Un poema de
ROBERT FROST
ACQUAINTED WITH THE NIGHT
I have been one acquainted with the night. I have walked out in rain -- and back in rain. I have outwalked the furthest city light.
I have looked down the saddest city lane. I have passed by the watchman on his beat And dropped my eyes, unwilling to explain.
I have stood still and stopped the sound of feet When far away an interrupted cry Came over houses from another street,
But not to call me back or say good-bye; And further still at an unearthly height, O luminary clock against the sky
Proclaimed the time was neither wrong nor right. I have been one acquainted with the night.
Robert Frost
Publicado por primera vez en la Virginia Quarterly Review, "National
Journal of Literature and Discussion", editada, desde
1925, por la Universidad de Virginia, EE. UU., apareció luego, en 1928, entre
los poemas del libro West-Running Brook.
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FAMILIARIZADO CON LA NOCHE
He sido uno de esos que saben qué es la noche.
He salido bajo la lluvia; y bajo la lluvia he vuelto.
He ido más allá de la luz más lejana de la ciudad.
Mi vista ha descendido por el más triste callejón.
He pasado al lado del sereno que hacía su ronda
Y he bajado la vista, sin ganas de explicar.
Me he quedado quieto, deteniendo el ruido de los pies,
Cuando de lejos un grito sofocado
Llegaba, por sobre las casas, desde otra calle,
Y aun más lejos, a una fantástica altura
Un reloj luminoso contra el firmamento
Proclamaba que el tiempo no era bueno ni malo.
He sido uno de esos que saben qué es la noche.
(Versión castellana de Enrique L. Revol, Bs. As., Corregidor, 1979)
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"I like anything that penetrates the mysteries. And if it penetrates straight to hell, then that's all right, too"
(A mí me gusta lo que sea que penetre los misterios. Y si penetra directo al infierno, está muy bien también)
R. Frost
Escritos citados aquí:
(a) Poirier, Richard. Robert Frost: The Work of Knowing.New York : Oxford UP, 1977.
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Un alto nel mezzo del cammin
NUESTRA Noche profunda, grávida de
significados misteriosos y de epifanías que acaso no seamos aún capaces de
entender. Al tiempo, lo que es del tiempo; a nuestro Ego deseoso y asustadizo,
sus miedos y sus ilusiones... El gran desafío es el de quedarnos a solas con
nuestro dios interior, soportando con entusiasmo (toléreseme la redundancia) cada
uno de sus imprevisibles rostros y, sobre todo, su aspecto más terrible,
el del Vacío.
El descenso a nuestra Noche, la cuesta que
debemos escalar hacia la sima (con s). Unos versos de la Eneida han resistido dos milenios advirtiéndonos de que lo peor
no es bajar [1], de que lo peor es
volver a la “luz” de la superficie planetaria que nos hospedará nuevamente en
sus resorts, garantes de
nuestra seguridad y nuestra exención de todo sacrificio inútil. Sin embargo, a
despecho de esa tradición (o de cualquier otra, arriesgo, tratándose de una mentalidad
artística como la de Frost), el eco pujante de los yambos [2] que fluyen en el séptimo pentámetro de ésta, uno de las mayores baladas jamás compuestas, se apodera de mí y me dice “detente aquí”: “I have stood still and stopped the sound of
feet” (“Me he quedado quieto, deteniendo el ruido de mis
pies”, en la versión de Revol). De entre muchas vertientes del pasado literario
occidental, una, sin duda, viene a parar en este verso; es la de la poesía
anglosajona medieval, escrita en el inglés antiguo que produjo Beowulf y los fragmentos de Waldhere y de Maldon, o el Brunanburh… En medio, desde los tiempos de
Chaucer, seis siglos de verso en inglés se abrieron paso hasta hallar lugar, en
sus atormentados días de 1925, en la memoria cósmica de Frost. Más allá de las
siempre justas precisiones en torno al exigente fenómeno retórico de la aliteración, yo me quedo
