EN ALGÚN LUGAR Jean Markale enfatiza con fervor que los celtas sueñan su historia más de lo que la viven. Tal vez en esa sentencia hermosa
y temeraria anide, como un pájaro que se sabe a salvo del ojo humano, el último
Secreto. No sé si fue el único pueblo -o mosaico armonioso de pueblos- en
hacerlo; sí puedo confesar, sin hesitar, que, entre aquellos que me han legado
generosamente su cultura, es el único capaz de hacerme sentir lo mismo. Sólo
los chinos de la Antigüedad ,
espías entusiastas del Tao y amanuenses
de los astros que les susurraron el I
Ching, logran disuadirme de echar a perder, entregado al ilusorio y
aniquilador mercadeo de la historia, el impulso creativo que anima mi vida y la
del congénere humano, mineral, vegetal, animal o dévico con quien el azaroso
Destino desafíe mi espontaneidad y mi asombro, mi promesa de no regresar nunca
por el mismo camino…
En un
segundo, el perfume más evanescente puede hacernos caer en picada a las raíces
de nuestro ser, verticalizada toda nuestra vida por una sensación fugaz: hemos
sido conectados por un mero olor con otro lugar y otro tiempo. La suma que
hemos cambiado en el reconocimiento de este momento, esto es la espiral: el
sendero que hemos seguido para alcanzar el mismo punto en otro giro.
Todas
nuestras experiencias son como ese aroma arrobador: las situaciones ocurren
recurrentemente con una familiaridad casi tediosa hasta que hayamos logrado
dominarlas a la luz de la anterior curva del tiempo. Cuanto más hacemos esto,
más empinado el gradiente, que es la medida de nuestro crecimiento. La espiral
que recorremos alrededor de la vida es el medio que tenemos para compararnos a
nosotros con nosotros mismos… El tiempo mismo es cíclico, y mediante la espiral
de sus recurrentes estaciones revisamos el progreso y el crecimiento de nuestro
propio entendimiento.
Nuestra es
la casa espiral que construimos para mantenernos el torrente continuo de la
vida, desde influjo que de otro modo no sería comprobado hacia lo desconocido.
Dado que lo que es desconocido tiene poder sobre nosotros, resultaríamos, de lo
contrario, tan vulnerables como lo sería un caracol si su concha se alargara y
se volviera recta. La familiaridad con las experiencias de la vida se curva en
torno nuestro y nos protege, creando esas misteriosas vistas de montañas de
giros a medias ocultos que nos mantienen brillantes con la especulación y la
anticipación.
El declive
del camino recto es prohibitivo para la mayoría de nosotros. El místico llama a
esto el “atajo”, el Sendero de la Iluminación ; pero lo que alumbra el camino del
místico ciega al hombre común, no preparado para la luz del conocimiento pleno.
Para él, la verdad develada es muerte; en vez de eso, debe él realizar su
ascenso gradual, permitiéndose a sí mismo la reafirmación protectora de sus
suaves giros.
Jill Purce[i]
Llegar al encuentro del que es siempre un desconocido libres del hule
cerebral que inexorablemente distorsionará al otro, a lo que el otro perciba en
nosotros, a nosotros mismos, a la magia de esa coincidencia asaz inexplicable
en el magma del espacio-tiempo: ¿por qué nos será tan difícil, tan cercano a lo
imposible? Con abnegado aliento Jiddu Krishnamurti intentó propagar ese
evangelio, sin mayor éxito, durante sesenta y tantos años. Sin embargo, algo
hay de inefable en el “espíritu” celta que, a despecho de ese esfuerzo banal
que llamamos “argumentar”, parece querer contagiarnos –sin persuadirnos de
nada- su misteriosa frescura innata, su pasión por transformar cada hecho de la
vida en una vivencia sin precedentes, sin pautas, sin precintos dogmáticos. No
importa de qué se trate, ni cuáles fueron sus motivos, ni cuáles sus
consecuencias; sólo lo que encierra de imprevisible su suceso mismo será lo que transforme alguna zona aún incógnita de
nuestra consciencia minando su inercia digitada. A diferencia de la memoria de los antiguos chinos, la celta no sobrevive por acumulación sino que son sus aspectos invocados, los necesarios para conferir sentido al acontecer actual, lo que las conjunciones y disyunciones cósmicas reaniman al activarse un nuevo "eón" en el trayecto individual o colectivo. Puede ser el primer umbral de
un relato que fingirá consagrarse a las vicisitudes de una conquista pero, muy
en el fondo, sólo nos hablará de la naturaleza inasible y proteica del lenguaje
de las palabras:
“Fue un
Primero de Mayo que los Milesios llegaron a Irlanda. Vinieron con sus mujeres y
sus hijos y con todos sus tesoros. Eran muchos, y llegaron en barcos. Hay quien
dice que venían de una tierra más allá del azul más distante del cielo, y que
sus barcos dejaron una estela entre las estrellas, que aún puede verse en las
noches de invierno.”
