Y LOS ÓRDENES RELIGIOSO, POLÍTICO Y SOCIAL
“A la aparición de nuevas estructuras mentales corresponde la eclosión
de nuevas leyendas mitológicas. Es entonces que aparece el Héroe Solar, ese que
se llama también ‘Héroe de Cultura’, y cuyo tipo más perfecto, en el mundo
mediterráneo, es Heracles, y el más misterioso, ese Apolo venerado en Delfos,
vencedor de la serpiente Pitón (representación femenina de la Divinidad-Tierra ),
él mismo dios solar, pero, al parecer, resultante de una masculinización de la Diosa-Sol primitiva, la
cual, bajo el nombre de Artemisa, fue relegada a la Luna.
Sin embargo, así como el cristianismo no pudo jamás derrocar estructuras
mentales que datan de épocas paganas y se contentó con notable frecuencia con
bendecir creencias y costumbres heredadas del druidismo céltico o de cualquier
otra religión, así también los nuevos mitos no fueron totalmente eclipsados por
los antiguos. Artemisa está siempre allí. Afrodita adquiere una importancia
creciente. Hera hace a Zeus escenas conyugales. Deméter continúa provocando la
alternancia de las estaciones. Y al bello Apolo, por ello campeón de la
mentalidad nueva, le hace falta una mujer que le haga comprender a los humanos:
todo el Mediterráneo tiene el oído enchufado permanentemente a la Pitia de Delfos. En el
momento en que un antiguo mito femenino se vuelve incómodo, se lo ridiculiza, o
bien, a la inversa, se le hace jugar el rol de un personaje masculino. Se
ingenia uno para mostrar a la mujer en su día más negro: así el mito de Pandora
hace juego con el mito de Eva y sobre todo con el de la inquietante Lilith, la
cual será ocultada, por otra parte, en lo más profundo del inconsciente de la
tradición hebraica en razón de ser la más peligrosa y la más subversiva para el
orden masculino establecido.
Múltiples razones provocaron esta ‘ocultación’ de la Mujer , y sobre todo de lo
que ella representaba primitivamente. Esta ocultación parece haber tenido su
punto extremo en la sociedad griega clásica con las funciones cuasi oficiales
de las cortesanas y las prostitutas íntimas, y sobre todo la institución de la
pederastia como sistema de educación, en la Roma primitiva donde ella está simbolizada por
Catón el Anciano, en la
Francia de los comienzos del feudalismo y, por fin, en la Europa occidental de fines
del siglo XIX y comienzos del XX, triunfo del puritanismo, de la misoginia y de
la hipocresía.
Cuando Roma extendió su imperio sobre todo el contorno del Mediterráneo
y sobre una parte de Europa occidental, se preocupó de hacer desaparecer todo
lo que podía perjudicar su organización socio-política. El ejemplo de los
territorios célticos es probatorio de ello… Los romanos persiguieron a los
druidas hasta hacerlos desaparecer de la Galia , y a continuación, de la Isla de (la Gran ) Bretaña. Los druidas
representaban para el Estado romano un peligro absoluto, pues, hasta donde se
sabe, la ciencia y la filosofía druídicas estaban en contradicción flagrante
con el conformismo romano. Los romanos eran materialistas; los druidas, espiritualistas.
Los romanos veían al Estado como una estructura monolítica extendida sobre los
territorios cuidadosamente jerarquizados; los druidas veían al Estado como un
orden moral libremente consentido cuyo centro ideal era puramente mítico. Los
romanos basaban su derecho en la posesión individual de tierras, posesión
únicamente reconocida por todos al jefe de familia; los druidas consideraban la
propiedad como naturalmente colectiva. Los romanos veían en la mujer una
reproductora y un objeto de placer; los druidas asociaban a las mujeres a la
vida política y religiosa de sus pueblos. Se comprende entonces la amenaza que
hacía pesar sobre el orden romano el pensamiento subversivo de los celtas. Y eso jamás se dice. Uno queda siempre
asombrado ante la facilidad con la cual los romanos se desembarazaron de las élites galas o bretonas, sin una
referencia al hecho de que ésta era una cuestión de vida o muerte para la
sociedad romana.
