clara: ‘Si yo debería, yo puedo’.
[…]
Resulta aquí interesante que mientras los antiguos
celtas de cierto tenían una palabra para ‘culpabilidad’ o ‘responsabilidad’, no
parecieron tener un concepto claro de la idea cristiana de pecado. Tanto en
Irlandés como en Galés Antiguos la palabra para pecado, pecad (irlandés), y pechod
(galés), es un préstamo del latín peccatum,
y se la usa siempre en su sentido cristiano como opuesta al Irlandés Antiguo cin o lochtach significando ‘culpa’ o ‘culpabilidad’, o el galés euogrwydd. El concepto nuevo de la idea
cristiana de pecado parece muy ajeno al mundo celta y, creo yo, es subrayado por los argumentos pelagianos. En la Iglesia
Celta , la confesión de pecado no era obligatoria y cualquiera
que confesase que era necesaria se hacía un elegido ‘amigo de(l) alma’ (‘soul
friend’). Según el Padre Joseph MacVeigh, en Renewing the Irish Church (renovando la Iglesia irlandesa) (1993):
‘El amigo-de(l)-alma (anam chara) que
actuaba como un guía y consejero espiritual – no un confesor – para los monjes
y conversos jóvenes era parte de la práctica druídica’. Luego el pecado y la
necesidad de confesarlo era algo nuevo para las percepciones celtas.
La idea del ‘amigo-de(l)-alma’ o ’amigo álmico[6]’,
o guía espiritual, fue un concepto usado en la sociedad céltica pre-cristiana,
y el rol fue usualmente ejercido por un druida. Tal vez resulte, además,
significativo que en la sociedad cristiana celta primitiva el lugar de ‘amigo
álmico’ fuera ocupado por mujeres. Hay
muchos ejemplos; Ita de Cluan Credill fue el amigo álmico de Brendan.
Columbanus tenía una mujer como amigo álmico. Sin embargo, posteriormente en su
vida, dado que pasó más tiempo en Francia e Italia y fue influenciado por
percepciones romanas, ordenó que los varones sólo podían tener confidencia con
amigos-de(l)-alma varones.
Leslie Hardinge ha señalado las íntimas similitudes
entre Druida y ‘santos’ celto-cristianos primitivos:
En
su posición social y su influencia política los poderosos santos fueron, en
ocasiones, aparentemente los sucesores de los druidas. Druidismo y cristianismo
fueron, superficialmente considerados, similares. Ambos tenían estaciones en
las cuales las fogatas eran extinguidas según un ceremonial, y eran luego
reencendidas a partir de una llama simbólica. Ambos bautizaban a los bebés, momento
en el cual se otorgaba el nombre del niño. Ambos defendían operar curas
mágicas, predecir acontecimientos, y transferir enfermedades de los seres
humanos a plantas u otros objetos. Ambos fueron maestros de jóvenes y
consejeros de reyes. Al igual que el druida, el amigo-de(l)-alma cristiano podía
desterrar a un pecador. Ambos maldecían a sus enemigos, y, como [San] Senan
cierta vez exclamó, ‘Más fuerte es la maldición que he traído conmigo, y mejor
es mi saber’.
No poseemos registro de la defensa de Coelestius al
escuchar sentencia ante Auretius de Cartago. Fue juzgado culpable de siete
cargos presentados en su contra.
Colestius fue condenado y excomulgado por adherir con
sus creencias a las ideas planteadas por Pelagius. Con este triunfo, Agustín y
sus adeptos comenzaron su ataque al propio Pelagius…
[…]
… El 30 de abril, año 418 D. C., en Ravenna, el
emperador Honorius (395 – 423 D. C.) fue persuadido de tomar la iniciativa
sobre la cuestión teológica gestionando una proscripción política contra Pelagius,
confiscándole todos sus bienes. Zosimus, como obispo de Roma, no tuvo mucho
para elegir sino seguir la ‘pista’ dada por el emperador. A regañadientes,
también denunció ahora a Pelagius.
… La Iglesia
Occidental no hizo una denuncia de Pelagius hasta el sínodo
de Efeso en el año 431 de nuestra Era. Se consideró, hasta el fin de sus días,
que la Iglesia Celta
estaba acribillada por la ‘herejía pelasgiana’. Por cierto, el segundo
Consulado de Orange en 592 D. C. hizo una reafirmación de la condena del
pelagianismo como movimiento, lo que implicaba que tenía todavía una fuerte
adhesión entre los celtas.
Hacia 420 D. C. no se oyó más del propio Pelagius, aun
cuando su amigo Coelestius emergió en 428 D. C. en Constantinopla en busca de
ayuda del obispo Nestorius. Sobre qué le ocurrió a este prominente filósofo
nada se sabe.
