30 de diciembre de 2012

LOS "PRÓSPEROS" DE LA INMINENTE "ISLA" PLANETARIA: "Estamos hechos de la misma sustancia que los dioses...":








W. SHAKESPEARE, The Tempest, V



(“Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran espíritus y se han disuelto en aire, en aire leve, y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos lo hereden, todo se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni huella detrás. Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve vida se cierra con un sueño. Estoy turbado. Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi dolencia. Si gustas, retírate a mi celda y reposa. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado.”)



NO SABEMOS (aún) cuántos oblicuos sentidos puedan conservar alguna celosa expresión velada en estos versos probablemente “injertados” por Shakespeare, de cierto retazo donado por John Flechter, en su último drama, La tempestad (1611), un enigma vigente en sí mismo. Lo cierto es que, sin duda, suena a “despedida”, del teatro y del mundo. La Utopía socio-política del egómano Próspero ha resultado un amargo fracaso. Mago venido a menos, confundió los inagotables recursos del Universo sagrado con el poder alojado en los reticentes jeroglíficos de aquellos volúmenes que amaba y que lo acompañaron a su exilio forzado, donde perseveró en el arte de vivir “con pocos pero doctos libros juntos”, según  confesaría algo más tarde de sí mismo otro desengañado, Francisco de Quevedo. Yo tengo para mí que el padre de Miranda, la exploradora de un asombroso mundo nuevo que heredamos, se sabía, muy en el fondo de su sueño, un mero impostor, un adepto falto del rito final consagratorio. Aun desde la dicha que le infunde que "la cosa marcha..." (es decir, Ferdinando y su hija son la prueba de que la Naturaleza no declina en su regeneración) Sabía que la Modernidad por él encabezada al abrigo seguro de la isla de su conciencia, sólo podía aspirar a soltar, más tarde o más temprano, los genios que su albedrío prepotente mantendría atrapados durante al menos cinco siglos. Lo demás sería el arduo e inútil trabajo (y valga aquí la etimología terrible) de despreciar su Sombra “calibánica”, que no ha dejado de traicionar sus medios y sus metas hasta el desnudo y el ridículo, y organizar el más opulento aparato propagandístico de la Historia a fin de hacerla pasar, entre otras especies, por Libertad, Razón, Ciencia, Educación, Progreso, Propiedad, Instituciones y, finalmente, Igualdad democrática, el último narcótico con que logró adormecer a la humanidad masificada.

Sin embargo, y sólo sujeto a la cíclica obediencia con que todo fluye en el Cosmos, la turbulenta Convergencia Armónica y su confín cronológico, el año 2012, calculados con precisión por los mayas ascendidos, acaban de actualizar dramáticamente aquella profecía “renacentista” del Mago Moderno: “… Ye all which it inherit, shall dissolve, / And, like this insubstantial pageant faded, / Leave not a rack behind…” (“… y cuantos lo hereden, todo se disipará, e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni huella detrás…”). La falsa Alquimia terminó. Nos queda el esfuerzo de merecer expurgarnos del lodazal de plomo fundido y del aire cargado de azufre que nos legó. No habrá de ser sin desinteresado amor ni habrá de ser a solas. El Arte (que poco a poco será en nuestra experiencia gemelo del Tiempo) solventará la aventura, sin memoria en la Tierra, que nos espera y desafía. No se tratará de “formas nuevas” de representación, sino de todavía inconcebibles modos de experimentar una realidad inexorablemente multidimensional que se desplegará desde nosotros como una proyección cósmica, y no meramente “psicológica”. El verbo ya no se verá compelido a rendir culto al “género fantástico” o la “novela moderna” para contar historias,  arte sometido, en Occidente, a complejos procesos de racionalización desde el siglo XVII, y su paulatina acumulación de tics y obsesiones metatextuales y metalingüísticas. La fuerza inmanente del mito, en cualquiera de sus manifestaciones, recobrará el lugar sagrado e insoslayable que nunca le debió ser usurpado. Volveremos a leer fábulas de “dioses”, “héroes” y “heroínas” (a la vez cotidianos y galácticos), cuentos de hadas y parábolas oriundas de la anonimia. Pero no sólo a leerlos, también a escucharlos y repetirlos sentados alrededor del fuego o a orillas del mar, como antaño. Y, sobre todo, a creerlos, a vivirlos como protagonistas naturales. Tampoco seguirá teniendo sentido  la problematización literaria del sinsentido: nada más “absurdo”, por caso, que el llamado “teatro del absurdo” o las desoladoras alegorías de Kafka en la avanzada humanística del siglo XXI. El verdadero problema contininuará siendo, sí, el lenguaje y su relación con la mente (apta ya para la telepatía) y lo “real objetivo”. En un mismo pulsar se identificarán el pensamiento y la palabra, la palabra y la "cosa". Sísifo ha dejado caer la roca, y ahora, en silencio reparador, la contempla desde lo alto hecha pedazos. Yo imagino un arte humano redivinizado junto con el mundo, autoexistente y holístico, aunque surgido siempre del germen de deseo, de miedo y  de imprescindible vacío que lo vuelve genuino y misterioso, un nuevo cañamazo de ideas y emociones enraizadas en la intuición de los ritmos, las tonalidades y los significados incógnitos que irá desvelándonos este mutante Universo. Qué les depara éste a las lenguas, las razas, las comunidades, en general a las idiosincrasias y los temperamentos de los “redimidos” por la Era de Acuario, ¿quién puede predecirlo?.

Disfrutemos, entonces, del presente – síntesis de toda ilusión de sucesión clausurada, hipotética, eventual… -, del “aquí” donde parece querer aniquilarnos (esto es, “volvernos nada”) la tempestad del océano cósmico de la cual, como Próspero, creímos poder enseñorearnos. Disfrutemos de ello y asumamos todo sufrimiento como una flor más del gran Olvido, como un ejercicio necesario de sacrificio, de renuncia. Nada se resuelve ni transmuta confiado a las virtudes del propio plano de existencia donde acontecen sus días y sus noches: la Mente Universal sabía que su emanación cuyo nombre terrestre fue Próspero era, en el fondo, renuente a deberle nada a Ella...

Chamanes al servicio de la nueva Alquimia, humildes Soberanos de Nosotros Mismos, menesterosos Co-creadores de realidad. El último Mago que, igual que Don Quijote, cedió a la melancolía en la hoy agonizante Europa, tal vez no llegó a creer del todo que, más allá de los sueños, estamos hechos de la misma sustancia que los dioses.



Gustavo Aritto
30 de diciembre / 2012


Video de portada: Songs of The Wanderes (Canciones de los vagabundos), por la compañía Cloud Gate Dance Theatre of Taiwan, dirigida por M. Vermeiren, y realizada por el genial coreógrafo y “mago” oriental Li Hwai–Min. Función realizada en el Palazzo Mauro De André, Ravenna, Italia, en junio de 2010.


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