Y cuando el cristianismo, heredero de todas las estructuras del Estado
romano, se impuso en Europa occidental, continuó con la misma tarea sistemática
de destrucción de los valores célticos, ya que ellos representaban el mismo
peligro para las instituciones temporales de la Iglesia. La prueba de ello está
en la lucha dirigida por el Papado contra la Iglesia Céltica de Irlanda, de
Bretaña y de la Armórica
a causa de sus particularismos, así como el favor concedido a la Iglesia sajona contra la Iglesia bretona, lo que
iba a permitir a los sajones conquistar la Isla de (la Gran ) Bretaña, y finalmente, la traición del Papa
que, en el siglo XII, entregó Irlanda a Enrique Plantagenét y a los
anglo-normandos, con las consecuencias que se conocen. En todas épocas, en el
seno de las sociedades de tipo resueltamente paternalista (y el cristianismo
oficial es de esto un buen ejemplo), se ha tenido bajo sospecha todo cuanto era
celta, puesto que el pensamiento céltico no estaba de acuerdo con el ideal
paternalista. De ahí la desaparición casi completa de la cultura céltica,
asfixiada por la cultura greco-latina, con una mezcla de germanismo, ya que el
aporte germánico no amenazaba el edificio. No deja de ser significativo el
constatar que los períodos que vieron florecer – esto es una verdad a medias –
el papel de la Mujer ,
fueron períodos marcados por un cierto renacer del celtismo: la época cortés de
los siglos XII y XIII coincide con el resurgimiento en la literatura europea de
todos los antiguos mitos célticos; la época contemporánea, que verá, sin duda
alguna, una verdadera reivindicación del lugar de la condición femenina, es
también la época de un redescubrimiento del celtismo en todos sus aspectos. Y
el pensar en el hecho de que todos los grandes santuarios dedicados al culto de
la Virgen María
son, en su mayor parte, lugares consagrados a una divinidad céltica: ¿no ocurre
así con la Catedral
de Puy-en-Velay o Notre-Dame de Chartres[i]?
No se trata de hacer un encomio desmedido de la sociedad céltica, sea
ésta bretona, galesa, irlandesa o gala. No nos engañemos: fueron y aún son
sociedades paternalistas. Los celtas eran indoeuropeos y todos los indoeuropeos
fueron misioneros ardientes de la concepción paternalista. Los celtas no
escaparon a la regla. Pero como no eran más que una élite guerrera e intelectual poco numerosa en relación con las poblaciones
autóctonas que ellos sometían, si impusieron sus usos sociales, su lengua y una
religión única, también asimilaron sistemas que no eran los suyos. Entre los pueblos
que ellos sometieron y dirigido, al oeste de Europa, se encontraban todos los rescatados
de civilizaciones precedentes, agolpadas en la franja atlántica, y que habían
guardado sus propias estructuras de pensamiento. La prueba de esto es que es en
el País de Gales y en Irlanda, en épocas cristianas ya, donde hallamos la mayor
parte de arcaísmos, y arcaísmos que denotan influencias no-indoeuropeas mucho
más pronunciadas que en el continente mismo.
[…]
Y, por otra parte, están los mitos. No todo era perfecto en la sociedad
céltica. Como los celtas se distinguen particularmente por su espíritu
anti-histórico y dado que sueñan su historia más de lo que la viven, nos vemos
obligados a atenernos en particular a los mitos célticos de la Mujer. Serán , en efecto,
reveladores en dos niveles diferentes: en primer lugar porque los mitos
transmiten de modo simbólico las realidades del pasado; seguido ello de que los
mitos trascienden la realidad y se vuelven la expresión más pura de las
estructuras ideales del pensamiento de un pueblo. Vayamos más lejos: ya que se
trata de los celtas, pueblos que siempre soñaron su historia, no es dentro de la Historia donde
descubriremos el fondo de su pensamiento, sino en los mitos que ellos nos han
legado y que son el reflejo fiel de este pensamiento.” (Introducción general, págs. 16–20)
AMOR Y LIBERTAD SEXUAL
“El recuerdo del matriarcado primitivo (siendo tomada la palabra, lo
repetimos, con todas las reservas) se manifiesta todavía en la preferencia concedida a la familia de
la mujer en caso de sucesión cuando el marido desapareciere, y sobre todo en un
viejo hábito que volvemos a encontrar en las literaturas irlandesa y galesa de
nombrar a los héroes después de su madre
y no después de su padre: así, del rey Conchobar se dice ‘hijo de Ness’;
Gwyddyon y Arianrod son hijo e hija de Dón; Setenta-Cüchulain es hijo de
Dechtire. Parece que había ahí sin duda las huellas de una sucesión matrilineal
que no había salido aún del recuerdo de los cuentistas[ii].
