[La Bretaña armoricana a vuelo de pájaro]
“La Isla
de Bretaña[i],
que había escapado provisoriamente a la romanización, fue, pese a la
resistencia heroica de ciertos bretones, de entre ellos el célebre Caratacos,
presa de los romanos en 51 d. C. Diez años más tarde, tras la aborrecible
masacre de los druidas de la Isla
de Món (Anglerey), la totalidad de Bretagne [Bretaña]
se sublevó, bajo el mando de Bodicea, reina de Ioeni, pero no huno de eso más que pérdidas. En 83 los romanos habían alcanzado las regiones de la Clyde y de Forth donde el
emperador Antonio hizo construir el famoso muro que lleva su nombre, a fin de
proteger la nueva provincia contra los pictos del nordeste de Escocia y
los últimos bretones independientes de la costa noroeste.
Mientras tanto, a diferencia de la Galia , Bretaña no fue jamás
verdaderamente romanizada. Los bretones conservaron su lengua y su cultura, las
que perduran aun hoy en el País de Gales y
que no han dejado nunca de existir [it. del autor].
Pero si los bretones salieron muy airosos de la
ocupación, por lo demás demasiado esporádica, de los romanos, no sucedió lo
mismo en que lo respecta a las invasiones germánicas de los anglos, los jutos y
los sajones. Del siglo III al VI, bajo la presión anglo-sajona, y dado que eran
incapaces de reprimir sus querellas intestinas, los bretones debieron retroceder
hacia el oeste de la Isla ,
y ello a pesar de los períodos de resistencia invicta como la atribuida a
través de la leyenda del rey Arturo. Tres cuartos de la Isla de Bretaña se volvió
sajona y los bretones que no lograron del todo quedarse en el País de Gales, y
en Cornwall [Cornualles] tuvieron que
atravesar el mar y establecerse en la Armórica gala que dio en tomar así el nombre de
Bretaña. Cornwall cayó muy pronto en la órbita sajona. Sólo el País de Gales
pudo mantener su unidad y su etnia, pero perdió, a su vez, su independencia a
finales del siglo XIII, cuando, en 1282, el rey de Inglaterra Eduardo I reservó
el título de Príncipe de Gales para su hijo heredero[ii].
[…]
En lo que hace a la Bretaña armoricana, llegó a mantener hasta el
siglo XV el único estado céltico aún independiente. Después de la instalación
de los bretones insulares y de la fundación de plous (en bretón, villas) y de condados que substituyeron a los pagi galo-romanos, la
Armórica ensayó, con cierta dificultad, preservar a la vez su
unidad y su integridad ante dos vecinos llenos de codicia, los francos y los
sajones. En efecto, durante diez siglos la historia de la Bretaña armoricana será un
perpetuo juego de equilibrio entre la influencia inglesa y la influencia
francesa. En 845, en Ballon, el rey bretón Nominoë derrotó a las tropas de
Carlos el Calvo, frenando las pretensiones carolingenses. En 867, su sucesor
Salaün hizo reconocer para sí por Charles le Chauve [Carlos el Calvo], no solamente su título de rey sino también la
anexión, por los bretones, del Cotentin y de las islas anglo-normandas. Sin
embargo, las invasiones normandas fueron fatales para Bretaña, que vio
empobrecerse su suelo y vaciarse su territorio de todas sus elites. La
influencia francesa comenzó a manifestarse en las nuevas clases dirigentes, a
tal punto que la lengua bretona no fue más la lengua de los aldeanos de las
regiones más occidentales. En el siglo XII, es la dinastía anglo-angevina de
los Plantagenêt (de lengua francesa) la que condujo a Bretaña a volverse un
simple ducado. Posteriormente, en el siglo XIII, lo fue una dinastía de
Capetos, la de Dreux, la que, por otra parte, fue harto anti-francesa. A
comienzos de la Guerra
de los Cien Años, dos partisanos se enfrentaron por la sucesión del duque Jean
III [Juan III], muerto sin heredero
directo: Charles de Blois [Carlos de
Blois] , sostenido por el rey de Francia, y Jean de Montfort, sostenido por
el rey de Inglaterra. Es Jean IV de Montfort quien lo arrebató, en la batalla
de Auray en 1364, donde el jefe del bando Du Gueselin, mercenario a sueldo de
Blois, sufrió el más notable revés de su carrera[iii].
