22 de septiembre de 2015

EN UN CLARO DEL BOSQUE CELTA (XII) / MAGIA CELTA: DOS FRAGMENTOS INTERDIMENSIONALES




“HUBO un tiempo en que los habitantes del mundo creyeron que los árboles eran divinos, y y que podían tomar una forma humana o grotesca y bailar entre las sombras, y que el ciervo, los cuervos, los zorros, los lobos y los osos, las nubes y las charcas, casi todas las cosas bajo el sol y la luna, y el mismo sol y la luna no eran menos divinas y cambiantes. Veían en el arco iris la fija reverencia de un dio arrojado en su negligencia; oían en el trueno el sonido de una jarra de agua al quebrarse, o el tumulto de las ruedas de sus carros, y cuando los patos salvajes o las cornejas, en vuelo repentino, pasaban por sobre sus cabezas, pensaban que estaban contemplando a los muertos corriendo a su descanso; así soñando tan grandes misterios en las pequeñas cosas creían que el balanceo de una mano o de un arbusto sagrado bastaban para atribular los corazones y esconder a la luna en la oscuridad. Todas las literaturas antiguas están llenas de estas imágenes y otras semejantes, y todos los poetas de las razas que no perdieron este modo de ver las cosas, pudieron haberlo reconocido, como lo hizo el poeta de Kalevala, ‘He aprendido mis canciones de la música de muchos pájaros y de la música de muchos ríos’.


W. Butler Yeats, El elemento celta en la literatura, II[i]




SOBRE LA “MAGIA CELTA”

(anotaciones de Kenneth H. Jackson)




“Uno de los propósitos de este libro es tratar de brindar al lector algún material a partir del cual formarse un juicio de cómo son realmente las literaturas célticas. Las generalizaciones son, desde luego, peligrosas, dado que están involucradas seis lenguas, que cubren una extensión de nada menos que trece siglos en el caso de la irlandesa y la galesa. Al comienzo de cada sección en las que se divide el libro se ofrecen algunas observaciones. A modo de mero comentario, puede decirse aquí que la literatura céltica empezó en tiempos remotos, y continuó en la Edad Media, como entretenimiento dentro de un sistema social aristocrático, compuesta por una clase profesional de hombres de letras que eran mantenidos por la aristocracia; que más tarde, como fuera cayendo aquel sistema (en Irlanda en el siglo XVII, en Escocia en el XVIII, en Gales, con reservas, finalmente en el XVI), fue siendo reemplazado por un tipo a menudo semi-tradicional-oral [semi-folk] de composición, más popular; y que en tiempos recientes una literatura moderna, en rango comparable a los de los otros países de Europa, ha estado en proceso de formación, en relación con la producción escrita de novelas, obras dramáticas, etc. La masa principal de la literatura celta está en irlandés y galés, quedando el gaélico escocés tercero; la de Manx es extremadamente reducida y comparativamente muy reciente, y la escrita en córnico (la lengua se extinguió en el siglo XVIII) y bretón, de menor valía, excepto en el caso del bretón en tiempos modernos…”