Por lo demás, la mujer, estuviera ella casada o no, tenía acceso a
funciones muy diversas. Si no se tiene prueba alguna de que fuesen druidesas, podían,
no obstante, ser magas y profetisas. El tan peculiar cristianismo que se
instauró en las Islas Británicas incluso admitían a las mujeres en ciertas
formas de culto religioso. Según testimonios dignos de fe[iii], ellas participaban en
la celebración de la misa, práctica demonizada por los obispos continentales de
obediencia estrictamente romana. Existían monasterios dobles de hombres y de
mujeres como el fundado en Kildare por la célebre Santa Brígida en el emplazamiento
de un templo pagano donde las mujeres velaban por un fuego que no debían
extinguirse, lo que no deja de recordarnos a la Vestales romanas o el
fuego perpetuo mantenido en Bath (Isla de - la Gran - Bretaña) en honor a la diosa Sul[iv].
Es probable que las mujeres no se limitaran a sus funciones cuasi
sacerdotales, y que tuvieran un rol más importante que desempeñar en la
educación, no sólo de los niños, sino también de los jóvenes. En efecto, se
dice que existe una costumbre asaz singular a la que se califica con el nombre
inglés fosterage: se trata de enviar
a los niños afuera del entorno de su familia natural, a un fosterer que se encargue de criarlo y de educarlo [sic], a
tal punto que muy a menudo los lazos entre el padre de crianza y el hijo
adoptivo son más completos que entre el padre verdadero y el hijo. Por otro
lado, no solamente se creaban lazos entre el niño y sus padres adoptivos, sino
del mismo modo entre todos los que eran formados juntos. Hay ejemplos
innombrables en la literatura irlandesa de este género de situación en las
cuales hermanos de leche y hermanas de leche son coaccionados a cumplir entre
ellos con exigencias más importantes que las provocadas por la fraternidad
natural. Ahora bien, esta fosternage,
sobre la que volveremos, y que es probablemente de origen nórdico pre-céltico,
no bastaba para la educación de un joven guerrero. Éste debía, un buen día,
abandonar a sus padres de crianza e iniciarse en el oficio de las armas junto a
mujeres guerreras sumamente misteriosas, mitad hechiceras, mitad amazonas,
radicados generalmente en el norte de la Isla de – la Gran – Bretaña, es decir, en territorio de
Pictos. En Irlanda, el relato La
educación de Cúchulainn, y el de las Infancias
de Finn, son los más significativos en lo tocante a esto[v]; en País de Gales, el
relato de Peredur, arquetipo de la Búsqueda del Grial, abunda en detalles arcaicos
concernientes a esta costumbre[vi].
[…]
Otro aspecto de las mujeres guerreas, educadoras, militares y
hechiceras, es el de iniciadoras en la sexualidad. Nosotros estudiaremos más
adelante los vínculos que existen entre el mito de la Mujer-Madre y el de la Mujer-Amante , pero en
el plano estrictamente histórico, importaba señalarlo. Pues esta curiosa
institución guerrera se duplica en una suerte de prostitución más o menos
sagrada. Y esto nos indica una vez más que la libertad sexual entre los celtas
era muy grande: en las leyes como en los textos literarios que no son marcados
por el cristianismo (y aún éste no ha hecho desaparecer esa manera de pensar),
apenas si hay tabúes sexuales, en todo caso, ninguno pudoroso en extremo.
