“Es a la tradición antigua a lo que
debemos volver en pos del origen de las fuerzas que penetraron la puesta en
marcha de la Mesa Redonda ,
pues ésta posee su prototipo en los cielos nocturnos. Se la describe bien,
literalmente, como la sabiduría ‘estrellada’. La inclinación de la Tierra y el plano de su
órbita alrededor del Sol, y la posición del propio Sol en el espacio galáctico,
brindan ciertas imágenes que calan muy hondo en el alma del hombre.
En apariencia, tenemos un ancho cinturón
de constelaciones que circundan la
Tierra , los signos del zodíaco. Éstas son como el ecuador de
una esfera celeste que comprende la Tierra.
Entre este borde del zodíaco y el punto polar central, la Estrella Polar , en torno a la
cual parecen girar, existen otras diversas constelaciones. Éstas no reciben en
absoluto el mismo grado de atención que las del zodíaco. Nosotros podemos
ignorar, para nuestros fines, aquellas constelaciones que han recibido nombre en
los pasados pocos cientos de años y concentrarnos en aquellas constelaciones
listadas por los antiguos.
Hay una gran cantidad de constelaciones
que aparecen debajo de la inclinación del Zodíaco. Son las estrellas del
Hemisferio Sur. La mayor parte de ellas es, no obstante, visible al menos en
ciertos momentos del año a observadores del Hemisferio Norte. En efecto, un
observador en El Cairo, que está aproximadamente 30° por encima del Ecuador,
puede ver constelaciones ubicadas a hasta 60° en el Hemisferio Sur. Ninguna
constelación por debajo de esta línea de visión posee un nombre antiguo, de
modo que en nuestras investigaciones nosotros estamos, francamente, tratando
con una cultura del Norte, comparativamente hablando.
El Cairo está en el mismo grado de
latitud que los grandes observatorios estelares babilónicos antiguos y el sitio
tradicional de la Atlántida ,
hacia el Oeste.
Dentro de la mitología clásica griega
necesitamos remontarnos al panteón familiar de Zeus y sus camaradas olímpicos,
a los dioses que ellos expulsaron, que eran sus padres, y a los que se conoce
como Titanes.
El origen de los Titanes – o dioses
gigantes – yace a tal punto remoto en el tiempo que tuvieron como telón de
fondo escénico sólo la tierra y el cielo. Ellos nacieron de la Madre Tierra primitiva, Gaia, y
de la paternidad de Urano, lo profundo celestial, el primitivo Padre Cielo.
Había doce Titanes, seis hermanos y seis
hermanas, y tenemos una historia extraña de cómo Urano originariamente no cejó
en seguir procreando con Gaia y aprisionando todos sus hijos dentro de ella. En
otras palabras, todas las fuerzas arquetípicas que forman la subsiguiente vida
sobre la Tierra
provienen de los cielos estrellados, y su evolución se mantiene dentro de los
confines de la esfera terrestre, una gran ordalía cósmica[1].
Tarde o temprano esta siembra primordial
de influencias cósmicas adentro de la esfera terrestre tenía que detenerse y
así se describe en el mito titánico como Gaia forjando una hoz de pedernal y
dándosela al más joven de los Titanes a fin de que pudiese castrar a Urano. La
hoz es un instrumento de siega y de desmonte de cuanto se fue en vicio; su
forma de luna creciente la hace particularmente un arma de los poderes
receptivos femeninos. El hecho de que sea de pedernal, la piedra usada para las
más antiguas herramientas del hombre y también la fuente de las chispas del
fuego, resulta asimismo significativo. Ella mantiene dentro de sí toda la
subsiguiente civilización humana y la tecnología.
Un gran número de otros importantes
eventos ocurrieron con esta cesación de la entrada de influencias creativas cósmicas
dentro de la esfera de la Tierra. Ellos
hubieron de conducir a la instauración de significados sexuales de la
generación (simbolizada por el nacimiento de Afrodita), y a la instauración de
los significados de equilibrio, o justicia cósmica, (las Furias o Erinias).
Fueron originadas otras generaciones no-humanas, tal como una raza de gigantes
que están también mencionados en el Libro
del Génesis. Además de las ninfas del fresno, las cuales pueden significar
un tipo de orden angélico / elemental mediador; el fresno es hasta el día de
hoy un árbol particularmente mágico, aparte de su importancia en la mitología
Escandinava como Yggdrasil, un Árbol de la Vida nórdico.
