1 de marzo de 2013

"UNA TIERRA SIN CAMINOS" (VII): EL HOMBRE LIBERADO EN EL COSMOS SIN PASADO DE J. KRISHNAMURTI






[Contra toda autoridad]



“Los seres humanos somos lo que hemos sido por millones de años: celosamente codiciosos, envidiosos, agresivos, celosos, impacientes y desesperados, con destellos ocasionales de gozo y afecto. Somos una mezcla extraña de odio, temor y gentileza. Somos a la vez violentos y pacíficos. Ha habido un progreso exterior desde el carro de bueyes al avión, pero psicológicamente el individuo no ha cambiado en absoluto, y la estructura de la sociedad en el mundo es su creación. La estructura social exterior es el resultado de la estructura psicológica interna de nuestras relaciones humanas, porque el individuo es el producto de la experiencia total, el conocimiento y la conducta del hombre. Cada uno de nosotros es el almacén de todo el pasado. En el individuo está lo humano, que es toda la humanidad. La historia completa del hombre está escrita en nosotros mismos.
Observen de hecho lo que realmente está ocurriendo dentro y fuera de ustedes mismos en esta cultura de competencias donde viven con sus deseos de poder, posición, prestigio, nombre, éxito y todo lo demás. Observen los logros de los cuales están ustedes tan orgullosos, la totalidad de este campo que llaman vida, donde toda forma de relación es un conflicto que engendra odios, antagonismos, brutalidad y guerras interminables. Este campo, esta vida, es todo lo que conocemos y siendo incapaces de comprender la enorme lucha de la existencia, la tememos naturalmente, y buscamos un escape en toda clase de medios sutiles. Y también estamos temerosos de lo desconocido (le tememos a la muerte, le tememos a lo que existe más allá del mañana) de modo que tememos lo conocido y tememos lo desconocido. Esta es nuestra vida diaria. En ella no hay esperanza y, por lo tanto, cualquier filosofía, cualquier forma de concepto teológico, es meramente un escape de la verdadera realidad de lo que es.

[…] 

Es importante comprender desde el mismo principio, que no estoy formulando ninguna filosofía, ni estructura de ideas o de conceptos teológicos. Me parece que todas las ideologías son totalmente idiotas. Lo que importa no es una filosofía de la vida, sino observar lo que realmente ocurre en nuestra vida diaria interna y exteriormente. Si uno observa muy de cerca lo que está pensando y lo examina, verá que todo ello se apoya en un concepto intelectual, y el intelecto no es todo el campo de la existencia; es un fragmento. Y un fragmento por ingeniosamente que haya sido formado, por antiguo o tradicional que sea, sigue siendo sólo una pequeña parte de la existencia, en tanto que nosotros tenemos que tratar con la totalidad de la vida.
Y cuando miramos lo que esta ocurriendo en el mundo, empezamos a comprender que no hay un proceso interior y exterior; hay solamente un proceso unitario. Es todo un movimiento total, el movimiento interior expresándose a sí mismo como exterior, y lo exterior reaccionando de nuevo sobre lo interior. Ser capaces de mirar esto, me parece que es todo lo que se necesita, porque si sabemos mirar, entonces todo se vuelve muy claro. Y para mirar no se requiere una filosofía ni un maestro. Nadie necesita decirle cómo debe mirar. Usted simplemente mira.

[…]

Puntualmente de nuevo claramente: Veo que yo debo cambiar por completo desde las raíces de mi ser; ello no puede depender de ninguna tradición porque la tradición ha producido esta tremenda pereza, esta aceptación y obediencia. No me es posible pedir a otro que ayude a cambiar; ni a ningún maestro, ni Dios, ni sistema, ni creencia, ninguna influencia ni presión exterior. ¿Qué ocurre entonces?
En primer lugar, ¿puedo rechazar toda autoridad? Si puedo, significa que ya no tengo temor ¿Entonces, qué ocurre? Cuando usted rechaza algo falso con lo que ha estado cargado por generaciones; cuando arroja de sí un peso de cualquier clase, ¿Qué sucede? Usted tiene más energía, ¿no es cierto? Tiene más capacidad, más empuje, mayor intensidad y vitalidad. Si no siente esto, entonces no ha arrojado, no ha descartado el peso muerto de la autoridad.
Pero cuando usted lo ha desechado, y tiene esa energía en la cual ya no hay temor en absoluto ‑temor de cometer un error, temor de hacer lo correcto o no‑ entonces, ¿no es esa energía misma la mutación? Necesitamos una tremenda cantidad de energía, y la disipamos con el temor. Pero cuando existe esa energía que surge al liberarnos de toda forma de temor, esa energía misma produce la revolución radical interna. Usted no necesita hacer nada a ese respecto.
Así, usted se ha quedado sólo consigo mismo, y ese es el verdadero estado de un hombre que se toma en serio todos estos asuntos; y como no busca ayuda de nadie ni de nada, está libre para descubrir. Y cuando hay libertad, hay energía; y cuando hay libertad no se puede hacer nada erróneo. La libertad es por completo diferente de la rebelión.
No existe eso de conducirse bien o mal cuando hay libertad. Usted es libre, y desde esa libertad, actúa. Y como consecuencia, no tiene miedo, y una mente que nada teme es capaz de gran amor. Y cuando hay amor, puede hacerse lo que se quiera.”






