30 de mayo de 2012

NOCHE ESTRELLADA








... pero me habías rogado en tus últimos garabatos postales que no volviera al Sanatorio, que ya habías hecho las paces con tu soledad... Yo, detrás de dos o tres días que me pasaron por alto releyéndolos, arrojé el bollo de papel en el andén; me quedé dormido en el banco y soñé un tren que me llevaba rumbo a Arlés... Nadie – que no haya olvidado - me cobró el billete; también la olvidé si me mostró su cara fugaz el cochero que desde la estación, junto a otros de camino, nos acercó a Saint-Rémis... Tuve que zamarrear tu ovillo humano anudado sobre la cama para despertarnos... En una de las paredes de tu cuarto la humedad fue dejando un extraño graffiti mientras el otoño se desnucaba lentamente en las lomas doradas, pero no le hicimos caso… Acodados sobre la mesita, un solo vaso vacío para los dos, tu voz acalambrada se nos rompió adentro igual que un vidrio antes de hacer comprensible tu silencio sin fondo… “¿No se te ha angostado de pronto el sendero alguna vez demasiado?  – me preguntamos por fin, descansando en los cipreses que se despedían de nosotros en la ventana -  ¿No se te ha achicado el mundo hasta volverse un terroncito de nada en tu puño?...”  Y la hoz rojiza de la luna, suspendida ya encima del villorrio, nos recordó el común vacilar de todas las cosas; pero la interrumpiste (¿a qué prolongar más la agonía de un secreto tan tonto?) para decirme que habías abandonado en la tela mi retrato, que era inútil insistir en terminarlo, que lo humano sería siempre saber desaparecer sin dejar huellas, desvanecerse frente al espejo justo cuando iba a develar la verdad… "Vórtices sin origen... - me dijimos - ruedas de incansable fuego... oleaje del pensamiento y el deseo, el mar proceloso de tu noche alarmada de cruces y ronquidos... Ése es tu rostro..." No quisiste dar vuelta el bastidor que celaba mi imagen contra el ropero. Quizás por eso, por no poder admitirlo, arrojaste de un manotazo el violento vaso contra la pared del graffiti haciéndolo añicos. No hizo falta explicar. Era momento de parir. Trece veces se haría de nuevo la luna antes de que abrieras la puerta por la que te fuiste solo. A mi me ha llevado un tiempo de quién sabe cuántos misteriosos  crecientes y menguantes más hacer lo mismo, y nadie, gracias a Dios, se enteró. Yo tampoco di vuelta entonces el trozo de papel donde vibraban mis versos para ti, estos versos, entorpecidos por tanto furioso sonido y tanta furia atolondrada, que voy a recitarte ahora en aquel pobre balbuceo humano que me postergó la verdad y el universo, no sea que la nube de luz que nos envuelve a ambos nos devuelva así, sin avisar, a quienes elegimos ser en la Tierra para apagar las brasas que quedaron encendidas. Nos esperan allá, hermano Vincent, largos días sin sol y sin estrellas...



           
LA RUEDA DE FUEGO


Buscarnos en el pétalo ojeroso y trémulo
de estrellas que murieron solitarias

hace miles de años,

y que nada supieron de ti ni de tus noches,

de mí ni de las mías.

Ser úlcera en las llamas que torturan

ese desasosiego de cipreses

donde el violento sol intenta otro suicidio.

Sentir la hoz

que se afila en el vuelo de los cuervos,

pero aguardar el oro de otra siega

vigilado de lejos por la luna sinuosa…

Ya no se aquietarán las aspas del molino;

el viento sin origen

sabe de nuestra insomne pesadilla.

Somos el grano herido que tritura impune

una rueda de fuego.[1]

Silencio estrangulado,

pasos que embruteció la soledad,

barcas que se recuestan rendidas en la arena,

la sombra derramada en una mesa
de un bar que ya cerró.

Amordazado amor, amordedura,

eso hemos sido,

huérfanos destetados de un tirón…


Pasan los días, pasan, pasan,

y hay que esperar de nuevo hasta mañana.

Las semillas del tiempo recuerdan nuestra muerte.

Dios las cela en su puño,

Dios contempla en nosotros su locura

erizada de cuervos y cipreses,

de anhelo de labios y de lirios,

y añicos de por qués, cómos y cuándos.