Ahora bien, si Pelagius verdaderamente reproducía la
filosofía de los druidas, y esto no es improbable, ya que fue indudablemente un
hombre de su cultura y estaba enseñando los conceptos sociales de ésta dentro
del marco de una nueva religión, y éste fue el aspecto que llevó a Agustín y
sus seguidores a denunciarlos como un intento de reavivar la ‘Filosofía Natural
de los druidas’, debemos preguntarnos, ¿cuál era esta filosofía?
La esencia del pelagianismo era que los hombres y las
mujeres eran responsables de sus actos y que aunque existían diversos factores
externos dominantes, la elección final era suya. No hay, y no puede haber,
pecado donde la voluntad no es absolutamente libre; donde uno no es capaz de
elegir entre el bien y el mal. (Si
necessitatis est, peccatum non est; si voluntatis, vitari potest.)[7]
Pelagius enseñó que nacemos sin-carácter (non pleni) y libres de tendencias hacia
el bien o el mal. Para distinguir el bien del mal, uno tiene que ser instruido
(ut sine virtute, ita et sine vitio =
[al igual que sin virtud, así también sin vicio]). Él arguyó que, a diferencia
de la enseñanza de Agustín, no somos ya dañados por el pecado de Adán, salvo en
la medida en que nos brinda un ejemplo de nuestros ancestros del mal que puede
influir sobre nosotros o engañarnos (non
propagine sed ejemplo = [no por la propagación sino por el ejemplo]). El
poder de elección, que reafirma el libre albedrío, significa que en cada
elección en la vida, en cada momento de la vida, no importa qué le haya
ocurrido previamente al individuo, él o ella es capaz de elegir entre el bien y
el mal.
[…]
Podría argumentarse que para negar ‘influencia divina’
en este asunto Pelagius estaba sugiriendo que la doctrina cristiana de la
‘Gracia’ era suplantada por la de la ‘Naturaleza’, aun cuando no parece haber
llevado esta racionalización hasta la instancia de la conclusión lógica, lo que
habría sido una negación de la ‘redención’, tan central en el credo cristiano. El
cristianismo occidental estaba enfatizando, en estos tiempos, el carácter
sobrenatural del cristianismo como agente en el mundo subjetivo, desarrollando
una doctrina de ‘pecado’ y ‘Gracia’. Pelagius, y en verdad la Iglesia Celta , que tenían más
en común con la Iglesia Ortodoxa
oriental y los primitivos cristianos griegos como John Chrysostom y Origen,
mantenía con celo el libre albedrío humano, odiaba hacer del ‘pecado’ un poder
de la Naturaleza
[Natural power], y estaba
desarrollando la doctrina de la
Trinidad , la encarnación y el carácter sobrenatural del
cristianismo en un mundo objetivo.
[…]
En Pelagius, el ‘Britano siciliano’[8],
Fastidius y otros escritores ‘pelagianos’, podría descubrirse un cierto eco… de
las filosofías de los druidas. Sin embargo, el observador podría ahora objetar
que seguramente existe una contradicción en sus aproximaciones filosóficas
aquí. Sabemos que los celtas gozaron de renombre por sus augurios; su
adivinación mediante el vuelo de los pájaros y otros medios; sus vaticinios del
futuro. La mitología y el folclore célticos están llenos de druidas que
declaran el destino fatal de los individuos, y el intento de aquellos
individuos de escapar de aquel destino fatal es usualmente la senda misma por
la que finalmente lo encuentran. Esto parece contradictorio a la idea básica
consagrada en la filosofía expuesta por Pelagius…
[…]
Este asunto no es tan blanco o negro. Hay dos
argumentos. El argumento más razonable, y el más simple, es que al tratar sobre
una civilización paneuropea por un milenio y medio, podrían emerger y
emergerían diversos hilos conductores del panorama filosófico. Probablemente es
más apropiado hablar de filosofías druídicas que de filosofía druídica;
aquellos que aceptaron la
Fatalidad o Predestinación y aquellos que no. De todos modos,
nada está jamás agotado; por ejemplo, astrólogos de la mayor seriedad
sostendrán que la astrología no tiene que ser un argumento para la
predestinación, sino simplemente que un conocimientos de influencias
astrológicas en momentos diversos proporciona a la gente una posibilidad de
elección. Y la elección es aquello con lo que la aproximación pelagiana está
más compenetrada.”
Extraído de Peter Berresford Ellis, The
Druids (los druidas), W. B. Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids,
Michigan, U. S. A., 1995. El fragmento corresponde a Chapter
8: The Wisdom of the Druids (Cap. 8:
la sabiduría de los druídas), págs. 157 – 189. Versión castellana de este
extracto, notas y comentarios – para su exclusiva publicación en este blog
digital -: G. Aritto / 2015.
