30 de abril de 2012

LAS FORMAS DEL FUEGO (I): EL MISTERIO LLAMADO BACH (I)




El genial Glenn Gould (Toronto - Canadá, 1932-1982), en su orgía secreta con la música de J. S. Bach. Ni el alargado bostezo de su collie fiel ni la tonta inquietud de los ¿albatros? en el jardín lograrán arrancarlo al eón sin origen donde transcurre "su" Preludio de la Partita en Do Menor. Afuera, el torrente incesante de un arroyo le dice que en su murmullo que nunca volverá a a esos sonidos con la misma emoción y las mismas ideas, con los mismos impulsos y los mismos sueños de esa noche; que Bach no es sino el propio Universo consagrado a su danza incansable y eterna. ¿Qué camino tomar?, estará preguntándose. 'The untravelled one...' ("el que no fue caminado"), le aconsejaría Robert Frost muy por lo bajo, para no herir al Silencio. 
Una milenaria lid se dirime en el templo de su alma, a la vez cautiva y libérrima: son Diónisos y Apolo disputándose la Verdad y la Belleza... A propósito de ese antiguo pólemos, y de lo verdadero y de lo bello, nuestro demencial amigo Friedrich Nietzsche quiere volver a recordarnos palabras de su divina juventud:

"... Hasta ahora hemos venido considerando lo apolíneo y su antítesis, lo dionisíaco, como potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma, sin mediación del artista humano, y en las cuales encuentran satisfacción por vez primera y por vía directa los instintos artísticos de aquélla: por un  lado, como mundo de imágenes del sueño, cuya perfección no mantiene conexión ninguna con la altura intelectual o con la cultura artística del hombre individual, por otro lado, como realidad embriagada, la cual, a su vez, no presta atención a ese hombre, sino que intenta incluso aniquilar al individuo y redimirlo mediante un sentimiento místico de unidad. Con respecto a esos estados artísticos inmediatos de la naturaleza todo artista es un «imitador», y, ciertamente, o un artista apolíneo del sueño o un artista dionisíaco de la embriaguez, o en fin - como, por ejemplo, en la tragedia griega - a la vez un artista del sueño y un artista de la embriaguez: a este último hemos de imaginárnoslo más o menos como alguien que, en la borrachera dionisíaca y en la autoalienación mística, se prosterna solitario y apartado de los coros entusiastas, y al que entonces se le hace manifiesto, a través del influjo apolíneo del sueño, su propio estado, es decir, su unidad con el fondo más íntimo del mundo, en una imagen onírica simbólica."

Y algo más que no se le olvidó dejarnos dicho:

"... También el arte dionisíaco quiere convencernos del eterno placer de la existencia: sólo que ese placer no debemos buscarlo en las apariencias, sino detrás de ellas. Debemos darnos cuenta de que todo lo que nace tiene que estar dispuesto a un ocaso doloroso, nos vemos forzados a penetrar con la mirada en los horrores de la existencia individual - y, sin embargo, no debemos quedar helados de espanto: un consuelo metafísico nos arranca momentáneamente del engranaje de las figuras mudables. Nosotros mismos somos  realmente, por breves instantes, el ser primordial, y sentimos su indómita ansia y su indómito placer de existir; la lucha, el tormento, la aniquilación de las apariencias parécennos ahora necesarios, dada la sobreabundancia de las formas innumerables de existencia que se apremian y se empujan a vivir, dada la desbordante fecundidad de la voluntad del mundo; somos traspasados por la rabiosa espina de esos tormentos en el mismo instante en que, por así decirlo, nos hemos unificado con el inmenso placer primordial por la existencia y en que presentimos, en un éxtasis dionisíaco, la indestructibilidad y eternidad de ese placer. A pesar del miedo y de la compasión, somos los hombres que viven felices, no como individuos, sino como lo único viviente, con cuyo placer procreador estamos fundidos..." [El origen de la tragedia, 2 y 17]

JOHANN SEBASTIAN BACH, cuya entidad histórica y cuyo arte venimos aceptando, ya centenariamente, como algo "natural", como un hecho notorio más en la Tierra, supone para mí reconsiderar el Origen mismo del Cosmos y sus Universos, la esencia aún secreta de la vida, la suprema síntesis que subyace a toda manifestación de lo múltiple y lo vario, lo sujeto a la inexorable dualidad tridimensional, los "límites" y el fascinante Absurdo indescifrable ocultos en la Mente creadora de Dios.



Gustavo Aritto
Burzaco - Gran Buenos Aires / Sur
Último día de abril de 2012



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