“En
griego, el término [XRISTÓS]
significa ungido; desde el punto de
vista de la evolución cósmica, se refiere a la consciencia que expresa la
esencia de las leyes universales. La
vida crística es la aplicación y la vivencia correcta de esas leyes. En la
actual civilización, ese nombre tomó connotaciones sectarias e ideológicas
distantes de su acepción genuina. Cristo
es el nombre dado también a una Entidad de alta evolución que, por intermedio
de Jesús, expresó la energía del Segundo Rayo Cósmico en la faz de la Tierra.
Pero, con mayor frecuencia, el término se refiere a la energía en sí, y no a
esa Entidad que la manifestó. Como consciencia, representa la realización
divina que, un día, la humanidad entera alcanzará. Como Avatar, se reveló por
intermedio de diversos instructores que, en el transcurso de las épocas,
vinieron al plano físico para conducir al hombre por la senda espiritual.
Cristo es energía cósmica de unificación, y no un individuo; está en todos y se
expresa con libertad en quienes prenuncias etapas futuras de perfeccionamiento
del género humano. Es la síntesis de la vibración del centro del sistema solar,
el sol espiritual, vibración que, por sus características de atracción, ayuda a
conducir el universo creado al Origen. Todos los que personifican esta energía
inmaterial y sublime pueden ser denominados crísticos.
La expresión auténtica de la energía crística, el amor-sabiduría, en los
niveles concretos del planeta, significa un avance del cosmos entero. No
obstante, innumerables aspectos suyos aún son desconocidos para la humanidad de
la superficie de la Tierra; esto se debe, en parte, a que pocos individuos se
relacionan con dicha energía de manera impersonal. En este sistema solar, la
energía crística sintetiza a las demás, está presente en todo su ámbito y es la
vía de realización de los seres; sin embargo, tiene que ser despertada,
dinamizada e irradiada. Cuanto más el ser humano se aproxima al propio núcleo
interno, más penetra en esa energía y más es utilizado por ella como canal de
expresión. La energía crística no es, por lo tanto, exclusividad de sectas o
religiones y tampoco puede ser explicada. Para conocerla, el hombre debe
recorrer la senda de la entrega al yo supremo y dejarse impregnar por su
esencia de amor. Esa energía es la que consuma la verdadera transformación de
la consciencia –todo lo que el individuo debe hacer es no colocar obstáculos a
su actuación y, por el contrario, facilitarla, cultivando el despojamiento y el
desapego, pues ella trabaja para liberarlo de las ilusiones del mundo formal:
es el camino, la verdad y la vida. La energía crística lo ayuda a trascender el
ego y lo lleva a estados más amplios. El espíritu crístico es síntesis; es la
cualidad de la consciencia de la Jerarquía planetaria y la nota que la simboliza
con el propósito solar.
Como consecuencia de la manifestación de esa energía de
un modo bastante avanzado y perfeccionado, a través de un ser encarnado hace
dos mil años, la estructura planetaria se modificó fundamentalmente. Las
posibilidades de contactos internos, la evolución del alma y el despertar
gonádico aumentaron en la Raza humana de la superficie terrestre después de
esta irradiación en los planos concretos. Y, si entendemos la cura como la
implantación, en la forma, de la vibración correspondiente a la idea que le dio
origen (sea esa forma los cuerpos de un hombre, una célula o un átomo
material), la energía crística puede ser considerada curativa, pues es
mediadora entre el patrón arquetípico y el mundo exterior. Cuando Cristo se
manifestó en Jesús, no sólo lo hizo en aquel ser, sino también con gran
potencia, aunque en menor grado, en los Apóstoles. Éstos llegaron a curar y a
expurgar fuerzas involutivas del aura de algunos individuos, incluso mientras
Jesús estaba encarnado. La energía crística determina la tonalidad de la
