22 de abril de 2009

Un relato "cabalístico". Motivos de la Torre tarótica de la Segunda Muerte y las dos Serpientes




EL SABBATH





"Ellos sabían que cuando todo hubiera acabado, deberían salir al exterior y poner la piedra angular en la cúspide de la pirámide de nuevo..."

Tarot egipcio, Arcano XVI

Para mi amiga Virginia Marconi




Es un carro vacío y el río se lo lleva: … da igual porque de enfrente en Fray Bentos lo habrán de ver pasar desvencijado sin reparar siquiera en quién fue su dueño… Renuente a entregarse a esa misma suerte, el cuerpo de “el ruso Elías” (según lo llamaron desde su borroso arribo en tiempos del General, allá cuando había que igualarse a las ratas para cruzar la frontera desde el Brasil), ese cuerpo tan suyo, sano y aún vigoroso, se ladea despacio, vuelve la espalda al cielo, luchando con un atado de mimbres que se resiste a desprendérsele. Y la nuca rota, y la camisa negra de siempre, vacilante, tapándole una parte u otra de la cara. Magda no mira; espera que su hermana acabe por fin con el palo manchado de sangre. El puño apretado contra su vientre parece estar buscándole acomodo a algún dolor siniestro debajo del delantal blanco. Rut, sí, mira. Pero el viejo, señor de su casa, no se hunde fácil. Tarda. Las sombras gemelas de las muchachas que le manosearon su agonía con los ojos se alargan y se aproximan en el cangrejal rozándose hasta remedar entre los pastos una misma yarará. … Todo te dice Elí que el sol se irá pronto vanidad de vanidades será tal vez la brisa de nuevo en los sauces ese olor a ceniza esa tonada que alguien suelta desde otra orilla quién sabe si de una de las aberturas de la torre del granero como espantado por un rayo no se ha precipitado recién el alarido suicida de un pájaro que era también una bandada… a nuestro terco carnero y al manso buey del egiptano que me enseñó a mentir sin perder la dignidad habrá que recogerlos antes de que anochezca habrá que guardarlos tampoco ellos quieren estar cerca… Con otro empujón, el bulto bruscamente se columpió. En un confín de su boca abierta titiló por última vez el oro que muchos de los suyos habían perdido entre las alambradas de Treblinka. … qué lejano todo aquello el aleteo confuso de la memoria perdiéndose para siempre detrás de la niebla de tanto tanto tiempo en la oscuridad de incontables agujeros vacíos y puertas clausuradas para recobrar el olor nauseabundo de los vapores aquel callar paulatino que decía el final la cifra 1357-2468 tatuada en el reverso de mi antebrazo piel y hueso hueso y piel… ¿acaso importa algo eso ya?... La lujuria de otro lecho pronto lo haría arcilla de dientes peores. Ni madre (dormida con los ancestros ascendidos hacía mucho) ni ellas se acostarían más a su lado, de a una, obedientes a la vela que contagiaba al cuarto su falso sosiego amarillento. Dos o tres burbujas rojas, y el rostro se disolvió en el agua opaca y maloliente, cubierto ahora del todo por la camisa.
Eran tiempos de vómitos para Magda; de ahí, quizá. Hubo un silencio largo, de ese silencio en que sólo se oye respirar a la isla mientras el río transcurre. Las primeras estrellas estaban ahí. Ninguno en la colonia iba a tocar al muerto que se inflaría mañana en el espejo del río. Ninguno. Porque era el sabbath, y Rut, que nunca había llorado con los ojos, soltó sonriente unas pocas palabras en iddish. (Años, más de treinta años después, su sobrinito, el único, debería creerle: ´A tu abuelo y tu padre los arrastró juntos la corriente… Eran uno y el mismo en el carro aquel día en que nadie oyó nada… Vos lo sabés, Omarcito: tía Rut no miente…´.) Camino a la escalerita de madera que atajaba la pezuña de las crecientes, hipnotizada por los cráteres del cangrejal, su hermana le dijo a ella que sí… En algún punto del espacio infinito que las separaba y las unía sus miradas se habían cruzado poco antes de entrar. Un susurro sibilante les heló entonces las venas con la espiral de su eco: “sí… el hombre se fue perdiendo por el río… el hombre se fue perdiendo… el hombre se fue…”.
Pero en las palmeras doradas el viento hablaba ya de otra cosa.


Gustavo Aritto, de La espiral de fuego...

2 comentarios:

  1. Excelente Gustavo. Cada vez que lo leo vuelvo a encontrar algo diferente que antes no había notado. No deja de ponerme los pelos de punta y mientras leo mi cabeza se llena de imágenes como si estuviera viendo una película: el viejo flotando que se ladea ahhh, el río, las hermanas... es muy fuerte y me gusta mucho.

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  2. Es como un imán, cada vez que vuelvo a entrar en tu blog, lo leo otra vez y siempre hay algo que me llama la atención de otra manera diferente a la vez anterior.
    Pareciera que uno participa de tu hia. te sentís ahí en los lugares y pasando las situaciones que vos tan magníficamente relatás. Para variar ... un placer leerte.

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