¿Y no habrá nadie

que desde el otro lado del espejo a oscuras

sienta en la sien el frío y el latido,

el orificio y el vacío negro?

¿Tampoco Dios, ahí?

¿Tampoco nadie

en todo aquel inútil infinito

capaz de detener por un momento

el vórtice que sigue y sigue y sigue

abriendo un girasol en nuestra herida,

ni detener tu dedo en el gatillo,

el viento en el estruendo…?


Gustavo Aritto
2008 / 2012

                 


[1] Tanto la imagen “una rueda de fuego” como “las semillas del tiempo”, que aparece más abajo, pertenecen a W. Shakespeare, cuyos escritos van Gogh leyó con fascinación. Respectivamente, “a wheel of fire” y “the seeds of time”, que emergen en las tragedias King Lear (IV, 7) y Macbeth (I, 2). El poema en verso La rueda de fuego fue publicado (y dedicado a V. van Gogh) en el libro La espiral de fuego. Siete palimpsestos del caos, Bs. As., 2008.

Pintura de portada: Noche estrellada, óleo de 1889 que Van Gogh pintó durante su última estancia en el Sanatorio de Saint-Rémis-de-Provence, en Arlés, trece meses antes de causarse la muerte.



28 de mayo de 2012

EL FUEGO ROBADO A PROMETEO: BEETHOVEN Y EL GÉNERO HUMANO (II)




Un testimonio de infancia: 
Martha Argerich




“Probablemente fue la impresión musical más fuerte de mi vida. Recuerdo que tenía seis años. Era el Cuarto Concierto de Beethoven... Que yo no toco... Fue increíble... 
Era Arrau el que tocaba... 

Mi madre siempre me llevaba a los conciertos. Empezaban tarde en la Argentina, siendo yo pequeña. Siempre tenía sueño. Pero cuando escuché esos trinos en el 2° Movimiento: ¡¡Hhhhhh!! Sentí escalofríos...

Fue un concierto muy importante para mí. Es la primera impresión musical más fuerte que tuve. Yo ya tocaba el piano. 
Pero nunca había sentido algo así. 
Ese shock… eléctrico… y aun más ...


(Yo no lo toco ... me da miedo:
porque no sé qué ocurrirá...)"






Georges Gachot, 
Conversation nocturne (2002)



EL FUEGO ROBADO A PROMETEO: BEETHOVEN Y EL GÉNERO HUMANO (I)





(Re-publicado el 10-07-2012, por la eliminación, por decisión de YouTube, del video aquí elegido)




Beethoven en mi vida





A la memoria de mi maestro
don Pedro Callegari





Cierta vez, mientras transcurría la normalidad de una clase de Música en el Colegio Nacional de Adrogué, se abrió uno de esos paréntesis en que, por lo general, ocurren los hechos más importantes de nuestra vida. El profesor (y director) Juan La Moglie, atento a mis apasionadas reincidencias en torno a Beethoven y su arte, aceptó aquella necesidad de adolescente sin piso ni techo, y, habiéndome sugerido, cuidando no herir mi orgullo, la preeminencia de J. S. Bach en toda la tradición musical de Occidente, me abandonó con una sentencia que resonó entonces, como siempre, mucho más poderosa que hoy. Aun sin recordar sus palabras exactas, sí recuerdo su sustancia: el músico que me hubiese llegado primero al alma sería el que quedaría ahí para el resto de mi vida. El hechizo cautivante del genio de Bonn sobre mi sensibilidad se había producido antes, también en una clase de Música, al escuchar al piano una interpretación del primer movimiento de su Sonata n° 14 en Do Sostenido Menor "Claro de Luna"surgida del tierno talento de una compañera para siempre de nombre Mariel Kocak. Nunca "salí" (nunca quise salir) de aquel lugar de ensoñación y recogimiento que me abrió su portal a mis catorce o quince años. Supe que alguien, en otra orilla del tiempo y el espacio, me había comprendido absolutamente. Nada me costó quedarme. Eran tiempos maravillosamente generosos y plurales (al menos eso creí vivir, aun en medio de las marismas tenebrosas y las sombras necrofílicas que entonces dominaban esta República de héroes sin dioses y tumbas sin fechas). Uno de los tesoros de aquel yermo fue, sin duda, mi maestro de guitarra, el genial Pedro Callegari, la mayor influencia humana que reconozco hasta hoy sobre mí. El clariaudiente sordo alemán era "el que vino a completarlo todo..."  para ese rudo y sutil hombre de campo, un argentino sellado por el carácter laborioso y disciplinado de la Italia germánica y la gracia dichosa del espíritu mediterráneo. Su intolerancia frente a la mediocridad, su escepticismo endémico frente a lo divino y la muerte, y su corazón decepcionado ante un país sin valores ni metas universales parecían medrar, disolverse hasta su extinción sólo por dos únicas razones: el abrazo de su guitarra y la música de Beethoven. Junto a él impregné la memoria de mi alma y de mis células con sus sonatas, sus sinfonías y alguno de sus cuartetos (para piano y para cuerdas).  Vaya a saber por qué hacia el fin (cronológico) de mi adolescencia, "mi" músico era ya Johann Sebastian Bach. Lo cierto es que ahora, a los 53 años, cuando "mi" música es, en general, la que los musicólogos denominan "antigua" (es decir, justamente, hasta Bach incluido), no puedo prescindir del artista cuyo sonido caló en lo hondo de mi sensibilidad, mi voluntad y mi intelecto con fuerzas inefables y misteriosas, latidos que parecen seguir surgiendo de lo más profundo de la Creación...


