« Que triste näo saber florir ! »
F. Pessoa, O guardador de rebanhos, 36 [1]
A la memoria de
R. Rodgers & O. Hammerstein
II
Cuando sea niño
me pondrá nombre la lluvia gorjeando en un alero
(¿lo habrá elegido ya?).
El esplendor oculto que aprieta hoy mi
carozo,
ala
inconsútil, mariposa trémula,
ardiente
y erizado estambre mío...
El
viento viene y va.
Racha
que buscas desnucarte de nuevo en los naranjos,
como
hace treinta octubres o no sé,
pregúntale
a mi breve semilla si está lista,
rompiendo en brusca luz
luz
luz
descascarándose,
capullo
entre capullos,
migrando
en mis galaxias de azahares blancos.
¡Qué
hermoso era aquel mundo de las vanas apariencias,
cuando
las cosas jugaban a esconderse,
y
yo, a creer en sus sombras y el engaño!
¡Qué
dichosa aventura, bajar dos veces a misma zanja!
El ser y no ser lábil rana,
siendo
pero no siendo yo de pronto,
¡qué dilema!
¡Piedra
libre al padre Juan trepado al campanario!
¡A
Layo, piedra libre :
que
se le ve el hocico entre las cañas!
¡Piedra
libre a Gustavo gallipavo,
que se metió en un roble y no puede salir!...
El
corazón del tiempo,
sístole
primordial del universo,
soplo
que abrió la rosa de fuego que nos mueve.
¿Será
por recobrar de aquel primer latido
algún
nítido eco, un pétalo, una estela,
que
sigo desandando la tierra de alba en alba,
fingiendo despedirme «hasta nunca» en los
andenes,
y
deteniendo el párpado fugaz
del
terso sueño a donde vuelvo y vuelve
la
reciente luciérnaga de un faro...?
Entonces,
nos les pidas oráculo a los dioses;
ellos
se han puesto viejos, duros y amargados
de
conocerse tanto y tanto a Sí Mismísimos.
Guarda
tu rosado relámpago
de
ese anémico tedio.
Sé
tu runa ilegible;
los
higos en el ave que tu augur descifre.
Sé tu misterio...
¿No
es acaso lo nuestro equivocarnos,
errar
para aprender a errar sin repetirnos?
Había
una vez un niño y una playa,
un
pescador y el muelle y el otoño.
Lo
observaba:
de la
resaca al médano, y del médano
de
vuelta con su balde a desafiar la espuma.
«¿Puedo
jugar contigo?», le pregunta,
barba hecha de años y de sal.
« No
estoy jugando ahora »,
replica
el niño, tardo, atento a la rompiente,
« Estoy
vaciando el mar... »[2]
« ...
Al Don – al Don... »
¿De
madurar me hablabas?
¿Y
de eso de que es hora de sen
tar
ca
be za ?
Yo
quiero madurar al sol, como el ciruelo,
que
se entrega a las manos de la noche
con
la sangre en la piel
(tan
sin saberlo),
algo
más dulce, sí, algo más tierno
(así,
sin darse cuenta)...
« ... Al Don – al Don – al
Don Pirulero... »
¡Hagamos
la fogata
con
la bruja de trapo en ronda entre los choclos,
hasta
tiznar los cuernos celosos de la luna
y
hacer resucitar las calabazas!
« ... Cada Cual – cada Cual... »
« Adiós»,
le susurré a mi sombra,
ya
no me sigas :
quiero,
como el ciruelo,
que
no anide en mis ramas
la
memoria que acorta los caminos.
Si
no quedó la huella,
si
mis pasos se olvidan
de
mis pasos,
entonces
no hay regreso para mí
que no sea (¿me escuchas?),
que
no sea también una partida »
« ... y El Que no
– y El Que no... »
¿No
me crees?
Fue
recién o hace años.
Fue
en el revoque húmedo
de
un sueño con encías de ladrillos rojos:
alguien
que huyó enseguida desnudo bajo un trueno de pájaros,
me dejó
este graffiti
Si
te encuentras con él (son azules sus sienes ),
dile
que ya entendí;
y
si vienes –qué sé yo- a las cuatro de la tarde,
comenzaré
a ser feliz
desde
las tres. [4]
[1] “¡Qué triste no saber
florecer!”, en Guardador de rebaños, 36.
[2] Se atribuye a San Agustín una versión original de este breve
apólogo.
[3] Runa vikinga conocida como Wyn
(Huna o Wunjo). Es vaticinio de alegría y satisfacción, de la proximidad de
algo que conduce al éxito; energía renovada, frutos del bien realizado,
conocimiento transmutado en comprensión, altruismo, individuos afines que
descienden a una fuente común. La rigen Venus y Saturno, la unión de la Tierra y el Cielo. Ver nota
a “El escudo de Macduff”.
[4] Es versificación libre de: « Si tu viens, par exemple, à quatre heures de l'après-midi,
dès trois heures je commencerai d'être heureux. » A. de Saint-Exupéry, El
Principito, XXI. (Trad. del
A.)
Poema publicado en LA ESPIRAL DE FUEGO. Siete palimpsestos del caos, Bs. As., 2008.