[La libertad de llegar a estar solos]



“Si usted dice que está libre de algo, su actitud es una reacción, la cual se convertirá después en otra reacción, que a su vez producirá otra forma de conformidad o de dominio. En este caso, usted puede tener una cadena de reacciones y aceptar cada una de ellas como libertad. Pero no lo es; es la simple continuación de un pasado modificado, al que la mente se apega. 
La juventud de hoy, como toda juventud, está en rebelión contra la sociedad, y eso es bueno en sí mismo, pero la rebelión no es libertad, porque cuando usted se revela, sólo está reaccionando. Y esa reacción establecerá su propio patrón en el cual se vera cogido otra vez. Usted piensa que es algo nuevo. Pero no lo es; es lo viejo en un molde distinto. Cualquier rebelión social o política, inevitablemente regresa a la antigua y buena mentalidad burguesa. 
La libertad sólo surge cuando usted ve y actúa, nunca a través de la rebelión. Ver es actuar, y tal acción es tan instantánea como cuando usted se enfrenta a un peligro. Entonces no funciona su cerebro; usted no discute o vacila; el peligro mismo lo compele a actuar. Por lo tanto, ver es actuar y ser libre.
 La libertad es un estado de la mente ‑no verse libre de algo sino tener sentido de libertad‑ libertad para dudar e investigarlo todo, y por ser así, tan intensa, activa y vigorosa que rechaza toda forma de dependencia, de esclavitud, de conformidad y aceptación. Tal libertad implica estar completamente solo. Pero, ¿podrá la mente educada en una cultura que depende tanto del ambiente y de sus propias tendencias, encontrar alguna vez esa libertad, o sea, una vida de completa soledad en la cual no hay liderazgo, ni tradiciones, ni autoridad?.
Esta soledad es un estado interior de la mente que no depende de estímulo, de conocimiento alguno, y que no es resultado de ninguna experiencia o conclusión. Muchos de nosotros jamás estamos solos internamente. Existe una diferencia entre el aislamiento, la propia separación y el quedarse a solas consigo mismo, la soledad interna. Todos sabemos lo que es estar aislados construyendo un muro a nuestro alrededor, para nunca ser heridos, nunca ser vulnerables, y cultivando el desapego, que es otra forma de agonía, o viviendo en la soñadora torre de marfil de alguna ideología. La soledad interna es algo muy distinto.
Usted nunca está solo, porque está lleno de todos los recuerdos, de todo el acondicionamiento, de todos los murmullos del ayer; su mente jamás se halla libre de los residuos que ha acumulado. Para estar solo debe usted morir al pasado. Cuando está solo, totalmente solo, sin pertenecer a ninguna familia, a ninguna nación, a ninguna cultura, a ningún continente particular, usted experimenta la sensación de ser un extraño. El hombre que está completamente solo en esta forma, es inocente, y esa inocencia libera la mente del dolor.
Llevamos sobre nosotros la carga de lo que han dicho miles de personas y el recuerdo de nuestros infortunios. Abandonar todo eso en absoluto es estar solo, y la mente que está sola además de inocente es joven ‑no en términos de tiempo o años de vida, sino joven, inocente, vivaz en cualquier edad‑ y sólo una mente así puede ver aquello que es la verdad y aquello que no puede medirse en palabras.
En esta soledad interna, usted empezará a comprender la necesidad de vivir con usted mismo tal como es, no como piensa que debería ser o como ha sido antes. Vea si puede mirarse usted mismo sin estremecimiento, sin falsa modestia, temor, justificación o condenación alguna ‑simplemente viva con usted mismo como es usted en realidad‑.

[…]

Ahora bien, hagámonos otra pregunta más. ¿Ha de lograrse con el tiempo esta libertad, esta soledad interna, este ponerse en contacto con toda la estructura de lo que somos internamente? En otras palabras, ¿se logra la libertad por un proceso gradual? Es evidente que no, porque tan pronto le da paso al tiempo, usted está esclavizándose más y más. Usted no puede llegar a ser libre gradualmente, no es cuestión de tiempo.
La próxima pregunta es: ¿Puede usted llegar a ser consciente de esa libertad? Si dice “Yo soy libre”, entonces no es libre. Es como el hombre que dice, “soy feliz”. Tan pronto dice “yo soy feliz”, está viviendo con el recuerdo de algo que se ha ido. La libertad sólo puede venir naturalmente, sin desearla, quererla, anhelarla. Tampoco la encontrará creando una imagen de lo que usted piensa que es. Para llegar a ella, la mente tiene que aprender a observar la vida, que es un vasto movimiento sin las ataduras del tiempo, porque la libertad radica más allá del campo de la conciencia.”






