“HUBO un
tiempo en que los habitantes del mundo creyeron que los árboles eran divinos, y
y que podían tomar una forma humana o grotesca y bailar entre las sombras, y
que el ciervo, los cuervos, los zorros, los lobos y los osos, las nubes y las
charcas, casi todas las cosas bajo el sol y la luna, y el mismo sol y la luna
no eran menos divinas y cambiantes. Veían en el arco iris la fija reverencia de
un dio arrojado en su negligencia; oían en el trueno el sonido de una jarra de
agua al quebrarse, o el tumulto de las ruedas de sus carros, y cuando los patos
salvajes o las cornejas, en vuelo repentino, pasaban por sobre sus cabezas,
pensaban que estaban contemplando a los muertos corriendo a su descanso; así
soñando tan grandes misterios en las pequeñas cosas creían que el balanceo de
una mano o de un arbusto sagrado bastaban para atribular los corazones y
esconder a la luna en la oscuridad. Todas las literaturas antiguas están llenas
de estas imágenes y otras semejantes, y todos los poetas de las razas que no perdieron
este modo de ver las cosas, pudieron haberlo reconocido, como lo hizo el poeta
de Kalevala, ‘He aprendido mis canciones de la música de muchos pájaros y de la
música de muchos ríos’.
W. Butler Yeats, El elemento celta
en la literatura, II[i]
SOBRE LA “MAGIA CELTA”
(anotaciones de Kenneth H. Jackson)
“Uno de los propósitos de este libro es tratar de brindar al lector
algún material a partir del cual formarse un juicio de cómo son realmente las
literaturas célticas. Las generalizaciones son, desde luego, peligrosas, dado
que están involucradas seis lenguas, que cubren una extensión de nada menos que
trece siglos en el caso de la irlandesa y la galesa. Al comienzo de cada
sección en las que se divide el libro se ofrecen algunas observaciones. A modo
de mero comentario, puede decirse aquí que la literatura céltica empezó en
tiempos remotos, y continuó en la Edad Media ,
como entretenimiento dentro de un sistema social aristocrático, compuesta por
una clase profesional de hombres de letras que eran mantenidos por la
aristocracia; que más tarde, como fuera cayendo aquel sistema (en Irlanda en el
siglo XVII, en Escocia en el XVIII, en Gales, con reservas, finalmente en el
XVI), fue siendo reemplazado por un tipo a menudo semi-tradicional-oral [semi-folk] de composición, más popular;
y que en tiempos recientes una literatura moderna, en rango comparable a los de
los otros países de Europa, ha estado en proceso de formación, en relación con
la producción escrita de novelas, obras dramáticas, etc. La masa principal de
la literatura celta está en irlandés y galés, quedando el gaélico escocés
tercero; la de Manx es extremadamente reducida y comparativamente muy reciente,
y la escrita en córnico (la lengua se extinguió en el siglo XVIII) y bretón, de
menor valía, excepto en el caso del bretón en tiempos modernos…”
“La frase ‘magia celta’ surge de una concepción errónea y ha llevado a
otras concepciones erróneas más.[ii] Éste
deriva de la reacción romántica al Ossian
de Macpherson (aunque el término real fue acuñado por Matthew Arnold); y se
debe principalmente a Yeats, AE, y los otros escritores del ‘Resurgimiento
celta’, una de las formas finales de expresión del Movimiento Romántico, el que
la idea sea aún tan comúnmente aceptada en nuestros propios días… Sin duda
alguna, aunque es verdad que la literatura céltica está, fuera de toda
discusión, mayoritariamente ocupada con cuentos de magia y de lo sobrenatural,
el espíritu y el tratamiento son muy diferentes de lo que generalmente se
entiende por ‘magia celta’. Las traducciones acá ofrecidas son una bella
selección, y el lector libre de prejuicios puede constatar por sí mismo que no
hay nada en ellas de la cualidad mística, esotérica, sistemáticamente atribuida
a las literaturas célticas por quienes no las conocen en absoluto. La magia
que, sí, encontramos es la magia del cuento folclórico; el mundo de estas
historias es un mundo humano común, con esta diferencia: que en este mundo
cualquier evento sobrenatural puede ocurrir sin caer en incongruencias porque,
como es un hecho en el cuento folclórico, aquella distinción entre natural y
sobrenatural que es la consecuencia del pensamiento civilizado, no ha sido aún
claramente esbozada.[iii]
Así, las extraordinarias experiencias de Mael Dúin[iv] y
sus camaradas (n° 132 de la
Antología ) están narradas del modo más directo imaginable,
como si fueran tan normales como la calabaza de Cenicienta[v].
