8 de noviembre de 2012

DE NUESTROS REINOS HERMANOS (I): LOS DEVAS ELEMENTALES











“En una ocasión, hablando del tema del sufrimiento, [Joseph Campbell] mencionó juntos a Joyce y a Igjiugarjuk. ‘¿Quién es Igjugarjuk?’, le dije, casi sin poder pronunciarlo. ‘Ah’, respondió Campbell, ‘era un chamán de los caribú, una tribu al norte de Canadá, quien decía a los visitantes europeos que la única verdadera sabiduría ‘vive lejos de los hombres, en la gran soledad, y sólo puede obtenerse mediante el sufrimiento. Únicamente la privación y el sufrimiento abren la mente a todo lo que permanece oculto para los demás’.’
‘Por supuesto’, dije, ‘Igjurgajuk.’…”


                                    J. Campbell – en diálogo con B. Moyers, El poder del mito




Del libro

El Reino de los Dioses,

de Geoffrey Hodson


Parte Segunda: DESCRIPCIONES

Cap. IV: “Los Dioses Menores”




Las formas astrales y etéricas



En los peldaños inferiores de la escala de la Jerarquía Angélica se hallarán los espíritus naturales de los cuatro elementos sutiles de la tierra, el agua, el aire y el fuego. La campiña inglesa donde fueron efectuados estos estudios está bien poblada con la variedad casi infinita de habitantes de estos cuatro reinos de la Naturaleza.

Mis observaciones sugieren que los espíritus usan dos formas distintas. Una de éstas es el cuerpo astral permanente, y la otra forma consiste en un aura esférica y multicolor que rodea la forma interior ‘feérica’, delicada y construida por las fuerzas. Se presume el vehículo etérico por dos razones al menos. Una es que, cuando se usa un cuerpo etérico, la mente naciente experimenta un sentido adicional de individualidad o entidad, que es normalmente inconsciente de sí y difuso en todo un grupo. La otra es que se logra acrecentada e intensa vitalidad mediante un contacto más estrecho con el mundo físico, durante las estaciones de germinación, crecimiento y desarrollo pleno de las plantas, y bajo los rayos del Sol. Estas experiencias proporcionan placer. Bajo estas condiciones los espíritus naturales emergen de los niveles astrales a los etéricos donde se los puede ver con más facilidad y más generalmente se los aprecia por primera vez. Allí bailan, juegan, se miran, miran a los seres humanos hasta cierto punto, los imitan y en ocasiones se apegan a los suficientemente sensitivos para responder a su presencia e incluso comunicarse con ellos.

Una vez asumida la forma etérica, ésta parecería estar gobernada por tres influencias por lo menos. La primera de éstas es la del Arquetipo, que es el mismo para los reinos Angélico y humano. La segunda es la modificación de la característica Arquetípica de los espíritus naturales de cada uno de los cuatro elementos de tierra, agua, aire y fuego. También se observan variaciones de éstos en diferentes niveles de abajo, sobre y arriba de la superficie de la Tierra, en diversas condiciones naturales y en diferentes distritos.
La tercera influencia es ejercida por los hábitos humanos, las ropas y el pensamiento popular relativo a la apariencia de los entes ‘feéricos’ de particulares tiempos y lugares. Ciertos períodos de la historia dejaron así su marca en el reino de los espíritus naturales. La forma de los gnomos data aparentemente de los primeros habitantes físicos del planeta en los antiguos tiempos lemurianos [i]. La impresión del pensamiento atlante se verá aun en los Dioses Mayores y Menores de países de América Central, Sudamérica, Islas del Pacífico y Archipiélagos que fueron habitados durante largos períodos por los atlantes. La apariencia de otros espíritus naturales está moldeada evidentemente según el campesino europeo medieval, de la que el duende es, en parte, una reproducción en miniatura. En Inglaterra se encontrarán tribus enteras de espíritus naturales de la tierra, vistiendo atuendo masculino de estilo isabelino [ii].Las hadas asumen con frecuencia una apariencia relativamente moderna, incluso respecto del estilo del “cabello”, como ocurre asimismo con las hadas fotografiadas por los dos niños de Yorkshire [iii]. Algunos espíritus naturales asumen el atuendo de un herrero, e incluso llevan herramientas confeccionadas con el pensamiento, otros el del zapatero, mientras que otros, a su vez, consciente o inconscientemente, evidencian similares formas imitativas de las actividades, hábitos y vestimentas humanos.