“La frase ‘magia celta’ surge de una concepción errónea y ha llevado a otras concepciones erróneas más.[ii] Éste deriva de la reacción romántica al Ossian de Macpherson (aunque el término real fue acuñado por Matthew Arnold); y se debe principalmente a Yeats, AE, y los otros escritores del ‘Resurgimiento celta’, una de las formas finales de expresión del Movimiento Romántico, el que la idea sea aún tan comúnmente aceptada en nuestros propios días… Sin duda alguna, aunque es verdad que la literatura céltica está, fuera de toda discusión, mayoritariamente ocupada con cuentos de magia y de lo sobrenatural, el espíritu y el tratamiento son muy diferentes de lo que generalmente se entiende por ‘magia celta’. Las traducciones acá ofrecidas son una bella selección, y el lector libre de prejuicios puede constatar por sí mismo que no hay nada en ellas de la cualidad mística, esotérica, sistemáticamente atribuida a las literaturas célticas por quienes no las conocen en absoluto. La magia que, sí, encontramos es la magia del cuento folclórico; el mundo de estas historias es un mundo humano común, con esta diferencia: que en este mundo cualquier evento sobrenatural puede ocurrir sin caer en incongruencias porque, como es un hecho en el cuento folclórico, aquella distinción entre natural y sobrenatural que es la consecuencia del pensamiento civilizado, no ha sido aún claramente esbozada.[iii] Así, las extraordinarias experiencias de Mael Dúin[iv] y sus camaradas (n° 132 de la Antología) están narradas del modo más directo imaginable, como si fueran tan normales como la calabaza de Cenicienta[v]. Desde luego, ello crea toda una sensación de asombro y deleite, y esa fue la intención, pero así lo hace el cuento de Cenicienta, y la Odisea y los cuentos de viajes de Sir John Mandeville, algunos de los cuales podrían haber salido de la historia de Mael Dúin. Sin embargo, a nadie se le ocurrió ver ‘magia celta’ en Cenicienta ni la Odisea y Mandeville. La única diferencia real entre los cuentos celtas y los de Cenicienta y Mandeville respecto de lo sobrenatural es que con frecuencia los narradores-de-historias celtas poseyeron un poder de inventiva e imaginación y descripción enormemente mayor, además de un sentido mucho más sutil de lo extraordinario.
Existe un género que puede parecer conferir algún color al concepto yeatsiano de literatura céltica, a saber, las historias de seres feéricos y del Paraíso Terrenal, que involucra la creencia en la existencia de una raza de seres afortunados que son inmortales, siempre bellos, siempre felices, y siempre jóvenes, para quienes los hombres no son sino ‘los Muertos’, mientras que ellos son para sí mismos ‘los Vivos’… Pero, de nuevo, no hay nada de las características del ‘Celtic Twilight’ (crepúsculo celta) en esa gente; ellos no son las criaturas pálidas, languidecientes, de la imaginación pre-rafaelista, viviendo en un mundo a media luz de misterios inexpresables, no son entonces ya los habitantes del Elíseo griego o de las Islas Afortunadas; por el contrario, se comportan como humanos comunes y corrientes, a quienes les ha tocado gozar de suerte suficiente como para poseer ciertas bendiciones sobrenaturales que les faltan a los mortales, y están rodeados de todo tipo de maravillas, descriptas claramente a plena luz del sol de la visión celta…”







DOS FRAGMENTOS “INTERDIMENSIONALES”
(De la versión inglesa de K. H. Jackson a partir del original en gaélico)


I

Ruadh en el país bajo el mar


… HUBO un famoso rey aquí en Irlanda, Ruadh hijo de Righdhonn de Munster. Tenía él arreglado un encuentro con los noruegos. Fue al encuentro con los noruegos rodeando Escocia desde el sur, con tres barcos; había treinta hombres en cada uno de los barcos. Su flota se quedó inmóvil retenida desde abajo en medio del océano, y no había riqueza ni tesoro arrojado al mar (†) que la liberara. Hicieron ellos consulta echando suertes (††), a fin de averiguar en quién de ellos recaería descender bajo el océano y descubrir lo que los había detenido. La suerte recayó sobre el propio rey. Entonces el rey Ruadh hijo de Righdhonn saltó al mar y fue cubierto por el mar de inmediato. Arribó él a una inmensa planicie, y allá se topó con nueve encantadoras mujeres. Le confesaron que habían sido ellas quienes habían atascado los barcos, de modo que él hubiese de venir hasta ellas; y ofrecieron a él nueve bajeles de oro a cambio de quedarse él a dormir nueve noches con ellas, una noche con cada una de ellas. Así lo hizo. Entretanto, sus hombres no tenían posibilidad de partir a causa del trabajo de magia (†††) de las mujeres. Una de las mujeres dijo que había concebido, y que ella daría a luz un hijo; y que él debería visitarlas cuando regresase hasta ellas desde el este, para llevarse al muchacho. Acto seguido, se dirigió hasta sus hombres, y continuaron su viaje. Ellos permanecieron junto a sus amigos durante siete años, y retornaron por un camino diferente, y no fueron al mismo lugar; como consecuencia, tocaron tierra en Inbher Ailbhine. Allí se les adelantaron las mujeres. Cuando estaban ellos maniobrando su flota en el terreno, oyeron los hombres un llanto proveniente de un barco cobrizo; entonces las mujeres llegaron a tierra, y al instante arrojaron al muchacho desde donde estaban. La playa era de suelo pedroso y rocosa, y el muchacho se dio contra una de las piedras, así que murió de eso…