Se conoce el final: ciento veinticuatro años más tarde,
la armada bretona de FranÇois II [Francisco
II] fue derrotada el 28 de julio de
1488 en Saint-Aubin-du-Cormier, abriendo así todas las puertas a la monarquía
francesa. Anne de Bretagne [Ana de
Bretaña], única y última heredera del ducado, debió casarse a la fuerza con
Charles VIII, después con Louis XII [Luis
XII]. La corona ducal pasó a su hija Claude [Claudia] que se esposó con
Francois I, luego al delfín Henri [Enrique].
Pero era a título puramente personal [it.
del autor]. Ésa es la causa de que, en 1532, después de una votación del
parlamento de Bretaña reunido en Vannes y sometido a todas las presiones, el
rey de Francia firmara, el 13 de agosto, un tratado que consagró la unión de Bretaña y de Francia, bajo ciertas condiciones claramente
determinadas [it. del autor], y siendo considerados los dos países como
soberanos[iv].”
◘◘◘◘◘◘
[La leyenda armoricana de la ciudad “engullida”]
“’En el comienzo los Elohim flotaban sobre las aguas.’
Esta sentencia del Génesis; cualquiera
sea la interpretación que se pueda dar a la palabra plural Elohim, y cualesquiera hayan sido las inversiones, interpolaciones
y supresiones sufridas por el texto bíblico primitivo, es, sin duda, la clave
de todas las explicaciones concernientes al origen del mundo y de la vida. El Kalevala finés, esa epopeya arcaica
transmitida después de siglos por vía oral, y quizá menos mutilada, narra cómo la Virgen del Aire desciende
del cielo sobre el mar[v]
inmenso y espumoso: ‘Entonces el viento que soplaba sobre ella, y el mar, suscitaron
la vida en ella.’ Es así cómo ella se vuelve Ilmatar, la Madre de las Aguas, y cómo hace nacer, tras siete siglos durante los cuales ella nada en el océano,
al primer ser terrestre, el bardo Väinämöinen. Aquello hace pensar en el
nacimiento de Afrodita, surgida de la espuma de las olas, o incluso en el
nombre del hada Morgana (Muirgen) que significa verosímilmente ‘nacida del mar’.[vi]
[…]
Es, por consiguiente, una cuestión de un dios – o de
un espíritu – que fecunda al mar. El mar se considera, por lo tanto, como la Madre Primordial , sea bajo su
aspecto acuático, sea bajo su aspecto metafórico de Virgen de las Aguas, de
Sirena o de Ser invisible residente en el fondo de las aguas. Sin embargo,
pensándolo bien, uno tiene derecho a preguntarse si el rol del dios o del
espíritu es realmente indispensable. Científicamente, el rol de los rayos
cósmicos habría ejercido un efecto catalizador. El Kalevala dice que la
Madre de las Aguas fue fecundada por el viento, lo que
concuerda con la antiguas creencias de la humanidad, en la época en que el varón
no tenía aún la certitud de su propio papel en la fecundación, y cuando se lo
imaginaba, con cierto terror, sin otra intervención que la – muy vaga – de un
espíritu o de un dios.
[…]
Pues es justamente de paraíso perdido de lo que se
trata. Todos los antiguos mitos del Edén, de la Edad de Oro, de la Edad Anterior , convergen hacia el
mar profundo, así como sus substitutos más recientes, la caverna y el golfo. El
psicoanálisis ha mostrado cuántas de estas representaciones de mares, de
cavernas, de golfos, de bosques oscuros, están asociados al concepto arcaico de
la Mujer , a la
vez la madre y la amante. La imaginación humana ha trabajado tan intensamente
en torno a este tema que vuelve a encontrárselo en todas partes bajo los
aspectos más diversos, y eso prueba que hace desaparecer las preocupaciones
esenciales del género humano.