vibración de este sistema solar, y de todos los cuerpos que forman parte de él,
pero sin limitarse a ese ámbito. El hecho de que una galaxia esté cualificada
por el Segundo Rayo Cósmico es una de las razones por las que pudo albergar una
coyuntura planetaria desequilibrada como la de la Tierra. Dos consciencias
distintas prestaron servicio por medio de los cuerpos de Jesús: se propio ser,
eslabón entre la humanidad y la Jerarquía planetaria, y la Entidad-Cristo, eslabón
entre la Jerarquía planetaria y la solar. Debido a esta interacción se amplió
la posibilidad de que algunas consciencias actuasen directamente en los planos
materiales sin pasar por el nacimiento físico, utilizando para ello los
vehículos de un ser encarnado. En estos casos, tampoco se requiere la
transformación monádica[1]: la consciencia sólo se
expresa durante el período necesario para el trabajo evolutivo que le
corresponde en los planos materiales. Sin embargo, este proceso no se asemeja
en nada al de la incorporación de seres humanos terrestres desencarnados en
personas sensitivas; la sublime interacción de Cristo y Jesús contiene las
claves de la unión del hombre con la esencia de la vida, que él denominó Padre, y constituye un referente para su
actual realización. Esta interacción no fue develada totalmente, excepto a
ciertos Iniciados, en los planos internos. No obstante, ahora, con los impulsos
que trae la transición planetaria y con la consumación de la fase comenzada
hace más de veinte siglos, caen muchos velos y puede concretarse la
aproximación de la humanidad a la Jerarquía, de manera inédita en la historia
de la Tierra. La encarnación de Cristo en los cuerpos de Jesús fue propiciada
no sólo por una coyuntura planetaria y solar, sino también cósmica; en los
niveles internos, se alinearon Sirius, el Sol, Venus y la Tierra. El comienzo
de una nueva fase se hizo realidad en el planeta. Cristo representaba la
ligazón del Sol y de la Fraternidad de Sirius con la Tierra, y Jesús la ligazón
de la Tierra con el Sol, por intermedio de Venus; en la unificación de la
consciencia de Cristo y Jesús, y en el servicio que ellos prestaron al
impregnar la materia terrestre, se consolida el circuito energético
Tierra-Venus-Sol-Sirius. Las energías que fluyeron en esa coyuntura especial
estaban imbuidas de las emanaciones cósmicas de Sirius. Grande fue la potencia
de esa manifestación crística preparada durante eras por las Jerarquías y por
manifestaciones anteriores de menor voltaje. Según Rudolf Steiner (1861-1925), Vishva Karman era el nombre de Cristo
para Zoroastro.”
"JESÚS CRISTO
HIJO DE DIOS SALVADOR",
donde el griego ÍXTHYS = 'pez'
|
"JESÚS. Innumerables interpretaciones fueron
tejidas en torno a la vida y la naturaleza de Jesús. El Nuevo Testamento, el
relato más difundido de sus actos, fue elaborado con textos escogidos en
concilios cristianos, siguiendo criterios generalmente dogmáticos y
unilaterales. Además, su sentido original fue tergiversado, voluntaria o
involuntariamente, a lo largo del tiempo y con las sucesivas traducciones. De
ese modo, los conocimientos verdaderos acerca de ese miembro de la Jerarquía
espiritual se hicieron cada vez más raros. Existen relatos semejantes al de la
concepción sobrenatural de Jesús, según está descrita en los Evangelios: en la
India, referidos a Krishna, y en Egipto antiguo, referidos a sus divinidades.
El mito creado en torno de Jesús sirvió de fundamento para una religión
exotérica que después se dividió en varias facciones, cada una de las cuales
sostiene posiciones más o menos trascendentales del mensaje que él canalizó.
Algo poco común siempre estuvo presente en la naturaleza de este ser. Rudolf
Steiner presentó una obra notable respecto de los Evangelios, en base a las
informaciones que recogía de los archivos akáshicos. Reveló mucho sobre la
genealogía de Jesús, aclarando la aparente contradicción entre los Evangelios.
