24 de abril de 2015

EL SONIDO QUE NOS CREA (IV): LA MÚSICA Y EL HOMBRE CÓSMICO











Vocales, Aliento, Energía

Por R. J. Stewart



“En los textos sagrados antiguos a menudo se omitían las vocales: en las prácticas y textos religiosos ortodoxos y místicos judíos, por ejemplo, se hace mucho énfasis en la cualidad sagrada de las vocales.
[…]
Las vocales son el espíritu del habla, de la vocalización, de modelos musicales entonados hechos audibles como sonido en proporción. Sin ellas, no tendríamos habla (¡intente hablar sin una sola vocal!). Es simplemente imposible. La primera exhalación de aliento provoca la emisión de un sonido vocal. Las uniones o umbrales subsiguientes son las consonantes: las vocales son sonidos abiertos, las consonantes se pronuncian cerrando. [1]
[…]
El primer impulso del universo, que se emitió a sí mismo a partir del Vacío, se llama tradicionalmente Aliento (Pneuma, Ruach Elohim, el Espíritu Santo). El Primer Aliento, saliendo hacia fuera, pronunció el primer sonido inicial, que consistía en consonantes aspiradas y vocales. En la Cábala, simplemente el sonido de la respiración, el Aliento del Ser Divino.
Este concepto metafísico se busca más fácilmente en meditación que por intelectualización verbal, pero explorémoslo un poco más, ya que tiene muchas perspectivas potenciales ocultas. Tradicionalmente, se entendía que el impulso creador del universo era Sonido; por consiguiente, en el misticismo y la magia tradicionales, se describía una emisión universal en términos del mecanismo de producción de sonidos de la voz humana. Esto parece un modelo de enseñanza muy práctico, especialmente en culturas donde se utilizaban símbolos míticos y poéticos para describir la realidad, y no fórmulas matemáticas.
Sin embargo, la tradición no consiste en una mera analogía o metáfora: estos conceptos habrían resultados incomprensibles o incluso aberrantes a los antiguos. La voz humana y, de hecho, cualquier emisión instrumental definida proclama la actividad de una Voz universal, a través de la ley de octavas, hasta el reflejo del macrocosmos dentro del microcosmos. Así que abandonaremos toda cómoda noción de alegoría, o supuestos arrogantes de que la pre-ciencia aprovechaba las palabras para expresar los conceptos que necesitaba y como un ordenador aún no inventado.
La física moderna ha constatado que el universo es emitido, formulado, puesto en movimiento, a través de una potencia de contracción y expansión simultáneas. Esta potencia, esta fuente desconocida de energía, espacio y tiempo, pronuncia el Sonido, el Verbo de la antigua metafísica. Así pues, cuando pronunciamos un sonido definido, o ponemos en movimiento un instrumento musical aplicando energía a sus componentes y generando así sonido a través del aire, nos estamos haciendo eco de ese Primer Aliento y esa Primera Emisión.
Ahora bien, si suscribimos la teoría racionalista o materialista de que existe un vacío, una vacuidad espacial que después es llenada (bien por estrellas en explosión, o, en términos musicales, por sonidos), quedamos atrapados en todo tipo de problemas relativos a la primera explosión, la época, la cantidad de energía disponible y demás. El cuadro alternativo es el de un pleroma como plenitud en el cual la expansión (positiva) y contracción (negativa) son hechos simultáneos, y dentro del cual aparecen, interactúan y desaparecen nodos o esquemas de energía. La propia plenitud permanece, por utilizar un antiguo término, trascendente pero inmanente.
Cuando pronunciamos un sonido, o causamos la emisión de una nota a través de un instrumento, creamos esquemas de energía, nodos, dentro de la plenitud. No hacemos sonar una nota en el vacío, sino que tomamos la plenitud existente y la moldeamos en un esquema temporal (es decir, cronometrado). Este esquema recorre su camino a través de ciertas combinaciones y reiteraciones, y en su momento revierte en la plenitud de la que procede. Este modelo conceptual se aplica a la música, a las entidades y energías físicas, a los seres humanos, los planetas, las estrellas, los átomos. Ciertas proporciones y esquemas nodales típicos se encuentran entonos los arquetipos, órdenes o espirales armónicas del universo. Para nuestra comprensión, implican que son armónicos, subtonos o parciales de los esquemas nodales primordiales de todo Ser, de la plenitud creadora y destructora simultáneamente, y de la conciencia inclusiva que implica y que la implica.
[…]
Por consiguiente, según la ley de las octavas dentro de la Plenitud del Ser, la voz humana puede emitir y emite los sonidos del Ser universal. En realidad, esto es de sentido común (a un nivel), ya que todo lo que hacemos forma parte del ser, nuestro sonido forma parte del Sonido. Sin embargo, la voluntad y la imaginación humanas actúan como fuerzas mediadoras dentro del pleroma para provocar ciertas formas, ciertos sonidos, para sintonizar proporcionalmente con la emisión intrínseca del universo.
En los sistemas metafísicos o mágicos tradicionales, se definía una octava o modelo proporcional, en virtud de la cual se obtenían escalas u octavas terrestres, lunares, solares y estelares. En realidad, estas no son ni más ni menos que los conceptos originales que surgen del hecho de estar de pie sobre la superficie de nuestro planeta y mirando al universo. Observe que decimos ‘al’ y no ‘hacia arriba’. Aunque utilicemos los conceptos de arriba y abajo como conceptos de ubicación, debido a la fuerza de gravedad, cuando miramos hacia las estrellas estamos mirando hacia adentro, hacia la esfera del universo. Albert Einstein determinó este concepto de relatividad para el intelecto moderno, aunque se ha afirmado en muchas expresiones distintas a través de los tiempos y, por su propia naturaleza, no puede ser un ‘nuevo descubrimiento’.