Yo dije ya que el Mito de la ciudad Engullida
representaba, entre los celtas, el mito fundamental del origen[vii].
Y este mito toma cuerpo en una leyenda que todo el mundo conocía más o menos
bien, la leyenda de la Ciudad
de Ys, esparcida por toda la
Bretaña armoricana, y de la cual encontramos variantes
significativas en los otros territorios de tradición céltica, en especial en
Irlanda y en País de Gales. Es pues a partir de esta leyenda, y de sus dos
variantes principales, que podemos esbozar un análisis en profundidad del mito
de la mujer engullida.
Leyenda de Ker-Ys [De la Bretaña
armoricana]: El rey de Cornouaille, Gradlon, hizo construir para su hija Dahud
(o Ahès) na magnífica ciudad, Ker-Ys (= la Ciudad de Allá-Abajo[viii]),
protegida del mar por un dique y esclusas de las que él guarda celosamente la
llave.
Los habitantes de la ciudad de libertinaje de la cual
participa la hija del rey, rebelde al cristianismo y un poco ninfómana, tanto
es así que la ciudad ’fue en aquella época, por los pecados de sus habitantes,
sumergida por las aguas que saliendo de este mar rebasaron sus límites, sumergimiento
del que el rey Gradlon, que estaba entonces en la ciudad, escapó
milagrosamente, es decir, por los méritos de San Gwennolé’ (Pierre Le Baud, Chronique, 1638, p. 45-46). San
Gwennolé, fundador de la abadía de Landevennec, advirtió al rey Gradlon del
castigo que se prepara. Pero su hija, que le hurtó la llave de las esclusas
para enviársela a un amante, se precipita hacia él y salta sobre el caballo. El
caballo se viene abajo. Así ‘la princesa Dahud, hija impudica del buen rey…
estuvo a punto de causar la muerte del rey en un paraje que conserva el nombre
de Toul-Dahud [= Pouldavid] o Toul-Alc’huez, es decir, Pertuis de Dahud [fosa / agujero de Dahud] o Pertuis de la Chef [fosa / agujero de la llave], por lo que la historia asegura que
ella había arrebatado a su padre la llave que él llevaba colgando de su cuello,
como símbolo de la realeza’ (Albert Le Grand, Vie des Saints de Bretagne Armorique, 1636, p. 63). Pero San
Gwennolé toca a Dahud con su báculo y aquélla desaparece bajo las aguas. Los
pescadores, desde entonces, se encuentran de cuando en cuando con la hija del
rey que vive bajo las aguas y nada en medio de los grandes peces, y con mar
calmo, ellos avizoran también la ciudad de Ys, sus murallas, sus palacios y sus
iglesias, oyen ellos sonar tristemente sus campanas. Incluso, de vez en cuando,
la ciudad se abre a los humanos, y si alguno puede comprar algo a un habitante
de la ciudad de Ys, ésta resucitaría. Sin embargo, ‘cuando el día del restablecimiento[ix]
llegue para Ker-Ys, el primero que perciba el capitel de la iglesia o que oiga
el son de las campanas se convertirá en rey de la ciudad y de todo su
territorio’ (A. Le Bras, Legénde de la Mort en Basse-Bretagne,
II, 41).