Desde luego, ello crea toda una sensación de asombro y deleite, y esa fue la
intención, pero así lo hace el cuento de Cenicienta, y la Odisea
y los cuentos de viajes de Sir John Mandeville, algunos de los cuales podrían
haber salido de la historia de Mael Dúin. Sin embargo, a nadie se le ocurrió
ver ‘magia celta’ en Cenicienta ni la
Odisea y
Mandeville. La única diferencia real entre los cuentos celtas y los de
Cenicienta y Mandeville respecto de lo sobrenatural es que con frecuencia los
narradores-de-historias celtas poseyeron un poder de inventiva e imaginación y
descripción enormemente mayor, además de un sentido mucho más sutil de lo extraordinario.
Existe un género que puede parecer conferir algún color al concepto
yeatsiano de literatura céltica, a saber, las historias de seres feéricos y del
Paraíso Terrenal, que involucra la creencia en la existencia de una raza de
seres afortunados que son inmortales, siempre bellos, siempre felices, y
siempre jóvenes, para quienes los hombres no son sino ‘los Muertos’, mientras
que ellos son para sí mismos ‘los Vivos’… Pero, de nuevo, no hay nada de las
características del ‘Celtic Twilight’
(crepúsculo celta) en esa gente; ellos no son las criaturas pálidas,
languidecientes, de la imaginación pre-rafaelista, viviendo en un mundo a media
luz de misterios inexpresables, no son entonces ya los habitantes del Elíseo
griego o de las Islas Afortunadas; por el contrario, se comportan como humanos
comunes y corrientes, a quienes les ha tocado gozar de suerte suficiente como
para poseer ciertas bendiciones sobrenaturales que les faltan a los mortales, y
están rodeados de todo tipo de maravillas, descriptas claramente a plena luz
del sol de la visión celta…”
DOS FRAGMENTOS “INTERDIMENSIONALES”
(De
la versión inglesa de K. H. Jackson a partir del original en gaélico)
I
Ruadh en el país bajo el mar
… HUBO un
famoso rey aquí en Irlanda, Ruadh hijo de Righdhonn de Munster. Tenía él
arreglado un encuentro con los noruegos. Fue al encuentro con los noruegos
rodeando Escocia desde el sur, con tres barcos; había treinta hombres en cada
uno de los barcos. Su flota se quedó inmóvil retenida desde abajo en medio del
océano, y no había riqueza ni tesoro arrojado al mar (†) que la liberara.
Hicieron ellos consulta echando suertes (††), a fin de averiguar en quién de ellos recaería descender bajo el
océano y descubrir lo que los había detenido. La suerte recayó sobre el propio
rey. Entonces el rey Ruadh hijo de Righdhonn saltó al mar y fue cubierto por el
mar de inmediato. Arribó él a una inmensa planicie, y allá se topó con nueve
encantadoras mujeres. Le confesaron que habían sido ellas quienes habían
atascado los barcos, de modo que él hubiese de venir hasta ellas; y ofrecieron
a él nueve bajeles de oro a cambio de quedarse él a dormir nueve noches con
ellas, una noche con cada una de ellas. Así lo hizo. Entretanto, sus hombres no
tenían posibilidad de partir a causa del trabajo de magia (†††) de las mujeres. Una de las mujeres dijo que
había concebido, y que ella daría a luz un hijo; y que él debería visitarlas
cuando regresase hasta ellas desde el este, para llevarse al muchacho. Acto
seguido, se dirigió hasta sus hombres, y continuaron su viaje. Ellos
permanecieron junto a sus amigos durante siete años, y retornaron por un camino
diferente, y no fueron al mismo lugar; como consecuencia, tocaron tierra en Inbher
Ailbhine. Allí se les adelantaron las mujeres. Cuando estaban ellos maniobrando
su flota en el terreno, oyeron los hombres un llanto proveniente de un barco
cobrizo; entonces las mujeres llegaron a tierra, y al instante arrojaron al muchacho
desde donde estaban. La playa era de suelo pedroso y rocosa, y el muchacho se
dio contra una de las piedras, así que murió de eso…
[Texto irlandés; autor desconocido; original: siglos
VIII-IX]
(†) Es decir, como propiciación de cualquier poder mágico que estuviese
reteniéndola. (N del A)
(††) “They consulted the lottery”,
en la versión de K. H. J. (G. A.)