sencillamente con el imperfectible resultado de su inspiración, disfrutando del
pulso íntimo y vehemente de la línea: I háve sTóod sTíll and sTópped the sóund of féeT. En ella, por un
lado, suenan los pasos del enmascarado que habla; por otro, y en sincronicidad
apabullante, las palabras proclaman detención y silencio. ¿No supondrá un mayor terror que el ascenso desde el abismo, me pregunto, el quedarse quieto y
callado nel mezzo del cammin,
evocando así a la sombra de Dante, tan elusivamente viva en la composición? La junguiana mística del Inconsciente, aliada de la más remota sabiduría, nos tienta a identificar este momento del "viaje" (motivo éste, además, entrañable en la poesía de Frost) con alguno de los mitemas o estadios simbólicos cumplidos por el héroe, que se ve instado acá a enfrentarse, huidizo y desvalido, a sus mil caras. Ubicada su visión en el pasado, el aspecto "resultativo" (el del Presente Perfecto inglés) dominante en los verbos definitorios del texto presenta los hechos como sumidos a una dinámica aún en proceso, a un "relato" aún en curso cuyos imprevisibles desenlaces quedan por ser eventualmente experimentados. El drama interior, proyectado en el voluble escenario de la mente, está activo y, consecuentemente, inconcluso al cerrase el trayecto verbal. En el vértigo de su onírico racconto, actos que parecen asociados a lo habitual o lo iterativo conviven con otros que, como el que nos sale al encuentro en ese primer verso del tercer terceto, que, al igual que el "grito sofocado" (interrupted cry) o el paso junto al "sereno" (watchman), son puntuales y subsidiarios de la fugacidad. La lluvia y los callejones se sienten ahí desde siempre; el "reloj luminoso" (luminary clock) y su dictamen, irónicamente fuera del alcance de Saturno. Es que el Universo todo converge en el aión personal del protagonista, punto a la vez infinito e inextenso donde el yo profundo se perfecciona en silenciosa (y, por ello mismo, trágica) quietud. No hay experiencia comparable durante una prueba en la oscuridad que la de pararse para sólo oír. Y si no la hay es porque "oír" implica entonces tener que escucharse; porque "pararse", anular el movimiento que nos distraía, conlleva pagar el alto precio de sacrificar en el altar del Ego toda alternativa de cambio. A nuestro noctívago héroe extraviado ya no le es concedido entramparse más. No importa cómo sea la voz que el espeluznante silencio permita captar en el aire negro, ni tampoco qué diga: es la nuestra propia y ninguna otra, y eso basta para tener que asumir el desengaño último. Y como casi siempre en el poeta estadounidense, los "itinerarios" de personajes y objetos cercanos, cotidianos, que habitan sus poemas encubren su indeclinable preocupación formal, sus búsquedas estéticas. ¿Por qué no presumir que se trata también de un alto en otro plano del "camino"? ¿No podría acaso estar configurando una alegoría de la escritura, su inspiración y si respiración, las urgencias de la imaginación y su negado agotamiento, el pasado y el "talento personal" mentado por T. S. Eliot? La ambigua oscuridad de la noche sin bordes quiere servir de territorio (el más conocido y la mayor incógnita) para animarse a abolir los signos, suspender el mercadeo de significado y "sofocar" (to interrupt) el ruido que no deja reconocer esos pocos signos propios que hacen falta, el timbre y el registro del rapsoda interior... Es llamativo que el hecho inmediato a su resulto acto de "cesura" sea un grito que se interrumpe inexplicablemente a la distancia, uno que ni pretende atraerlo (o atraerla) de vuelta ni despedirse de él (o de ella). Destino de poeta genuino y verdadero, eso de deber aceptar el legado sólo para seguir adelante sin mirar atrás, pero sabiendo que nunca habrá de prescindir de él. Hubo quienes