La fragilidad del matrimonio es de ello una prueba absoluta. Igualmente
la práctica del concubinato. Por otra parte, no importa que, casado o no, podía
contraer uno de sus famosos casamientos anuales. La mujer que aceptaba esta
género de situación no estaba, por lo tanto, puesta en tela de juicio por la
sociedad, muy por el contrario. La sociedad céltica no conoció jamás, antes del
cristianismo, la noción de pecado: con mucha mayor razón no lo encontró en la
sexualidad. Como todos los otros pueblos, los celtas conocieron la
homosexualidad: ‘Los hombres son llevados a dejarse dominar por las mujeres,
disposición habitual de las razas enérgicas y guerreras’, declara gravemente
Aristóteles (Política, II, 6). ‘Yo
exceptúo de esto, sin embargo, a los celtas, que honran, así se dice,
abiertamente el amor viril’. Esta reflexión – junto a otras observaciones de
numerosos autores griegos – no carece de gracia suspicaz, de parte de un
discípulo de Sócrates, ciudadano de un país poco intimidada por este tipo de
cosas. Pareciera, a pesar de eso, que los autores griegos habían tenido razón,
de ello tenemos indicaciones demasiado discretas en ciertos relatos épicos, en
particular a propósito de Cúchulainn. De la misma manera, en esta institución
de mujeres guerreras, podemos ver el indicio de una cierta francmasonería
homosexual, la cual puede homologar a esas ligas de lesbianas que florecieron
en alguna medida por todos lados en el mundo.
Dicho esto, es innegable que esta libertad sexual explica en gran parte
la importancia de la Mujer
en la sociedad céltica. No siendo un objeto de pecado, no siendo un ser débil en una sociedad más pastoril y
guerrera que agrícola, no podía sino salvaguardar una importante porción del
rol que ella había debido ocupar en las épocas posteriores…
[…]
Hemos visto que la Mujer
céltica, así la irlandesa como la bretona, goza de su libertad, goza de
derechos acordes a su rango social o a su fortuna personal, que puede convertirse
en jefe de familia, que puede reinar, que puede ser profetisa, maga, educadora,
que puede casarse o mantenerse ‘virgen’ (es decir, fuera del matrimonio), que
puede heredar una parte de los bienes de su padre o de su madre[vii]. Han hecho falta veinte
siglos para que la Francesa
recupere todos esos derechos y privilegios perdidos por su ancestro la gala,
degollada por el derecho romano y el recelo cristiano. Es en este marco que
conviene ahora estudiar la imagen ideal de la Mujer , tal como ha sido soñada no sólo por las
mujeres sino también por los hombres. Nos reencontraremos allí con las
preocupaciones fundamentales de la
Humanidad en busca de su equilibrio físico y moral, pero
estas preocupaciones habían sido ocultadas por la civilización judeo-romano-cristiana
porque ponían en duda los principios fundamentales sobre los cuales ella estaba
edificada.” (Parte I: La mujer en las
sociedades célticas, I. El marco
jurídico, págs. 54-58)
SIMBOLOGÍA FEMENINA: EL AGUA, EL MAR, LA MUJER “ENGULLIDA”
“Se dice que la ciencia contemporánea ha establecido que la vida
proviene del mar. Algo ha ocurrido, hace muchísimo tiempo, millones de años, en
el fondo de los grandes mares que recubren la casi totalidad del globo
terrestre: ese algo es la conjunción de substancias químicas bajo la influencia
de rayos cósmicos, en condiciones que son evidentemente muy difíciles de
determinar. Sin embargo, volvemos a hallar allí a los misteriosos Elohim que flotan, o más bien que vuelan
por encima de las aguas. Y las aguas se vuelven madres. La virgen Ilmatar es
fecundada. Todas las tradiciones están de acuerdo en afirmar el rol de las
aguas en la génesis de la vida…
[…]
Es así que el mar se ha poblado de seres extraños, que él contiene
ciudades, palacios, que abriga tesoros. Pero innombrables tabúes se interponen
entre él y los hombres: no se tiene derecho a penetrar en él, es peligroso.