Además, explicó cómo, desde el punto de vista esotérico, los cuerpos de Jesús
fueron formados tanto por sustancias primordiales, equivalentes a lo que
existía en la Tierra antes de la caída del hombre (lo cual le concedió salud y
pureza inigualables), como por elementos que, después de componer los cuerpos
sutiles de un antiguo avatar, fueron conservados para esa finalidad. Los
cuerpos de Jesús fueron preparados en el transcurso de varias encarnaciones
para la tarea futura que tendrían. En el momento del Bautismo, en el Jordán,
fueron cedidos a la Entidad-Cristo, según reveló también Alice A. Bailey al
transmitir las enseñanzas del Maestro Tibetano D. K. (Djwhal Khul). En el
proceso de encarnación de Cristo en Jesús, se aplicó una variante de la ley de
transmutación con características diferentes a las de una simple transmutación
monádica. Por eso no se puede establecer el límite entre la manifestación de
Cristo y la de Jesús a partir del momento de esa interacción. Lo que se conoce
de la vida de Jesús da testimonio de su enseñanza. La Entidad cósmica que se
expresó por intermedio de Jesús se manifiesta a los hombres de acuerdo con la
capacidad de ellos para acoger su energía y de acuerdo con su nivel de
consciencia. Jesús se dio a conocer como Cristo al impulsar en esta humanidad
especialmente el desarrollo de un alma.
A medida que se establece el contacto de un hombre con el nivel anímico, la
energía crística aflora de modo más potente y estimula su proceso cósmico: el
despertar y el desenvolvimiento de la mónada. Cuando actúa en el plano monádico, esa Entidad se denomina Samana.
Jesús no
se dirigió a un pueblo en especial; su mensaje es universal, como toda la obra
de la Jerarquía; nació hebreo, pero siguiendo un destino mundial y con
repercusiones en toda la humanidad de la superficie de la Tierra. Paul Brunton,
en su libro, La realidad interna,
comenta el origen extraterrestre de Jesús, y, según Helena P. Blavatsky, una de
las funciones de Jesús era traer a esta humanidad enseñanzas de origen divino,
cimiento de una nueva civilización. Al principio, su palabra se irradió por
Occidente. Él sabía que tendría pocos seguidores mientras estuviese en el mundo
material; también sabía cuál sería el desenlace de su encarnación. No vino para
fundar organizaciones, sino para dejar simientes en lo íntimo de los seres
humanos; como no cumplió las expectativas de sus contemporáneos, cristalizados
en la letra muerta de las escrituras, éstos lo rechazaron. No obstante, a pesar
de las tendencias retrógradas y de la falta de comprensión de la mayoría, su
tarea fue cumplida, pues la energía crística, el amor-sabiduría, se afincó en
el interior del planeta, posibilitando hoy la implantación de un nuevo código
genético, más sutil, en la parte rescatable de la humanidad. Esa energía,
además, permitió que el alma humana se polarizase en el nivel intuitivo y se
desvinculase de ciertas leyes restrictivas, como la del karma material. Las
palabras ‘El Reino está dentro de vosotros’, atribuidas a Jesús, sintetizan una
gran enseñanza, cuya esencia recién ahora la humanidad comienza a vislumbrar.
Es en el propio universo interior donde el ser humano encuentra los orígenes de
su existencia, las causas de lo que ocurre en el mundo tangible y el destino
que le aguarda. Con esa premisa se puede comprender, con mayor facilidad, la
obra de Jesús y la de otros enviados de la Jerarquía, como también colaborar
con ella.”
LA TRANSFIGURACIÓN: [Es] el proceso por el cual el yo consciente pasa a reflejar con pureza la energía de su ser interior. Es la Tercera Iniciación. Significan gran progreso para las partículas de los cuerpos de aquellos que la viven –en realidad, también es una iniciación de la materia. La transfiguración dinamiza el fuego solar y en el plano etérico y lo irradia hacia toda la órbita planetaria. La posibilidad de que el individuo sea transfigurado depende, en parte, de la cualidad de la vibración de sus cuerpos y, en parte, del grado en que el fuego del espíritu haya sido activado en él. Sus cuerpos deben haberse sutilizado y purificado en una proporción tal que les permita recibir, sin desintegrarse, una energía tan intensa que los transfigura. En la transfiguración, hasta el cuerpo físico es profundamente transformado y llega a expresar la luz interna en cierta medida.”
