“Creemos
que somos intelectuales
Casi todos hemos desarrollado
capacidades intelectuales ‑las llamadas capacidades intelectuales, que en
realidad no son en absoluto capacidades intelectuales-, leemos muchísimos
libros, nos hemos llenado con lo que han dicho otras personas con sus numerosas
teorías e ideas. Creemos que somos muy intelectuales si podemos citar
innumerables obras de innumerables autores, si hemos leído muchas variedades
diferentes de libros y tenemos la capacidad de correlacionarlos y explicarlos.
Pero ninguno de nosotros, o muy pocos, tenemos una concepción intelectual que
sea original. Habiendo cultivado el así llamado intelecto, toda otra capacidad,
todo otro sentimiento se han perdido, y tenemos el problema de cómo originar un
equilibrio en nuestras vidas, a fin de tener no sólo la más alta capacidad
intelectual y ser capaces de razonar objetivamente, de ver las cosas
exactamente como son, de no estar ofreciendo interminablemente opiniones acerca
de teorías y códigos, sino de pensar por nosotros mismos, de ver muy fielmente,
por nosotros mismos, lo falso y lo verdadero. Y ésta es, a mí entender, una de
nuestras dificultades: la incapacidad de ver, no sólo las cosas externas, sino
también la clase de vida interna que uno tiene, si es que tiene siquiera
alguna.
1 DE SEPTIEMBRE Obras
Completas - Vol. XV
Todo
pensamiento es distracción
Una mente competitiva,
atrapada en el conflicto del devenir, que piensa en términos de comparación, es
incapaz de descubrir lo real. El pensamiento‑sentimiento que es intensamente
alerta se halla en el proceso de constante descubrimiento propio, el cual, por
ser genuino, es liberador y creativo. Ese descubrimiento propio nos libera del
espíritu adquisitivo y de la completa vida del intelecto. Es esta compleja vida
del intelecto la que encuentra satisfacción en las aficiones: la destructiva
curiosidad, la especulación, el mero conocimiento, la capacidad, el chismorreo,
etc.; y estos obstáculos impiden la simplicidad de la vida. Una afición, una
especialización, sirven para agudizar la mente, concentrar el pensamiento, pero
no contribuyen a que el pensar‑sentir florezca en la realidad.
Liberarnos de la distracción
es más difícil cuando no comprendemos plenamente el proceso del pensar‑sentir,
que en sí mismo se ha vuelto el medio de distracción. Siendo este proceso
siempre incompleto, proclive a la curiosidad y a la formulación especulativa,
tiene el poder de crear sus propios obstáculos, sus ilusiones, todo lo cual
impide la percepción de lo real. Así es como se convierte en su propia
distracción, en su propio enemigo. Dado que la mente es capaz de generar
ilusión, este poder debe ser comprendido antes de que la mente pueda liberarse
de las distracciones que ella misma crea. La mente debe estar por completo
quieta, silenciosa, porque todo pensamiento se vuelve una distracción.
2 DE SEPTIEMBRE Obras Completas Vol. XVII
Unidad
de mente y corazón
El adiestramiento del
intelecto no resulta en inteligencia. Antes bien, la inteligencia nace cuando
actuamos en perfecta armonía, tanto intelectual como emocionalmente. Hay una
diferencia enorme entre intelecto e inteligencia. El intelecto no es sino
pensamiento funcionando independientemente de la emoción. Cuando el intelecto,
prescindiendo de la emoción, es adiestrado en cualquier dirección determinada,
uno puede poseer un gran intelecto, pero carece de inteligencia, porque en la
inteligencia hay una capacidad inherente tanto de sentir como de razonar; en la
inteligencia, ambas capacidades están igualmente presentes de manera intensa y
armoniosa.
Hoy en día, la educación
moderna está desarrollando el intelecto, ofreciendo más y más explicaciones
acerca de la vida, más y más teorías, sin que en eso intervenga la calidad
armoniosa del afecto. Así es como hemos desarrollado mentes con habilidad para
escapar del conflicto; por esto nos satisfacemos con las explicaciones que nos
ofrecen los científicos y los filósofos. La mente ‑el intelecto- se contenta
con estas innumerables explicaciones, pero la inteligencia no, porque para
comprender tiene que existir, en la acción, unidad completa del corazón y la
mente.