(†††) “… because of the magic power”.
(G. A.)
II
El
barco aéreo (†)
Cierto día los monjes de Clonmacnoise estaban
reunidos en el cenobio (††), y mientras se encontraban en medio de sus
deliberaciones dieron en ver un barco navegando por encima de ellos en el aire,
avanzando como si fuese por el mar. Cuando la tripulación del barco avizoró la
reunión y el lugar habitado debajo de ellos, echaron el ancla, y el ancla
descendió justo al cenobio, y los monjes la asieron sujetándola. Un hombre
descendió del barco después del ancla, e iba nadando como si fuese en el agua,
hasta que alcanzó el ancla; y ellos se pusieron a bajarlo a rastras entonces.
‘¡Por el amor de Dios, déjenme irme!’, dijo él, ‘Es que me están ahogando’.
Entonces él partió dejándolos, nadando en el aire como antes, llevándose su
ancla con él.
[Texto
irlandés; autor desconocido; siglos XIV-XV][vi]
(†) Kuno Meyer, Anecdota from
Irish Manuscripts, III... (anécdotas procedentes de manuscritos
irlandeses). En Speculum Regale
(Noruega, siglo XIII) se relata el mismo cuento, como habiendo ocurrido, tal
cual, en Clonmacnoise. Cf. Ériu, IV, 12 f . (N del A) (Ériu: Revista de Filología y Literatura irlandesas, fundada en 1904, vigente y prestigiosa aún)
(††) “… on the floor of the church”: en general, el lugar destinado a
las reuniones; aquí, de la congregación monacal.
♦♦♦♦♦♦♦
Comentarios y textos extraídos de
Kenneth Hurstone Jackson (comp., trad., ed. crít.), A CELTIC MISCELLANY. Translations
from the Celtic Literatures [una miscelánea céltica – traducciones de las
literaturas célticas (de Irlanda y de Gales)]; Preface (prefacio), “Celtic Magic”
(“Magia celta”, nota introductoria a la sección homónima), y dos fragmentos
narrativos: 129. Ruadh in the Land Under the Wave (Ruadh en el país bajo el mar), y 138. The Air Ship (el barco aéreo). Penguin Books, Middlesex, England,
1971. Traducción del inglés de estos extractos, para su sola publicación en
este blog: G. Aritto /2015.
Imagen
de portada a los dos textos, extraída de http://www.deviantart.com/.
[i] En IRLANDESES. Swift,
Goldsmith, Burke, Synge, Wilde, Yeats, Joyce, Bs. As.
Alianza, 1994, p. 222. Traducción del inglés: Susana Celia.
[ii] Siempre será saludable, pienso,
esquivar con recelo cualquier forma de dogmatismo, no importa en qué esfera de
hechos y relaciones estemos moviéndonos. El predicamento crítico de K. H.
Jackson – cuya Antología fue publicada por Routlege & Kegan Paul en 1951,
reeditada, veinte años más tarde, por Penguin Books, libro que utilizo en esta
traducción - se suma al de otras figuras de prestigio que han encauzado, al
abocarse al universo céltico, su ciencia filológica según una visión más
escéptica, menos entusiasta frente al pensamiento mítico, fascinados ante todo
por el misterio precioso de los manuscritos y sus signos. Y hace bien, creo,
leerlos con atención y apertura, ya que nos sirven de autorizado antídoto
contra posturas y tesis que pierden crédito a medida que exacerban su propia
experiencia idealizada de ese harto incierto y plural universo. Senderos de
exploración igualmente rigurosos han escogido, por caso, celebridades ya
clásicas o todavía en el ruedo como H. Hubert, S. Piggott, Nora Chadwick, R. S.