Utilización de las vocales para el aumento de poder musical


Evidentemente, se puede ser un espectador, un gandul. Cualquiera puede reunir una lista de grabaciones y sugerir que pasar una tras otra por el estéreo cambiará la consciencia. Esta actitud es particularmente prevalerte en la gente condicionada por la música rock y otras formas de música popular que pretendía ser transformadora en los años 60. Y este planteamiento (tan querido por los libros de la Nueva Era sobre música y terapia) parece funcionar de forma limitada. No obstante, se basa en una tecnología pasajera, y en la repetición. No provoca una transformación permanente, ya sea positiva o negativa. Se podría decir lo mismo de las músicas llamadas ‘superiores’, como la música artística o la música clásica; la elevación e inspiración (o depresión y náusea) pueden ser asombrosas, pero no son permanentes.

En contraste, la salmodia mágica consiste en pronunciar vocales en ciertas relaciones entonadas, y después añadir consonantes a estos tonos mágico-sagrados, para generar Palabras de Poder. Cualquier antropólogo lo puede confirmar, y el método está bien definido en escritos esotéricos de los tiempos más remotos. No obstante, surge una confusión sobre el uso de vocales y tonos. Todo el mundo discute furiosamente sobre esto, en vez de seguir realmente adelante y hacer algo práctico. Por consiguiente, consideremos un método de trabajo asignando vocales a los elementos.



Vocales, de Tierra a Aire


Hay una resonancia elemental intrínseca en las Cuatro Vocales A, E, I y O: tiene que ver con sus cualidades o energías modales. El orden de la espiral elemental e A O I E, de la vocal más abierta o lenta, a la vocal más tensoactiva o rápida. A/Tierra, O/Agua, I/Fuego, E/Aire. Al pronunciar tonos o frases para los Elementos, este orden de vocales es muy eficaz, debido a la profunda afinidad entre la naturaleza de la vocal en cuestión y el Elemento pertinente que proclama.


