“KRISHNAMURTI: Because I don't want to achieve nirvana or heaven or
anything… (Porque yo no quiero alcanzar el nirvana ni el cielo ni nada de eso…)
JHIDLEY: Well, I think it's
interesting why it looks so deep when in fact it isn't. (Bueno, que es interesante el por qué presentándose como algo profundo,
de hecho no lo es.)
K: No, sir, we are all so
very superficial. Right? And that seems to satisfy us. That's our - good house,
good wife, good job, good relationship, don't disturb anything. I'll go to
church, you go to the mosque, I'll go to the temple, keep things as they are. (No,
señor, todos nosotros somos tan superficiales por cierto. Y eso parece
satisfacernos. Eso es nuestra digna
casa, nuestra buena esposa, nuestro buen trabajo, nuestro buen mundo de relaciones:
no se meta con nada. Yo iré a la iglesia, usted, a la mezquita, yo iré al
templo… deje todo como está.)
JH: Well then you're saying
we don't even want to look at it. (Bueno,
entonces usted está diciendo que ni siquiera queremos mirar eso.)
K: Of course not. (Por
supuesto que no.)
[…]
K: If Mrs Thatcher and the
gentleman in Argentina looked at it - how
tribalistic they are - they would stop it. But they don't because the public
doesn't want it. British - you follow? We are
educated to be cruel to each other...” (Si la Sra. Thacher y el señor ese de
Argentina se detuvieran en eso - cuán tribales son-, lo detendrían. Sin embargo, no lo
hacen, porque el ‘público’ no quiere: los británicos, ¿me sigue?. Hemos sido
educados para ser crueles uno con el otro…)
Juddi Krishnamurti, en diálogo – Ojai, California, 18 de abril de 1982
NO SOY el mismo. No sé quién era antes, no me acuerdo. Sólo sé que vengo siendo apenas lo que quedó de mí entonces. Sigo siendo el centro espeluznado del tímpano donde resuenan el vozarrón cobarde de un dios borracho y la borrachera aturdida de una devota multitud. Hoy flamea el mismo trapo del engaño en la misma plaza. Otros ruidos y otras borracheras entretienen a nuestro pueblo del vacío y la náusea que no puede extinguir el soborno de su fin de semana largo en busca de algún lugar donde tranquilizar a su Sombra por un ratito más. La fanfarria inútil de un himno que debería avergonzar a cualquiera custodiará las honras de otro marchito 2 de abril.
El centro soy de un remolino de encías rojas, y vos, hermano perdido, sos hoy el centro de mi centro acalambrado y rabioso... ¿Por qué fue sólo tuyo el trueno de esa noche? ¿Por qué no me ha raptado también a mí con tus congéneres, todavía despiertos en la pesadilla, la misteriosa locura, ese exilio sin visado ni billete de regreso...?
No hay nadie más conmigo donde arde la herida, escribí una vez y puedo escribirlo de nuevo en este momento inmune a los falsos relojes, a los embaucadores calendarios de este mundo. Empero, hoy no traigo palabras, hoy la plegaria soy yo...
No sé por qué soy yo el que está aquí ni para qué; yo, este pobre imbécil vulnerable y frágil que humillan tu silencio y las cosas que no llegaste a pronunciar, el que nunca quiso una patria, el que siempre reclamará a su Destino el no estar hecho ahora de la perla genuina de tus ojos muertos...
... Hace frío, o tal vez el frío es nada más que mío, y el trapo sigue siendo el de los piratas allá. El mar... el mar... nada le costaría disolverme como sal en su sal donde otra noche se aboveda indiferente... Sin embargo, en la fácil impunidad de los pronombres, mañana, cuando despierte, volveré a ser irremediablemente yo y a ser argentino, de nuevo irremediablemente la misma mentira. No sé. En el fondo, no importa: vos y yo juntos lo entendimos. A salvo estamos ambos por fin: a nada pertenecemos ya, nada nos pertenece. El hueco interminable y absurdo de tu ausencia, ésa es mi patria, la única que siento mía, la única que lloro.
Gustavo Aritto
2 de abril (de cualquier año)
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