3 DE SEPTIEMBRE Obras
Completas- Vol. I
El
intelecto corrompe el sentimiento
Vea, está el intelecto, y está
el sentimiento puro ‑el sentimiento puro de amar algo, de tener emociones
intensas y generosas-. El intelecto razona, calcula, sopesa, compara. Pregunta:
«¿Vale la pena eso? ¿Me beneficiará en algo?» Por otra parte, está el
sentimiento puro: el extraordinario sentimiento que uno experimenta por el cielo,
por su prójimo, por su esposa, por su hijo, por el mundo, por la belleza de un
árbol, etc. Cuando se unen el sentimiento puro y el intelecto hay muerte de
instante en instante. ¿Comprende? Y cuando el sentimiento puro es corrompido
por el intelecto, hay mediocridad; es lo que sucede con la mayoría de nosotros.
Nuestras vidas son mediocres porque estamos siempre calculando, preguntándonos
si eso vale la pena, qué beneficio podremos obtener, no sólo en el mundo del
dinero, sino también en el mundo así llamado espiritual: «Si hago esto,
¿obtendré aquello?»
4 DE SEPTIEMBRE Obras Completas - Vol. XI
El
intelecto no resolverá nuestros problemas
La mayoría de nosotros es muy
indiferente a este extraordinario universo que nos rodea; jamás vemos el ondear
de la hoja en el viento, jamás observamos una brizna de hierba, ni la tocamos
para percibir la calidad de su ser. Esto no tiene la intención de ser sólo
poético, así que, por favor, no escapen hacia un estado especulativo,
emocional. Digo que es esencial tener este sentimiento profundo por la vida y
no quedar preso en discusiones y ramificaciones intelectuales, en la aprobación
de exámenes, en citar a otros y descartar algo nuevo arguyendo que ya ha sido
dicho antes. El intelecto no es el camino, no resolverá nuestros problemas; el
intelecto no nos nutrirá con aquello que es imperecedero. El intelecto puede
razonar, discutir, analizar, partir de inferencias para llegar a una
conclusión, etc., pero el intelecto es limitado, porque es el producto de nuestro
condicionamiento. Pero la sensibilidad no lo es. La sensibilidad no está
condicionada; lo saca a uno directamente fuera del campo de los temores y las
ansiedades [...] Empleamos nuestros días y nuestros años en cultivar el
intelecto, en argumentar, discutir, pelear, luchar por ser «alguien», etcétera,
a pesar de este mundo extraordinariamente maravilloso y de esta Tierra tan rica
‑no la tierra de Bombay, de Punjab, no la tierra rusa o la norteamericana-;
esta Tierra es nuestra, es suya y mía; y no se trata de un disparate
sentimental, se trata de un hecho. Pero, desafortunadamente, la hemos dividido
a causa de nuestra mezquindad, de nuestro provincialismo. Y sabemos bien por
qué lo hemos hecho: por nuestra seguridad, para obtener más y mejores empleos.
Ése es el juego político que practican en todo el mundo, y así es como nos
olvidamos de ser seres humanos, de vivir dichosamente en esta Tierra que es
nuestra, y de hacer algo por ella.
5 DE SEPTIEMBRE Obras Completas- Vol. XI
El
destello de la comprensión
No sé si ha notado usted que
hay comprensión cuando la mente está muy quieta, siquiera por un segundo; el
destello de la comprensión tiene lugar cuando cesa la verbalización del
pensamiento. Sólo experimente con ello y verá por sí mismo que tiene el destello
de la comprensión, esa rapidez extraordinaria del discernimiento instantáneo,
cuando la mente está muy silenciosa, cuando el pensamiento se halla ausente y
la mente no está agobiada por su propio ruido. En consecuencia, la comprensión
de lo que fuere, de una pintura moderna, de un niño, de nuestra esposa, de
nuestro vecino, o la comprensión de la verdad ‑verdad que se encuentra en todas
las cosas-, sólo puede tener lugar cuando la mente está muy silenciosa y
quieta. Pero esa quietud no puede ser cultivada, porque si usted cultiva una
mente quieta, ésa no es una mente quieta, es una mente muerta.