“Inisfal”[ii]
Pronto, muy pronto, Ameirgín, el primer poeta de Irlanda, pedirá con su
voz interior al Universo que la isla desaparezca por un momento, y la isla
desaparecerá. Era la voz de un pájaro, de un mediador interdimensional.
O bien el incidente trágico que borre en el seno de las aguas del mar el
límite entre la vida y la muerte, confiados todos al bucle dorado de la Promesa :
“Cuando
nuestro barco chocó con la hundida nave
las
salvajes olas a raudales invaden
Lo mismo el
vivar que la puerta oeste, de popa a proa.
El capitán
dice: ‘Temo, mis muchachos,
que a la
pálida muerte escuche su llamada;
navegaremos
con ella y con el viento, con
la
esperanza de la tierra deseada’.”
[“When our
boat atruck the sunken wreck /
the wild waves did pour in
As from the
well or wate-gate, from her /
stern anto her stem.
The Captain
said: ‘I fear, my boys, /
pale death is close at hand;
We’ll sail
her in close by the wind, in
Todo nos alienta a re-cordar que un
Universo en constante autocreación y autodestrucción nos acoge y habita a un
tiempo, conforme a leyes cósmicas que aún desconocemos, pero cuyo dominio ha
sido, como esa Tierra de Promisión, anunciado a quienes supieron y saben
escudriñar humildemente las señales y prodigios. Dos aspectos particularmente
entrañables de esa conflagración incesante adentro mío hallo entre las
operaciones más sutiles de la magia céltica. Uno, la visión de que no hay Orden
sin Caos intrínseco. Otro, que todo proceso creador presupone la existencia y
la manifestación (interna, externa) del Vacío. Para quien fije sus ojos en las
estrellas, la Matrix
que se entretiene haciéndonos extraviar en los recodos de sus diversos
laberintos pierde eficacia y se desvanece ante el ritmo y el movimiento de cuya
empatía mutua resurge, una vez más, la espiral de fuego de nuestro Destino
creativo:
“… yo personalmente he recibido las más fuertes
y más afables impresiones. ¡La sensación de comunicarse a través del tiempo fue
particularmente fuerte y pareció darse de ida y vuelta! Uno podría recoger algo
de las actitudes de esta gente antigua y ellos también, al parecer, podrían
ganar algo del contacto a través del tiempo. De nuevo, nuestra usual concepción
del tiempo como un fenómeno lineal está puesta en duda.
Notas personales del incidente rezaban: ‘A
partir de mis impresiones psíquicas, eso pareció en gran medida un culto al Sol
y al Mar, y yo descubrí que el mantener un marco mental simpatético proporcionaba
una cierta cuantía de enseñanza. Una decoración común en los templos
prehistóricos es la espiral…
‘Aquí, evidentemente, estaba la significación
de la espiral, una revolución o un desenrollado, a partir de un punto central a
fin de impulsar la vida hacia delante. Y para retroceder a una consciencia de
los orígenes uno puede seguir la espiral en sentido reverso, taladrando un
agujero contemplativo hacia el origen mismo y el centro de las cosas.
‘Esta no es una experiencia modelo que se
preste fácilmente a la descripción verbal, pero aquellos que lo deseen pueden
hallar una cantidad sorprendente de revelaciones si se toman el trabajo de
contemplar la concha de un caracol real, estudiando los ejemplos modelo y
patrones de la naturaleza como lo hicieron nuestros remotos precursores.’
Este retroceder al punto inicial central de la
espiral contiene dentro, además, una verdad profunda que tiende a ser esquivada
por muchos expositores esotéricos modernos de Occidente. Esto es, que el camino
a las estrellas, como dijo el antiguo rey, se comienza mejor introduciéndose en
la Tierra. Cristo
mismo descendió al Hades antes de su resurrección y ascensión, y el camino que
el mostró se repite en el gran sistema cósmico de la Divina Commedia de Dante.
Se lo enfatiza en la alquimia rosacruz (visita el interior de la Tierra , al purificarte tú
descubres la piedra oculta)…”
[…]
“… La vida en general es cíclica, o de hecho
espiral, y cualquiera sea el punto en que un alma se halle sobre la espiral
determinará si una fase o muchas se experimentan o no en una sola vida. Así, se
puede observar a algunos individuos llevar vidas muy plácida, estables; otros
pueden atravesar un sinnúmero de diferentes experiencias de condiciones de vida
en el curso de una misma encarnación física, casi como si estuviesen repletando
una vida con muchas. Todo depende de su punto en la espiral.