vieron en el actor de este poema que nos cuenta parte de su historia al humano Frost de las tristes biografías (ya un hombre acabado por el dolor, rendido a una depresión crónica, fantaseando con la idea del suicidio); o a Frost-poeta perseverando en su ser pero explorando esa senda no transitada que defendió para cualquier artista (y para cualquier individuo libre); o incluso a una mujer escondiendo en el suburbio lunar su preñez avergonzada o su profesión de prostíbulos... Yo, en cambio, me veo a mí mismo, hombre y poeta. Y contados escritos han calado tan hondo en mis fragilidades menos evidentes a la luz de mi conciencia. Detenerse y callar, perderse en una grieta del cosmos y en un intersticio del Gran Año, hacerse tan "familiar" como podamos a lo que más se teme: Noche oscura y circular del alma, despertada para tomar ese atajo que la Mente universal no había considerado; no estamos el Centro del laberinto sino a mitad del camino, a tientas pero guiados en secreto hacia el ocaso de todos nuestros falsos ídolos internos. Espacio transformado en tiempo (como en el Montsalvat donde se demora el Grial) que elige Dios para desaparecer y así demostrarnos que, paradójicamente, no estamos solos. Leer a Robert Frost, una de las experiencias más íntimas, conmocionantes y restauradoras que reconozco en mi vida, es otro posible sendero hacia la misma inagotable revelación.
Gustavo Aritto
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[1] En el Libro VI, vv. 126
a 129, se lee: “…
facilis descensos Averni, noctes atque dies patet atri ianua Ditis; sed
revocare gradum supersaque evadere ad auras, hoc opus, hic labor est” (… fácil es descender al Averno; día y
noche está abierta la puerta del sepulcro de Dite; sin embargo, regresar arriba
y salir de nuevo a la clara atmósfera, éste, sí es un trabajo duro, ésta, sí,
una ardua labor. – Trad. mía.)
[2] De
origen griego reconocible, el yambo (o yámbico) es el pie que secuencia una
sílaba breve de acento débil
seguida de una larga tónica
(notación: U_). Harto común en la poesía
en lengua inglesa, este pie, distribuido aquí en siete unidades métricas
(pentámetro), domina todo el poema. Con respecto al recurso de la aliteración,
menos laxo en su preceptiva en la poesía inglesa que en la castellana, la tradición da por
sabido que la repetición obsecuente del sonido consonántico ha de caer en primera sílaba de palabra, donde, además, recae el mayor énfasis acentual (acento fuerte). Un
ejemplo de cómo un renacentista recoge esa práctica medieval es un verso
famoso de Shakespeare; está en una de las canciones de Ariel, en The Tempest (La tempestad): "Full Fathom Five thy Father lies...".
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DOS CONTEMPLACIONES DE FROST Y SU POESÍA
"I like anything that penetrates the mysteries. And if it penetrates straight to hell, then that's all right, too"
(A mí me gusta lo que sea que penetre los misterios. Y si penetra directo al infierno, está muy bien también)
R. Frost
“Robert Frost: El
hombre y el poeta”
por Louis Untermeyer
“El carácter, así como la carrera,
de Robert frost desmiente las usuales falsas concepciones del poeta. Frost no
ha sido menos un hombre común por ser un extraordinario creador.
El creador, el artista, el hombre
extraordinario, es meramente el hombre común intensificado: una persona cuya
vida se eleva a un alto grado de sentimiento y que prodiga el regalo de hacer
que otros compartan su emoción. El hombre común vive del espíritu creativo.
Piensa en imágenes y sueña en su fantasía; vive por la poesía. No obstante,
parece desconfiar de ella. Adhiere a la noción de que un poeta es una criatura
extraña e incompetente, un diletante fracasado, un excéntrico que trata de
escapar de las ocupaciones del mundo de todos los días, un alma delicada y
mimosa.
La verdad es exactamente lo opuesto.