Cuanto más se interesa uno en
algo, cuanto mayor es su intención de comprender, tanto más simple, clara y
libre es la mente. Cesa la verbalización. Al fin y al cabo, el pensamiento es
la palabra, y la palabra es la que interfiere. La pantalla de las palabras, que
es la memoria, se interpone entre el reto y la respuesta. Y lo que responde al
reto es la palabra, proceso al que llamamos intelección. Así, la mente que
parlotea, que verbaliza, no puede comprender la verdad; la verdad en la
relación, no una verdad abstracta. No hay verdad abstracta. Pero la verdad es
muy sutil [...].
Como un ladrón en la noche,
llega secretamente, no cuando uno está preparado para recibirla.
6 DE SEPTIEMBRE Obras Completas - Vol. V
El
intelecto desprevenido
Uno puede conocerse a sí mismo
sólo cuando no está consciente de que lo hace, cuando no calcula, no se
protege, no está constantemente vigilando para guiar, transformar, sojuzgar,
controlar; cuando se ve a sí mismo inesperadamente, esto es, cuando la mente no
tiene preconceptos en relación consigo misma, cuando está abierta, no cuando
está preparada para encontrarse con lo desconocido.
Si mi mente está preparada, no
puedo, por cierto, conocer lo desconocido, ya que soy lo desconocido. Si me
digo a mí mismo: «Yo soy Dios», o. «Soy nada más que un conjunto de influencias
sociales o un haz de cualidades», si tengo algún preconcepto acerca de mí
mismo, no puedo comprender lo desconocido, aquello que es espontáneo.
Así pues, la espontaneidad
puede llegar sólo cuando el intelecto se halla desprevenido, cuando no se está
protegiendo, cuando ya no siente temor en relación consigo mismo; y esto puede
ocurrir únicamente desde lo interno. Es decir, lo espontáneo ha de ser lo
nuevo, lo desconocido, lo incalculable, lo creativo, aquello que debe ser
expresado, amado, en lo cual la voluntad, como proceso del intelecto que
controla y dirige, no tiene participación alguna. Observe sus propios estados
emocionales y verá que los instantes de gran júbilo, de gran éxtasis, son
impremeditados; ocurren inadvertidamente, de manera misteriosa, secreta.
7 DE SEPTIBMBRE Obras Completas - Vol. III
La
memoria carece de vida en sí misma
¿Qué entendemos por
pensamiento? ¿Cuándo piensa uno? Obviamente, el pensamiento es el resultado de
una respuesta, neurológica o psicológica, ¿no es así? Es la respuesta inmediata
de los sentidos a una percepción, o es la respuesta de la memoria acumulada. Es
decir, existe la respuesta inmediata de los nervios a una sensación, y está la
respuesta de la memoria almacenada, la influencia de la raza, del grupo, del
guru, de la familia, de la tradición y demás, a todo lo cual llamamos
pensamiento. De modo que el proceso del pensamiento es la respuesta de la
memoria, ¿verdad? Uno no tendría pensamientos si no tuviese memoria, y la
respuesta de la memoria a ciertas experiencias pone en acción el proceso del
pensamiento.
¿Qué es, entonces, la memoria?
Si usted observa su propia memoria y cómo la acumula, notará que ésta es, o
bien factual, técnica, y se relaciona con la información ‑ingeniería,
matemáticas, física y demás-, o es el residuo de una experiencia inacabada,
incompleta. Observe su propia memoria y lo verá. Cuando usted termina una
experiencia, cuando la completa, no queda recuerdo de esa experiencia, en el
sentido de un residuo psicológico. Hay un residuo sólo cuando una experiencia
no es plenamente comprendida; y no hay comprensión de la experiencia debido a
que miramos cada experiencia a través de los recuerdos del pasado. Por lo
tanto, jamás nos enfrentamos a lo nuevo como lo nuevo, sino siempre a través de
la pantalla de lo viejo. Está claro, pues, que nuestra respuesta a la
experiencia se halla condicionada y es siempre limitada.