Se
entiende por INICIACIÓN la “expansión de la consciencia por medio de la cual un
ser adquiere control de las leyes regentes de cierto nivel de existencia, así
como de su cuerpo de expresión en ese nivel, convirtiéndose en una prolongación
de las energías creadoras. Este término designa procesos que marcan avances
específicos en la evolución individual y que repercuten en el Todo… Las
Iniciaciones constituyen peldaños en la trayectoria de la consciencia rumbo al
Origen. Todas las partículas –átomo, ser humano o Logos- están destinadas a
vivenciarlas. Es el camino para trascender las leyes materiales e ingresar en
mundos incorpóreos e inmateriales; hace emerger facultades superiores y torna
lúcido al individuo en niveles suprafísicos. Al adquirir control de las leyes
en nivel de existencia, la consciencia está apta para ser iniciada en otro, más
sutil. Con esta sucesión de niveles, se aproxima a su fuente interior. […] En
todo el cosmos, las Iniciaciones en general ocurren espontáneamente en el
transcurso de la evolución. Sin embargo, en algunos casos se necesita un
esfuerzo adicional, externo, para acelerar ciertos desarrollos. En la Tierra,
los iniciados reciben esa ayuda desde mediados de la Raza atlante y continuarán
recibiéndola hasta la Cuarta Raza del próximo ciclo planetario de expresión.” (INICIACIÓN)
“Tercera Iniciación: El alma asumía el
control de la personalidad y, por primera vez, se encontraba frente al Logos
planetario; la voluntad del ego humano se disolvía en el alma. Fue simbolizada
por la transfiguración de Jesús.” (INICIACIONES
EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL FUTURO)
“CRUCIFIXIÓN / LA CRUZ. Símbolo
universal de la perfecta interrelación de la existencia material (asta
horizontal) con la realidad interior (asta vertical). No se puede precisar el
período o el lugar de origen de este símbolo; en todos los tiempos estuvo
presente en la cultura de los pueblos terrestres. Estimula al ser humano a
penetrar en los misterios de la esencia de la Vida. Según la enseñanza
esotérica, la cruz y el Árbol de la Vida son símbolos equivalentes. A esto
alude H. P. Blavatsky en La Doctrina
Secreta (Tomo IV, Ed. Kier) cuando afirma que la figura de un hombre
crucificado representa originariamente el renacimiento, o sea, la Iniciación.
No obstante, en el plano esotérico, la cruz se convirtió en símbolo de muerte,
por haber sido usada por los romanos como instrumento de tortura y mal
interpretada por los primeros organizadores cristianos. La cruz fue, es y será parte
del camino iniciático del ser humano. En los Centros de Misterios de Grecia, de
Egipto, de la India y de Caldea, ella era la base para el renacimiento. El
gesto de la señal de la cruz, adoptado actualmente por religiones y sectas
cristianas, es herencia de los ritos iniciáticos antiguos, aunque hoy no se
utilicen los mantras de gran pureza que los acompañaban en aquella época. A
través de los tiempos, el símbolo de la cruz presentó diversas formas, captadas
por Iniciados sintonizados con núcleos arquetípicos que rigen la evolución de
la humanidad y del planeta, y vitalizadas por energías superiores. Cada una de
ellas expresa un matiz de la verdad que vivifica este símbolo; canaliza, con
todo, el impulso para trascender y transmutar el estado de consciencia ya
alcanzado. La cruz expresa el equilibrio perfecto y la fusión de los cuatro
elementos básicos de este universo: tierra, agua, fuego y aire. Aun así, tiene
una potente acción transmutadota; conduce las fuerzas del mundo material a sus
posiciones correctas en el campo energético del cual forman parte. Por eso es
conocida su eficacia para disolver núcleos con tendencias involutivas. La
crucifixión corresponde a la Cuarta Iniciación del hombre, la Iniciación de la
gran renuncia, en la cual se cumplen las palabras de Cristo: ‘[…] Padre, hágase
Tu voluntad…’. Al entregar el ego a la crucifixión –lo que implica ingresar en
la senda del olvido de sí, de la ecuanimidad, del abandono de los propios
conceptos-, los individuos son, por lo general, poco comprendidos por el mundo.