La Historia es un registro de hombres que fueron no sólo poetas sino
trabajadores, hombres de acción, descubridores, soñadores y hacedores. La
exploración de Guina y otras expediciones en el Nuevo Mundo de Sir Walter
Raleigh le trajeron fama y envidia. Sir Philip Sydney fue un soldado cuya
galantería en el campo de batalla es una historia inmortal. Geoffrey Chaucer,
‘padre de la poesía inglesa’, fue diplomático y agente secreto para los asuntos
del rey en Europa. John Milton fue el aguerrido canciller de Cromwell.
Tampoco les faltó a los poetas el
trabajo rural y la industria. Ben Jonson fue albañil. Robert Herrick fue
joyero. Robert Burns fue aprendiz de labrador. William Blake diseñó, imprimió y
vendió sus propios libros. William Morris fabricó muebles. Mucho antes de
convertirse en el mayor poeta estadounidense de su tiempo, Robert Frost trabajó
como granjero, como operario de bobina en un molino de Massachussets, como zapatero,
y como maestro de escuela rural.
Cualquier reseña sobre la vida de
Robert Frost debe comenzar con sus curiosas contradicciones. Descendiente de
una larga línea de ancestros oriundos de New England que se radicaron en la
región desde 1632, Frost nació en California. El más americano de los poetas,
no fue reconocido por primera vez en su propio país sino afuera, y sus primeros
dos libros fueron publicados en Inglaterra. Nunca ha participado en una
competencia y no cree en los certámenes con premio; sin embargo, le ha sido
otorgado en cuatro oportunidades el Premio Pulitzer por la mejor producción
anual de poesía. Sus monólogos en verso blanco son reputados de estar escritos
en ‘los toscos tonos conversacionales del habla’, empero, sus poemas destacan
por su música delicada y precisa. Él ha elegido una parte del país como su
provincia especial – los títulos de sus libros parecen de localización
vernácula: North of Boston, Mountain Interval, New Hampshire, A Further Range-;
con todo, poesía alguna tan regional ha sido nunca tan universal.
[…]
Dos años antes de su matrimonio,
Robert Frost intentó, una vez más, complacer a su familia y completar su
educación formal. Ingresó en Harvard a sus veinte años y permaneció hasta sus
veinticuatro. Le agradaba el estudio de la filosofía; se abocó a los clásicos;
disfrutó del latín y del griego. Pero, ‘Eso no era lo que yo quería’, dijo.
Su abuelo se decepcionó, pero le dio
a su ambicioso nieto una granja cerca de Derry, New Hampshire, para refugio. El
refugio presentaba algo de desafío, y a sus veinticinco años Frost comenzó a
trabajar como granjero. Él era cualquier cosa menos un labrador nato del suelo,
aunque se las rebuscó viviendo exclusivamente como granjero durante cinco o
seis años. Finalmente destinó a la enseñanza parte de su tiempo. Pero su cabeza
estaba llena de poemas, y su esposa sólo deseaba ávidamente que escribiera.
Todos resultaron disgustados, excepto él mismo y su mujer, ambos sin la menor
preocupación de ser ‘castigados’.
[…]
La verdad ha sido la pasión central
de Frost. A él nunca lo engañaron las soluciones fáciles ni fue manejado por
los slogans; jamás se supeditó a la
moda del momento, en poesía ni en política. Una y otra vez reafirmó sus
creencias; parte de esto lo declara en ‘The Black Cottage’ (La cabaña negra):
‘… why abandon a
belief
Merely because it
ceases to be true.
Cling to it long
enough, and not a doubt
It will turn true
again, for so it goes.
Most of the change we
think we see in life
Is due to truths being
in and out of favor.
As I sit here, and
oftentimes, I wish
...’
(… por qué abandonar una
creencia
meramente porque deja de ser
verdad.
Aférrate a ella lo suficiente, y
sin duda
volverá a ser verdad de nuevo, pues
así sucede.
Gran parte del cambio que
creemos ver en la vida
se debe a verdades que ganan y
pierden apoyo.