8 DE SEPTIEMBRE Obras Completas - Vol. V
La
conciencia es del pasado
Si usted observa muy
cuidadosamente, verá que el flujo del pensamiento no es constante, sino que
existe un intervalo entre dos pensamientos; aunque no sea más que una
infinitesimal fracción de segundo, existe un intervalo que tiene significación
en el balanceo del péndulo hacia atrás y adelante. Vemos el hecho de que
nuestro pensar está condicionado por el ayer, el cual se proyecta hacia el
mañana; tan pronto admite usted el pasado, también tiene que admitir el futuro,
ya que no hay dos estados como el pasado y el futuro, sino un estilo que
incluye tanto lo consciente como lo inconsciente, tanto el pasado individual
como el colectivo. El pasado colectivo y el individual, en reacción al
presente, emiten ciertas respuestas que crean la conciencia del individuo; por
lo tanto, la conciencia es del pasado, y ése es todo el trasfondo de nuestra
existencia. Tan pronto tiene usted el pasado, tiene inevitablemente el futuro,
porque el futuro es meramente la continuidad modificada del pasado, pero sigue
siendo ese pasado, de modo que nuestro problema es cómo originar una
transformación en este proceso del pasado, sin crear otro condicionamiento,
otro pasado.
9 DE SEPTIEMBRE La libertad primera y última
¿Por
qué es uno irreflexivo?
El pensador piensa sus
pensamientos por obra del hábito, de la repetición de la imitación, lo cual
genera ignorancia y dolor. No es un hábito la irreflexión? La percepción alerta
crea orden pero jamás crea hábito. Las tendencias arraigadas no hacen sino
originar irreflexión. ¿Por qué es uno irreflexivo? Por que reflexionar es
penoso, crea perturbaciones, genera oposición, puede ocasionar que las acciones
de uno vayan en contra del patrón establecido. Pensar y sentir de un modo
amplio, tornarse lúcidamente consciente de las cosas, sin opción ni preferencia
alguna, puede llevarnos a profundidades desconocidas, y la mente se rebela
contra lo desconocido; por eso se mueve de lo conocido a lo conocido, de hábito
en hábito, de patrón en patrón. Una mente así jamás abandona lo conocido para
descubrir lo desconocido. Al advertir las dificultades del pensar reflexivo, el
pensador se vuelve irreflexivo a causa de la imitación y el hábito; temiendo
pensar, crea patrones de irreflexión. Como el pensador es temeroso, sus
acciones nacen de ese temor, y entonces, al ver sus acciones, trata de
cambiarlas. El pensador siente miedo de sus propias creaciones; pero la acción
es el actor, de modo que el pensador tiene miedo de sí mismo. El pensador es el
miedo; es la causa de la ignorancia, del dolor. El pensador puede dividirse en
muchas categorías de pensamiento, pero el pensamiento sigue siendo el pensador.
El pensador y sus esfuerzos por ser, por devenir, son las verdaderas causas de
conflicto y confusión.
10 DE SEPTIEMBRE Entrevistas
El
pensador es el pensamiento
¿No es, acaso, necesario
comprender al pensador, al hacedor, al actor, puesto que su pensamiento, su
proceder, su acción no puede separarse de él? El pensador es el pensamiento, el
hacedor es el hecho, el actor es la acción. El pensador se revela en su
pensamiento. El pensador mediante sus acciones crea su propia desdicha, su
ignorancia, su conflicto. El pintor pinta este cuadro de felicidad efímera,
sufrimiento y confusión. ¿Por qué produce esta pintura dolorosa?