El poeta Yeats se interesó muy mucho por esta
línea de investigación de lo que el denominó ‘giros’ [‘gyres’]. El giro de las
curvas de la espiral proporciona además paralelismos entre diferentes fases de
expresión de la vida, distanciadas en el tiempo cuando se lo considera como
lineal.
Estos principios generales son capaces de una
expansión infinita por ser el modelo subyacente sobre el cual se construye la
estructura de la vida personal. Del mismo modo, existe, en la práctica, una
complejidad considerable en el modo en que las relaciones polares tienen
lugar…”
Gareth
Knight[iv]
“Los monjes irlandeses, trabajando en sus rocosas islas, estaban completamente rodeados por el océano –su memento constante del flujo perpetuo y el movimiento en vórtice del cosmos. Esta así llamada ‘página ornamental’ del Libro de Durrow es una página para la meditación y la preparación para la verdad de los evangelios que siguen. Constituidos por una sola línea, como el plegarse y desplegarse del arabesco islámico, estos bucles celtas representan la creación y disolución continuas del mundo.”
Jill Purce[v]
Jill Purce[v]
Poemas y relatos de viajes y
aventuras presuntamente deudoras del mundo dejan oblicuamente expresada esa
concepción “inmanentista” de la energía espiritual y de lo divino. La tierna fragilidad última de sus héroes,
por mejor dotados que se lo presente, y la fortaleza natural de sus figuras
femeninas no hacen sino ahondar más y más la gracia y la dimensión típicamente
“humanas” de sus creaciones. Nunca pude sentir míos los dioses que aprecian o
desprecian a las estirpes del Mahabarata, a Odiseo o a Eneas; por
el contrario, las potestades y seres latentes en la luz (o la oscuridad) de
otros reinos que configuran el cosmos físico y psíquico de estas narraciones o
efluvios líricos, parecen haber estado ahí, en alguna región negada de mí
mismo, desde siempre. Evidentemente, el Dios-Padre (o, mejor, la Diosa-Madre ) de los
pueblos celtas, había hecho morada, junto a sus difuntos transfigurados, en el
templo generoso y violento, leal y corrompible, de su corazón.
“Venir a Roma: ¡vaya, tanta labor para tan poco
provecho! El Rey a Quien tú buscas aquí, a menos que Lo traigas contigo, no Lo
encontrarás.”
[Comino to Rome , much labour and
little profit! The King whom you seek here, unless you bring Him with you, you
will not find Him.”]
Podemos descansar en el seno
insondable y oscuro del Cosmos. La verdad –a la que el celta evolucionado
consagró sus facultades como hermana de la belleza y la compensación universal-
es luz, sólo la ofuscación de la luz da lugar a la oscuridad, a la fealdad de
lo vulgar y lo ignorante, a la deuda kármica que pesa sobre nuestros hombros. Ni el vértigo de lo Infinito ni la desazón ante el Vacío, que tanto rehuyeron, por ejemplo, los griegos, cuyos mitos les sirvieron sirvieron como antídoto, fueron desheredados de la metafísica, la vocación naturista y la imaginación del genio celta. Hasta en la cosmovisión de un exiliado de la polis como el gran iniciado Heráclito se reclama un logos que (heleno al fin) imponga alguna "medida" para el río indetenible de la realidad. En el bosque de los druidas, nada se pierde, nada nos excluye de su propia esencia; todo nos devuelve continuamente a nuestro Origen común e inagotable, todo se equilibra:
“El árbol que arde sin consumirse no es la
única visión que deslumbra al errante Peredur. El río en cuya orilla se yergue
divide el valle en dos praderas y lo que él ve allí, en mi opinión, capta la
esencia del druidismo mejor que ninguna otra cosa. En una de las praderas
pastan unas ovejas negras; en la otra, pastan ovejas blancas. Cada vez que bala
una oveja negra, una de las blancas cruza el río hasta la otra pradera, al
tiempo que se vuelve negra. Cuando bala una oveja blanca, sucede lo contrario.
En el relato irlandés The Voyage of Mael
Duin [el viaje de Mael Duin] , el héroe y sus compañeros de viaje tienen
una experiencia similar que, en su caso, ocurre en una de las maravillosas
islas descubiertas en sus viajes.
