“… pues, aunque vio
cómo sufría, no preguntó
a su anfitrión: ‘Señor, ¿de qué sufrís?’…”
Wolfram von Eschenbach, Parzival, IX
A Carl G. Jung
La encía del horror. Eso que no se
nombra.
Es mi río que nace, nocturno y sin
testigos.
En la alta torre, un sueño que fuerza
los postigos,
va a empujar al vacío a mi deforme
sombra.
No hay nadie más conmigo donde arde la
herida:
somos el viento y yo y algún otro
difunto.
La sangre fue un hechizo, y mi rostro,
un trasunto.
¿Qué me ocultó la luna del alba en la
partida?
El bosque me adivina dudando en el
umbral:
cuándo resurge virgen mi codiciado
cuerno,
cuándo raja la siesta mi íntimo
cristal…
Soy tu pobre unicornio; vi luz en la
ventana.
Dios me ha perdido el rastro y aún
busca en el infierno
algún
pétalo suelto del Oro que nos sana. [1]
GUSTAVO ARITTO
[1]
Aparte de cierta alusión a un Arcano Mayor del Tarot (el 16: La Torre o
La segunda muerte), este texto
reúne el simbolismo hermético de la Magna Obra alquímica y su paralelo “proceso
de individuación”; sus fases, elementos y cualidades más obvios están en él. El
final evoca la imagen central del tratado chino El Secreto de la Flor de Oro,
que R. Wilhelm tradujo y Jung comentó con fascinación.
Este soneto está incluido en La espiral de fuego: Siete palimpsestos del caos, Bs. As., 2008.
Fotografía: Casa de C. Jung en Bollingen, sobre el Lago de Zürich, Suiza (septiembre, 1973). Todos los derechos reservados por Richard Friedman. Fuente: http://rchrd.com/photo/archives/2006/01/cg_jungs_house.html - Abajo: Grabado con un Unicornio para la 1a edición de Psicología y alquimia.
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