A 'un tal de Saavedra' [1]
Desciende
a nuestra cueva [2],
bájanos algún sueño;
Merlín
nos ha dejado, triste se fue el druïda.
Y
son largas las noches, y larga, nuestra herida,
que
Fierabrás [3] no cura
ni envenena el beleño.
Dicen
que afuera, oculta, preparan otra quema.
Pronto
seremos humo de letras misteriosas,
ceniza
de tu magia, y el morir de las cosas,
aspas
rotas y viento, locura y anatema…
Hay
un Grial que espera, esquivo y vacilante,
descifrar
un enigma celoso: tu vacío.
La
aventura eres tú, camino y caminante.
¿Quién
puso nombre a Dios? ¿Qué callan las palabras?
La
Eternidad recuerda tu porvenir y el mío.
Si
hallas la puerta, hermano, prosigue, no la abras.
GUSTAVO ARITTO
GUSTAVO ARITTO
[1] Miguel de Cervantes, quien de este
modo se refiere a sí mismo en el cuento del cautivo que aparece en el Quijote
(I, Cap. 40).
[2]
Alusión a la famosa Cueva de Montesinos, donde penetra Don Quijote (Parte II,
Caps. 22-23). Allí, encantados por el mago
Merlín, esperan ser liberados
Montesinos, su primo Durandarte (muerto en Roncesvalles frente a los
moros), Belerma, su amada esquiva, quien preside una peregrinación con el
corazón de su amado en una bandeja (parodia de la del Santo Grial en
Montsalvat), Ruidera, sus hijas y sobrinas (transformadas en lagunas), y
Guadiana (metamorfoseado en río).
[3] Fier-a-bras
(= “el de feroces brazos”), gigante sarraceno y protagonista de la canción
francesa homónima, conquistó y saqueó Roma, robando, entre otras reliquias, el
perfume con que se embalsamó a Jesús. De ahí el famoso “bálsamo de Fierabrás”
que añora Don Quijote (I, Cap. 10).
Poema incluido en La espiral de fuego. Siete palimpsestos del caos, Buenos Aires, 2008.
Imagen de portada: Molino de viento antiguo, Isla Sao Miguel, Azores; fotografía de Rui Vale de Sousa, publicada en el sitio - web http://es.123rf.com/photo.