…)
Sin
embargo, una búsqueda persistente de verdades no significa que Frost sea un adusto
filósofo. Por el contrario, su toque es tan ligero como certero. Es ligero
cuando – o especialmente cuando – su asunto es trágico. En su máxima seriedad,
Frost es el más espontáneo. Su verso encierra una intimidad creciente,
establece una grata convivencia en la cual el ingenio y la sabiduría se aúnan.
Él conoce a la humanidad sin sus ‘tratos convenidos´; la ha estudiado en
pastizales de piedra y academias de artes y ciencias. Él tiene en mucho la
habilidad en cada oficio. Prefiriendo la realidad de la experiencia a una
retirada a un fantástico mundo de sueños, reitera: ‘El hecho real es el más
dulce sueño que conoce el trabajo’.
Trabajador
siempre tanto como soñador, Frost da forma a su verso y juzga un poema por los
mismos estándares que, según dice T. K. Whipple, ‘aplicaría a un hacha o a un
azadón o a una espada: debe ser sólido, fuerte, honesto’. El pulso de su verso
está sincronizado con los latidos del corazón del mundo del trabajo diario.
Poesía y acción, amor y necesidad, van unidos…
[…]
Frost
juzga, pero raramente condena; él es fundamentalmente serio, pero nunca
pomposo. Algunos críticos lo consideraron esencialmente un moralista, pero su
peor enemigo (si tiene alguno) no lo acusaría de tratar de modificar algo o a
alguien. Acepta las contradicciones del mundo sin ser colisionado por ellas.
Uno de sus más recientes poemas, con el significativo título de ‘The Lesson for
Today’ (La lección para hoy), es una larga discusión filosófica, que concluye:
‘And were an epitaph
to be my store
I’d have a short one
ready for my own.
I would have written
of me on my stone:
I had a lover’s
quarrel with the world.’
(Y de ser mi historia un
epitafio,
yo tendría preparada una para el
mío.
Yo habría escrito de mí en mi
lápida:
mantuve una pelea de amante con
el mundo.)
‘I had a lover’s quarrel with the
world’. Ningún comentarista escribió, ni ninguno ha de escribir, un
resumen más logrado del espíritu del poeta; una contemplación del mundo que es
libre de cuestionar, aun de criticar, pero siempre con comprensión, siempre con
fervoroso amor.”
(De la Introducción a The
Pocket Book of Robert Frost’s Poems, Pocket Book, New York, 1946 - Traducción del inglés de estos fragmentos: G. Aritto)
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"Familiarizado con la noche", de Frost
por Kyoko Amano
“En
Robert Frost: The Work of Knowing (R.
F.: El trabajo de conocer) (a), Richard Poirier sugiere que los poemas de R. F.
tratan frecuentemente del proceso del poeta (las elecciones que tuvo que hacer)
al escribir un poema. Escribe Poirier, ‘El Frost de los poemas más queridos es
además el Frost que está simultáneamente meditando, de una manera con
frecuencia inaccesible al lector espontáneo, sobre la naturaleza de la poesía
misma.’
[…]
El
motivo del viaje en sus poemas requiere de sus lectores que analicen los
aspectos alegóricos del poema. Kimberley H. Kidd, por ejemplo, sugiere que la
noche en el poema representa ‘la vida interior del propio poeta, posiblemente
el autoconocimiento’, y que el poeta ‘está familiarizado (con) pero no conoce’
bien su yo profundo. Kidd sostiene, ‘El viaje del poeta en la noche, entonces,
puede verse como en curso y continuo, progresando hacia un más completo
conocimiento de sí mismo’ (b). Este mismo viaje hacia el interior del yo profundo
del poeta puede representar su exploración del territorio desconocido, una
experimentación poética que caracteriza el peso del modernismo americano en los
tiempos de Frost.
