15 de mayo de 2017

POR UN SENDERO ENTRE FLORES SILVESTRES





Camino que conduce a través de un prado de flores silvestres en los acantilados sobre la playa de Crantock en West Pentire cerca de Newquay en Cornwall Foto de archivo - 29421736





Me perdía entre matas de cristal.
Pétalos y rocío alucinado.
En aquel prisma lleno de grillos y temblores,
yo era todos mis rostros posibles y ninguno:
ahí estaban, incógnitos,
burlándose de mí,
de mis atajos y mis prisas inútiles,
y de la Rueda harta de dar vueltas,
y esas tres viejas frígidas,
sin hilo ya ni pulso                                                                    10
ni filo en sus tijeras…
Me extraviaba con nadie.
Nos perdíamos
por un sendero hacia ninguna parte
que desaparecía atrás a nuestro paso.
Huellas dejadas lejos,
en las arenas negras del futuro,
salieron a mi encuentro.
No recordaba haber estado allá…
Puede que todo siempre haya pasado , entonces,                        20
me oí decirme.
Y que el tiempo se curve de nuevo en su nautilo,
y aquel eco quebrado que regresa
acaso seas vos, confiando en que te espero;
acaso yo, creyendo haber partido       ido            ido
Pero, ¿cómo acallar la oscuridad
y salvar las luciérnagas?
¿Cómo abrazar la llama que se extingue        ingue         ing
en las flores silvestres
y volvernos su aroma y su fantasma?                                          30
Por si, otra vez, la noche me niega las estrellas,
yo le devuelvo al viento las palabras,
las voces y el espanto.
Una aguja de hielo penetra por mis huesos.
Mis párpados aprietan
un insomnio de atroces golondrinas
y el puñal de un relámpago:
ser la fosa imantada
donde se arroje el mundo tristemente,
el oro de la luna,                                                                            40
la sombra en el eclipse,
el agua que desgaste
la memoria de piedra,
y estallar en silencio,
brotar (sin hacer ruido) de la muerte…

El ocaso apagaba sus últimos rescoldos
a orillas del vacío.
Repliegues invisibles.
Órbitas de zumbidos y aguijones.
Remolinos de humo.                                                                 50
Polvo de mariposas
que tatuaban furiosos
los espectros soltados por mi puño.
La encía de los cirros
nos anudaba en una misma herida.
Desde el fondo del tímpano
de un sueño que entreabría apenas sus portales,
emergía el rezongo
oxidado y banal de una veleta.
Cerca, muy cerca,                                                                     60
una ronda de niños
desafinaba adrede una canción,
y el monstruo azul mutaba, mutaba en la fogata…

Y desaparecíamos.
El sendero extraviándose en nosotros
para olvidar el rumbo
                                  nuestras pisadas mías
              hacia ningún lugar
mi balbuceo tuyo
                                              todo lo que                                     70
                   la soledad desnuda
todo lo que quedab
                                             mordazas y ceniza
todo lo que quedaba de la nada



GUSTAVO ARITTO
Otoño / 2017
©2017 (texto registrado)