Loomis… algunos más inclinados a la general apología de Roma o de la Iglesia cristiana frente
al pueblo pagano, algunos fríamente imparciales ante la escurridiza evidencia
material – arqueológica o escritural -, algunos otros del todo reacios a
arriesgar ninguna postulación firme de orden metafísico o religioso, o que
implique defender sin prejuicios culturales (siempre los prejuicios son
“culturales”) la moral individual y social de los celtas. Baste detenerse en la
observación que hace nada menos que Peter B. Ellis frente a la recepción del
volumen del Dr. Simon James titulado The
Atlantic Celts: Ancient People or Modern Invention? (los celtas atlánticos:
¿pueblo antiguo o invento moderno?), de 1999: “Él argumenta – dice Ellis, quien mantuvo, además, un intrincado
duelo radial y de prensa con el académico – que
no hubo evidencia de pueblos celtas en la Gran Bretaña o
Irlanda durante la Edad
de Hierro, y que la idea de una identidad céltica insular no fue sino producto
del auge del nacionalismo del siglo XVIII. El Dr. James, no obstante, no fue el
primero en proponer esta visión. Era un momento en que, elocuentemente, la
devolución política a Gales y a Escocia era de gran importancia en la agenda
del Gobierno y estaba en curso un resurgimiento del interés en asuntos celtas…
El lector hará sin duda la pregunta: ¿cómo pueden haberse escrito tantos libros
durante los últimos uno o dos siglos acerca de un pueblo que no había existido?
¿Había sufrido el mundo académico alguna alucinación en masa?” [The Celts (los celtas), Preface
(prefacio), p. xv-xvi, London, 1999 y 2003 – trad. de la cita, mía].
Y Jackson avanza, entonces, enseguida cargando el peso de la
responsabilidad por la, a su criterio, tergiversación de los hechos, la
cultura, la idiosincrasia celtas sobre las anchas espaldas del Romanticismo. No
es original en esto: desde la irrupción del frisson
nouveau, aquel “escalofrío nuevo” inaugurado por la tribu poética
simbolista en el París hipócrita de la segunda mitad del siglo XIX, nadie quiso
volver a quedar asociado a lo romántico. Fue algo así como una condición sine que non para graduarse de
“moderno”. Nuestro antologista pasa aquí rápida revista a figuras insoslayables
en la preparación del “resurgimiento celta” y en su consolidación activista: el
fantasmagórico escocés Macpherson (quien se concibió a sí mismo como una suerte
de alter ego del legendario bardo
Ossián), AE (pseudónimo de George
William Russell), compinche íntimo del alma
mater del movimiento y uno de los mayores poetas de quien pueda dignarse la
lengua inglesa, el irlandés William Butler Yeats. A ellos considera los
promotores de la falsificación, instigada, algo antes, por el grupo que se
conoce como de los “pre-rafaelistas”, liderado por Dante Gabriel Rossetti
durante apenas un lustro a mediados del siglo XIX, y que surgió bajo el impulso
de demoler la artificiosidad formal, los tics
academicistas y la banalidad conceptual, sobre todo en el ámbito de la pintura,
imperantes en el campo cultural irradiado desde Londres. Es cierto, aceptar el pathos romántico implica tener que
hacernos cargo de abominaciones como los alardes y fragilidades prometeicos del
Ego, el sentimentalismo, la huída al Pasado redentor, el derecho al fanatismo
(el nacionalismo, entre los peores), o la imagen martirizada del artista como
actor incómodo en el drama “dialéctico” de la historia que lo ha expulsado de
su embustera fábrica de sentido… Sin embargo, su “matrix” civilizadora fue un
todo de ductilidad “auto-existente” (para usar un concepto de los sabios
mayas), que sabía encontrar sus equilibrios entendiéndose con el Cosmos
animizado, y liberar, sin temor a caer en la herejía, fuerzas antagónicas
dentro de sí mismo a medida que se lo iba demandando el oficio de sufrir este estar-en-el-mundo y ser
tiempo y ser lenguaje. Nos guste o no, lo que llamamos “realidad” – y nuestra
relación con ello -, la interna y la de las proyecciones, en el siglo XX o en
los actuales tiempos de Acuario, no serían (no habrían, quizás, llegado a ser)
lo que son sin la eclosión de la desesperación polimórfica y holística del
Movimiento Romántico en Occidente, en mi sentir, su mayor expresión cultural
desde aquel (ya por entonces “segundo” en la cronología medieval) re-nacimiento
acaecido en el órfico siglo XII.