Aliento, Voz, Armónicos


La voz humana es nuestro medio más eficaz de aumento de poder a través de la música. Las razones de este hecho son numerosas, y abiertas a varias ‘explicaciones’ diferentes, pero la raíz del poder de la voz es que es nuestro máximo vehículo de expresión de entidad, de consciencia, de Ser. Las cosmologías tradicionales a menudo describen la Creación, la primera aparición del Ser, como una emisión, una Voz, un Verbo; y el Aliento siempre va asociado al Espíritu creador. La Humanidad es un reflejo, un armónico, una miniatura del Ser universal. Así pues, nuestro aliento, nuestra voz y nuestro organismo físico con tienen en su interior el reflejo de la creación y formación del universo.
No es necesario que aceptemos esta antigua enseñanza como una religión o dogma de cualquier índole; existe una amplia evidencia del poder de la voz que soporta incluso el análisis materialista más riguroso. El poder de la voz es reconocido, por ejemplo, en diversas ramas de la musicoterapia y de la curación por el habla, sin que se haya establecido ninguna teoría o reglas de práctica bien definidas. Sin embargo, dichas teorías y disciplinas estaban muy desarrolladas en el mundo antiguo, y se siguen utilizando en ciertas escuelas de canto religioso o mágico incluso hoy en día, y pueden ser reimplantadas para la práctica contemporánea. No obstante, existen varias diferencias significativas entre la utilización de la voz para la transformación interna y la habilidad general para el canto, o el poder de la música instrumental.
La ventaja más importante de la voz humana es que actúa directamente sobre el organismo físico de varias maneras muy claras, que han sido tema de estudio y de práctica durante miles de años en las disciplinas mágicas y espirituales del mundo entero. Los resultados de este arte de voz de poder no se pueden oís en la música clásica o la ópera, sino en el salmo litúrgico o canto llano, los salmos chamánicos, el canto narrativo épico mágico, los salmos de templo en todo Oriente, y la colección verdaderamente inmensa de canto ritual que impregna todas las culturas del mundo entero.
Se encuentran reminiscencias de este canto ritual incluso en zonas marginales de [Gran] Bretaña, tales como el Oeste de Irlanda, los Highlands y las islas de Escocia, y muchas regiones aisladas del Noroeste de Europa. En los lugares donde tienen lugar dichos cantos o frases mágicas tradicionales anónimas, éstas están evidentemente teñidas de música étnica del pueblo y la región que representan. Pero existen varios aspectos definibles en este tipo de canto que lo diferencian claramente de la canción artística o incluso de la canción folclórica en general y de la canción popular de entretenimiento.
Así pues, tenemos por una parte la formación específica del sacerdote, la sacerdotisa, el mago o el místico en el uso de poder de la voz para alterar la consciencia, y por otro lado tenemos un conjunto colectivo y anónimo de canto, ciencia del canto y poemas, rituales folclóricos, cuya substancia a menudo parece perdurar a través del tiempo, remontándose a raíces culturales muy profundas.
[…]
Hay que subrayar aquí que la vocalización de poder no es una cuestión de cantar ‘bien’ o de arte musical, ya que la capacidad musical o calidad vocal son en su mayor parte irrelevantes.
Este poder transformador de la voz tiene otra dimensión, ya que incluso las voces más feas pueden y en su caso se transforman mediante el uso aplicado de la vocalización, canto e imaginación de poder. Por consiguiente, la voz se transforma. La clave de dicha transformación no está simplemente en la técnica, la disciplina o la constancia, aunque evidentemente éstas son esenciales. Reside en la utilización de fuerzas imaginativas, y la sintonización de las energías Elementales con uno mismo. Estas fuerzas armonizadas pueden causar la transformación, y sin ellas, nada es posible.
[…]



El Poder de la Voz


… Las tradiciones espirituales, cosmológicas perennes afirman reiteradamente que el universo está hecho de música: la música se define sencillamente como sonido en esquemas proporcionales. Estas proporciones, que son válidas independientemente del tamaño o escala relativa, porque pueden darse a escala estelar o escala atómica o celular, se reiteran en muchos de los modelos discernibles por la ciencia moderna. Las ciencias artísticas o la magia artística definían estos mismos modelos con diversas presentaciones mediante símbolos específicos, secuencias poéticas y míticas, y mediante algunas de las teorías matemáticas o geométricas y topológicas poco corrientes relacionadas con entidades como los sólidos platónicos. El Árbol de la Vida[2], que está estrechamente relacionado con los sólidos platónicos y el Tetractis pitagórico, se suele publicar en forma de glifo o mapa plano, que armoniza relaciones entre entidades y energías estelares, solares y planetarias. Dichos grifos son siempre representaciones bidimensionales de modelos esféricos.
Las verdades de la física y las matemáticas modernas son meras reformulaciones de dichos modelos conceptuales; no meros modelos teóricos, sino exposiciones prácticas de conceptos derivados de percepciones internas conseguidas mediante la escucha de las proporciones universales en meditación.