El pensamiento ‘feérico’ es poderosamente formativo en la material astral y etérica. Hasta donde se lo permiten sus limitados poderes de observación, se deleita en copiar la apariencia de los seres humanos que pueden ver, arte en el que es muy experto. En Norteamérica los espíritus naturales de la tierra están con frecuencia desnudos hasta la cintura y usan lo que parecen ser pantalones de piel o de gamo, a veces desflecados según el hábito de los indios americanos. No es raro que también sus auras estén dispuestas en franjas concéntricas de color, haciendo que éstas de algún modo sugieran la apariencia del gorro indio de guerra, de plumas de águila, teñidas. En Sudáfrica y Australia se ven gnomos desnudos y negros, que parecen aborígenes, mientras ciertos espíritus de la naturaleza de la tierra, en Nueva Zelandia, más bien parecen semivestidos maoríes en miniatura.

Todas las descripciones del cabello, alas y atavíos de los espíritus naturales, incluyendo especialmente la apariencia de ropa muy sutil y tenue, se refieren a las condensaciones, hasta el nivel del cuarto subplano desde arriba del éter, de ciertas porciones interiores de sus auras astro-etéricas. Las varas, por el otro lado, aparecen espontáneamente como símbolos de autoridad, como formas asumidas naturalmente por el atributo de gobierno por parte de la voluntad instintiva y mediante lo cual los movimientos concertados de los espíritus naturales controlan y dirigen a quienes están a su cargo.

La consciencia de estas criaturas ‘feéricas’ funciona normalmente sobre el plano astral, que es un plano vital. Cuando se ingresa en una expresión más objetiva, se lleva a cabo más o menos instintivamente un proceso de autorrevestimiento en la materia etérica que es un plano formal. Esto culmina en la creación temporaria de un cuerpo etérico animado, impenetrado y rodeado por el creador astral. La reproducción como forma relativamente fija de corrientes en el aura astral y la formación de guirnaldas, cinturones y varas como expresiones de los atributos, son procesos naturales. Creo que son manifestaciones de la pequeña palabra del hada de aquellos procesos y leyes creadores Cósmicos por los que la Naturaleza externa entra en la existencia como expresión de ESO de lo cual emana.
Reconocidamente, las formas de los espíritus naturales son ilusorias y evanescentes, pero así es todo el universo objetivo desde el punto de vista de la realidad última.

Esta expresión microcósmica de los poderes y las Leyes Microcósmicas acuerda hasta a las formas y seres más pequeños de la naturaleza su profundo interés y significado. Se piensa que el átomo químico reproduce en proporciones ultramicroscópicas la forma y los movimientos interiores de un sistema solar, siendo manifestaciones de unidades aun mayores y expresiones objetivas de los principios universales numéricos y geométricos. De modo parecido, mis observaciones me indujeron a creer que las formas de elfos, hadas y dríadas son resultado de la actividad de las leyes por las cuales fue construido el Cosmos. Por tanto, un estudio de estos seres puede llevar al observador desde el efecto minúsculo hasta la gran Causa, desde la simple existencia hasta el principio general.

Las observaciones y descripciones que siguen son reconocidamente limitadas, en ámbito y comprensión, habiendo sido tomadas de las constancias de mis primeros intentos defectuosos de investigar el Reino de las Hadas. Sin embargo, para ser preciso, las presento tal cual las escribiera entonces, más bien que ampliadas a la luz de un conocimiento posterior. Si fuera menester otra explicación, e incluso una disculpa por incluir en esta obra tantas trivialidades aparentes de la tradición ‘feérica’, respondería que, a la luz de un conocimiento más completo, puede descubrirse que esos pequeños seres, aunque inconscientemente, ocupan posiciones importantes en la realización de los misteriosos planes y procesos de la Naturaleza. El poder de la simple célula para moverse, respirar, reproducirse y nutrirse, y el de los grupos de células para comunicarse, cooperar y coordinar sus actividades en el desarrollo de los cuerpos orgánicos, puede ser explicado por la presencia e influencia instintivamente directiva de los espíritus naturales. Se sabe que las amebas se mueven hacia una existencia conjunta y comunal, estimulada y guiada físicamente por ciertas sustancias químicas. El origen y la acción de tales sustancias y del mecanismo aparente en la evolución de los moldes de barro y sus sucesores en la escala, puede tal vez seguirse hasta las actividades de organismos, invisibles y astro-etéricos del orden de los espíritus naturales de los cuatro elementos.