[…]
Estas extrañas criaturas y otras
semejantes[2],
representan, no el mal, sino fuerzas primitivas. Les fueron conocidas a las
antiguas civilizaciones atlantes prediluvianas, y memorias borrosas de ellas
han llegado a nosotros como creencias persistentes que pueden parecer no más
que supersticiones. Sin embargo, su vitalidad expresa un núcleo profundamente
oculto de verdad.
Nuestra preocupación principal, de todos
modos, son los desarrollos artúricos a partir del mito titánico. Sus primeros
orígenes comunes se evidencian en similitudes corroboradas en el cielo
nocturno. Así, la Mesa Redonda
es una forma de zodíaco celeste. La cresta de la dinastía Pendragon se entronca
con uno de los dioses titánicos. Las antiguas fuerzas se muestran, también, en
los patrones sonoros similares de los nombres. Por ejemplo, el Rey Uriens de
Gore (Uriens of Gore), el esposo de la media-hermana de Arturo, la hechicera
Morgan le Fay, es semejante al gran cazador del firmamento, Orión. El patrón
del caballero de la Mesa Redonda
como héroe solar se describe en los cielos como Hércules. Una antigua orden de
caballería ha de ser fundada en los Centauros.
La tradición de los caballeros
rescatando bellas doncellas –con todo lo que esto implica en el simbolismo más
profundo más allá de la caballería social- se ha de fundar en las
constelaciones circumpolares relacionadas con el mito de Perseo y Andrómeda.
Las extrañas naves del Santo Grial están en la gran constelación antigua de la Nave Argo (en tiempos
modernos desintegrada en numerosas agrupaciones constelares más pequeñas) y las
fuerzas espirituales de los cisnes (El Cisne), las águilas (El Auriga), y los
caballos alados (Pegaso) están ahí también. Lo mismo se puede afirmar de las
fuerzas telúricas más primarias respecto de las formas monstruosas, Hidra,
Serpiente, Lobo, Erídano, e incluso la
Copa del propio Grial – Cráter.
Mediante estos símbolos buscamos
alcanzar los mismos abismos imaginativos que fueron sondeados por William Blake
cuando escribió: ‘El gigante Albión fue Patriarca de los atlantes; él es el
Atlas de los griegos, uno de aquellos griegos llamados Titanes. Las narraciones
de Arturo son los hechos de Albión, aplicados a un Príncipe del siglo quinto’.
Son las mismas fuentes antiguas, en su
versión greco-irlandesa, las que brindan los relatos de los antiguos Tuatha de
Danaan –los hijos de la diosa Dana-, que han pasado al mito y la leyenda
artúrica y del Grial, y más tarde a los mazos del Tarot, y los cuatro
instrumentos mágicos tradicionales relacionados con los Cuatro Elementos: la Lanza , la Espada , la Copa y la Piedra (o Escudo).
Los Thuata de Danaan, un Día de Mayo, o
Beltaine, en medio de la bruma, llegaron ‘a través del aire y del elevado aire’
a Irlanda, desde un lugar con cuatro ciudades, cada una con cuatro hombres
sabios para enseñar a los hombres jóvenes ‘destreza y conocimiento y sabiduría
perfecta’. En las palabras de Lady Gregory:
Y ellos trajeron de esas cuatro ciudades sus cuatro
tesoros: una Piedra de la
Virtud de Falies, que fue llamada la
Lia Fail , la Piedra del Destino; y de
Gorias trajeron ellos una Espada; y de Finias una Lanza de la Victoria ; y de Murias el
cuarto tesoro, el Caldero del que ninguno jamás se alejó insatisfecho.
En la leyenda artúrica tenemos la
aparición de esos mismos tesoros. La espada Excalibur de Arturo, que provenía
de los talleres de feéricos de la
Dama del Lago y que fue devuelta a ella al final de la misión
de Arturo. La Lanza
que produjo el Golpe Doloroso que provocó el maligno encantamiento de la Tierra de Logres de la Leyenda del Grial. La Copa que es representativa
del propio Santo Grial, aun cuando la forma real del grial nunca se hace
visible a ojos mortales. La piedra que apareció flotando en el río, con la
espada de un rey clavada en ella, pasible de ser desenvainada sólo por aquel
sobre quien recayera el destino del reino terrenal, en el caso de Arturo, o del
reino espiritual, en el caso de Galahad.
El Dagda y su caldero aparece además en
la rama galesa de la mitología celta como Bran el Bendecido (Bran the Blessed).
