21 de septiembre de 2012

EL ÚLTIMO EQUINOCCIO DE UNA ERA (I)



Canción rodia de la golondrina



ἦλθ᾽ ἦλθε χελιδὼν
καλὰς ὥρας ἄγουσα,
καλοὺς ἐνιαυτούς,
ἐπὶ γαστέρα λευκά,
ἐπὶ νῶτα μέλαινα.
παλάθαν σὺ προκύκλει
ἐκ πίονος οἴκου
οἴνου τε δέπαστρον
τυροῦ τε κάνυστρον·
καὶ πύρνα χελιδὼν
καὶ λεκιθίταν
ουκ ἀποθεῖται· πόλερ ἀπίωμες ἥ λαβόμεθα;
εἰ μέν τι δώσεις· εἰ δὲ μήουκ άσομες·
[...]






Diónisos (fresco egeo)



"Llegó, llegó la golondrina trayendo el buen tiempo, la bella estación, blanca en el vientre, negra en el lomo. Saca de tu abundante casa una tarta de higos, y una copa de vino y un cestillo de queso; ni el pan de trigo ni el de sémola rechaza la golondrina: ¿nos vamos o nos llevamos algo? A ver si nos das algo; que si no, no lo toleraremos..."

[De los Carmina Popularia, fr. 1. Trad. del griego: G. Aritto]



Probablemente surgida en el siglo VI a. C., en la alborada misma de la creación lírica en Occidente, esta famosísima canción se inscribe, dentro de la poesía popular griega, como una "canción de pedigüeño", tan asidua también en el orbe español. El poema evoca, de modo directo y "presencial", el cuadro dramático típico de la celebración de la primavera, protagonizada por una pandilla de muchachos (el coro) deambulando, casa por casa, en busca de algún regalo. Ese encuentro ritual se afianza en ciertos objetos simbólicos, presentes, antes y más tarde, en la tradición popular: el eiresione (una rama, generalmente de olivo, envuelta en lana), la tarta de frutas, la puerta de entrada y la propia golondrina. En la Vida herodotea de Homero, 33, se leen versos que recogen también estos motivos: "Hemos venido a pedir a la casa de un hombre de gran poder, que mucho puede y mucho pita, siempre afortunado. Vosotras mismas, puertas, abríos...". Aquí, en nuestra sugestiva Canción de la golondrina de la isla de Rodas, el pájaro es una referencia oblicua al falo (erótica masculina) y la tarta de higos (que F. Rodríguez Adrados, por caso, traduce "tarta de frutas"), a los genitales femeninos. Visión cósmica del advenimiento de la estación donde todo se renueva: la conjunción procreadora de los apuestos gracias a la cual la Naturaleza continuará velando, obediente a los ritmos de Khronos, por la terapéutica dualidad constitutiva de la psiquis humana.




Santorini: fresco con el motivo de la golondrina


Los equinoccios (del latín, aequus = igual, nox = noche) son los puntos-momento de intersección, en el globo celeste,  del círculo de la eclíptica con el ecuador celeste. Cuando ocurren (el 21 - 23 de marzo y el 21 - 23 de septiembre, inicios de la primavera y el otoño alternativamente en los hemisferios norte y sur), el día y la noche tienen la misma duración. Debido al movimiento del Sol y de la Luna con relación a la Tierra,  esos puntos de intersección cambian de lugar en el trascurso del tiempo (fenómeno regular conocido como "precesión de los equinoccios", asociado al tambaleo natural del planeta), y completan una vuelta a lo largo del ecuador celeste en aproximadamente 26.000 años terrestres. Así, cada 2.167 años, el Sol y la Luna se ubican en distintas constelaciones de zodíaco, de lo cual provino la demarcación de las eras astrológicas. Sin embargo, como en el cosmos no hay fronteras rígidas, es difícil determinar con exactitud cuándo termina una era astrológica y cuándo comienza otra. El efecto astronómico de aquel corrimiento se hace evidente en el desfasaje sufrido por las constelaciones zodiacales respecto de su demarcación tradicional en el marco de los meses. Otra consecuencia es la reubicación periódica de la llamada "estrella polar", correspondiendo la actual a la constelación de Hércules, sello de lo humano (la anterior se ubicaba en Leo, como lo expresaba la Esfinge egipcia). Durante los equinoccios se produce un alineamiento especial entre las energías de la Tierra y las del Sol; es así como llegan al planeta impulsos renovadores que las consciencias sensibles y receptivas a la comunicación cósmica pueden percibir. En el corriente año 2012, el equinoccio de primavera / otoño tendrá lugar el sábado 22 de septiembre; será el último del ciclo galáctico que se cerrará en el próximo solsticio de verano / invierno. Lo hará, según el cursus astrológico, bajo la energía del signo de Libra: será naturalmente esperable un impulso planetario de armonización de opuestos, preferencia por el camino medio, concordia, interrelaciones ágiles, afecto uraniano y hegemonía de la intuición... ¿Será que acaso la humanidad que hoy parece buscar empedernidamente su atodestrucción nos dará una tregua, alguna forma de "paz armada" tal vez, para recibir esos dones de Libra sin declinar?...




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