Johannes Kepler estableció los fundamentos de la astronomía moderna de esa manera. Empezó siendo un joven con una visión, en la que la relación entre los Cinco Sólidos Regulares le revelaba las proporciones del sistema heliocéntrico y las órbitas de los planetas. En 1596, su obra El misterio cosmográfico demostró que las proporciones no eran sólo geométricas, sino armónicas, lo cual significa sencillamente musicales. En 1619, ya había escrito sus famosos Cinco Libros sobre la Armonía Cósmica, que incluían una nueva formulación matemática del antiguo concepto de la Música de las esferas, una serie polifónica de relaciones. Mediante una posterior investigación matemática, Kepler definió tres leyes de movimiento planetario que sentaron los cimientos de la cosmogonía racionalista moderna; pero su descubrimiento era fruto de una dedicación a una revelación espiritual que sólo ha sido redescubierta recientemente: que el universo es musical.
Aunque la ciencia racional ha tendido a aplicar leyes de números directas a dichos conceptos, en realidad se encuentran en la naturaleza a través de series logarítmicas espirales; éstas se reflejan en entidades orgánicas, y aparecen en nosotros mismos en diversas formas, incluida la forma del oído humano. El código genético, evaluado recientemente y que sigue siendo objeto de mucha investigación y experimentación, no es ni más ni menos que una serie de rotaciones y combinaciones de cuatro unidades. Así pues, la biología moderna reafirma el antiguo modelo de los Cuatro Elementos.
En la tradición esotérica, el principio de resonancia, armonía y octavas se aplica con frecuencia como fundamento inexplícito de las técnicas. Así, el Árbol de la Vida, que consta de tres tríadas o series de armonías, tres espirales de relación, en las que cada vuelta de la espiral reitera ciertas energías y armonías a un nivel superior, puede no ser aplicable a matemáticas precisas. Pero la visualización y los cantos o esquemas musicales basados en dichos modelos conducen, sin embargo, a una respuesta interna. Puede que las matemáticas detalladas no se formulen nunca, como en la formación mística y mágica, o sean la obra de toda una vida, como fue el caso de Johannes Kepler. Lo importante es la respuesta de resonancia al modelo primordial, porque impregna toda nuestra entidad.
La música o canto elemental empleado para la trasformación de la consciencia y de las energías físicas actúa a través de series de leyes relativas. Estas leyes se pueden formular de diversas maneras, pero de todas formas sostienen la existencia. Es una cuestión importante que a menudo se pasa por alto: hay muchas formas de formular las leyes universales. Ninguna única definición, afirmación o modelo rígido son correctos. Lo esencial es la práctica viva de la búsqueda de poder, y no el ensamblar de series de teorías y el tranquilizarse diciendo que éstas son el (único) método, ley o regla que es correcto seguir.
Captamos las proporciones en cuestión por medio de música, porque la música presenta ciertas relaciones, formas e intervalos o ‘distancias’ aparentes entre tonos emisiones seleccionados. Dichas distancias, habitualmente definidas como notas altas o bajas, son en realidad una cuestión de velocidades de vibración relativas. Esta atracción hacia las proporciones es inherente a la consciencia humana, y aunque las tradiciones musicales varían en todo el mundo, tienen más que suficiente en común para demostrar que determinadas proporciones parecen ser inherentes a nuestra percepción. Lo desastroso es que el arte occidental y la música comercial reflejan ciertas limitaciones mecanicistas en nuestra sociedad, ya que muchos de los atributos de la música natural han sido voluntariamente borrados, suprimidos o descartados. Pero dicha limitación o mutilación arbitraria de aspectos de la música no los limita en la naturaleza, o a nuestros niveles consciencia y percepción y reacción orgánica o biológica más profundos.
Al hablar de música, muchas veces los occidentales afirman, muy equivocadamente, que los intervalos que se encuentran en la música no occidental, como el cuarto u octavo de tono, y los variados terceros y séptimos de las escalas o modos étnicos, demuestran claras diferencias de consciencia musical entre Oriente y Occidente, o entre la conciencia musical blanca y negra, y demás. En la música artística, la utilización de intervalos de menos de un semitono, o escalas sin temperar o escalas de temperación variable se consideran insensatamente experimentales o exóticos.
Toda esta especulación comparativa, separatista, sobre las músicas del mundo es un disparate. Basta escuchar las músicas étnicas de Occidente para oír en abundancia intervalos de menos de un semitono, para oír escalas que tienen tres o más opciones de intervalos como el tercero, segundo, séptimo, y demás. Dicha sutileza fue borrada por la música artística en los estrechos confines del mecenazgo y la corte, pero se mantuvieron casi inalterados durante siglos en la música y la canción folclórica. Es a ese nivel tradicional colectiva de Occidente se relaciona con las grandes músicas espirituales y clásicas del Este, que nunca han perdido su fundamento en el estilo y la consciencia musical colectiva.
La tendencia actual hacia un conocimiento creciente de la ‘Música Mundial’, pese a su zafia comercialización y trivialización, es un paso importante en la reapertura de la consciencia musical occidental a las proporciones de la naturaleza, la tierra, el universo. Pero no sugiere en modo alguno que dichas proporciones estén ausentes en la consciencia musical occidental, y deban ser buscadas en África o en Oriente; la reapertura actual tiene lugar precisamente porque esos sonidos, esos ritmos sutiles, los intervalos reducidos, el estilo orgánico u holístico de la música colectiva vuelve a despertar parte de nuestra consciencia, que ha sido encerrada por la rigidez de la música artística o por el pop comercial. En otras palabras, respondemos a la música mundial porque formamos parte de ella, está en nuestro interior. La música es una cuestión de proporción, de relación, de movimiento y posición relativos en el tiempo y el espacio, de velocidades de vibración, de energía, de modelo.