Bran poseía un caldero que les restauraba a los guerreros heridos
devolviéndoles la vida y que les brindaba alimento ilimitado –dos requisitos
importantes, por cierto, para el hombre tribal primitivo. Una característica de
gran envergadura es alguna sugerencia de decapitación en las leyendas de Bran.
Esto aparece más tarde, en paralelo con las leyendas del Grial, como la cabeza
de Juan el bautista sobre una bandeja.
En las leyendas originales de Bran, la
cabeza de Bran continúa dando recepción a sus camaradas durante siete años en
las islas del lejano Oeste antes de ser traída a Londres para ser enterrada en
el Monte Blanco (White Mount), sobre el cual ahora se asienta la Torre de Londres, como una
infalible atalaya contra la invasión extranjera. Hay una tradición posterior de
que Arturo la exhumó en virtud de que no necesitaba ayudas primitivas como aquella
para su defensa del ámbito, un acto de hybris
que conllevó su derrumbe y el éxito de las subsiguientes invasiones. Se trata
de una glosa posterior sobre el hecho que la tradición artúrica asumió suya a
partir de la más temprana tradición de Bran. El caldero es una forma primitiva
del Grial y el nombre de Bran aparece, algo cambiado, como Bron, uno de los
reyes guardianes del Grial, y, como Hebrón, ¡de la progenie de José de
Arimatea!
En una de las versiones galesas de la
leyenda artúrica hallada en el Mabinogion
(un manuscrito tardío pero que contiene material oral muy antiguo) recibimos
alguna idea de la dinámica de la leyenda del Grial pre-cristiana artúrica en el
relato de Peredur, el Hijo de Evrawc, un antecedente de Percivale o Parzifal.
Esta es una versión localizada del
antiguo héroe griego Hércules, quien es representado en las constelaciones como
lo arquetípico humano enfrentado a doce trabajos, los cuales quedan
representados por los signos del zodíaco. El número y la naturaleza de estos trabajos
pueden variar de cultura en cultura pero todos ellos significan el héroe,
forjando su individualidad desprendida del abrazo del alma grupal, en la
evolución de la consciencia humana individualizada. Esto se recapitula en el
proceso de la infancia y la adolescencia, pero es además una tarea microcósmica
de la totalidad de la raza humana, en una evolución de la consciencia desde el
hombre-animal hasta el hombre-angélico, desde los instintual a los modos
intuitivos de percepción y comportamiento.
En las versiones más primitivas de esta pauta
de desarrollo humano, en una forma que le habla al entendimiento del hombre
tribal más consciente-del-grupo, esto se ofrece y entiende mejor como una
cacería, incluso una suerte de cacería del tesoro, cuya recompensa es un
compromiso de matrimonio y un ascenso en el estatus a fin de convertirse en un
emparentado con la realeza. El patrón se preserva en muchos relatos folclóricos
y cuentos de hadas.
El Mabinogion,
traducido por Lady Charlotte Guest en 1849, ha sido comparado con la choza de un
campesino construida con piedras antiguas a partir de un monumento de la
antigüedad. Probablemente surgió a la existencia a partir de cuenteros
medievales que juntaron fragmentos de la tradición oral, obteniéndolos de
fuentes tanto antiguas como contemporáneas que no entendieron totalmente.
Cinco de los relatos se relacionan
específicamente con Arturo y, pese a la configuración amorfa y rudimentaria de
la narrativa[3], que ubica sus méritos
literarios por debajo de los antiguos poemas épicos y las antiguas sagas, evidencian
un punto de transición donde el mito se está volviendo relato folclórico y
romance.
[…]
En otro poema galés, The
Spoils of Annwn[4], Arturo y sus hombres perpetran un atraco al aposento de los
dioses paganos que es diversamente llamado Fortaleza de las Hadas[5] o Fortaleza de Cristal. En
algunos versos se lo considera una isla y en otros versos como una región
subterránea. Los nombres diversos, que incluyen Fortaleza de los Ricos y la Isla de la Puerta Activa , todo apunta a
los planos internos, el mundo astral, y las fuerzas feéricas y elementales ahí
dentro.
Ellos asaltan Annwn para obtener como ganancia el caldero de su
señor, el cual es cuidado por nueve doncellas que se encuentran en distintas
formas en el mito antiguo. El caldero podría identificarse con el del Dagda o
con el caldero de la inspiración de la diosa Keridwen. En esta versión es
además una vasija para comprobar el coraje de los guerreros, ya que ella no ha
de hacer hervir la carne de un cobarde. En verdad, sólo siete retornaron a
salvo de esta incursión particular, cuyo número místico enfatiza el hecho de
que estamos tratando con los fragmentos de un ritual iniciático.