Sólo seres excepcionales y divinos pueden habitar allí, sólo héroes sin
flaqueza ninguna están autorizados, bajo ciertas circunstancias, a recorrer el
universo maravilloso del paraíso perdido.
Pues es justamente de paraíso perdido de lo que se trata. Todos los
antiguos mitos del Edén, de la
Edad de Oro, de la Edad
Anterior , convergen a través del mar profundo, así como sus
substitutos más recientes, la caverna y el golfo. El psicoanálisis ha
mostrado cuántas de estas representaciones de mares, de cavernas, de golfos,
de bosques oscuros, están asociados al concepto arcaico de la Mujer , a la vez la madre y
la amante. La imaginación humana se excedió en torno a este tema con una intensidad tal que vuelve a encontrárselo en
todas partes bajo los aspectos más diversos, y eso prueba que hace desaparecer
las preocupaciones esenciales del género humano.
Ciudad sumergida |
Yo dije ya que el Mito de la ciudad engullida representaba, entre los
celtas, el mito fundamental del origen[viii]. Y este mito toma
cuerpo en una leyenda que todo el mundo conocía más o menos bien, la leyenda de
la Ciudad de
Ys, esparcida por toda la
Bretaña armoricana, y de la cual encontramos variantes
significativas en los otros territorios de tradición céltica, en especial en
Irlanda y en País de Gales. Es pues a partir de esta leyenda, y de sus dos
variantes principales, que podemos esbozar un análisis en profundidad del mito
de la mujer engullida.
[…]
Hemos partido del Mito de la
Ciudad de Ys, pero no sin razón. En el comienzo era el agua,
en el final habrá el agua. Hemos intentado seguir a Dahud-Ahés[ix] en todas sus metamorfosis
y en todos sus reparos, ya que es la
Hembra de los Rostros innombrables. De la Ciudad de Ys a la Isla de Avalon pasando por la
caverna del dragón, no hay más que la distancia de una imagen a otra. En todas
las transposiciones de un mismo mito, donde se revela siempre la misma
estructura de pensamiento, surge evidente la certeza de que ‘el orden del
símbolo no puede ser considerado más como constituido por el hombre sino como
el constituyente’ (Jacques Lacan). Al estudiar cómo el hombre ha soñado a la mujer, cómo la ha engullido, y por qué lo
ha hecho, se devela la realidad profunda del ser humano. Pero como lo hace
notar Claude Lévi-Strauss, el símbolo que se desarrolla en los mitos no es
nunca absoluto: si todo está dicho, no queda de ello nada que haya que comprender.
Al final de la magnífica epopeya irlandesa de el Galanteo de Etain[x],
cuando el rey Eochaidh quiso reencontrarse con su mujer Etain raptada – aunque
consintiéndolo, lo cual cambia todo – por el dios Midir, quien se la llevó
consigo al universo maravilloso del sidh[xi], ordena excavar todos los oteros de Irlanda.