[…]
Tenemos ahí amplia materia para la reflexión. En estas
tres versiones de la misma leyenda[x],
un elemento lo domina todo: el rol de la Mujer , de algún modo guardiana del agua, y
responsable, por sus propias faltas, de la inundación que se despliega sobre la
ciudad y sobre el país. La versión de la ciudad de Ys es evidentemente bien
cristiana, pero es fácil ver en ella las huellas de la lucha que oponía, al
final del siglo V, época supuesta del sumergimiento de Ys, el cristianismo al
paganismo. En efecto, Dahud-Ahès rechaza el cristianismo que adoptó su padre
Gradlon. Ella es por eso pecadora, ‘impúdica’ arrojada al abismo del Infierno,
mientras que Gradlon es salvado por la intervención de San Gwennolé, símbolo
del nuevo orden religioso. Pero las tradiciones paganas gozan de una larga
vida: la ciudad de Ys vive todavía en el fondo de las aguas, igualmente
Dahud-Ahès. Y un día, la villa de Ys así como Dahud-Ahès resucitarán, como los
antiguos dioses del paganismo ocultados por el cristianismo, esto es, en pocas
palabras, las estructuras mentales célticas eclipsadas y asfixiadas por las
nuevas doctrinas. En ese sentido, la leyenda es de por sí significativa.
Pero, ¿quién es, entonces, Dahud-Ahès? El problema
amerita ser expuesto ya que es el personaje principal de drama. No es difícil
otorgar un sentido al nombre de Dahud:
éste proviene, en efecto, de un antiguo *dago-soitis, lo que significa ‘la buena
hechicera’. La etimología está en perfecta correspondencia con el carácter
pagano del personaje que la leyenda nos muestra en oposición feroz al
cristianismo. Por otra parte, ella es verdaderamente hechicera, ella posee
poderes mágicos, y se dice que a menudo, en las tradiciones populares, los
poderes mágicos son la transformación degenerativa – o la reminiscencia – de
poderes divinos o de poderes atribuidos a las divinidades. Dahud sería, por lo
tanto, una antigua diosa bretona a la que se rendía culto en la región de la Punta de Raz y cuya memoria sería perpetuada bajo el aspecto de la ‘buena
hechicera’.
Lo que parece inexplicable es la confusión de Dahud y
Ahès. Si se analiza el texto de Alberto Magno, se puede, no obstante, emitir
una hipótesis: en efecto, el paraje donde la hija del rey se la hizo precipitarse al abismo
de las olas se llama Toul-Alc’huez,
es decir, ‘Fosa de la Llave ’.
Se trata claramente de la llave que Dahud había hurtado a su padre, llave que
abría las esclusas de la ciudad, según ciertas versiones de la leyenda, y que
es ni más ni menos que el símbolo de la realeza. Por lo tanto hay una analogía
de pronunciación entre Alc’huez y Ahès [xi],
y la identificación debió ser facilitada por el hecho de que numerosas vías
romanas surcan Cornouaille y más particularmente la supuesta región de la Ciudad de Ys: y harto
frecuentemente, esas vías romanas se denominan ‘Caminos de Ahès’[xii].
Pues existe, en la tradición popular armoricana, un
personaje asaz misterioso, Ahès u Ohès, del que se quiso hacer el epónimo
de la villa de Carhaix (Ker-Ahès), y que de todas formas está ligado a la
geografía vial de la península. No hace falta decir que la explicación de
Carhaix por Ker-Ahès, ‘villa de
Ahès’, es muy atractiva, pero a pesar del hecho de que esa etimología parece
muy antigua y muy arraigada en la tradición popular, es muy sospechosa… Así, el
nombre de este personaje misterioso no sería otra cosa que el nombre del
camino, devenido incomprensible para una población que no hablaba más el latín
ni el romance como consecuencia de la britonización, y cristalizó de alguna manera
bajo el aspecto de un personaje mítico. Eso no impide, por otra parte, en modo
alguno a ese nombre encubrir una identidad más antigua, que bien puede ser la
misma divinidad que Dahud.
