4 de diciembre de 2012

CAMINO A SANTIAGO: MEMORIAS DE UN PEREGRINO DEL PORVENIR





"If ye love me,
keep my commandments,
and I will pray the Father,
and he shall give you another comforter,
that he may abide with you forever,
e'en the spirit of truth."

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"Si ustedes me aman,
observarán mis mandamientos,
y yo le rezaré al Padre,
y Él les enviará otro Intercesor,
que permanecerá con ustedes para siempre;
Este es el espíritu de la verdad."







AUNQUE ES DE NOCHE [1]


Al maestro Germán Orduna

                                                                                                     
Mi sombra se despeñó por la hondonada. La vi caer al angostarse el camino, perderse donde la luna renuente estrangula un arroyo sin voz. Venimos solos y heridos. En la ventisca resisten los gemidos, y en la escarcha bermeja, nuestras pisadas huyen cuesta abajo por el desfiladero que sofoca el yugo de los montes. ¿Vais?¿Volvéis?¿Qué suerte corrió vuestro señor? No lo sabemos… Soplo que va y no vuelve somos él y nosotros. Pero, ¿acaso importa eso, cuando se ha perdido el escudo, cuando un pájaro acaba de estallarle a uno en la palma de la mano? Hay que seguir, seguir… Entonces, ¿cuántos quedaron allá? Un haya quedó, una vieja haya que llora nueces de plutonio. ¿Un haya? ¿Sólo una triste haya? ¿Y quién hará que suene el olifante…?

Se oye en la romería una vihuela. Alguien está cantando nuevas del mundo junto al oscilante fuego azul. ¿Qué dice? ¿Qué dirá que podamos entender? Tartamudea un poco, nada más, debajo de los bucles donde semblantea una mujer. Algo que debe anunciarnos no quiere pasar por su lengua:


Ha varado en Iria Flavia [2]
una barcaza de piedra
remontando el Tahalí.
Un secreto traen sus velas
que extraño rayo movió.
Quien lo busque no lo viera
a Iago el Santo, que vino.
Acá, los remos sin huellas.
Allá, las redes vacías.
Acullá, cáscara hueca,
yacen las sus vestiduras
y su capuz sin cabeza…
Ha varado en Iria Flavia
una barcaza de piedra.
Nadie vuelve igual del Pórtico [3]
que vigilan las estrellas:
no os acerquéis sin amor,
no lo crucéis sin sapiencia.
El camino es la espiral 
de un sueño que no recuerdas.
Ya lo has recorrido antes,
flecha que avanza, regresa.
Te demoró la posada,
cuando te venció la cuesta.
Fuiste el que cayó en el pozo,
el que distrajo su senda
en el fatuo laberinto.
Si de nuevo te encarcelan,
no habrá quien pague por vos:
patearán tu calavera
remontando el Tahalí…
En Iria Flavia las velas
de una barcaza relumbran
como el revés de una vieira.
Los que quieran ver, que miren;
los que tengan sed, que beban.


Mi sombra se despeñó desde el collado. La vi caer al angostarse el camino, perderse donde la luna renuente estrangula un arroyo sin voz. Del tenebroso collado de Ibañeta bajamos malheridos; de Rozaballes no queremos acordarnos. [4] ¿Cuántos sois? La noche os vuelve uno. Éramos tres y una sola espada. Él (que no le sé la cara ni la voz), mi sombra y yo. Ahora somos dos. ¿Dos que erais tres? ¿Tres que sois uno? SSSSSSSSSSS… El juglar ha callado. Por un pedazo de queso y un poco de vino les inquietó sus tiendas dormidas con un cantar que algunos no perdonarán. Los puertos se han cerrado. La lámpara del ojo declina bajo el párpado del traidor, de los que conocían los atajos. Hay que seguir, seguir, siempre adelante. ¿Quién era nuestro rey? En la rueca del tiempo, Dios no está y se demora… tarda… tarda…, postergando su rostro igual que el fin de la batalla. Porque sabe que acaso ya hemos llegado, o que jamás partimos, que hemos quedado afuera y no tendremos agallas para desatar el nudo de la encrucijada, uno entre tres caminos, tres que nos conducirán a golpear a la puerta de la misma posada, y a clamar desde el fondo del mismo hoyo, y a extraviarnos en los espejos falsos del mismo laberinto… Tenemos sed y falta tanto aún… Alguien escupió la vihuela en la oscuridad. La muerte reparadora es el sueño bendito de otros. Antes de que las rocas sarracenas muelan la retaguardia, habremos de divisar las Pléyades detenidas en las velas y la barca de piedra abandonada. Pero, ¿y atrás, en la emboscada? ¿Quién hará que suene el olifante? Nadie… nadie…



        GUSTAVO ARITTO





[1] Alusión a San Juan de la Cruz, en su poema que dice “Que bien sé yo la fonte que mana y corre…”.
[2] Iria Flavia es el nombre original de Padrón, Galicia, a orillas del río Sar (afluente del Ulla), lugar al que la leyenda hace arribar a Santiago Apóstol y donde el eremita Pelayo halló su tumba en el siglo IX. La decapitación habría sido su martirio en Jerusalén…
[3] El llamado “Camino de Santiago” (el francés) fue, muchos siglos antes de convertirse en vía de peregrinación cristiana, una ruta frecuentada por los celtas. Éstos, a su vez, la heredaron muy probablemente de los atlantes, quienes conocían sus virtudes como canal dentro de la rejilla electromagnética planetaria. Así, como muchos otros templos cristianos y paganos, la Catedral de Compostela se asienta sobre un umbral dimensional y nodo de manejo de la fuerza gravitatoria de la Tierra. El juglar que aquí canta refiere en clave la semejanza descubierta del mítico itinerario con el esquema del conocido juego de la oca, cuya senda describe una sugestiva doble espiral; la Posada, el Pozo, el Laberinto, la Cárcel y la Calavera son trampas que demoran o anulan el avance del jugador.
[4] La desastrosa batalla de Roncesvalles (Rozaballes, en la anónima Nota Emilianense, glosa del siglo X) librada el 15 de agosto de 778, tuvo lugar en el incierto ámbito pirenaico que se extiende entre esa localidad, fronteriza con Aquitania, las angosturas de Valcarlos y el collado de Ibañeta, en Navarra. Allí Roldán dio la alarma, haciendo sonar su famoso olifante, de la inminente emboscada sarracena. Allí perdió su tío Carlomagno, que no llegó a tiempo, su desventurada retaguardia.


Video de portada: Thomas Tallis (1505 - 1585), "If Ye Love Me", sobre el texto de Juan, 14: 15-16, por el conjunto vocal Cambridge Singers, dirigido por John Rutter. 


Texto publicado en La espiral de fuego. Siete palimpsestos del caos, Buenos Aires, 2008.



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