10 de octubre de 2009

LAS VERTIGINOSAS HÉLICES DE ACUARIO




Sólo unas imágenes que me ruegan muy adentro salir. Hay unos versos de T. S. Eliot que me acompañan desde que los descubrí, hará quizás unos veinticinco años, entre los tesoros de sus Four Quartets (Cuantro Cuartetos); dicen:

"We shall not cease from exploration,
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time..."
O sea, más o menos, "No dejaremos de explorar, / y el fin de toda nuestra exploración / será arribar a donde comenzamos / y conocer el lugar por primera vez...". Pertenecen al poema que cierra esa maravillosa cuádruple travesía cósmica, "Little Gidding". Son los versos que me esperaban para volverse el umbral del libro que publiqué en Buenos Aires en 2008, La espiral de fuego. Siete palimpsestos del caos, al que sirven de epígrafe general. Pocos momentos de la literatura occidental sintetizan de modo tan acabado e inagotable mi visión del Universo y el flujo incesante que envuelve nuestra existencia más allá del engaño del tiempo y el espacio, sólo válido intramuros de nuestra mente tridimensional. El genial poeta no se equivocó: vivir no se trata de volver y volver repitiéndose, sino de retornar sin ser jamás el mismo, ni tú ni yo ni eso que llamamos "realidad" y no es más que nuestra íntima fábrica interior, la mía, la tuya, la de la Mente que permite que seamos Lo Mismo sin confundirnos. Dejo ahora un poema de mi Espiral... que siento afín a lo que mi impulso de esta mañana de tedioso domingo me ha llevado a expresar en el sur del Gran Buenos Aires; pertenece a la sección Catorce cerrojos, y dice así:

TRABAJOS Y NOCHES DE UN ENLAZADOR DE MUNDOS[1]



Para el poeta maya Humberto Ak’ abal

Olvidaste la magia rojiza de tus manos,
la huída de las proas de cuarzo y las Sirenas.
En la espiral de fuego que remontó tus venas
vibra oculto el Acorde guardián de los Arcanos.

Un orgasmo de fríos cristales te reclama; [2]
su noche de pirámides, su menguante gemelo.
La ola abovedando su encía contra el cielo:
dientes y espermas, todo, peste, auricalco y fama…

Eres enlazador de mundos [3] aún dormidos;
hijo del sexto Sol, tu tierno puño aprieta
las semillas de un tiempo sin rastros de la muerte.

Cuando sientas el eco del Cuerno en los latidos
de tus sienes azules, Hunab Ku [4], que sujeta,
soltará por amor, abrirá al que despierte. [5]

[1] El prototipo de la civilización atlante es, según la tradición ocultista maya, la Atlantis galáctica extraterrestre regida por Antares. De las cuatro razas que la conformaron en su réplica terrestre de la Atlántida, la Roja parece haber sido la que produjo a los brujos depravados de la última etapa (circa 10.000 a. C.). Las imágenes de los obeliscos de cuarzo y la Sirenas fueron reunidas por el antropólogo mexicano José Argüelles al describir las beligerancias entre Antares (Atlantis) y Arcturus (Elysium). Ver J. Argüelles, The Arcturus Probe (en versión digital castellana: La Sonda de Arcturus).[2] Ésta y otras alusiones genético-eróticas se basan en versiones que indican prácticas perversas contra la naturaleza, realizadas a partir de la manipulación molecular del A.D.N. y el genoma humanos. El auricalco (oricalco u orichalcum) era una especie de cobre prístino, valuado por los atlantes por encima del oro. El “Acorde perdido” es el antareano Ximox, por extensión la vibración primordial que unía a Gea o Unania (la Tierra) con Urano, lazo que destruyó la explosión de Maldek, el quinto planeta desaparecido (hoy Cinturón de Asteroides); en la historia paralela de las tribus hebreas, reaparece en manos de Josué. A esa catástrofe se debió también la desaparición de una segunda Luna terrestre, satélite gemelo del actual: de ahí la evocación “su menguante gemelo”. Aparte, es la Era de Géminis la que domina la historia atlante hasta confundirse con la de Tauro, y luego declinar ante la entrada de Cáncer (o del Escorpión o el Escarabajo), tutelar de Egipto, y la ulterior del Ariete (Aries), el Cordero de los israelitas. Su superadora será la de Piscis, emblema de la cristiandad occidental, en tensión con su opuesto complementario, Virgo (Lela Marien = María), a su vez dejada atrás por la actual: Acuario.[3] Enlazador de mundos: uno de los veinte sellos solares del Calendario Maya de las 13 Lunas. Su nombre originario es CINI, su planeta rector es Marte y su chakra asociado el laríngeo. Su misión esencial es la de configurar un nexo entre el mundo de los fenómenos tridimensionales humano y el correspondiente a otra dimensiones, entre la vida y la muerte, propiciando el desapego, la transmutación, la regeneración y las reencarnaciones. Suscita la abolición de las fuerzas absorbentes del Ego y la entrega por amor no condicionado. Pertenece a la Raza Blanca.[4] Hunab Ku es, dentro de la misma tradición, el centro autoexistente de la Galaxia, corazón del movimiento, controlador de las fuerzas interdimensionales y canon de toda medida. Su existencia autónoma y ubicua presupone la del Supremo Dios creador.[5] Alusión al fin del llamado “Encantamiento del Sueño”, período de engaño signado por el velo de Maya y la instauración de calendarios que distorsionan la naturaleza del tiempo y su intimidad con la humana (el Juliano y el Gregoriano). Comenzó con la desaparición de la decadente Atlántida bajo el mar y llegará a su fin hacia el mítico año 2013. Se habla de “sexto Sol” como referencia a la Raza Sexta de los urarianos o terrícolas; los atlantes fueron la Cuarta, los que heredamos el legado de Adán, la Quinta. La Sexta está en ciernes, y sus incipientes representantes son las generaciones de los conocidos Niños Índigo y Niños Cristal, superadores del orden anterior y agentes de la restauración del tiempo originario ajeno al imperio del dinero, la decrepitud y la muerte.
Gracias a ti, hermano leyente, por estar ahí.
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