Existe un canto popular recogido en el siglo XIX por
el colector Kerambrun y que se encuentra en la famosa colección Penguern de la Biblioteca Nacional
de París… Ese canto trata sobre la
Groac ’h Ahès, esto es, ‘la vieja (o
hechicera) Ahès’…
Cualquiera sea la sospecha que tengamos a propósito de
Kerambrun, que fue por lo demás un tanto imaginativo al recolectar los cantos
populares, no hay razón para dudar de la autenticidad de aquéllos. Es
perfectamente comprensible y se refiere al siglo XVIII, época en la cual se construyeron
gran cantidad de rutas en Bretaña: es una protesta contra el trabajo esclavo y
los impuestos nuevos que provocaba la apertura de esas rutas. Pero lo que
resulta interesante es que se haya pensado en desprender del mito de Ahès,
presente como un avieja mujer devoradora, una hechicera cruel y sin piedad
hacia la pobre gente, con la excusa de las rutas.
Ahora bien, hallamos mención de un personaje llamado
Ohès u Oès, en relación con la vía romana que va de Condate (Rennes) a la
Aber Wrac ’h o a la base de Douarnenez, por
Merdrignac y Cahaix, en una curiosa canción de gesta del siglo XIII, La
Chanson d’Aquin. Esa obra poco conocida y que supone, según
ciertos nombres, un modelo escrito en bretón-armoricano, relata una guerra de
Carlomagno en Armórica contra el ‘sarraceno’ Aquin, personificación del
paganismo druídico. Carlomagno es ayudado por un cierto número de jefes
bretones, de los cuales Hoël de Carhaix le relata, en un momento dado, la
construcción de un ‘camino empedrado’ [‘chamin
ferré’], es decir, una vía romana. Es la mujer de un cierto Oès ‘que fue
muy sabia y de gran belleza’ quien decide construir ‘un gran camino empedrado
por donde ir a París la ciudad, pues el país estaba sembrado de bosque…’ Hay
que destacar que esa mujer es la hija de Corsolt, ‘que pasaba ya en mucho los
trescientos años’. Y Corsolt, héroe ‘sarraceno’ de la canción de gesta del Couronnement de Louis, en la que él se
hace dar muerte por Guillermo de Orange, es un gigante, epónimo de la tribu
gala de los Curiosolites establecida entre la Rance y la Rivière de Morlaix y cuya capital era Corseul,
cerca de Dinan, el Fanum Martis (= templo de Marte, que vive verbalmente en la actual Famars) de la
Tabla de Peutinger. En cuanto al país boscoso, no es otra
cosa que ese inmenso bosque que cubría todo el centro de la península
armoricana y que se transformará en la famosa Brocéliande.
Sin embargo, Oès es un hombre. Él es asimismo nombrado
‘Oès el Viejo Barbudo’. ¿Qué relación puede él tener con la desconcertante Ahès
de la leyenda de Ys? Su mujer, probablemente, y como efecto de una confusión,
es el nombre del hombre que fue pasado a la mujer.
[…]
Puesto que el Infierno, en el sentido etimológico, es todo lo que está abajo.
Consecuentemente, la villa de Ys engullida es necesariamente el Infierno. Y la
mujer que gobierna esa ciudad engullida, que osó levantarse contra la autoridad
del rey (tradúzcase ‘Dios’) y a quien el rey ha castigado engulléndola de ese
modo (véase la caída de Satanás hacia el abismo de las tinieblas, en el
admirable poema de Victor Hugo), esa mujer no puede ser sino una mujer malvada,
una mujer impúdica, una Mala Lucina,
una diosa de las tinieblas comparable a Hécate que reina en las encrucijadas
durante la noche, y digámosle, por qué no, la mujer del diablo, es decir
Lilith. Y en consecuencia, ¿no es acaso la imagen de la Diosa de las antiguas
creencias, las de antes de la instauración de las sociedades patriarcales, esa Magna Mater cuyo recuerdo acecha casi en todas partes, y
que se muestra apenas tímidamente, a veces incluso bajo los rasgos de una
Virgen Negra, por otro nombre la Virgen
María ?
Porque la
Mujer divina no está siempre engullida bajo las aguas. Las
leyendas célticas abundan en historias que tratan sobre princesas enfermas en
los castillos, en las cuevas, en las islas. Algunas de entre ellas son
particularmente muy conocidas, otras lo son menos. En general ellas no fueron
comprendidas más que como cuentos de hadas, relatos de aventuras, de hazañas y
de misterio. Ellas son, empero, todas de sulfato al reflexionar lo suficiente sobre ello, y siempre en relación con la leyenda de la Ciudad de Ys y de sus
variantes, importa ahora estudiar algunas.”