No obstante, ése es el misterio de la cruz: los que en su centro dejan que se
desvanezca la ilusión y, por medio del perfecto equilibrio entre el asta
vertical y la horizontal, apaciguan en sí mismos los opuestos, llegan a la
compasión. Ésta, nutrida por la renuncia y alentada por la sabiduría, anuncia
la consciencia de la eternidad.”
“RESURRECCIÓN. Proceso oculto que se
desencadena en el nivel etérico, en una avanzada etapa de ascensión del ser
humano. Por medio de la resurrección, la red etérica, que mantuvo cohesionada a
la materia del cuerpo físico, es sustituida por una prolongación del cuerpo de
luz con vibración adecuada para proyectarse en los niveles concretos; sin
embargo, téngase en cuenta que esta materialización no tiene nada que ver con
la condensación de formas que se efectúa con la manipulación de fuerzas psíquicas.
A fin de que la resurrección se cumpla, el débito kármico para con el
reservorio planetario de átomos debe ser equilibrado con la restitución del
material que componía el cuerpo físico del individuo. Por eso, el cuerpo
resucitado no es el mismo que él usó antes: está plasmado en un nuevo molde etérico
y las leyes que lo rigen son distintas. Para construirlo, es necesario que,
después de desencarnar, los núcleos internos del ser se sumerjan en la Fuente
de Vida y retornen con la chispa que reunirá nuevas partículas y las vivificará.
Algo
diferente de la resurrección, aunque semejante en ciertos aspectos internos,
ocurría en la época en que los Centros de Misterios estaban activos en el nivel
concreto de la superficie de la Tierra. Algunos procesos de ampliación de la
consciencia relacionados con los primeros grados iniciáticos requerían que el
individuo entrase en una especie de trance, conducido por sacerdotes genuinos;
mientras su cuerpo físico permanecía en estado cataléptico, su ser recibía
enseñanzas en los niveles sutiles. La duración de estas ceremonias variaba según
la finalidad. Fueron realizadas en la Gran Pirámide, en Egipto, al igual que en
templos y tumbas. En la llamada “resurrección” de Lázaro, relatada en la
Biblia, públicamente Jesús lo hizo retornar de ese “trance” (él fue considerado
muerto por los no iniciados), lo cual simbolizó un importante cambio: el alma
del hombre ya estaba apta para transformar la consciencia y los cuerpos de la
personalidad sin este tipo de intermediación. Se volvió capaz de esto después
de un progreso largo y gradual, que culminó con la encarnación de Cristo en Jesús.
Con
respecto a la verdadera resurrección,
es uno de los pasos más avanzados que puede dar el hombre de la superficie de
la Tierra, pues consolida su integración en la Fraternidad de Sirius, lo desvincula
del mal cósmico y lo libera del nivel físico cósmico. La capacidad de un ser
resucitado para lidiar con la materia es infinita si se la compara con la de un
hombre común. Cuando se alcanza este punto, la mónada reúne las energías de los
núcleos de consciencia inframonádicos, las absorbe mediante la acción del fuego
cósmico y ‘resurge’ en un nivel superior. Entonces aumenta su poder de crear vínculos
para expresarse en el mundo material siempre que sea necesario, es este mismo
poder el que se nota en seres oriundos de mundos incorpóreos que se
materializan en la Tierra con la finalidad de cumplir tareas del Plan
Evolutivo. En la actual transición planetaria, y también en el ciclo cerrado el
8/8/1988, la resurrección forma parte de la Séptima Iniciación. En el ciclo
venidero, será lograda en la Cuarta Iniciación, cuando las nueve Iniciaciones
vigentes en el ciclo pasado (hoy, siete) estará sintetizadas en cinco.”