Las mismas proporciones se están redescubriendo ahora en ciencias como la genética y la física, y en las fronteras de las matemáticas. Y decimos redescubriendo porque las antiguas teorías atribuidas a Pitágoras y a Platón, y las tradiciones esotéricas emparentadas de música y cosmología mágicas, han afirmados desde hace mucho tiempo que ciertas proporciones son válidas en todos los mundos. En la naturaleza, encontramos la espiral logarítmica de expansión y contracción, que tiene una analogía musical; en el sistema solar tenemos las proporciones de las órbitas planetarias; en el universo, tenemos la proporcionalidad de las estrellas, y sus inmensas energías y movimientos, mejor conocidas como el asombroso remolino de las nebulosas. Y por supuesto, dichos movimientos relativos se reflejan a escala atómica. Doquiera que investiguemos, escuchemos o miremos, la proporción relativa crea esquemas diferenciadores, y los esquemas se relacionan, cualquiera que sea su escala o tamaño físico.
Así pues, el universo está constituido por música: sonido, es decir, energía, en esquemas proporcionales de diversas categorías, con muchas relaciones claras entre las categorías. Nuestras ciencias en progreso se limitan a descubrir más información sobre dichas relaciones: el conocimiento de las propias relaciones siempre ha estado presente en nosotros.
Todo el tema, o quizás deberíamos decir realidad [sic], de [la] proporción se encuentra en la música a través de los armónicos. Los armónicos son proporciones definidas que se producen naturalmente cuando se emite o genera un tono. Cuando la voz humana produce una emisión, puede parecer que genera una única nota o tono, pero de hecho, en el sonido está presente una multitud de proporciones, armónicos y parciales o subtonos. Este hecho de la naturaleza, esta realidad física, es la raíz de toda la metafísica y la magia referente a la música. De hecho, se considera menos importante el tono emitido, o la forma de un canto o melodía tal como se canta, que los armónicos aparentemente imperceptibles. Estos armónicos son las proporciones que despiertan nuestras energías sutiles, que abren nuestra consciencia a proporciones metafísicas o transpersonales y estados de consciencia, conocidos tradicionalmente como mundos o entidades, seres que resuenan en armonía con nosotros, si conseguimos establecer contacto con ellos.”