Pero, como consecuencia de un ardid de Midir, aquél no recupera a su mujer, tan
sólo a otra que adoptó la apariencia de Etain. Esta conclusión es
significativa. El hombre, el macho, una vez que ha perdido a la mujer, comienza
a comprender lo que ella era y lo que
representaba. Demasiado tarde, desgraciadamente, pues entretanto, otras
imágenes se interponen entre lo Real objetivo y el hombre. ‘La verdad está en
un vaivén entre los que la dicen’ (Jacques Lacan) y es por cierto difícil de
asir. Acaso la solución resida en el redescubrimiento del lenguaje del inicio, ‘estructura primera del inconsciente’ (Jean
Lacroix). Pero, esta estructura primera, ¿dónde se halla exactamente? Bajo las
olas del Mar, la Ciudad
de Ys está siempre allí, con la princesa sumergida: el que, el día del
surgimiento de Ys, oiga primero sonar la campana, ése poseerá el reino en su
totalidad, y a Dahud-Ahés por añadidura. Sin embargo, ¿dónde queda la real ciudad de Ys? ¿Por encima o por
debajo? Cuando se contempla el reflejo de una ciudad o de un bosque sobre las
aguas de un lago, de un río o de un mar, ¿se está acaso alguna vez seguro de
que la realidad se halla al margen o que se la observa? Si el mito de la Princesa engullida arroja
una cierta sospecha sobre el vínculo establecido después de siglos en lo que se
refiere a la oposición entre muerte y
Vida, en virtud del hecho de que ilustra la angustia de las zonas
fronterizas entre el sueño y la realidad, el estado de vigilia, uno está por
derecho propio en condiciones de preguntarse si ello no significa también la
impotencia del hombre a elegir. Y en su imaginación adulterada por siglos de
estructuras aberrantes en tanto formuladas únicamente en nombre de la
masculinidad, la Princesa ,
que él [= el hombre] reprimió
conscientemente en los bajo-fondos de su inconsciente, retorna más bella y más
fuerte que nunca en la imagen de una Diosa que él no debería haber dejado jamás
de adorar.” (Parte II: Exploración del Mito.
I. La Princesa
engullida, págs. 61-63 y 108-109)
[…]
LEYES MASCULINAS Y AMOR ABSOLUTO FEMENINO
Tristán e Isolda |
“Las mujeres no fueron nunca ‘sujetos a un costado del hombre’, sino
‘objetos de intercambio como la moneda de la cual en muchas sociedades ellas
llevan el nombre’. Esta reflexión de Claude Lévy-Strauss[xii] es la constatación de un
estado de hecho extendido en el mundo entero. Sin embargo, damos en ver, al
estudiar los Mitos que nos legó la
Tradición céltica, que este estado de hecho no se ha
correspondido siempre a un estado de espíritu, ya que hubo hombres y mujeres,
en el curso de las edades, a favor de la idea de que la Mujer era nada más que un
objeto y que urgía rectificar una situación que se volvía por mucho
intolerable, material así como psicológica e incluso lógicamente.
En rigor, la Sociedad
céltica concedió a las mujeres un lugar que aquellas no tenían en la mayoría de
las otras sociedades contemporáneas. Tenían ellas la posibilidad de participar
de una cierta vida política, de una cierta vida religiosa; podían poseer
bienes, incluso siendo casadas (pero bajo condiciones de fortuna); podían
reinar; podían decidir libremente la elección de un hombre; podían divorciarse,
y en caso de abandono del marido o del hombre sobornador, tenían el derecho de
reclamar una alta indemnización.
Pero guardémonos de concluir que la Mujer celta vivía en un verdadero paraíso. Ya que
las leyes que la favorecían, y de esto encontramos la prueba en los códigos de
leyes galos, bretones e irlandeses; esas leyes fueron, a pesar de todo, hechas
por hombres que vivían en una sociedad de estructuras androcráticas, lo que
llamamos, de forma más cómoda (y justificada) una sociedad paternalista. Por consecuencia, esas leyes aspiraban a mantener a
las mujeres en un marco liberal dentro del cual no pudiesen molestar a la masa
de individuos varones que protegían para sí el poder efectivo. Empero, todo
ocurre como si los celtas hubiesen estado obligados a guardar ciertos elementos
de antiguas estructuras, siendo la influencia moral de las mujeres conservada
entre ellos como demasiado poderosa. No se libra uno fácilmente de usos, y es
probable que a los celtas les haya tomado más tiempo que a los otros pueblos
librarse de usos heredados de sociedades ginecocráticas que los habían
precedido. Con todo, se trata claramente de un marco liberal, concebido y preparado por legisladores varones, que
respetaban lo más posible los usos teóricos,
pero que debían arreglárselas para reducir su importancia práctica… (Parte III:
Teorías. [Introito], págs. 357-358)
[…]
“Si el matrimonio es una cosa, si la sexualidad es de eso otra cosa
diferente, existe además un elemento primordial de la vida psicológica que
afecta de cerca de la mujer: el Amor, sentimiento noble por excelencia,
irreductible a la razón y a todas sus secuelas, leyes, reglamentos y moral
tanto religiosa como laica…
[…]
Este amor, que llamamos sublime,
total, libre, etc., está hecho de mil elementos diversos, en los cuales la
sexualidad es lo menos importante… Se trata de un sentimiento, y el sentimiento
escapa, en realidad, a todo control, a toda clasificación. La mujer, gracias a
su intuición, a su sensibilidad, lo comprende inconscientemente, naturalmente…
Y cuando la mujer, decepcionada del amor humano, experimenta la necesidad de
dirigir este amor a una cosa u otra, de ideal y de perfecto, ella se vuelve
mística. Cuántas plegarias de religiosas son himnos de amor, y a veces
tremendamente sensuales, destinados a un dios que es Todo Amor, Toda Perfección,
Toda Belleza.