[La "mente religiosa"]

“Después de todo, cualquier movimiento que valga la pena, cualquier acción que tenga profundo significado, debe empezar en cada uno de nosotros. Yo debo cambiar primero, debo ver cual es la naturaleza y la estructura de mi relación con el mundo ‑y precisamente en el mismo ver está el actuar‑; por lo tanto, yo, como ser humano que vivo en el mundo, produzco una cualidad diferente, que es, me parece a mí, la cualidad de la mente religiosa.
 La mente religiosa es por completo distinta a la mente que cree en la religión. Usted no puede ser religioso, y ser a la vez hindú, un musulmán, un cristiano, un budista. Una mente religiosa no busca nada, no puede experimentar con la realidad. La Verdad no es algo que a usted le dictan su placer o su dolor o su condicionamiento como hindú o como cualquiera otra religión a que pertenezca. La mente religiosa es un estado en que no hay temor, y, por lo tanto, ninguna creencia; sólo hay lo que es, lo que realmente es
En la mente religiosa existe ese estado de silencio ‑que ya hemos examinado antes‑ y que no es producto del pensamiento, sino resultado de estar conscientemente alerta (awareness). Cuando el meditador está totalmente ausente, ese estado de ser consciente es meditación. En ese silencio hay un estado de energía sin conflicto. La energía es acción y movimiento. Toda acción es movimiento, y toda acción es energía. Toda la vida es energía. Si a esa energía se le permite fluir sin contradicción, sin fricción, sin ningún conflicto, entonces será inmensa, inagotable. Sin fricción no hay fronteras para la energía. Es la fricción la que la limita. ¿Por qué entonces, viendo esto, el ser humano produce fricción dentro de esta energía? ¿Por qué crea fricción en este movimiento al que llamamos vida? ¿Es la energía pura, la energía sin limitaciones, simplemente una idea para él? ¿No tiene realidad?    

[…]

Ese estado mental en que uno es ya incapaz de esforzarse por nada, es la verdadera mente religiosa, y en tal estado usted puede encontrarse con esta cosa llamada verdad, o realidad, bienaventuranza, Dios, belleza o amor. Esta cosa no puede ser invitada. Por favor, comprenda este sencillo hecho. No puede ser invitada, no puede ser perseguida, porque la mente es demasiado tonta, demasiado pequeña; sus emociones son demasiado falsas, su modo de vivir demasiado confuso, para recibir eso tan enorme, esa cosa tan inmensa en su pequeña casa, su pequeño rincón de vida, que ha sido tan hollado y menospreciado. Usted no puede invitarla. Podría hacerlo si la conociera, y usted no la conoce. Cualquiera que diga, sea quien sea: “Yo la conozco”, en realidad, no la conoce. Una vez que usted dice que la ha encontrado, no la ha encontrado. Si afirma que la ha conocido por experiencia, no puede haberla conocido. Todos esos son medios de explotar a otra persona ‑su amigo o su enemigo‑.
Uno se pregunta entonces si será posible encontrarse con eso sin invitarlo, sin esperarlo, sin buscarlo o explotarlo, que llegue simplemente como una fresca brisa que entra cuando usted deja la ventana abierta. Usted no puede invitar al aire, pero tiene que dejar la ventana abierta. No quiere decir que se quede en estado de expectación; esta es otra forma de engaño. Tampoco quiere decir que se abra usted mismo para recibir; esta es otra clase de pensamiento.
 ¿Se ha preguntado alguna vez por qué carecen de esta cosa los seres humanos? Ellos engendran hijos, tienen sexo, ternura, la capacidad de compartir algo en compañía, en amistad, en hermandad, pero esta cosa: ¿por qué no la han hallado? ¿Ha tenido usted alguna vez la oportunidad de vagar ociosamente mientras caminaba solo por una calle sucia o sentado en un autobús, o en la playa en un día de fiesta, o andando por un bosque entre pájaros, árboles, arroyos y animales salvajes? ¿Se le ha ocurrido preguntarse alguna vez por qué el hombre, que ha vivido por millones y millones de años, no ha conseguido esta cosa, esta extraordinaria flor que nunca se marchita? ¿Por qué usted que como ser humano es tan capaz, tan ingenioso, tan astuto, tan hábil en la competencia, que posee tan maravillosa tecnología; que se eleva a los cielos y baja a las profundidades de la tierra y del mar, e inventa cerebros electrónicos extraordinarios ‑¿por qué no ha conseguido esta única cosa que importa?‑ No sé si usted alguna vez se ha enfrentado seriamente a este problema: ¿por qué su corazón está vacío?”




Extractos de J. Krishnamurti, Libérese del pasado, Caps. I, VIII y XVI. Título original : Freedom from the known (literalmente, « libertad de lo conocido »). Ed. Orión, México, 1987. Compilación y transcripción de las grabaciones magnetofónicas: Mary Lutyens. Traducción originada por la Krishnamurti Foundation of America.
  


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