Reubicado artísticamente en el cosmos del período "clásico" de la música europea por la musicología de los últimos veinte años, Beethoven fue asociado hasta los años 80s a la sensibilidad y la estética propias del pre-romanticismo. Una sugestión crítica parecida - aunque menos ardua y controvertida - sufrió la figura, ambivalente en cierto modo, de Goethe (¿hará falta evocar la famosa declaración de su Fausto?: "Dos almas, ¡ay de mí, imperan en mi pecho, y cada una de la otra anhela desprenderse..."). Por el pudor del que no puede esgrimir autoridad y por no desvirtuar estas líneas íntimas que no aspiran a más que dejar una estela de emoción, no avanzaré sobre este aspecto. Sin embargo, cuando mentamos a Beethoven poco nos cuesta congregar a algunos de aquella tribu más o menos contemporánea al apogeo romántico: Schiller, Heine, los hermanos Grimm, Rousseau, los Shelley, Lord Byron, Turner... Napoleón... Y pocos mitos tan caros a la época (y a casi todas las épocas) como el del titán Prometeo encadenado por Zeus. Su figura irradia un espectro de significaciones aún no del todo esclarecidas. Sabemos que su impulso más básico es el problema de la libertad en el hombre, su derecho a homologarse a "los dioses" y el dudoso castigo que merece el atrevimiento de crear. Confiando en recibir alguna otra revelación sobre este punto en conexión con el músico alemán, me arriesgo aquí (como en tantos otros lugares de este blog) a traer un vistazo ocultista, otra vez, el de J. Trigueirinho. A propósito de la historia de la "caída" (de la humanidad y de los ángeles), y de la naturaleza y la implantación del Mal en el planeta, nos sale al encuentro el siguiente comentario: "El ingreso de conciencias de planetas más evolucionados en la Tierra durante las primeras fases de este cuarto ciclo de expresión [se refiere a la raza de los atlantes] contribuyó para que fuese desencadenado el proceso de separación de los sexos en la humanidad. Tal hecho, ocurrido concretamente durante la Tercera Raza [la de los lemurianos, precedente a la atlante], fue simbólicamente descrito en el mito de Prometeo, el titán que robó el fuego de los cielos y lo trajo a la Tierra; por eso fue encadenado a una roca donde, hasta que fuese salvado por Hércules, un buitre ininterrumpidamente le picoteaba el hígado. En ese mito tenemos representada la prisión en la cual se encuentra el ser interior del hombre por su propia elección, y también su liberación. Prenuncia la venida de energías solares en auxilio de la humanidad terrestre, hecho que es hoy claramente percibido por aquellos que respondieron positivamente al llamado para esa liberación" (Secretos develados (Iberah y Anu Tea)). Tal vez esta original perspectiva resulte afín al universo de ideas, sentimientos e impulsos que creo experimentar al escuchar el  Concierto para Piano n° 4 en Sol Mayor Op. 58 que suena en el video, que, junto con muchas de sus sonatas, es la obra de Beethoven a la que sigo retornando sin cansarme nunca, sin dejar de descubrir algo nuevo cada vez, cada día. En ella creo contemplar lo humano cercenado, por un lado, por el poder de lo Absoluto y lo cósmico, y librado, por otro, a su Destino de digno niño-héroe co-creador a la par Dios. Y es al promediar el 2° Movimiento.: Andante con moto cuando irrumpe, abruptamente, como el umbral de la Prueba de acceso a la ardua liberación final, la instancia del Hombre preguntándose a sí mismo y a su incógnito Creador por qué justo a él, que qué sería del Universo sin su frágil arcilla apasionada, que cómo soportaría Aquél su soledad estéril, su vacío añorando eternamente a la criatura (la única) soñada para expresarlo como luz y oscuridad, amor y miedo. Europa -me atrevo a aventurarlo - no había vuelto a rozar las alturas de un "drama" psicológico y metafísico tan prodigioso desde Shakespeare. Y acaso algo de la desintegración del Todo y su recuperación en el milagro precario de lo humano, que podría también estar discurriendo como el genio de Ariel en su Sonata Op. 31 n°2 en Re menorLa tempestad, se abre paso aquí por entre la tétrica amenaza de la orquesta. Martha Argerich confiesa, en la documental del franco-suizo Georges Gachot Conversación nocturna (producida en 2002), que fue la audición de esos trinos allí preparados por su demiurgo, siendo ella todavía una niñael hito contundente y perentorio de su vínculo atávico con la música y el piano. Era, como en el video, el siempre-joven Claudio Arrau, chileno inigualable y universal, quien lo descifró aquella noche en el Teatro Colón de Buenos Aires: el abismal Concierto n° 4 ".. que je ne joue pas ..." (... que yo no toco...) - confiesa la colosal artista argentina haciéndose cargo de la sagrada conmoción a sus lejanos ya seis años...