Indudablemente, éste es el problema que debemos estudiar, comprender y
disolver. Por qué piensa el pensador sus pensamientos, de los cuales fluyen
todas sus acciones? Ésta es la roca contra la cual ha estado usted golpeándose
la cabeza, ¿verdad? Si el pensador pudiera trascenderse a sí mismo, cesaría
todo conflicto; y para trascenderse a sí mismo tiene que conocerse. Aquello que
se conoce y comprende, que se realiza y completa, no se repite. Lo que da
continuidad al pensador es la repetición.
11 DE SEPTIEMBRE Entrevistas
No
existe la libertad de pensamiento
No sé si está claro para cada
uno de nosotros, que vivimos en un estado de contradicción. Hablamos de paz, y
nos preparamos para la guerra. Hablamos de no-violencia, y somos
fundamentalmente violentos. Hablamos de ser buenos, y no lo somos. Hablamos de
amor, y estamos llenos de ambición, espíritu competitivo, despiadada
eficiencia. Hay, pues, contradicción. La acción que surge de esa contradicción
no hace sino generar frustración y más contradicciones [...].
Vea, señor, todo pensamiento
es parcial, jamás puede ser total. El pensamiento es la respuesta de la
memoria, y la memoria es siempre parcial, porque es el resultado de la
experiencia; de modo que el pensamiento es la reacción de una mente
condicionada por la experiencia. Todo pensar, toda experiencia, todo
conocimiento son inevitablemente parciales; por lo tanto, el pensamiento no
puede resolver los muchos problemas que tenemos. Usted podrá tratar de razonar
lógicamente, sensatamente, acerca de estos problemas, pero si observa su propia
mente verá que su pensar está condicionado por sus circunstancias, por la
cultura en que ha nacido, por los alimentos que ingiere, por el clima en que vive,
por los diarios que lee, por las presiones e influencias de su vida cotidiana
[…].
Debemos, pues, comprender muy
claramente que nuestro pensar es la respuesta de la memoria, y la memoria es
mecánica. El conocimiento es siempre incompleto, y todo pensar nacido del
conocimiento es parcial, limitado, jamás es libre. No existe, pues, la libertad
de pensamiento. Pero podemos empezar a descubrir una libertad que no es un
proceso del pensamiento, y en la cual la mente está alerta a todos sus
conflictos y a todas las influencias que hacen impacto en ella.
12 DE SEPTIEMBRE Obras
Completas - Vol. XI
Pensar
sin el pensador
El mono en el árbol siente
hambre, y entonces surge el impulso de tomar una fruta o una nuez. La acción
viene primero, y después la idea de que hubiera sido mejor guardarla. Para
expresarlo en palabras diferentes: ¿Qué viene primero, la acción o el actor?
Sin la acción, ¿hay un actor? ¿Comprende? Esto es lo que estamos preguntándonos
siempre: ¿Quién es el que ve? ¿Quién es el observador? ¿Está el
pensador separado de sus pensamientos? ¿Hay separación entre el observador y lo
observado, el experimentador y la experiencia, el actor y la acción?... Pero si
usted examina realmente el proceso, con mucho cuidado, detenimiento e
inteligencia, verá que la acción está siempre primero, y que la acción con un
objetivo en vista crea al actor. ¿Me sigue? Si la acción tiene un objetivo en
vista, el logro de ese objetivo da origen al actor. Si usted piensa muy
claramente, sin prejuicio, conformismo, sin tratar de convencer a nadie sin un
objetivo en vista, en ese puro pensar no hay un pensador; existe únicamente el
pensar. Sólo cuando su pensar contiene la búsqueda de un objetivo, se vuelve
importante usted y no el pensamiento.
Quizás haya observado esto. Es realmente importante descubrirlo, porque a
partir de ahí sabremos cómo actuar. Si el pensador viene primero, entonces el
pensador es más Importante que el pensamiento; y todas las filosofas, las
costumbres y actividades de la presente civilización se basan en esta
hipótesis. Pero si el pensamiento viene primero entonces el pensamiento es más
importante que el pensador.
