"El arte expresa lo que la Naturaleza NO es..."
P. Picasso
“No
sé si alguno de ustedes habrá notado, temprano por la mañana, la luz del sol
sobre las aguas. Cuán extraordinariamente suave es la luz, y cómo danzan las
aguas oscuras, con las estrellas matinales encima de los árboles, esa única
estrella en el cielo. ¿Han notado algo de eso? ¿O están ustedes tan atareados,
tan ocupados con la rutina diaria, que han olvidado o jamás conocieron la
belleza de esta tierra, la tierra en la cual todos nosotros debemos vivir? Da
igual que nos llamemos comunistas o capitalistas, hindúes, budistas o
cristianos, si somos ciegos, rengos, o
bien y felices, esta tierra es nuestra. Es nuestra tierra, no de ningún
otro; no es sólo la tierra del rico, no pertenece exclusivamente a los
dictadores poderosos, a los nobles de la tierra, sino que es nuestra tierra,
suya y mía. Nosotros no somos nadie, sin embargo, también vivimos en esta
tierra y todos tenemos que vivir juntos. Este es el mundo de los pobres así
como de los ricos, de los iletrados como de los educados; es nuestro mundo, y pienso
que es muy importante sentir esto y amar la tierra, no sólo ocasionalmente en
una serena mañana, sino todo el tiempo.”
De J. Krishnamurti, This Matter of Culture, 23. Traducción del pasaje: G. Aritto.
“La muerte de un árbol es hermosa al ir llegando a su fin, como no lo es
la del hombre. Un árbol muerto en el desierto, desvestido de su corteza,
pulido por el sol y el viento, todas sus ramas desnudas abiertas a los cielos,
es una visión maravillosa. Una enorme secoya de
muchos, muchos cientos de años, es cortada en unos pocos minutos para hacer
verjas, asientos, y construir casas o abonar el suelo del jardín. El
maravilloso gigante se ha ido. El hombre se adentra más y más en lo
profundo de los bosques, destruyéndolos para la pastura y la vivienda. Las
selvas están desapareciendo. Hay un valle, cuyas colinas circundantes son
quizás las más antiguas de la tierra, donde el leopardo cazador, los osos y el
venado que podía verse otrora han desaparecido por completo, porque el hombre
está por todas partes. La belleza de la tierra está siendo lentamente destruida
y profanada. Los automóviles y los altos edificios
están apareciendo en los lugares menos esperados. Cuando uno pierde su relación
con la naturaleza y los vastos cielos, uno pierde su relación con el hombre."
Del J. Krishnamurti Krishnamurti Foundation
Trust Bulletin 56, 1989. Traducción del
pasaje: G. Aritto.
Fuente: http://www.jkrishnamurti.org – sitio y
archivo digital oficial de las enseñanzas de J. Krishnamurti
“Habiendo perdido el contacto con la
naturaleza, tendemos naturalmente a desarrollar capacidades intelectuales.
Leemos muchísimos libros, asistimos a innumerables museos y conciertos,
mirarnos televisión y tenemos muchos otros entretenimientos. Citamos
interminablemente las ideas de otras personas y pensamos y hablamos
extensamente acerca del arte. ¿Por qué dependemos tanto del arte? ¿Es una forma
de escape, de estimulación? Si estuvieran directamente en contacto con la
naturaleza, si observaran el movimiento de un pájaro cuando vuela, si vieran la
belleza de cada movimiento del cielo, las sombras de las colinas o la belleza
en el rostro de otra persona, ¿piensan que querrían ir a un museo para mirar
algún cuadro? Tal vez sea a causa de que no saben cómo mirar todas las cosas
que los rodean, que recurren a alguna forma de droga, a fin de estimularse para
ver mejor.
Hay una historia
acerca de un maestro religioso que acostumbraba hablar todas las mañanas a sus
discípulos. Una mañana subió al estrado y estaba a punto de comenzar, cuando un
pajarito vino a posarse en el alféizar de la ventana y empezó a cantar; cantó
sin cesar y a pleno corazón. Cuando terminó y se fue volando, el maestro dijo: ‘El
sermón de esta mañana ha terminado’.
Me parece que una
de nuestras mayores dificultades es ver por nosotros mismos con verdadera
claridad, no sólo las cosas exteriores sino nuestra vida interna. Cuando
decimos que vemos un árbol o una flor o una persona ¿las vemos realmente? ¿O
vemos meramente la imagen que la palabra ha creado? O sea: cuando ustedes miran
un árbol o una nube en un atardecer pleno de luz y encanto, ¿ven realmente ese
árbol, esa nube, los ven no sólo con los ojos o el intelecto sino de manera
completa total?
¿Han probado alguna
vez mirar una cosa objetiva como un árbol, sin ninguna de las asociaciones, sin
ninguno de los conocimientos que han adquirido acerca de él, sin ningún
prejuicio, sin ningún juicio, sin palabras que formen una pantalla entre
ustedes y el árbol, pantalla que les impide verlo tal como es verdaderamente?
