9 de diciembre de 2010

KITARO (Caravansary) Calidoscopio




¿Pero y si lo que había creído mi Destino
fuese acaso una flor de permutantes pétalos,
sin causa ni porqué, que sólo giran… giran…?

g. a. 

2 de junio de 2010

LOS OJOS DE LAYO

 



                                                                                           A mi perro amado


Te quedaste dormido entre las flores quietas y azules del sillón. Un sueño, donde no estoy, donde te fuiste solo, te hace feliz, quizás en otra parte, lejos.
Vos que nada sabés de la muerte, vos que vivís ajeno a la respiración tenaz de los relojes, que llegás siempre a un arreglo con los temibles astros, no me dejes a solas con el tiempo, tatuado de recuerdos y presagios obscuros, disuelto en el río engañoso de la espera humana…
Porque mientras yo envejezco discutiendo razones con mi sombra, y haciendo sumas y restas banales con la Esfinge, prisionero del otro que vuelven las palabras tramposas, vos sos ese que duerme, simplemente, ese que sueña como si fuese eterno, sin pedirles permiso a los espejos para bajar cien y una veces a la misma zanja, y ser uno y el mismo entre las ranas, y agua en el agua, pájaro, rugido de león por si el yuyal se eriza en algún gato agazapado…
El lento sol del invierno se pone sobre tu siesta y mis libros tirados en el piso. Y este miedo de estar quedándome solo como el roble del jardín sin darme cuenta, sentir que hoy me falló la magia para empezar de nuevo, y esas cosas… Pero cuando en la casa de los dos resuene tu largo bostezo rojo y tu rezongo, huirán una vez más los espectros grises que me habitan. Tu rabo negro: un ; tu rabo negro: un no. Mis peros y tu amor sin silogismos. Y entonces, apenas el arco entesado de la luna vuelva a medir mi hastío, vos estarás ahí, como recién nacido tras esconder tu hueso en el fondo, recordándome (también esta noche) que no existen más tesoros que aquellos que ocultamos muy adentro igual que una herida… Qué pobre era mi vida antes de tu mirada; años y años perdidos sin tus ojos. Cuánto sabrán ellos de mí, tierno amigo peludo, cuánto habrán descubierto en mis silenciosos confines, que nunca me dirás.





Gustavo Aritto

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Layo partió en febrero de 2005. Este texto forma parte de mi libro LA ESPIRAL DE FUEGO. Siete palimpsestos del caos, Bs. As., 2008