[…]
Con
su símbolo convencional de la ‘noche’ en el título, en el verso inicial y en el
final, ‘Acquainted with the Night’ de Frost invita a sus lectores a examinar la
muerte y la aflicción expresadas en el poema. Sin embargo, la ‘muerte’ no
debería ser tomado como un símbolo convencional; más bien, la oscuridad de la
noche representa los símbolos, la forma y la estructura del poema que ningún
otro poeta ha explorado en el pasado. En tanto que la ‘ciudad’ y su ‘luz’, en
el verso 3, representa la sociedad civilizada o la poesía tradicional, la
oscuridad de la noche en este poema representa el tipo de poemas y sus
dispositivos poéticos que los predecesores del personaje-locutor no han
explorado aún. Así, ‘I have been one acquainted with the night’ (He sido uno de
esos que saben qué es la noche) en los versos inicial y final, lo mismo que ‘I
have outwalked the furthest city light’ (He ido más allá de la luz más lejana
de la ciudad) [v. 3], expresa que el poeta-voz ha escrito poemas experimentales
sólo en ocasiones, ya que dice con insistencia, ‘I have walked out in the rain…
and back in the rain’ (He salido bajo la lluvia; y bajo la lluvia he vuelto)
[v. 2] El personaje-locutor da a entender que él siempre ha vuelto a la poesía
tradicional. Mientras que la primera estrofa del poema presenta al personaje
como un poeta experimental, la segunda presenta un aspecto suyo
ligeramente diferente. En la segunda
estrofa, que consiste en dos oraciones completas, el poeta-voz llama al
callejón de la ciudad, o a la poesía tradicional, ‘the saddest’ (el más
triste). Entre tanto que explora el territorio incógnito, el poeta personaje
hablante "[has] passed by the watchman on his beat" (pasó al la lado
del sereno que hacía su ronda) (v. 5), pero no pudo [soportar] encontrarse con
los ojos del sereno y dice, ‘And dropped my eyes, unwilling to explain’ (Y he
bajado la vista, sin ganas de explicar) (v. 6). Este vigía es el otro único
personaje humano en el poema, pero el que habla evita el contacto humano. Keat
Murray explica en su ‘Robert Frost's Portrait of a Modern Mind: The Archetypal
Resonance of Acquainted with the Night’
(El retrato de la mente moderna en R. F.: Resonancias arquetípicas de Familiarizado con la noche):
‘La
palabra “watchman” (= sereno, vigilante, vigía) descansa en el sentido de la vista […] E instrumental al
sereno es su función en su puesto en tanto personificación de la conciencia, o
de su signo visual. […] El hecho de que la persona baja la vista frente al
sereno indica cierta medida de culpa o de reticencia tan disonante que resuena
con un estruendo desde su conciencia dirigida a Dios.’ (c)
Este
vigía semejante a Dios es también la conciencia del que habla, indicándole que
se quede en los senderos tradicionales, o aquellos que rodean al personaje, que
le recuerdan los senderos seguros. El vigía,
por otra parte, puede ser un hombre al frente de un puesto de vigilancia, un
cronometrador, por decirlo así, porque el tiempo es otro símbolo recurrente en
el poema. En la cuarta estrofa, el poeta observa ‘One
luminary clock against the sky’ (Un reloj luminoso contra el firmamento) (v. 12),
que es tanto la luna como una torre de reloj, y concluye en el pareado final
que ‘the time was neither wrong nor right’ (el tiempo no era bueno ni malo) (v. 13). Que
el personaje no puede tener contacto visual con el cronometrador de la
tradición poética y que está "unwilling to explain" (sin ganas de
explicar) (v. 6) sugiere que el personaje-voz no se siente movido a explicar su
urgencia por experimentar.