Traten de hacerlo y vean qué es lo que realmente ocurre cuando observan el
árbol con todo su ser, con la totalidad de su energía. En esa intensidad
encontrarán que no hay observador en absoluto, que sólo hay atención. El
observador y lo observado existen cuando hay inatención. Si miran algo con
atención completa, no hay espacio para un concepto, una fórmula o un recuerdo.
Es importante comprender esto, porque vamos a examinar algo que requiere una
investigación muy cuidadosa.
Sólo una mente que
mira un árbol o las estrellas o las centelleantes aguas de un río con una
completa entrega de sí misma sabe qué es la belleza; y cuando vemos de verdad,
nos hallamos en un estado de amor. Por lo general, conocemos la belleza
mediante la comparación o por intermedio de lo que el hombre ha producido, lo
cual implica que atribuimos la belleza a algún objeto. Veo lo que considero que
es un bello edificio, y aprecio esa belleza a causa de mi conocimiento de la
arquitectura o comparando este edificio con otros que he visto. Pero ahora me
pregunto: '¿Existe una belleza sin el objeto?'. Cuando hay un
observador, que es el censor, el experimentador, el pensador, no hay belleza,
porque entonces la belleza es algo externo, algo que el observador mira y
juzga. Pero cuando no hay observador -y esto exige muchísima meditación e
investigación-, entonces existe la belleza sin el objeto.
La belleza está en
el total abandono del observador y lo observado, y ese abandono de uno mismo
sólo es posible cuando hay total austeridad, no la austeridad del sacerdote con
su dureza, sus sanciones, sus reglas y su obediencia, no la austeridad en las
ropas, en las ideas, en la comida y en la conducta, sino la austeridad de la
total sencillez, que es completa humildad. Entonces no hay nada que lograr, no
hay escalera para subir por ella; sólo existe el primer paso, y el primer paso
es el paso para siempre.
Digamos que uno
está caminando a solas o con alguien y que ha dejado de hablar. Se halla
rodeado por la naturaleza; no ladra ningún perro, no se oye el ruido de ningún
automóvil que pase, ni siquiera el aleteo de un pájaro. Uno está completamente
callado y la naturaleza que lo rodea también está totalmente silenciosa. En ese
estado de silencio, tanto en el observador como en lo observado -cuando el
observador no traduce en pensamientos lo que observa-, en ese silencio hay una
calidad de belleza diferente. No hay naturaleza sin observador. Hay un estado
de la mente que es de total, completa soledad; la mente está sola, no aislada,
sino quieta, en silencio, y ese silencio, esa quietud, es belleza. Cuando
ustedes aman, ¿hay un observador? El observador existe solamente cuando hay
deseo y placer. Cuando el deseo y el placer no están asociados con el amor, entonces
el amor es intenso. Igual que la belleza, es algo totalmente nuevo cada día.
Como he dicho, no tiene ni ayer ni mañana.
[…]
¿Es posible
afrontar cada problema sin este intervalo de espacio-tiempo, sin la brecha
entre uno mismo y la cosa que uno tiene? Es posible sólo cuando el observador
no tiene continuidad, el observador que es el constructor de la imagen, el
observador que es una colección de recuerdos e ideas, un manojo de
abstracciones.
Cuando uno mira las
estrellas, ahí está el 'uno' que mira las estrellas en el cielo; el
cielo está colmado de brillantes estrellas, el aire es fresco, y ahí está 'uno', el observador, el experimentador, el pensador con su corazón
adolorido, ahí está uno, el centro, creando espacio. Nunca entenderemos esto
del espacio entre uno mismo y las estrellas, entre uno mismo y la esposa, el
esposo o el amigo, porque jamás hemos mirado sin la imagen, y por eso no
sabemos qué es la belleza, qué es el amor. Hablamos y escribimos al respecto,
pero jamás lo hemos conocido excepto, quizás, en raros instantes de total
olvido de nosotros mismos. De modo que mientras existe un centro creando
espacio a su alrededor, no hay amor ni belleza. Cuando no existen ni centro ni
circunferencia, entonces hay amor. Y cuando amamos, somos belleza.
Cuando miramos un
rostro que tenemos frente a nosotros, estamos mirando desde un centro, y el
centro crea el espacio entre persona y persona; por eso nuestras vidas son tan
vacías e insensibles. No es posible cultivar el amor o la belleza, ni inventar
la verdad, pero si estamos todo el tiempo atentos a lo que hacemos, podemos
cultivar la percepción alerta. Y desde esa percepción alerta comenzaremos a ver
la naturaleza del placer, del deseo y del dolor, y la completa soledad y el
hastío del hombre; entonces comenzaremos a dar con esa cosa llamada 'el
espacio'.
Cuando haya espacio
entre nosotros y el objeto que estamos observando, sabremos que no hay amor; y
sin amor, por mucho que tratemos de reformar al mundo o de producir un nuevo
orden social, por mucho que hablemos de mejoras, sólo crearemos dolor. De modo
que ello depende de ustedes. No hay líder, no hay maestro, no hay nadie que les
diga lo que deben hacer. Están solos en este mundo demente y brutal.”
Hatkushika Hokusai (una versión del
Monte Fuji)
|
La Naturaleza y el Medio (tomado de El último Diario), Editorial Planeta – Biblioteca Krishnamurti-, Buenos Aires, 1994
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