21 de diciembre de 2014

YO NO DIGO MI CANCIÓN SINO A QUIEN CONMIGO VA...





  

  ¡Quién hubiese tal ventura     sobre las aguas del mar 
  como hubo el conde Arnaldos     la mañana de San Juan! 
  Con un falcón en la mano     la caza iba cazar, 
  vio venir una galera     que a tierra quiere llegar. 
  Las velas traía de seda,     la ejercia de un cendal, 
  marinero que la manda     diciendo viene un cantar 
  que la mar facía en calma,     los vientos hace amainar, 
  los peces que andan n'el hondo,   arriba los hace andar, 
  las aves que andan volando   n'el mastel las faz posar. 
  Allí fabló el conde Arnaldos,     bien oiréis lo que dirá: 
  --Por Dios te ruego, marinero,     dígasme ora ese cantar.--





Romancero viejo:  Romance del Conde Arnaldos, en su truncada versión del Cancionero sin año (fol. 193r, Amberes, 1548)

6 de diciembre de 2014

LLUEVE ADENTRO MÍO






Llueve adentro mío llueve llueve el tiempo pobre estúpido no se quiere rendir y se aboveda aún en este sueño añil que soy pero como mi inmensa noche sin origen nunca empezó esa voz de follajes cristalinos nunca empezó la lluvia  indecible canto donde se extinguen los pensamientos y aunque el relámpago me suplicó otra vez un instante un solo instante al menos de mi locura y fui entonces un remolino bermejo en el sembradío no volveré a hacerlo no no no a caer en la fosa y confundirme con los abominables gusanos de la cordura humana porque sobre las colinas de tatuajes extraños llueve llueve mientras el arroyo anuda y desanuda misteriosamente su hebra electrizada y nada me recuerda ni recuerdo y envejecida la misma luna de siempre me seguirá de nuevo en vano cansada de conjuros y de lobos y a nadie encontrará “¿estás ahí?” libre para entregarle a la muerte las palabras “¿ha sanado por fin tu ala herida?”  libre para el amor sin dejar rastros “espérame en el claro del bosque donde abre su párpado el Vacío” respirar y extraviarnos volver a ser el fuego en la llama ausente y apagada hace millones de años imán en lo secreto de la piedra viento deshabitado ráfaga cenizas un único gorjeo volviéndonos eco del silencio porque adentro muy adentro nuestro llueve lluev



GUSTAVO ARITTO