Sin embargo, todo eso representa un desequilibrio, una insatisfacción,
una frustración. Existen, afortunadamente, leyendas que, de una manera
fantasmagórica, como los sueños, restituyen la plenitud del amor. Son, por
decirlo así, las ‘utopías’ del Amor, las esperanzas de una humanidad que busca
conciliar la existencia necesaria en el seno de una sociedad y la libertad de
amar. Los mitos célticos están en este sentido entre los más bellos y
significativos. Nos enseñan verdaderamente el Amor sublime, el Amor total,
incluso si los héroes de leyenda tienen un destino triste. Ellos intentaron
sacudir el yugo, son llevados lo más lejos posible. Sin embargo, su fracaso no
es necesariamente el fracaso del Amor.
[…]
A primera vista, el estudio de los textos célticos permitiría responder
que la fidelidad en amor no existe, al menos en el sentido en que lo entendemos
hoy…
A decir verdad, la noción céltica de fidelidad es particularmente relativa.
Se trata, ante todo, de una fidelidad a un ser de elección, que es realmente el
ser que se ha elegido libremente, a quien se ama de amor, por decirlo así,
absoluto. Las relaciones temporarias o pasajeras pueden entonces explicarse por
un simple deseo de orden sexual, o bien aun más por una búsqueda afectiva de
naturaleza diferente del lazo que une a la pareja primordial…
El amor sublime, absoluto, es, no obstante, por naturaleza totalmente
altruista, ya que apunta a la felicidad del Otro. El amor no es solamente la
satisfacción egoísta de los instintos, es el reemplazo de esos instintos
propios por los instintos del otro, es la penetración directa, no sólo dentro
del cuerpo del otro, sino dentro de todo su psiquismo, dentro de toda su
afectividad. El Amor conduce a través del Otro, o a través de los Otros, de lo
contrario, no es sino pasión egoísta y posesiva. Es aun algo que nuestros
moralistas pudibundos deberían aprender en la juventud, en vez de cultivar con
delicias los instintos vulgares de la posesión. Todo el amor occidental está
tergiversado por esta visión estrecha, debida en el origen a motivos tanto
sociales como mágicos. En efecto, la primordial preocupación de la sociedad
paternalista fue la de evitar el tipo de relación tripartita que rompía el
equilibrio de la célula básica, lo que se traduce en los hechos en la
vigilancia y la posesión de la mujer por el hombre. Psicológicamente se produjo
el fenómeno inverso: la posesión del hombre por la mujer, cuando, en realidad,
aquélla no era previsible. La práctica de la poligamia y la del concubinato
legal lo prueba. Pero a esta primera preocupación se une otra que no es
despreciable: aun si nos resulta superada y estúpida: siendo la mujer el
‘crisol receptivo’, es peligroso exponerla a recibir los influjos más o menos
mágicos provenientes de un tercero, para no hablar de peligros de fecundación
de origen externo.
[…]
Pues se trata de un Amor Loco.
El Amor visto por los celtas no tiene necesidad de ser reinventado. Existe.