[Texto irlandés; autor desconocido; original: siglos VIII-IX]



(†) Es decir, como propiciación de cualquier poder mágico que estuviese reteniéndola. (N del A)
(††) “They consulted the lottery”, en la versión de K. H. J. (G. A.)
(†††) “… because of the magic power”. (G. A.)






II

El barco aéreo (†)


Cierto día los monjes de Clonmacnoise estaban reunidos en el cenobio (††), y mientras se encontraban en medio de sus deliberaciones dieron en ver un barco navegando por encima de ellos en el aire, avanzando como si fuese por el mar. Cuando la tripulación del barco avizoró la reunión y el lugar habitado debajo de ellos, echaron el ancla, y el ancla descendió justo al cenobio, y los monjes la asieron sujetándola. Un hombre descendió del barco después del ancla, e iba nadando como si fuese en el agua, hasta que alcanzó el ancla; y ellos se pusieron a bajarlo a rastras entonces. ‘¡Por el amor de Dios, déjenme irme!’, dijo él, ‘Es que me están ahogando’. Entonces él partió dejándolos, nadando en el aire como antes, llevándose su ancla con él.

[Texto irlandés; autor desconocido; siglos XIV-XV][vi]



(†) Kuno Meyer, Anecdota from Irish Manuscripts, III... (anécdotas procedentes de manuscritos irlandeses). En Speculum Regale (Noruega, siglo XIII) se relata el mismo cuento, como habiendo ocurrido, tal cual, en Clonmacnoise. Cf. Ériu, IV, 12 f(N del A) (Ériu: Revista de Filología y Literatura irlandesas, fundada en 1904, vigente y prestigiosa aún) 
(††) “… on the floor of the church”: en general, el lugar destinado a las reuniones; aquí, de la congregación monacal.
  

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Comentarios y textos extraídos de Kenneth Hurstone Jackson (comp., trad., ed. crít.), A CELTIC MISCELLANY. Translations from the Celtic Literatures [una miscelánea céltica – traducciones de las literaturas célticas (de Irlanda y de Gales)]; Preface (prefacio), “Celtic Magic” (“Magia celta”, nota introductoria a la sección homónima), y dos fragmentos narrativos: 129. Ruadh in the Land Under the Wave (Ruadh en el país bajo el mar), y 138. The Air Ship (el barco aéreo). Penguin Books, Middlesex, England, 1971. Traducción del inglés de estos extractos, para su sola publicación en este blog: G. Aritto /2015.


Imagen de portada a los dos textos, extraída de http://www.deviantart.com/.





[i] En IRLANDESES. Swift, Goldsmith, Burke, Synge, Wilde, Yeats, Joyce, Bs. As. Alianza, 1994, p. 222. Traducción del inglés: Susana Celia.