Nada es insignificante en la Naturaleza. Lo extremadamente diminuto es tan importante como lo inconcebiblemente vasto. La dimensión y el significado aparente a la luz del actual conocimiento humano no pueden ser considerados como normas importantes. Además, puesto que el pequeñísimo átomo y el grandísimo Arcángel son producidos, formados y hechos evolucionar de acuerdo con las mismas leyes, un estudio de lo minúsculo y lo aparentemente carente de importancia puede conducir a la comprensión de todo lo que existe. Desde este punto de vista, un espíritu natural es de tanta consecuencia como un Dios creador, y quienes toman a toda la Naturaleza como su campo de estudio difícilmente puedan pasar por alto estas corporizaciones de la vida inmanente de la Naturaleza. Los espíritus naturales tal vez se descubran un día como eslabones de la cadena de causalidad por la que un universo es concebido, ‘denominado’ mentalmente y pronunciado su ‘nombre’ o ‘palabra’ para que su sonido haga que el concepto único y primordial se manifieste como naturaleza física en toda su complejidad y variedad infinitas de seres, especies y formas que evolucionan.

Admito que también me acució el pensamiento de que lectores – y aquellos a quienes se lee – de tiernos años puedan hallar en estas descripciones mucho que entretenga y tal vez proporcione después un fácil portal para un estudio más profundo del Reino de los Dioses. Además, hay otra razón para interesarse por los elementales de la tierra, el agua, el aire y el fuego que resultará evidente para aquellos lectores míos interesados por la alquimia.”



(Extraído de la edición de Editorial Kier, Buenos Aires, 2003, págs. 113-117. Título original The Kingdom of the Gods, The Theosophical Publishing House, Adyar, India, 1952. Traducción castellana: Héctor V. Morel)

   






[i] Lemuria y Atlantis son nombres dados a continentes ahora sumergidos debajo de los océanos Pacífico y Atlántico, respectivamente. Fueron asientos de la tercera y cuarta de las siete Razas mayores de los hombres que ocuparon este planeta. La actual Raza Aria y el grupo lingüístico constituyen la quinta de éstas. Las primeras dos Razas, al estar en el arco descendente, sólo usaban cuerpos superfísicos y etéricos… (N del a)
[ii] Véase Fairies, E. L. Gardner, y en especial la fotografía de un denominado gnomo, cuyo esbozo aparece en esta página. […], Londres. (N del a) 
Con respecto a las nociones de "planos" y "subplanos", tal vez sirva de aclaración elemental el siguiente pasaje: “Así como las Mónadas, manifestadas a través de todas las facetas de la ideación divina, son resguardadas y auxiliadas por sus superiores evolutivos, lo mismo ocurre con los que, cuando sus Rayos tocan por primera vez el mundo físico, hallan su corporización como miles de minúsculos insectos. De allí en más, a lo largo de todo su viaje ascendente, que culminará al convertirse en un ser perfeccionado y divino en uno de los Siete Rayos* en los que puede clasificarse el reino de los insectos, como todos los demás, están sujetos a la administración de sus superiores. Atraviesan su existencia física y logran todo lo que desean al traspasar ese reino como mariposas, abejas, escarabajos, hormigas u otros aspectos principales de los tipos del Rayo de los insectos, y penetran en los mundos superfísicos a través de los cuales, primero como espíritus de la naturaleza y después como rupa y arupa devas [rupa, arupa, sánscrito: ‘con forma y amorfo¿, en referencia a los niveles que se hallan respectivamente debajo y arriba del cuarto subplano del plano mental. En el primero, la tendencia a asumir la forma prepondera sobre el ritmo, y en el segundo predomina el ritmo o el libre flujo vital. Los ángeles de los planos rupa presentan más claramente a la conciencia humana la idea de la forma corporal que los ángeles de los niveles arupa.], ascienden hasta las alturas Arcangélicas, trascendiéndolas. Las Mónadas que atraviesan el reino de los insectos, y las formas que animizan, son, por tanto, de igual importancia a todas las demás manifestaciones, facetas, modalidades y formas de la existencia divina. Rigiendo sobre sus Rayos, sus Órdenes y sus especies están los Arcángeles y los ángeles, que no sólo cuidan de la vida inmanente sino que también preservan y modelan la forma de los insectos en procura de una belleza mayor. Su presencia como guardianes y tutores estimula la actividad del instinto natural de las numerosas especies para que sigan los hábitos físicos por los que se perpetúe el tipo, se atraviese exitosamente las etapas de gestación, se encuentre comida, se cumpla el apareamiento y se depositen los huevos.” (G. Hodson, esta misma obra, “Reino de los insectos”, Parte II, Cap. II Las Jerarquías Angélicas de la Tierra.) Seguramente podrá objetárseme, no sin razón, "no aclare, que oscurece...". (N de G. Aritto)
[iii] Ibídem. (N del a)


Imagen de portada: Figurita n° 1 del álbum Blancanieves y los siete enanitos, 1967 (una reliquia de mi infancia - G. A.)



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