14 de abril de 2012

EL SISTRO DE AMEN-RA [1]






Canto de una Sibila en el fondo del mar




"... Los cuernos de la luna menguaban confabulados con el toro en alguna parte sin que nadie los viera.  Los otros, los cuernos de fuego del carnero, se habían hundido hacía rato con el sol en el poniente que desafiaba la proa y a nadie le importó. Mientras tanto, Toth, el escriba, trazaba signos secretos en las negras encías del mar cargadas de estrellas y presagios.[2] Algo de agazapada inminencia había en el espejo que duplicaba las lápidas azules del hielo, pero ni uno solo de ellos supo mirar. Olvidaron que no todo cede al resplandor efímero del auricalco, el mismo resplandor que arrastró hasta aquí las pirámides de cuarzo de los atlantes, nuestros ancestros. Creyeron poder arrebatarme al beso nocturno de los papiros, al silbido del áspid en las fosas descalzas de Luxor junto al Nilo, al sueño de la Esfinge equinoccial donde mi sombra se transformó en cárdeno ibis, a los pliegues consagrados de mi húmedo kalarsis [3] deseosos de por fin entregarse a Ra, mi señor, por fin ser suya bajo el imán antiguo de las Pléyades… (CLIN - CLIN… CLAN – CLAN…) ¿Quién bajará a nuestro abismo a recogerme? ¿Quién se acordará ya de la sibila ofrecida en las sórdidas subastas de sus pesadillas como un anatema? (CLAN – CLAN… CLIN – CLIN…) En vano rastrearán mi envoltorio humillado por la sal. Jamás conocerán mi rostro verdadero. Que adornen ahora sus museos con el maletín de acero que maldijeron mi alhorre y los pétalos de loto. Sus centurias ilusas, incapaces de medir la eternidad, ignoran que sus días no son más que parpadeos de un ciego en el túnel sin fin del ammonite del tiempo.  CLIN – CLAN… CLAN – CLIN…: así suena mi sistro [4] jugando con el eco entre los despojos que perdonó el orín y asedian los parásitos. En la lacia espiral donde perduramos despiertos no hay lugar para el llanto. A sus muertos y a mí poco nos importa que no haya existido el témpano, ni el tajo en la quilla ni unos botes de menos… Nos conocemos de mucho, mucho antes que aquella breve travesía de primavera y ellos se acordaron enseguida de la voz cristalina de mi sonajero sagrado. Cuántos de ellos alardeaban de sus senos rosados y eran princesas o mujerzuelas que nunca regresaron de la fábrica de clones de los brujos rojos; y entre ellas cuántas fueron gris soldadesca mercenaria, sementales por encargo y asalariados del látigo, cirujanos atroces y jueces venales. Por entonces, cuando la isla de Undal [5] se alzaba aún solitaria sobre la superficie, yo los visité en sueños para sembrar la profecía en sus corazones: Las aguas vendrán también por ustedes… Precario será el refugio que hallen en la venidera morada de los faraones que abracen el secreto de los atlantes… Será precario, y allí andaré yo ungida, y en alguna futura noche sin luna volverán a oír el cristal de mi sistro resonando en el fondo del mar…

... CLIN – CLAN… CLAN – CLIN… Allá en la tierra donde arden los golfos y declinan las torres los millones de hermanos de la triste oscuridad nada saben de la vida. Nosotros, en cambio, apenas recordamos el estruendo clandestino y el cielo donde el inmóvil Destino humano aboveda sus máscaras. En medio de este ordenado destrozo de chimeneas, caireles de Murano y relojes detenidos a la madrugada, algo que no se fraguó en el astillero del oxidado Titanic nos alienta a esperar, en silencio, en el perfecto silencio que no puede igualar mi música, buenas nuevas, una Luz que nada debe a las estrellas, el Cristo germinando en la Flor [6], la misteriosa Flor que fulge y se estremece... que abriéndose infinitamente gira... gira..."