Extraído de Jean Markale, La femme celte (la mujer
celta), Paris, Payot, 1973. Textos correspondientes a: Premiére Partie: La femme dans les sociétés celtiques (Parte
I: la mujer en las sociedades célticas), I. Le
contexte historique (el contexto histórico), p. 37-40; Deuxiéme Partie: Exploration du Mythe (Parte II:
exploración del mito), I. La Princesse Engloutie (la princesa engullida), p. 62-69.
Traducción del francés de estos pasajes y de las notas del autor, además de las
notas al texto añadidas al pie, y sólo para su lectura en este blog digital: G. Aritto / 2015.
[ii] Para la historia
detallada de la Bretaña insular, ver J. Markale, Les Celtes (los celtas), p. 227-283. (N
del A)
[iii] Sobre la historia “oficial” y trucada
de la Bretaña
armoricana, tal como se la enseña en los manuales franceses, y también sobre el
ambiguo personaje de Du Gueselin, ver J. Markale, Les Celtes, p. 311-340, y la notable obra de Morvar Lebesque, Comment peut-on étre Breton? (cómo se
puede ser bretón) (Le Senil, 1970). (N del A)
[iv] Dado que se tiene mucho cuidado de
hablar de eso, es necesario insistir, no por “separativismo”, sino por afán de
veracidad histórica. Es igualmente necesario citar las dos principales
cláusulas del edicto de septiembre de 1532, firmado por FranÇois I, y en el
cual aquél se compromete a mantener y a respetar los derechos, las libertades y
los privilegios de Bretaña: ningún impuesto nuevo en Bretaña sin la aceptación
del Parlamento de Bretaña; ningún beneficio eclesiástico en Bretaña a
no-bretones; no al servicio militar fuera de Bretaña…; no a la modificación en
la legislación, las instituciones, las costumbres, sin el consentimiento del
Estado de Bretaña. Este tratado no ha sido denunciado nunca: es siempre
perfectamente válido. Pero no ha sido aplicado jamás, ni por los reyes, ni por la República , ni por los
Bonaparte. (N del A)
[v] Uno se siente tentado aquí de reanimar
la forma femenina casi abolida en castellano, nuestro “la mar”, hoy confinada a un uso estrictamente poético y arcaizante,
creo, en todo el ámbito de variedades de la lengua “española”.
[vi] Estas visiones
del mito del Origen, así como las asociaciones que siguen hasta introducir la Legénde de Ker-Ys, fueron aspectos ya interpolados
en otra entrada de esta misma serie, dedicada a este mismo libro de J. Markale:
ver, en EN UN CLARO DEL BOSQUE CELTA (V),
el parágrafo in fine titulado “Simbología
femenina: el agua, el mar, la mujer “engullida”.
[vii] Ver J. Markale, Les Celtes, págs. 19-43. (N
del A)
[ix] En la cita que
Markale hace de Le Bras, se usan las expresiones “ressuciterait” y
“réssurrection”, compatibles, tratándose de la
ville (o alternativamente, la cité)
y no de la hija del rey, con el
concepto figurado de “restablecer” o “restaurar”, de “restablecimiento” o
restauración”.
[x] “Tres”, ya que
Markale ofrece, a continuación de la versión bretona, los abstracts de la que titula Legénde
de Maes Gayddneu (del País de Gales), y de Inondation du Lough Neagh (de Irlanda).
[xi] El [grupo]
C’H bretón se pronuncia como la CH
alemana, pero se vuelve H aspirada
en Vannetais y a veces en Cornouaille. (N del A)
[xii] Se elimina esta nota del autor, en la
que sigue detenidamente la ruta onomástica arraigada en el apelativo Ahès.
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