13 DE SEPTIEMBRE Obras Completas - Vol. V
Percepción instantánea
Para mí sólo hay percepción,
la cual consiste en ver algo, instantáneamente, como falso o verdadero. Esta
percepción instantánea de lo falso y lo verdadero es el factor esencial, no así
el intelecto, basado en su habilidad, su conocimiento, sus compromisos. A veces
debe haberle sucedido que ha visto la verdad de algo instantáneamente, tal como
la verdad de que uno no puede pertenecer a nada. Eso es la percepción: ver la
verdad de algo instantáneamente, sin análisis, sin razonamientos, sin todas las
cosas que el intelecto crea con el fin de posponer la percepción. Ésta es por
completo diferente de la intuición, palabra que usamos con mucha soltura y
facilidad [...].
Para mí, sólo existe esta
percepción directa, no el razonamiento, el cálculo, el análisis. Uno debe tener la capacidad de analizar;
debe tener una mente buena y aguda para poder razonar. Pero una mente que se
limita al razonamiento y al análisis es incapaz de percibir qué es la verdad
[...].
Si usted se comunica consigo
mismo, sabrá por qué «pertenece» a algo, por qué se ha comprometido; y si
avanza más, verá la esclavitud, el cercenamiento de la libertad, la falta de
dignidad humana que acarrea ese compromiso. Cuando percibe todo esto
instantáneamente, está libre; no tiene que hacer un esfuerzo para liberarse.
Por eso es esencial la percepción.
14 DE SEPTIEMBRE Obras
Completas- Vol. XI
Comprensión
de instante en instante
La comprensión fundamental de
uno mismo no adviene por obra del conocimiento o de la acumulación de
experiencias, todo lo cual no es más que el cultivo de la memoria. La
comprensión de uno mismo es de instante en instante; si nos limitamos a
acumular conocimientos acerca del «yo», esos conocimientos mismos impiden toda
comprensión ulterior, porque el conocimiento y la experiencia que se acumulan
se convierten en el núcleo por medio del cual el pensamiento se concentra y
tiene su existencia.
15 DE SEPTIEMBRE La libertad primera y última
Comprender
el proceso de nuestro pensar
Supongamos que usted jamás
hubiese leído un libro, religioso o filosófico, y tuviera que descubrir el
sentido, el significado de la vida. ¿Cómo procedería al respecto? Suponga que
no hubiese Maestros, ni organizaciones religiosas, ni el Buda, ni Cristo, y
usted tuviera que empezar desde el principio, ¿cómo emprendería esa tarea? Ante
todo, tendría que comprender su proceso del pensar, ¿no es así?, y no
proyectarse a sí mismo, no proyectar sus pensamientos hacia el futuro, creando
a un Dios de su agrado; eso sería demasiado infantil. Así que primero tendría
que comprender el proceso de su propio pensar. Ése es el único modo de
descubrir algo nuevo, ¿verdad?
Cuando decimos que el
aprendizaje o el conocimiento es una traba, un obstáculo, no estamos incluyendo
el conocimiento tecnológico ‑cómo conducir un auto, cómo hacer funcionar una
maquinaria- o la eficiencia que trae el conocimiento. Tenemos en mente algo muy
distinto: ese sentido de felicidad creadora que ninguna cantidad de
conocimiento o estudio puede traer consigo. Ser creativo en el más genuino
sentido de esa palabra es estar libre de instante en instante, porque el pasado
es lo que continuamente ensombrece el presente. Aferrarse tan sólo a la
información, a las experiencias de otros, a lo que alguien ha dicho, por
importante que sea, y tratar de aproximar a eso la propia acción, todo ello es
conocimiento, ¿verdad? Pero para descubrir algo nuevo, uno debe empezar por sí
mismo; debe emprender un viaje, haciéndolo completamente desnudo, en especial
de conocimientos, porque es muy fácil experimentar gracias a la creencia y al
conocimiento; pero estas experiencias no son sino los productos de nuestra
propia proyección y, por lo tanto, son completamente falsas, irreales.”
Extraído de J.
Krishnamurti, El libro de la vida (Meditaciones diarias con Krishnamurti), Edhasa,
Madrid, 1996. Traducción: A. Clavier.
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