[iii] ¿Qué le hará presuponer a Jackson que
los ávidos, apasionados, lectores y escuchas de esos relatos centenarios, si no
milenarios, somos eventualmente cautivos del “pensamiento civilizado” que
distingue, por un lado, lo “natural” de los “sobrenatural”, y, por otro, y con resonancias más profundas aun, lo
“real” (material, histórico, temporal-espacial…) del cosmos misterioso y
proteico tan bellamente insinuado en ellos? ¿No habrá sido ése un conflicto
solamente suyo?...
[iv] Se trata del protagonista del relato The Voyage of Mael Dúin (el viaje de
Mael Dúin), en texto irlandés anónimo cuya datación original oscila entre los
siglos VII y IX.
[v] Cinderella,
en el italianizado nombre con que se la conoce en inglés, nuestra
siempre-bien-amada Cenicienta; Cendrillon, en el francés de Perrault, y
Aschenputtel, en el alemán de los
hermanos Grimm. Pero, ya que estamos hablando de ella, no desperdiciemos el
comentario que J. Jacobs hace en su nota al cuento “Fair, Brown and Trembling”
(Rubia, Castaña y Trémula), incluido en su recopilación Celtic Fairy Tales (cuentos de hadas celtas) de 1892; dice así:
“Fuente:
Curtin, Myths and Fairy Tales of Ireland
(mitos y cuentos de hadas de Irlanda), p. 78 y ss.
Paralelos. La segunda mitad muestra un parecido
con la segunda parte de “The Sea-maiden” (la sirena) (N° xvii), véase. La
porción primitiva es una versión del cuento de Cenicienta (ver sobre esto, el
último artículo de Ralston en Nineteenth
Century, Nov. 1879, y el tratamiento de Lang en su Perrault). Roalie Cox
está por publicar para la Folk-Lore Society todo un
volumen de variantes del grupo de historia de Cenicienta, la cual está notablemente
bien representada en estas islas, cerca de una docena de versiones conocidas en
Inglaterra, Irlanda y Escocia.”
[Joseph
Jacobs (comp. y edit.), Celtic Fairy
Tales, 1892, ‘Notes and References’ (notas y referencias) – trad. de la
cita, mía]
¿Hay,
pues, alguna duda sobre el parentesco misterioso de lo que las “literaturas
célticas” de las Islas Británicas y lo que, mucho después, el género apodado
“maravilloso” nos ofrendaron sin discordia alguna, sin lucubraciones
filológicas ni presunciones hermenéuticas?... Empero, agradezcamos - y hagamos
luego silencio - el denuedo exigido, el estudio callado y la intuición verbal
de Kenneth H. Jackson que hicieron posible su riquísima compilación, hasta
entonces sin precedentes.
[vi] ¿Puede uno concebir algo más afín a la
fantasía contemporánea? ¿Qué distancia a este misterioso destello medieval de
una multitud de productos artísticos del siglo pasado y del incipiente actual?
El cine (que casi todo pretendió engullírselo), la literatura (que se cree
innovadora), las artes plásticas de nuestra época (tan proclives a abroquelarse
en subversiones pasicoanalíticas o cuánticas) nada tenían que sonsacarle al
futuro: bastaba con viajar, sin preconceptos, al pestilente siglo XIV para
hallar inspiración de la más original y temeraria. No se trata de espectros o
de fantasmas de un lado, y de hombres de carne y hueso del otro: todos ellos
vibran en el seno de la misma Naturaleza, ajenos a la inminencia de algún
umbral interdimensional que separa dos mundos adláteres, contiguos, que se
interpenetran en el sueño cósmico. ¿Hay algo que “comprender”? ¿Hay que
interpretar, acaso, algo?... Sospecho que dos "espías" surrealistas como Salvador
Dalí o René Magritte habrían celebrado esta visión de perplejas vecindades, tan
incompatibles para la mente concreta que exige seguridades, tan fascinante y
transfiguradora para quien entiende la vida como una incesante anomalía, como
una dócil entrega constante al la creatividad del Universo divinizado.
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