Pero como el resto, ha sido ocultado. Basta con reactualizarlo, tal como
aparecía en ciertos textos literarios que datan de una época en que se sabía todavía que ‘el amor
recíproco, tal como yo lo encaro, es un dispositivo de espejos que me arrojan
de vuelta, desde los miles de ángulos que puede
lo desconocido tomar por mí, la imagen fiel de la que yo amo, siempre
más asombrosa adivinación de mi propio deseo y más dorada que vida’
[André Breton, L’Amour Fou (el amor
loco)].” (Parte III: Teorías. IV. L’Amour, págs. 397-404)
Extraído de Jean Markale, La femme Celte (la mujer celta),
Paris, Payot, 1973. Textos correspondientes a: Avant-Propos / Introcuction; Premiére Partie: La femme dans les sociétés celtiques, II. Le cadre juridique; Deuxiéme Partie: Exploration du Mythe, I. La
Princesse
Engloutie ; Troisiéme Partie: Théories, [Preface = Introito],
IV. L’Amour. Traducción del francés
de estos pasajes, para uso exclusivo en este blog digital: G. Aritto / 2015. Existe, publicada recientemente por la Editorial MRA Ediciones / Colección Aurum, una versión española del libro (Barcelona 2005 / 2008), aunque en la misma no aparece la Sección Théories (final, en la francesa que yo manejo), y que incluye, en cambio, A modo de conclusión: La Mujer Sol (378 págs.). No he podido dar con el dato del / de la traductor(a). Confieso desconocer por completo esta versión castellana.
Jean Markale (París, 1928 - Auray, 2008) |
[i] “Hijo,
entré en un establecimiento religioso enteramente consagrado a la adoración de la Virgen – una verdadera
idolatría marial. Sentí el carácter patriarcal y opresivo de la Religión , pero al mismo
tiempo el culto a la Virgen
al que nos ofrecimos aportó una parte de compensación, como un elemento
confortante.” [Kate Millett, La Politique du Mále (la política del macho), p.
134] (N del A)
[ii] El sistema de
filiación matrilineal existió durante mucho tiempo en el seno de ciertos pueblos,
en particular en los natchez de
América, cuyo nombre es célebre gracias a Chateaubriand […] (N del A)
[iv] Cf. mi estudio sobre Santa Brígida de
Kildare, Cahiers du Pays de Baud (cuadernos
de los territorios de Baud), Baud (Morbihan), 1971, n° 3. (N del A)
[v] Ver J. Markale, L’Épopée celtique d’Irlande (la epopeya céltica de Irlanda), Payot,
Paris, 1971, págs. 88 y 141. (N del A)
[vi] Ver J. M., L’Épopée
celtique en Bretagne (la epopeya céltica en Bretaña, Payot, Paris, 1971,
pág. 182. Ver asimismo la educación del joven Lancelot (o Lanzarote) del Lago a
cargo del hada Viviane (la Dama
del Lago) en los Romances de la Mesa
Redonda. (N del A)
[vii] [Markale se explaya aquí en “quelques
particularités du droit celtique cencernant la femme” (algunas particularidades
del derecho céltico concernientes a la mujer), pasando revista a casos de
derecho de propiedad, herencia, posesión, extranjería, etc., procedentes de la
historia irlandesa. He decidido eliminar esta nota, cuya ausencia no afecta la
comprensión ni las resonancias connotativas del pasaje vertido arriba. – G. A.]
[ix] Trátase de la princesa heredera del
mítico reino de Ys, quien, a despecho de su padre Gradlon y de la conversión de
éste a la fe cristiana, fue juzgada – en palabras de Markale - “pécheresse”
(pecadora) e “impudique” (impúdica), y consecuentemente condenada a ir a parar
al abismo infernal. (G. A.)
[xi] Como se ha
aclarado y expuesto in extenso ya en numerosos
escritos publicados en este blog, Sidh(e)
es el nombre en gaélico con el que en Irlanda se conoce la esfera inframundana
de realidad sutil habitada por los seres feéricos (esto es, las hadas y los
devas-elementales de la
Naturaleza ). (G. A.)
[xii] Les
Structures élémentaires de la
Parenté (las estructuras elementales del parentesco). (N
del A)
La imagen titulada "Ciudad sumergida", bajo derechos de autor del sitio: http://newsplusnotes.blogspot.com.ar/
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