No hace falta ser muy sutil para reconocer que
lo que aquí se representa es la noción del Equilibrio Cósmico entre los dos
mundos. César menciona que a los druidas se les empleaba para ofrecer
sacrificios en bien de los individuos que estuvieran gravemente enfermos o a
punto de enfrentar algún peligro. Resulta instructivo que en la versión de
Peredur las ovejas deban cruzar un río, frecuentemente la frontera entre dos
mundos. El Equilibrio Cósmico debe restablecerse cada vez que es perturbado, un
proceso que se complica por el hecho de no ser estático, sino dinámico, tal
como demuestra el modo en que las ovejas negras y blancas se intercambian
constantemente. Desde cierto punto de vista, podría considerarse esto como el
flujo entre el ‘yin’ y el ‘yang’ del taoísmo chino al que, en determinados
aspectos, se asemeja el druidismo. Pero esto es algo que, desde luego, está
implícito en todas las religiones. Allí donde se ceba la calamidad, los líderes
religiosos rápidamente ven en ella un justo castigo divino por algún pecado
colectivo que ha alterado el Equilibrio Cósmico.
Tal como señala Jean Marx, aun hay otra
consideración que hacer en cuanto a las ovejas blancas y negras: su número
total es inalterable. Es ‘como si existiera una especie de capital limitado de
almas y espíritus que circularan entre los dos mundos’, dice.
La imagen chamánica del Más Allá –espejo de
nuestro mundo- ilustra este principio de equilibrio. Los dos mundos son
simétricos.”
Ward
Rutherford[vii]
Vacío y plenitud son los dos
aspectos esenciales de esa Matriz creativa que conocemos como Grial, da lo
mismo que se lo conciba como el Caldero de la Inspiración céltico o
la sagrada Vasija pagano-cristiana). Plenitud y Silencio, el otro nombre que
cifra la anhelada disolución de la consciencia en la Consciencia Cósmica.
Sin su subyacencia a todas las cosas, a todos los hechos, nada podría ser
creado (es decir, co-creado):
“Silencio absoluto – le susurra un ser de Luz al gran José Trigueirinho -. Ningún movimiento en el espacio cósmico.
Una pequeña centella se enciende. Es el
despertar. De esa centella, que permanece encendida, emerge un vórtice de luz que
en movimiento giratorio va penetrando el espacio cósmico. Es el inicio de una
nueva creación.
La noche, símbolo de la receptividad, del misterio, permite al hombre contemplar las estrellas y sumergirse en busca del propio origen. La noche está permanentemente presente. En realidad, ella acoge la luz de la alborada, mas no se deshace; por el contrario, permanece como sustrato invisible para que el día pueda manifestarse; la noche es la urdidura que, de día, recibe la trama de la luz.”[viii]
Sólo si las palabras son también
las cosas, o sea, sólo si se es un mago iniciado por la Jerarquía , instruido en
el temor de las leyes superiores, puede serse, también, un poeta, un creador de
Destino. ¿Hay en la ruidosa Biblioteca de la Modernidad algo tan
espeluznante y, a la vez, sublime, como lo que el poema El Viaje de Bran nos cuenta del retorno del héroe a su lugar en
Irlanda? No le bastaron sus hazañas entre las “salvajes olas” del mar, ni haber
conocido el hidromiel de la Isla
de la Alegría
ni la Isla de
las Mujeres. “Pero – comenta J. Marx- uno de los compañeros de Bran languidece
por la tierra de los hombres, y lo impulsa a retornar. Por fin desembarcan en
Irlanda, y cuando él anuncia que Bran, hijo de Fecal, le responden que ese
personaje murió ya, pero que el relato de su partida se ha transmitido a través
del tiempo”[ix]… Vacío y plenitud, ruido
y Silencio. Como el que tiene que vivir Oisín, otro héroe, el bellísimo relato
que trabaja sus días (y sus noches) abandonado a la lírica voz de su emotiva primera
persona. También lo dejó “todo” por un Paraíso que le ofreció el amor de una
mujer y la eterna juventud a cambio de no volver a pisar con sus talones su
propia tierra. “Todo” lo tuvo, pero, sin embargo, no logró resistir el llamado
del pueblo que lo había visto nacer y crecer junto a su padre. Y entonces,
volvió. Nada era igual –por supuesto; a nadie reconoció ni lo reconoció nadie,
pero quiso, igual, ayudar a unos paisanos que no había visto nunca:
“Apenas se
hubo sentido libre, el corcel blanco se estremeció y relinchó. Luego, partiendo
con la velocidad de una nube en marzo, me dejó allí de pie, desamparado y
afligido. Instantáneamente, un lamentable cambio se produjo en mí: mi vista
comenzó a empañarse, la rubicunda belleza de mi rostro desapareció, perdí todas
mis fuerzas y me desplomé en tierra, convertido en un viejo arrugado, ciego,
marchito y débil.