♦♦♦
* Dada la peculiar despreocupación de Peter B. Ellis
por ofrecer a sus lectores citas bibliográficas precisas y puntuales al invocar
textos de su apabullante enciclopedia personal - la misma despreocupación en
que reincide en otros libros suyos como The
Celts (los celtas), publicado originariamente bajo el título The Ancient World of the Celts (el
antiguo mundo de los celtas), London - 1998 -, listo abajo las obras por él mismo recomendadas, en este fascinante volumen, de los autores que convoca en los
fragmentos precedentes:
-
Julio
César, De Bello Gallico (difundido
como Comentario a la Guerra de las Galias) ;
-
Pomponius
Mela de Tingentera – próximo a Gibraltar - (ca.
43 D.C.), De Chorographia (sobre la
cronografía);
-
Camille
Jullian, Recherches sur la religion
gaulois (investigaciones sobre la religión gala), Bordeaux – 1908; e Histoire de la Gaule (historia de la Galia ), Paris – 1908;
-
P.
W. Joyce, A Social History of Ancient
Ireland (historia social de la
Irlanda antigua), London – 1903;
-
M.
Dillon, ed. Early Irish Society (sciedad
irlandesa primitiva), Cork – 1963;
-
------------,
Celt and Hindu (celta e hindú),
Dublín – 1973;
-
------------, Celts and
Aryans (celtas y arios), Simla, India -1975;
-
M.
Dillon y N. Chadwick, The Celtic Realms
(los reinos celtas), London – 1967;
-
L.
Hardinge, The Celtic Church in Britain
(la Iglesia
céltica en Gran Bretaña), London – 1972.
Del Dr. Barry Fell no existe acuse bibliográfico. Tampoco hay referencia
alguna a la edición manejada por Ellis de los escritos de Pelagius.
[1] El llamado “ciclo de Saros” de nuestra
Luna se cierra cada casi dieciocho años y once días, según el cálculo de los antiguos astrólogos caldeos. Se trata del itinerario
celeste que realiza el satélite hasta la reincidencia de eclipses lunar / solares reconocibles. Hay quienes sugieren que el período que abarcaba
aquella “paideia” céltica, el retiro formativo holístico de los jóvenes bajo la
guía integral de un druida, coincidía, por alguna razón de índole cósmica, con
el mencionado “ciclo de eclipses” asumido por el satétile (¿natural?) del planeta.
[2] Ellis enumera y se explaya a
continuación sobre varios textos irlandeses antiguos; entre otros: Immrain Brain (Voyage of Bran = viaje de Bran); Táin Bó Cuailnge (el robo del toro de Cuailnge); Leabhar
na Nuachonghbala (The Book of
Leinster = el Libro de Leinster); Leabhar
Buidhe Lecain (Yellow Book of Lecan
= Libro Amarillo de Lecan); Cosmographia
Aethici Istrii (Cosmography of the
World = cosmografía del mundo), de Aethicus of Istria; Audacht Morían (Morann’s Will
= testamento de Morann).
[3] Se conoce bajo
la denominación conjunta de “Evangelios Sinópticos” a los otros tres recogidos
por la tradición ortodoxa en el Nuevo
Testamento, es decir, los de Mateo, Marcos y Lucas. Como bien se sabe, el
libro escrito por el anciano discípulo Juan mantuvo desde su origen un lugar
diferenciado como fuente del Conocimiento secreto y expresión de simbolismo
hermético que nutrió, hasta el exterminio definitivo de los cátaros (comienzos
del siglo XIII), la doctrina marginal y heterodoxa de las sectas gnósticas
surgidas del seno del cristianismo primitivo y contestatario del orden
eclesiástico instaurado por Roma. Es extraño que Ellis no selle más
directamente el movimiento filosófico que está describiendo como sustrato
místico de los escritos de Juan con el nombre que recibe en cualquier historia
de la filosofía occidental: neoplatonismo.
Fueron justamente los metafísicos de la Patrística cristiana quienes mejor leyeron a
Plotino en los confines antiguos de la Alta Edad Media (el numen evocado por Ellis a continuación,
San Agustín - Obispo de Hipona, es el ejemplar por antonomasia).
[4] “… if
what you sing es true...”, en
la versión inglesa de Ellis: ¿no resulta llamativa, y asaz fascinante, la
alusión de Lucano al canto de los
druidas?...
[5] “Porridge” da
nombre a una suave preparación comestible hecha a base de avena hervida en agua
o leche; el cazo típico en que ser sirve y toma se conoce, consecuentemente,
como “porringer”.
[6] “álmico”, si se
me permite este amigable neologismo, tan en boga en los actuales tiempos de
espiritualidad “acuariana”.
[7] Glosando el pasaje: si la elección nace
de la necesidad, entonces no hay pecado; si, en cambio, surge de la libre
voluntad, puede evitárselo.
[8] “Sicilian
Briton’ es el apodo que recibió un anónimo escritor celto-británico que, según
todos los indicios, produjo sus escritos en Sicilia. Ellis habla de este
‘pelagiano’ fantasmagórico y cita pasajes suyos en párrafos precedentes.
Peter Berresford Ellis |
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