29 de marzo de 2012

SOBRE UN CIPRÉS EN SILOS





Sucedía el triste invierno de mil setenta y cuatro, cuando la abadía lloraba aún a su numen.[1] Nada hacía suponer que nevaría en Silos aquella noche, pero Fray Eleuterio abandonó el cenobio después de Maitines con una extraña premonición. Dejó que la luz de su cuarto se extinguiera en el chorro de cera, y desempañó entonces un panel del vitral. Contempló largamente los fondos confabulados con la luna. Nunca recordó cuándo cayó vencido en su cama. Sumergido en las marismas del sueño, el cándido espectro de un ciprés nevado en el centro de un jardín imaginario, afuera, buscó la morada de su corazón dormido. Alto y agudo emergió de la nada donde se escondía Dios. Como atravesado por una flecha, abrió de pronto a las tantas sus ojos hundidos en la almohada. Un oscuro río de palabras arrastraba consigo las últimas imágenes de su ilusión nocturna. Sólo pudo juntar unas pocas con su lengua y las repitió como para no olvidarlas: “… peregrina al azar… mi alma sin dueño…” [2] Algo en lo recóndito de su pecho oprimido le dijo que eran terribles; que soñar en romance estaba prohibido y era señal de depravación; que ofendían la labor de los de San Millán, cuyas glosas glorificaban a Cristo como “nuestro dueno” y “dueno Salbadore” [3]; que el azar encubría un conjuro del pueblo hereje [4]“Hoy llegó a ti… - susurró casi con obstinación - … peregrina al azar, mi alma sin dueño…”.  Seguro de que un día el sermo plebeyo nacido en esos valles viviría en el viento y su memoria, se prometió salvarlas de la hoguera. Tranquilo, respirando hondo, manoteó su salterio en la penumbra y rayó el dorso con unas frases sueltas que nadie condenaría: “Ad te advenit… peregrina… anima sine domine mea…” [5]. Afuera, sobre los viejos setos de siempre, nevaba. Ya estaban llamando a Laudes.[6]



Gustavo Aritto
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[1] Santo Domingo de Silos, que, procedente del ámbito del Monasterio de San Millán de Cogolla, falleció, a los 72 años, el 20 de diciembre de 1073.
[2] Verso de Gerardo Diego perteneciente a su soneto “El ciprés de Silos”, que también dice (como más abajo)  “Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza…”.
[3] Frases extraídas de las Glosas Emilianenses. Fuente: R. Cano Aguilar, Análisis filológico de textos, 1991, p. 33 (sobre el material rescatado por R. Menéndez Pidal en Orígenes del español).
[4] La palabra azar, de origen árabe, significó, hasta al menos fines del siglo XIII, “cara desfavorable de los dados”, en alusión a la flor (zahr = azahar) pintada en ella.
[5] “A ti llegó… peregrina… mi alma [o alma mía] sin dueño…”.
[6] El famoso ciprés cantado, entre otros, por Diego fue plantado en 1882 por los monjes franceses restauradores del cenobio del Monasterio cuando ajardinaron el claustro.