Su música visionaria se me vuelve un pájaro que, a la vez, anida en el corazón de cada uno y aspira a alcanzar el Empíreo donde cesa toda dualidad y caduca el tiempo. A diferencia de la de Bach, que se siente originada en los confines mismos de Dios, siempre mucho antes de dar con nosotros, y proyectada como una espiral sin fin más allá de nuestra finitud, la de este "Prometeo" que expurga nuestras culpas nos reclama compás a compás, acorde a acorde, susurrándonos en secreto que, sin nosotros ahí hechos un mismo nudo de fuego con ella, su trabajo y su victoria habrán sido en vano.




Gustavo Aritto




(Video de portada eliminado por YouTube.)

27 de mayo de 2012

ALQUIMIA INTERIOR: DESCUBRIENDO A NUESTRO MAGO DESCONOCIDO




Tres momentos en la intuición
de Zulma Reyo



"Soledad y totalidad"


"El experimentar plenamente nuestra soledad es descubrir profundamente nuestra totalidad. En soledad descubrimos aquellos mecanismos que ciegamente buscan convertirse en hábito. Esto engendra inconsciencia y comportamiento mecánico, le quita energía a la atención puesta en el momento presente. El conocimiento trae la constante y total libertad de elegir y con esa libertad viene una creciente responsabilidad. Somos responsables de absorber y procesar energía de acuerdo a nuestro nivel de conocimiento.
En niveles superiores somos responsables de la influencia que ejercemos en nuestro mundo y en otras personas.
Una persona que ha experimentado la totalidad de sí mismo no buscará fuera de sí la gratificación, los significados o qué dirección llevar. El buscar las respuestas fuera de uno mismo es un método infantil que le hace absorber energías del medio ambiente. La madurez viene con el coraje de estar solo. Y en esa soledad viene la plenitud, el poder, la superabundancia y la bendición. Normalmente, entregamos nuestros poderes a nuestros padres, enamorados, esposas, esposos o jefes; otorgamos autoridad a aquellos que creemos que poseen las aptitudes que no podemos encontrar en nosotros mismos. Para recuperar nuestro poder y vernos como realmente somos, necesitamos estar solos y en esa soledad redescubrir toda nuestra potencialidad. 
Este renacimiento puede ser solamente hecho en privado, individualmente. Nadie más puede hacerlo por nosotros sin que nos reprogramen, y debemos liberarnos de toda reprogramación. Una y otra vez nos metemos en el mismo tipo de situaciones, con el mismo tipo de relaciones. La mente, sobre todo la mente inferior, es programable como un robot.
El coraje de estar solos nos vuelve conscientes. Una vez logrado esto, no necesitamos más de contratos o de compromisos de dependencia. Ya no somos partícipes de jugarretas sutiles y juegos de poder que dividen nuestro poder y el conocimiento de nuestra santidad. Ya no existirán personas o conceptos que logren confundirnos o engañarnos puesto que en nuestra propia integridad detectaremos fácilmente las trampas y fallas que sean inferiores a esa santidad y al espíritu que la anhela.