Un ritual de iniciación es la concentración en escala pequeña,
en forma simbólica, de las tareas que han de ser realizadas por el alma en su
viaje evolutivo. Es, así, un dispositivo para orientar la dirección del
esfuerzo en lenguaje pictórico que habla al alma.
Al señor de Annwn, o el Inframundo, cuyo nombre es Pwyll, se lo
encuentra más tarde en una forma más refinada como Pellas o Pellam, el cuidador
del Castillo del Santo Grial, Carbonek. Entonces, aunque la más reciente
Búsqueda del Santo Grial puede haber sido cristianizada y templada con
influencias orientales, en sus raíces se entronca en gran parte con la antigua
tradición de Misterios de Gran Bretaña.
De todos modos, no es el primitivo Arturo el que ha mantenido
las imaginaciones de los hombres a lo largo de centurias. Sin duda este nivel
de leyenda proto-artúrica aporta mucho del poder detrás del florecimiento
tardío medieval de la leyenda hacia la imagen de una sociedad de caballeros y
damas ideal en una tierra de cuento de hadas de hermosos palacios, recios
castillos, verdes parajes, bosques encantados, con claros y fuentes y aventuras
misteriosas. Este cuadro idealizado de la vida del siglo XII es el patrón que
mantiene la imaginación moderna.
Por lo tanto, examinemos la Hermandad de la Mesa Redonda según este aspecto
del siglo XII, pero mantengámonos atentos al saber profundo y antiguo de las
estrellas que él encarna. Saber que se remonta atrás en las brumas más allá del
tiempo registrado cuando la humanidad estaba en su infancia.
En algún sentido, las idealizaciones de la leyenda artúrica son
como los sueños de la adolescencia, el material más antiguo característico de
las fantasías de la infancia, más vívidos y más amenazadores e inmediatos. Buscamos
explorar el poder detrás de estas imágenes de la infancia y la adolescencia
raciales a fin de encontrar nuestro camino en el mundo moderno, donde nos
tambaleamos con incertidumbre hacia el manejo de las responsabilidades de la
adultez cósmica, con los poderes como de dioses sobre la vida y la muerte a los
que el desarrollo de la mente concreta nos ha inducido en nuestra tecnología,
poderes que imponen tanto el rápido crecimiento en estatura moral como la
autodestrucción.”
Extraído de Gareth Knight, The
Secret Tradition in Arthurian Leyend (The Magical and Mystical Power Sources Within the Mysteries od
Britain) (La tradición secreta en la leyenda artúrica – Las fuentes
mágicas y místicas de poder dentro de los Misterios de Gran Bretaña). Part One. 2: The Titans and the Star Lore
(Parte I, cap. 2: Los titanes y el saber de las estrellas). The Aquarian Press,
Irthlingborough, Northamptonshire, U. K., 1983. Versión castellana de este fragmento: G. Aritto / 2015.
Imagen de arriba (inicio): Rembrandt, La caída de los Titanes
Imagen de arriba (inicio): Rembrandt, La caída de los Titanes
[1] “A great cosmic crucible”: en rigor, el punto exacto de fundición de un metal;
por extensión, prueba o examen crucial.
[Ésta y las restantes notas, de G. A.]
[2] El autor trata,
en la sección aquí extirpada de esta versión, figuras y hechos de la materia
mítica helénica: Gías, Koto, Briareo, gigantes de cien brazos surgidos del
océano; los Cíclopes, Tifón; el dragón y la dragonesa Delfina, esta última, el
ancestro de la ‘pitonisa’ de Delfos.
[3] “In spite of the shapeless
and scrappy form of the narrative”: literalmente,
“a pesar de la forma amorfa y mal estructurada de la
narrativa”, en que “forma amorfa” resulta una suerte de oxímoron algo difícil
de volcar fielmente a nuestro romance. Tal vez haya que entender que la “forma
interior” del conjunto narrativo no halla expresión concreta en su
manifestación verbal superficial.
[5] “Fairy Fortress”, donde
Fairy puede abarcar no sólo la
entidad que conocemos y codificamos como hada
sino todo el dominio de seres existentes en el reino dévico-elemental mejor
definido por el celtismo galo feérico.
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