[ii] Siempre será saludable, pienso, esquivar con recelo cualquier forma de dogmatismo, no importa en qué esfera de hechos y relaciones estemos moviéndonos. El predicamento crítico de K. H. Jackson – cuya Antología fue publicada por Routlege & Kegan Paul en 1951, reeditada, veinte años más tarde, por Penguin Books, libro que utilizo en esta traducción - se suma al de otras figuras de prestigio que han encauzado, al abocarse al universo céltico, su ciencia filológica según una visión más escéptica, menos entusiasta frente al pensamiento mítico, fascinados ante todo por el misterio precioso de los manuscritos y sus signos. Y hace bien, creo, leerlos con atención y apertura, ya que nos sirven de autorizado antídoto contra posturas y tesis que pierden crédito a medida que exacerban su propia experiencia idealizada de ese harto incierto y plural universo. Senderos de exploración igualmente rigurosos han escogido, por caso, celebridades ya clásicas o todavía en el ruedo como H. Hubert, S. Piggott, Nora Chadwick, R. S. Loomis… algunos más inclinados a la general apología de Roma o de la Iglesia cristiana frente al pueblo pagano, algunos fríamente imparciales ante la escurridiza evidencia material – arqueológica o escritural -, algunos otros del todo reacios a arriesgar ninguna postulación firme de orden metafísico o religioso, o que implique defender sin prejuicios culturales (siempre los prejuicios son “culturales”) la moral individual y social de los celtas. Baste detenerse en la observación que hace nada menos que Peter B. Ellis frente a la recepción del volumen del Dr. Simon James titulado The Atlantic Celts: Ancient People or Modern Invention? (los celtas atlánticos: ¿pueblo antiguo o invento moderno?), de 1999: “Él argumenta – dice Ellis, quien mantuvo, además, un intrincado duelo radial y de prensa con el académico – que no hubo evidencia de pueblos celtas en la Gran Bretaña o Irlanda durante la Edad de Hierro, y que la idea de una identidad céltica insular no fue sino producto del auge del nacionalismo del siglo XVIII. El Dr. James, no obstante, no fue el primero en proponer esta visión. Era un momento en que, elocuentemente, la devolución política a Gales y a Escocia era de gran importancia en la agenda del Gobierno y estaba en curso un resurgimiento del interés en asuntos celtas… El lector hará sin duda la pregunta: ¿cómo pueden haberse escrito tantos libros durante los últimos uno o dos siglos acerca de un pueblo que no había existido? ¿Había sufrido el mundo académico alguna alucinación en masa?” [The Celts (los celtas), Preface (prefacio), p. xv-xvi, London, 1999 y 2003 – trad. de la cita, mía]. 
Y Jackson avanza, entonces, enseguida cargando el peso de la responsabilidad por la, a su criterio, tergiversación de los hechos, la cultura, la idiosincrasia celtas sobre las anchas espaldas del Romanticismo. No es original en esto: desde la irrupción del frisson nouveau, aquel “escalofrío nuevo” inaugurado por la tribu poética simbolista en el París hipócrita de la segunda mitad del siglo XIX, nadie quiso volver a quedar asociado a lo romántico. Fue algo así como una condición sine que non para graduarse de “moderno”. Nuestro antologista pasa aquí rápida revista a figuras insoslayables en la preparación del “resurgimiento celta” y en su consolidación activista: el fantasmagórico escocés Macpherson (quien se concibió a sí mismo como una suerte de alter ego del legendario bardo Ossián), AE (pseudónimo de George William Russell), compinche íntimo del alma mater del movimiento y uno de los mayores poetas de quien pueda dignarse la lengua inglesa, el irlandés William Butler Yeats. A ellos considera los promotores de la falsificación, instigada, algo antes, por el grupo que se conoce como de los “pre-rafaelistas”, liderado por Dante Gabriel Rossetti durante apenas un lustro a mediados del siglo XIX, y que surgió bajo el impulso de demoler la artificiosidad formal, los tics academicistas y la banalidad conceptual, sobre todo en el ámbito de la pintura, imperantes en el campo cultural irradiado desde Londres. Es cierto, aceptar el pathos romántico implica tener que hacernos cargo de abominaciones como los alardes y fragilidades prometeicos del Ego, el sentimentalismo, la huída al Pasado redentor, el derecho al fanatismo (el nacionalismo, entre los peores), o la imagen martirizada del artista como actor incómodo en el drama “dialéctico” de la historia que lo ha expulsado de su embustera fábrica de sentido… Sin embargo, su “matrix” civilizadora fue un todo de ductilidad “auto-existente” (para usar un concepto de los sabios mayas), que sabía encontrar sus equilibrios entendiéndose con el Cosmos animizado, y liberar, sin temor a caer en la herejía, fuerzas antagónicas dentro de sí mismo a medida que se lo iba demandando el oficio de sufrir este estar-en-el-mundo y ser tiempo y ser lenguaje. Nos guste o no, lo que llamamos “realidad” – y nuestra relación con ello -, la interna y la de las proyecciones, en el siglo XX o en los actuales tiempos de Acuario, no serían (no habrían, quizás, llegado a ser) lo que son sin la eclosión de la desesperación polimórfica y holística del Movimiento Romántico en Occidente, en mi sentir, su mayor expresión cultural desde aquel (ya por entonces “segundo” en la cronología medieval) re-nacimiento acaecido en el órfico siglo XII.