Gustavo Aritto,
Burzaco, madrugada del 14 de abril de 2012
/ Registro Nac. Prop. Intelectual - Rep. Argentina


[1] La sacerdotisa Amen-Ra vivió alrededor del año mil quinientos antes de Cristo, en tiempos de Amenophis IV. Cuando murió fue depositada en un bello sarcófago de madera, embalsamada y enterrada en una cripta en Luxor, junto a la ribera del Nilo. Más de tres mil años después, a finales de 1890, cuatro jóvenes adinerados de Inglaterra visitaron las excavaciones que se desarrollaban en ese lugar, adquirieron su momia y desataron así una sucesión de desgracias que parecen haber hallado descanso con el hundimiento del transatlántico Olympic R. M. S. Titanic hace exactamente cien años, entre la noche del sábado 14 de abril y la madrugada del domingo 15 de 1912. Tras una estela de una treintena de muertes, un adinerado arqueólogo norteamericano decidió embarcar la momia de la ungida egipcia en la bodega (otra versión asegura que su modernizado sarcófago viajó junto a una de las calderas) del barco que nunca llegó a Nueva York. Su mausoleo metálico fue hallado y rescatado de entre los despojos submarinos: en su interior, intacto y sin la menor señal de humedad ni corrosión, no había nada.

[2] En el mapa celeste de ese momento, el Sol estaba en la constelación de Aries, la Luna (menguante, aunque no visible esa noche), en la de Tauro, y, entre otras varias configuraciones planetarias, Mercurio (el Hermes heleno en coalescencia con el mítico Hermes Trimegisto y el Dyehuti egipcios que los griegos llamaron Toth, el dios escriba) estaba en cuadratura con Neptuno (otro nombre para el acuático Poseidón de los helenos). El insistente motivo de los cuernos obedece a la asociación del Carnero (Aries astrológico) con el dios egipcio [Auf] Ra, a quien estaba consagrada - en su versión divina de Ammón (= Imn o  'el oculto') - la sibila momificada a bordo del Titanic, y que guarda relación etimológica con el nombre ammonites, hasta hoy un mero fósil de origen submarino, molusco semejante en su morfología al actual nautilo.

[3] En el egipcio Imperio Antiguo el kalasiris o túnicas carecían de cortes y costuras, eran paños envolventes, drapeadas al cuerpo; eran ajustadas y caían desde el pecho hasta los tobillos, sujetas por anchos tirantes. Hacia el Imperio Nuevo es el auge de las transparencias y los pliegues, marcando el cuerpo con otra sensibilidad y logrando una silueta de curvas suaves. El kalasiris se sujetaba a la cintura con fajines de colores o cenefas, que se entreabrían dejando ver las piernas de sus dueñas.

[4] El sistro es un antiguo instrumento musical, con forma de aro o de herradura, que contiene platillos metálicos ensartados en unas varillas, y se hace sonar agitándolo a la manera de un sonajero. Era muy utilizado en las fiestas religiosas del Antiguo Egipto, de quienes lo copiaron los romanos. Fue considerado un atributo de la diosa Hathor, y también estaba relacionado con las diosas Isis, Bat y Bastet. El nombre deriva del griego σείω (seio), agitar, así que σείστρον (seistron) es lo que está siendo agitado.

[5] Según las crónicas ocultistas, la isla de Undal fue el último bastión atlante desaparecido bajo el mar. Los remanentes de aquella decadente civilización fueron reimplantados en el primitivo Egipto, receptor y transmisor de sus cultos mistéricos y sus secretos cósmicos. A los conocimientos de aquella raza extinta (al menos como expresión civilizadora, no como ancestro genético) debieron los egipcios la práctica de su aún "inexplicable" tecnología.


[6] La Flor de la Vida, arquetipo cosmológico debido a la más remota tradición mística egipcia. El Logos crístico es su segundo “pétalo”, surgido del Uno inicial como agente creador activo de todas las formas del múltiple y diversificado cosmos. Se trata del Vesica Piscis expandido en todo su potencial hexagonal.


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