[…]
Al llegar al tercer terceto, el
personaje está cerca de los límites de la ciudad, donde puede asimismo oír "an
interrupted cry" (un grito sofocado) (v. 8) que proviene "over houses
from another street" (por sobre las casas, desde otra calle) (v. 9). Al transgredir el personaje los límites de los
símbolos y la forma convencionales, comprende que el grito que oye ‘[is] not to
call [him] back or say good-bye’ (no para hacerme volver ni para decirme adiós)
(v. 10). En síntesis, alcanza la comprensión de
que no hay nadie, ni siquiera el sereno, que le impida explorar nuevas
posibilidades en poesía. En verdad, el vigía del segundo terceto no cuestiona
al personaje-locutor al pasar al lado suyo. A través de las calles desiertas,
las casas distantes, y la oscuridad que envuelve a toda la civilización en la
octava línea [¿?] se enfatiza una alienación que éste debe experimentar para
crear poesía nueva y artística. El peso de este aislamiento es medido por la
luna. "And further still at an unearthly height / One luminary clock
against the sky / Proclaimed the time was neither wrong nor right" (Un reloj luminoso contra el firmamento / Proclamaba
que el tiempo no era bueno ni malo. / He sido uno de esos que saben qué es la
noche.) (2do terceto). Observando la
luna, aquél comprende que no existe un tiempo adecuado para crear un poema
Nuevo. Que el crear un poema nuevo es un incesante tribunal y el error está
reforzado por los siete enunciados en tiempo presente perfecto que contiene ‘Acquainted
with the Night’. El poeta-hablante exploró el
territorio desconocido en el pasado, y aunque ha vuelto al territorio familiar,
no ceja en regresar al incógnito. En
este sentido, el uso de la terza rima
en este soneto resulta apropiado: el esquema de rima cruzada brinda un sentido
de continuidad en los lectores. De todos modos, el personaje no resiste
experimentar con el esquema tradicional de rima. Aun cuando los lectores
esperarían la terza rima tradicional aba
bcb cdc ded ee, "Acquainted with the Night" rima aba bcb cdc dad
aa, produciendo una estructura
circular al repetir al final el verso de apertura del poema: "I have
been one acquainted with the night (vv. 1 y 14). Insistimos, esta estructura
circular del poema acentúa la naturaleza continua de la creación de un nuevo
poema."
[KYOKO Amano,
University of Indianapolis - Copyright © 2006
Heldref Publications - "Frost's 'Acquainted with the Night'", Explicator 65.1 (Fall 2006): 39-42 - Versión castellana de los extractos para esta exclusiva publicación: G. Aritto, 2012]
Escritos citados aquí:
(a) Poirier, Richard. Robert Frost: The Work of Knowing.
(b) Kidd, Kimberiey H.
"Acquainted with the Night." Masterplots II: Poetry. Rev. ed. MagillOnLiterature Plus. 19 October 2006
.
(c) K. Murray, texto citado, Midwest Quarterly 41.4 (2000): 370-84.
Para la lectura del artículo completo original ver el sitio: mythoughtsonpoetry.wikispaces.com/file/view/Acquainted+with+the+Night.pdf, con derechos reservados de Herdref Publications
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Copia y manuscrito de "The Gift of Outright".
Leído por el poeta durante la asunción del Pte. J. F. Kennedy
(Washington DC, 20 de enero de 1961)
En el sitio A Frost Bouquet:
ROBERT FROST nació en
San Francisco en 1874. Al terminar estudios básicos en Darthmouth College
de New Hampshire, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad
de Harvard carrera que suspendió en 1899 debido a problemas de salud. En
1912, buscando un mejor futuro, viajó con su familia a Inglaterra donde
permaneció tres años en los cuales publicó su primera colección de poemas "La voluntad de un muchacho" en 1913. De regreso a Norteamérica apoyado
por amigos poetas como Ezra Pound, adquirió gran fama y fue reconocido como uno
de los grandes poetas de su país, con trabajos como "Intervalos en la montaña" en 1916, "New Hampshire" en 1923, "El arroyo que fluye al oeste" en 1928, "Una cordillera de más allá" en 1936, "Máscara de la razón" en 1945 y "En el calvero" en 1962. Recibió el premio Pullitzer en cuatro
ocasiones. Falleció en Boston en 1963.