La capacidad de discernir es sumamente importante en esta época en que tantas palabras maravillosas son ostentadas por personas que no viven lo que dicen. La Alquimia Interior nos enseña a retornar a nuestra divinidad, a nuestra propia fuente y a aglutinar nuestras energías y proyectarlas hacia la totalidad de nuestro ser, incluyendo nuestro aspecto físico. Aunque nos enseña a trascender las limitaciones físicas y a estar conscientes de nuestro cuerpo, esto no puede llevarse a cabo si no se está plenamente dentro del cuerpo: física, mental y emocionalmente. La verdad es no podemos convertirnos en maestros in absentia."




"Creatividad"


"La creatividad es la verdadera llama o esencia de Vida. Cada acto que realizamos es creativo y la maestría es su máxima expresión. Al elevar los pensamientos, manifestar creatividad y riquezas, generar bondad, todos somos capaces de transmutar nuestras emociones y sentimientos sin destruir nada de uno mismo ni de otro.
No le quitamos nada a nadie. La maestría, una vez aprendida, nos permite tener nuestra torta y comerla a la vez. Tener nuestra torta (nuestro pleno conocimiento) es comerla (vivir en libertad). 
Podemos decir que la Alquimia Interior se compone de ciencia intuitiva y religión universal proyectadas a través de expresiones artísticas.
Ciencia, religión y arte se unen en la Alquimia como en las doradas épocas de antaño o como actualmente se viene haciendo en sistemas más avanzados que el nuestro. La Alquimia es el proceso mismo de la Creación: una emanación abundante e infinita de la Divinidad.
No existe mejor maestra que la propia vida y el mejor aprendizaje está en observar la vida interior: ese flujo y reflujo de fuerzas cuyas manifestaciones exteriores afectan los estados interiores. El Este conoce este secreto pero se olvidó de aplicar su dinámica a los estados exteriores. El Oeste ha sabido utilizar información extraída de realidades exteriores pero se olvidó de las dimensiones interiores. La Atlántida y otras antiguas civilizaciones conocían ambas: la realidad exterior y la interior. Hoy, de manera individual, nos acercamos nuevamente a una visión holística de la Vida.
El método alquimista, como toda gran verdad, es muy simple. Tenemos que apartarnos por un instante del ser pequeño, del medio ambiente, del mundo de los efectos y atrevernos a mirar y descubrir quién y qué somos realmente. Ahí podremos sumergirnos en la riqueza del Ser y descubrir una y otra vez que somos el microcosmos. Estamos rompiendo con moldes y creencias del pasado y aprendiendo a vivir de una manera más refrescante. La Alquimia Interior nos devuelve nuestro propio ser y ahí recordamos que nuestra naturaleza es alquimista. 
La perspectiva básica de este nuevo camino es vislumbrar toda vida como energía, como un patrón fluctuante de vibraciones diversas. Al irnos despojando de los ingredientes densos de nuestro ser empezamos a crear una especie de vacío de luz que atrae las más refinadas frecuencias de ella hacia nosotros. La Alquimia es la ciencia-arte de la vibración, simbolizada por el matrimonio alquímico entre el fuego y el agua: el fuego del espíritu, el agua de la vida. Nos hemos anulado demasiado invistiendo poderes en nuestros curas y políticos, nuestros sistemas y organizaciones. Ahora podemos alcanzar a Dios y sintonizarnos directamente con Él. Todos podemos sentir y saber todo lo que se debe sentir y saber. Todos somos maestros, Seres-Dioses prestos a destapar los registros de nuestra memoria original."