“REAPARICIÓN
DE CRISTO. [Se trata de la] exteriorización de la energía crística, profetizada
de diferentes formas, tanto en la enseñanza esotérica como en la
exotérico-religiosa. Sobrevendrá del despertar de la llama interior de la
humanidad. En esta época, esa energía debe exteriorizarse en todo el planeta, y
no sólo en el individuo y en una región, como ocurrió varias veces en el
pasado. Los que buscan su fuente fuera de sí mismos estarán perdidos, pues las
fuerzas involutivas son poderosas y hábiles para confundirlos. En el mundo
interno es donde puede encontrarse el puro manantial de la energía crística,
energía que devela el Plan Evolutivo, impulsa al ser humano al servicio, a la
donación, a la unión con la Vida, a la integración en los Grupos Internos y en
la Jerarquía. Seres que desde hace tiempo vienen profundizando sus vínculos con
la consciencia crística están encarnados en este período de transición del
planeta y colaboran en la implantación de patrones de conducta basados en el
amor impersonal y trascendente, sobre los cuales será erigida la nueva
humanidad. Rudolf Steiner predijo que, a partir de la segunda mitad del siglo
XX, muchos podrían tener una experiencia equivalente a la del Iniciado Pablo en
el camino de Damasco: estar frente a Cristo en el nivel etérico (The Gospel of Mark). Esta experiencia no
depende de la filiación a religiones formales. Es íntima y secreta; es el
reconocimiento del eslabón del propio ser con la esencia solar, pues todo el
sistema solar está incluido en la consciencia de Cristo y es sostenido por
ella. A lo largo de los siglos, la expectativa de que Cristo reaparezca
nuevamente, como un individuo en el nivel concreto, ha favorecido las
mistificaciones; en 1137, en Francia, una persona llegó a ser condenada por un
tribunal común por esta razón; en 1147, en Persia, el regreso de un pseudo
Cristo fue ampliamente denunciado y esperado; en 1666, en Esmirna, surgió un
movimiento importante en este sentido, cuyo representante peregrinó por varios
países europeos, por el Norte de África y por el interior de Asia. Además de
éstos, existen otros casos de mistificadores, incluso algunos recientes. En The Notebooks of Paul Brenton (Volume
XI, Larson Publications, New York; también publicado por Editorial Kier, con el
título Agendas), Brunton (1898-1981)
dice que un error frecuente que se comete con los líderes espirituales es creer
que son una reencarnación de Cristo. De hecho, se incurrió en este error a
principios del siglo XX, cuando tal papel le fue atribuido a Krishnamurti. Sin
embargo, él se negó a desempeñarlo. Aun así, la creencia persiste, y sobre
ella, Paúl Brunton dice: ‘Ningún estudiante de filosofía debe dejarse engañar
por esta revelación fantasiosa’. En cartas escritas entre 1929 y 1939, Helena
Roerich afirma que si Cristo reapareciese en cuerpo físico tal vez no llegaría
a ser condenado a muerte, pero le resultaría difícil escapar de la prisión o de
la inmoralidad pública. El calificativo de anticristo
le sería dado por teólogos y autoridades eclesiásticas, y sería renegado tal
como lo fue hace siglos.
La
energía crística nunca estuvo ausente. Su ‘reaparición’ se refiere al comienzo
de una fase de mayor interacción de la consciencia humana con ella y a su mayor
difusión y penetración en la vida planetaria. La humanidad se está preparando
para una Iniciación, y por eso se aproxima aun más la energía crística. El
planeta también está siendo iniciado, mientras que, al mismo tiempo, se consuma
una importante Iniciación cósmica de la propia Entidad-Cristo. La reaparición
de Cristo deriva de varios factores, entre los cuales están esas Iniciaciones,
y se relaciona con el translado de la energía del Logos planetario [2], de Shamballa, en Oriente,
a Miz Tli Tlan, en Occidente. Se hace notar de diferentes maneras en las
dimensiones del plano físico y en los niveles etéricos; cítense como ejemplo
las Jerarquías que, como luces, recorren los cielos. Por los dichos atribuidos
a Cristo, su venida sería como un relámpago que sale del oriente y brilla hasta
el poniente (Mateo, 24: 27); él
vendría en medio de las nubes, con gran poder y gloria, y enviaría a los
ángeles a reunir a sus elegidos (Marcos,
13: 26-27).