Extraído de Robert J. Stewart, Música, Poder, Armonía: Un cuaderno de trabajo sobre la Música y las Fuerzas Internas, Capítulo 12: Vocales, Aliento, Energía, págs. 127 – 141; Madrid, Mandala Ediciones, 1991. Versión castellana: Teresa Sans Morales.




R. J. Stewart







[1] Stewart formula aquí aseveraciones demasiado categóricas, cuyo alcance es, por lo menos, matizable. Resulta tan difícil imaginar el “habla” – según él focaliza la realidad lingüística que le interesa – sin vocales como lo sería sin consonantes. Es el universal rasgo /sonoro/ lo que distingue el repertorio vocálico (de cualquier lengua) de sus formas consonánticas (que pueden ser ‘sonoras’, ‘ensordecidas’ o ‘sordas’). El rasgo ‘cerrado’ / ‘abierto’, por su parte, es común a ambas zonas, y, aun siendo inherente al sistema, está, a nivel de las realizaciones concretas, ampliamente librado a elecciones o propensiones del hablante. (Desde luego que la clasificación fonológica según rasgos tímbrico-acústicos – y no meramente articulatorios – multiplica la gama de aspectos.) Sin embargo, ocurre que existen tendencias peculiares de cada lengua natural en lo que atañe a la expresión de morfemas (parcelas mínimas reconocibles de significado) o de significados en general. Así, entre las lenguas modernas, el inglés muestra un temperamento fuertemente consonántico al conformar sus segmentos significativos (piénsese cuántas “terminaciones” léxicas inglesas no son, al oído, sino oscuros conglomerados de fonos consonánticos pronunciables – según se jactan los propios hablantes nativos – acaso sin abrir las mandíbulas). En contraste, una lengua antigua como el griego hubo de configurar sus partículas, prefijos y sufijos significantes sobre un sustento marcadamente vocálico. Por otro lado, vocales y consonantes no tienen la exclusividad en la expresión del contenido; existen, como es sabido, fonemas (es decir, haces mínimos de rasgos fonológicos concurrentes cuyo contraste permite distinguir significados) de los llamados, en los modelos estructuralistas, “suprasegmentales”; son el acento, el tono - o altura - y la juntura de cese o suspensión, de cuya combinación surge una determinada “figura tonal”, tan “significativa”, tan “comunicacional”, como las unidades articuladas, especialmente si el “habla” se somete a una consideración pragmática. Así, sería igualmente imposible imaginar a dos chinos o dos japoneses incapaces de reconocer los valores entonacionales de sus lenguas al intentar un intercambio comunicativo. Con todo, es verdad que la exploración ocultista y hermenéutica del universo sonoro humano ha tenido en la gradación vocálica su fuente y objeto de entusiasmo. (G. A.)

[2] El origen y la irradiación simbólica de ese icono de la mística Kabbaláh son tratados por Stewart de modo amplio y plural, actitud siempre fiel a su idiosincrasia heterodoxa y alérgica a cualquier manipulación de la cultura, por más antigua y prestigiosa que ésta sea. Así, en su volumen titulado THE UNDERWORLD INITIATION – A Journey Towards Psychic Transformation [La iniciación a través del Inframundo: Un viaje hacia la transformación psíquica] (Surrey, U. K., The Aquarian Press, 1985 - desconozco si existe edición española de este libro), puntualiza – de entrada: “Porque hay un estado de percepción, de atención alerta, que es, por mucho, más importante que las visiones placenteras o la educación a través de contactos con el Inframundo. Es un estado en el cual se nos habilita para lograr un conocimiento directo de realidades ocultas. Esta habilidad emerge de nuestra naturaleza más recóndita, el corazón de nuestro ser, ese centro nuestro que normalmente se ignora o se teme.  En el vocabulario mágico o místico tradicional, esta atención alerta es con frecuencia denominada ‘la mediación del Conocedor Interno’ [‘the mediation of the Knower Within’]. Una clave visual para esto aparece mostrada en el Árbol de la Vida, un emblema que en modo alguno está confinado a la Cábala judía o de Oriente Próximo.”  Valga, entonces, esta aclaración como muy pertinente en el contexto del texto rescatado en la presente entrada. (G. A.)


Imagen de portada (arriba): Publicada por James Bean en http://spiritualnetworks.com/blog/97283


No hay comentarios:

Publicar un comentario