Me perdía entre matas de cristal.
Pétalos y rocío alucinado.
En aquel prisma lleno de grillos y temblores,
yo era todos mis rostros posibles y ninguno:
ahí estaban, incógnitos,
burlándose de mí,
de mis atajos y mis prisas inútiles,
y de la Rueda harta de dar vueltas,
y esas tres viejas frígidas,
sin hilo ya ni pulso 10
ni filo en sus tijeras…
Me extraviaba con nadie.
Nos perdíamos
por un sendero hacia ninguna parte
que desaparecía atrás a nuestro paso.
Huellas dejadas lejos,
en las arenas negras del futuro,
salieron a mi encuentro.
No recordaba haber estado allá…
Puede que todo siempre
haya pasado , entonces, 20
me oí decirme.
Y que el tiempo se
curve de nuevo en su nautilo,
y aquel eco quebrado
que regresa
acaso seas vos,
confiando en que te espero;
acaso yo, creyendo
haber partido ido ido
Pero, ¿cómo acallar la
oscuridad
y salvar las
luciérnagas?
¿Cómo abrazar la llama
que se extingue ingue ing
en las flores
silvestres
y volvernos su aroma y
su fantasma? 30
Por si, otra vez, la noche me niega las estrellas,
yo le devuelvo al
viento las palabras,
las voces y el
espanto.
Una aguja de hielo
penetra por mis huesos.
Mis párpados aprietan
un insomnio de atroces
golondrinas
y el puñal de un
relámpago:
ser la fosa imantada
donde se arroje el
mundo tristemente,
el oro de la luna, 40
la sombra en el
eclipse,
el agua que desgaste
la memoria de piedra,
y estallar en
silencio,
brotar (sin hacer
ruido) de la muerte…
El ocaso apagaba sus últimos rescoldos
a orillas del vacío.
Repliegues invisibles.
Órbitas de zumbidos y aguijones.
Remolinos de humo. 50
Polvo de mariposas
que tatuaban furiosos
los espectros soltados por mi puño.
La encía de los cirros
nos anudaba en una misma herida.
Desde el fondo del tímpano
de un sueño que entreabría apenas sus portales,
emergía el rezongo
oxidado y banal de una veleta.
Cerca, muy cerca, 60
una ronda de niños
desafinaba adrede una canción,
y el monstruo azul mutaba, mutaba en la fogata…
Y desaparecíamos.
El sendero extraviándose en nosotros
para olvidar el rumbo
nuestras
pisadas mías
hacia ningún lugar
mi balbuceo tuyo
todo
lo que 70
la soledad
desnuda
todo lo que quedab
mordazas
y ceniza
todo lo que quedaba de la nada
GUSTAVO ARITTO
Otoño / 2017
©2017 (texto
registrado)
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