[…]
Entre
otros impulsos, la venida de Cristo hace siglos facilitó el despertar anímico
de la humanidad, y la dinamización de los Grupos Internos en el nivel causal.
En esta etapa, su reaparición posibilita la exteriorización de la esencia solar
en el nivel etérico del planeta, proporcionando el despertar de las mónadas y
la activación de los Grupos Internos en el nivel gonádico con el centro
intraterreno Erks como punto de convergencia de esos Grupos Internos. La
proyección visible de Erks en la superficie del planeta, en un valle de
Córdoba, Argentina, es una parte significativa de esta gran transformación
planetaria y de esta reaparición.”
De José
Trigueirinho, de Léxico esotérico, Kier, Bs. As., 2003. (Sin datos de traducción.)
___________________
[1] Mónada: “El ser humano tiene varios centros de consciencia,
puntos focales por medio de los cuales se expresa en diferentes niveles del
universo. Para él, la mónada es el núcleo fundamental en su actual fase de
evolución. Deriva de otro, más profundo, el regente gonádico, ‘centella cósmica
emanada del Creador’. La mónada es la proyección del regente en el universo físico
cósmico; el alma, la proyección de la mónada en los niveles abstractos, y el
ego humano, la proyección del alma en el mundo concreto.” - J. Trigueirinho, en esta
misma obra.
[2] Logos planetario: “Consciencia rectora de ámbitos planetarioso de sectores del sistema solar. Hay dos escalones de Logoi planetarios: mayores y menores. Los Logoi planetarios mayores constituyen canales para transformación y transporte de la energía del sistema solar. Asumen conducir la obra del Logos solar y están vinculados directamente a él. Gobiernan la relación entre diferentes sectores del sistema y de éste con otras esferas siderales de vida. Rigen círculos de existencia, que son sectores de manifestación del sistema solar, todo lo que existe en esos círculos de existencia es vivificado, conducido y plasmado por la inducción, directa o indirecta, de los Logoi planetarios mayores. En cuanto a los Logoi planetarios menores, son prolongaciones de los Logoi planetarios mayores y rigen campos de expresión, parcelas de los círculos de existencia que pueden incluir la vida de planetas, asteroides u otros cuerpos celestes; su trayectoria abarca la evolución de los reinos de la naturaleza. Un Logos planetario puede manifestarse en más de un sistema solar concomitantemente… […] Las fases de manifestación de un Logos planetario mayor, y por lo tanto de un círculo de existencia, son preparatorias para las iniciaciones que el Logos debe alcanzar; en la primera fase, el círculo de existencia tiene tres campos de expresión; en la segunda fase, hasta siete, y en la tercera, hasta doce… Estas fases están implícitas en el triángulo de Pitágoras, cuyas relaciones matemáticas corresponden al proceso evolutivo logoico… En resumen, la creación y el desarrollo de un universo planetario forman parte de la ascensión de consciencias logoicas, son el medio por el cual se perfeccionan, se ejercitan en la aplicación de las leyes cósmicas y proveen condiciones para que evolucionen una infinidad de mónadas que integran sus diversos reinos.” - J. Trigueirinho, en esta misma obra.
Ilustración de portada (arriba): María Magdalena ungiendo los pies de Jesús en casa de Simón el fariseo. Jean Béguin, Retablo del Rosario, Basílica de San Máximo, Var, Francia. Más abajo (en el apartado La Transfiguración): icono de finales del siglo XIV / principios de l XV, oriundo de Polonia.