[iii] ¿Qué le hará presuponer a Jackson que los ávidos, apasionados, lectores y escuchas de esos relatos centenarios, si no milenarios, somos eventualmente cautivos del “pensamiento civilizado” que distingue, por un lado, lo “natural” de los “sobrenatural”, y, por otro, y con resonancias más profundas aun, lo “real” (material, histórico, temporal-espacial…) del cosmos misterioso y proteico tan bellamente insinuado en ellos? ¿No habrá sido ése un conflicto solamente suyo?...

[iv] Se trata del protagonista del relato The Voyage of Mael Dúin (el viaje de Mael Dúin), en texto irlandés anónimo cuya datación original oscila entre los siglos VII y IX.

[v] Cinderella, en el italianizado nombre con que se la conoce en inglés, nuestra siempre-bien-amada Cenicienta; Cendrillon, en el francés de Perrault, y Aschenputtel, en el alemán de los hermanos Grimm. Pero, ya que estamos hablando de ella, no desperdiciemos el comentario que J. Jacobs hace en su nota al cuento “Fair, Brown and Trembling” (Rubia, Castaña y Trémula), incluido en su recopilación Celtic Fairy Tales (cuentos de hadas celtas) de 1892; dice así:

 “Fuente: Curtin, Myths and Fairy Tales of Ireland (mitos y cuentos de hadas de Irlanda), p. 78 y ss.
Paralelos. La segunda mitad muestra un parecido con la segunda parte de “The Sea-maiden” (la sirena) (N° xvii), véase. La porción primitiva es una versión del cuento de Cenicienta (ver sobre esto, el último artículo de Ralston en Nineteenth Century, Nov. 1879, y el tratamiento de Lang en su Perrault). Roalie Cox está por publicar para la Folk-Lore Society todo un volumen de variantes del grupo de historia de Cenicienta, la cual está notablemente bien representada en estas islas, cerca de una docena de versiones conocidas en Inglaterra, Irlanda y Escocia.”
[Joseph Jacobs (comp. y edit.), Celtic Fairy Tales, 1892, ‘Notes and References’ (notas y referencias) – trad. de la cita, mía]

¿Hay, pues, alguna duda sobre el parentesco misterioso de lo que las “literaturas célticas” de las Islas Británicas y lo que, mucho después, el género apodado “maravilloso” nos ofrendaron sin discordia alguna, sin lucubraciones filológicas ni presunciones hermenéuticas?... Empero, agradezcamos - y hagamos luego silencio - el denuedo exigido, el estudio callado y la intuición verbal de Kenneth H. Jackson que hicieron posible su riquísima compilación, hasta entonces sin precedentes.

[vi] ¿Puede uno concebir algo más afín a la fantasía contemporánea? ¿Qué distancia a este misterioso destello medieval de una multitud de productos artísticos del siglo pasado y del incipiente actual? El cine (que casi todo pretendió engullírselo), la literatura (que se cree innovadora), las artes plásticas de nuestra época (tan proclives a abroquelarse en subversiones pasicoanalíticas o cuánticas) nada tenían que sonsacarle al futuro: bastaba con viajar, sin preconceptos, al pestilente siglo XIV para hallar inspiración de la más original y temeraria. No se trata de espectros o de fantasmas de un lado, y de hombres de carne y hueso del otro: todos ellos vibran en el seno de la misma Naturaleza, ajenos a la inminencia de algún umbral interdimensional que separa dos mundos adláteres, contiguos, que se interpenetran en el sueño cósmico. ¿Hay algo que “comprender”? ¿Hay que interpretar, acaso, algo?... Sospecho que dos "espías" surrealistas como Salvador Dalí o René Magritte habrían celebrado esta visión de perplejas vecindades, tan incompatibles para la mente concreta que exige seguridades, tan fascinante y transfiguradora para quien entiende la vida como una incesante anomalía, como una dócil entrega constante al la creatividad del Universo divinizado.



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