Jamás volví
a ver al corcel blanco. Jamás recuperé mi vista, mi juventud, mis fuerzas; y he
seguido viviendo acongojado siempre por la pérdida de mi gentil esposa Niam la
de los Cabellos de Oro, y recordando siempre a mi padre Finn y a los
desaparecidos camaradas de mi juventud.”[x]
Porque, sí, cuesta eso de
despedirse. Acaso nos cueste incluso más el hoy tan trillado “desapego” del
mundo y esta vida de ilusiones que el olvidarnos de nosotros mismos. Siento que
esa hermosa trama de ritmos, cadencias y timbres, de vibraciones mentales y
significados nuevos para mí, ya no me abandonarán jamás. Más que cualquier otra
literatura occidental, el legado verbal (y necesariamente musical) de los
celtas vive y muere (ya sé que son dos nombres para lo mismo) al unísono con la
espiral que, frágil e a los tumbos como un niño, va trazando mi ardua
trayectoria de esta experiencia en la tierra. Adentrarme en su magia es
conocerme un poco mejor, amarme y amar un poco más, celebrar el camino sin
comienzo ni fin, los pasas dados y lo no dados aún, sanarme de mí mismo, saberme
más libre, eximido del tiempo planetario, eterno igual que cada ser que me ha
servido de maestro.
Vuelven ahora a mí los versos de T.
S. Eliot que sirvieron de acápite al libro que se me permitió escribir como
amanuense de este universo con el título LA ESPIRAL DE
FUEGO. Siete palimpsestos del Caos; pertenecen a Little Gidding, el último de sus Four Quartets. Ya fueron
evocados cierta vez en este blog,
pero siento que vuelven hoy a reclamar un lugar, y así, con gozosa emoción, los
dejo de nuevo para que sean ellos la última palabra:
“We shall
not cease from exploration,
And the end
of all our exploring
Will be to
arrive where we started,
And know
the place for the first time.”
[No dejaremos de explorar,
Y el fin de toda nuestra exploración
Será volver a donde comenzamos
Y conocer el lugar por primera vez.]
♦♦♦♦♦♦♦♦
Gustavo
Aritto
Gran
Buenos Aires / Sur
[i] THE MYSTICAL SPIRAL. Journey of the Soul (la espiral mística – viaje del alma), Thames and Hudson ,
London , 1974,
p. 7. (Trad. del
fragmento: G. A.)
[ii] En Cuentos
Maravillosos de la Irlanda Céltica
(recopilación y versión inglesa de Ella Young bajo el título original de Celtic
Wonder Tales, Dublín, 1910), Columba, Santiago, Chile, 1988. Traducción
castellana: Mónica Cumar y Juan Zegers.
[iii] J.
N. Healy, Irish Ballads and Songs of the Sea, Mercier (Cork ), 1971. Versión castellana de R. Sainero, en Leyendas celtas, Leyendas sobrenaturales del mar: “El
soldado muerto”, Madrid, Akal, 1989.
[iv] THE SECRET TRADITION IN ARTHURIAN LEGEND. The Magical and Mystical Power Sources
Within the Mysteries of Britain (la Tradición Secreta
en la leyenda artúrica – las fuentes de poder místico y mágico dentro de los
Misterios de Gran Bretaña), Part II / 15. Merlin and Nimuë, y Part III / 18. Sexuality
in Magic and Psychism
(Parte I / 15. Merlín y Nimuë, y Parte III / 18. la sexualidad en la magia y el
psiquismo); The Aquarian Press, Irthlingborough, Northhamptonshire, 1983.
(Trad. del fragmento: G. A.)
[vi] En Keneth Hurlstone Jackson (ed. /
trad), A Celtic Miscellany (una miscelánea céltica), § Epigram (el epigrama); Penguin Classics,
Aylesbury, 1971. (Trad.: G. A.).
[vii] El misterio de los druidas,
Barcelona, Ed. Martínez Roca, 1994, p. 94-95. Trad.: Patricia Shelly.
[viii] J. Trigueirinho, La Creación (En
los caminos de la energía), Parte II. La creación en el Universo: “Los procesos de creación”, p. 104;
Buenos Aires, Kier, 1994; trad.: Diana Zermoglio.
[x] “Oisín de Tirnanoge”, en Cuentos
populares y leyendas de Irlanda, Buenos Aires, Espasa-Calpe / Austral, 1947 (sobre la
reelaboración hecha por Patric Weston Joyce, Old Celtic Romances,
London, 1879 / Dublin, 1961).
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