"La anatomía humana energética"


"El estudio de nosotros mismos; nuestra humanidad, nuestros mecanismos, nuestras habilidades y percepciones, es el estudio de millares de transformaciones de la energía. Además de la anatomía física poseemos una muy compleja y sutil anatomía energética que regula nuestra mente, nuestras emociones, nuestras facultades psíquicas y espirituales. Aunque éste no es el único sistema, aquí exploraremos la dinámica humana en términos de siete cuerpos, cada uno regido por siete facultades y condicionados por siete rayos.
Cada persona puede verse funcionar de siete diferentes maneras, llamadas siete cuerpos o niveles de consciencia. Más allá de estos siete cuerpos existen cinco dimensiones más que desde nuestro nivel de comprensión pertenecen al espíritu puro o fuerza cósmica.
Cada uno de nuestros siete cuerpos básicos corresponderían de alguna manera a una percepción y está compuesto de una sustancia, que para nuestros propósitos, veremos como partículas en diversos grados de densidad o condensación. Cada cuerpo vibra a una frecuencia o grado específico. La totalidad o la fusión de esos siete cuerpos funciona como una orquesta. La calidad de la orquestación dependerá de la actuación de cada una de las partes.
... Lo que todavía no somos capaces de aprehender es que este circuito energético que somos es totalmente programable. Nuestra mente ya ha sido programada por nuestra sociedad, nuestros padres, nuestro medio ambiente, nuestra cultura y nuestra época, para creer y sentir de ciertas maneras. En realidad estamos constantemente condicionándonos, desacondicionándonos y reacondicionándonos a nosotros mismos. Nuestro mundo inmediato es una creación: el resultado directo de la mente sobre la materia. Y aunque el comportamiento humano ha sido percibido en términos de patrones mentales, entendemos muy poco de lo que la mente realmente significa aun a la luz de Freud y de Jung y sus conocimientos de los niveles sub y supraconscientes. Recién estamos empezando a reconocer que utilizamos una mínima fracción de nuestro cerebro.
[...]
Perdemos nuestra conexión con la metafísica y por ende nuestro conocimiento directo de ella. El más grande metafísico, el más grande alquimista de todos los tiempos fue el Maestro Jesús y sus milagros fueron nada más que la aplicación de leyes de energía interna. Cuando uno conoce las leyes universales sabe que no existen milagros, que en realidad todo es un milagro.
Todo es energía. La energía es la interacción de sustancia y espacio. Esta sustancia a través del espacio tiene inteligencia (algo sobre lo que trató Itzak Bentov en su libro A la espera del Péndulo Salvaje) y responde a una directriz mental. Visto de manera sencilla, esa inteligencia es Luz o Dios. Esta unidad primaria de actividad es lo que en Oriente se denominaba "prana". Actualmente, se están descubriendo unidades más pequeñas que el átomo y que constituyen la esencia de toda sustancia.
[...]
El hombre es en esencia un ser cósmico que existe como una consciencia que se expresa a sí misma, como un cuerpo de espíritu y un cuerpo de materia física. El cuerpo en el cual existimos posee su propia inteligencia, sus propios mensajes, sus propias respuestas, pero nuestro verdadero conocimiento es de un orden superior: de Luz o Cósmico. Nuestros cuerpos y el conocimiento o inteligencia relacionados con ellos son análogos a la casa en que habitamos. Nos refleja pero no somos nosotros.
Nuestra propia dualidad (humana y divina) es en realidad ilusoria. Somos en verdad seres cósmicos. Pensamos que somos sólo entidades físicas porque la realidad tridimensional es muy patente. Sin embargo, nuestras facultades son duales: tenemos tanto la facultad del conocimiento cósmico como del planetario. Y estamos sujetos a las leyes de la materia y de la luz, de la sustancia planetaria y la luz cósmica. Estamos sujetos a las leyes de la energía en sus dos niveles.
[...]
La personalidad que tenemos es un reflejo de cómo respondemos a las polaridades dentro de nosotros. Puede ser alegre o triste, con una disposición nerviosa o aletargada. Nuestra personalidad revela cómo repartimos nuestras polaridades y la colección de respuestas que programamos en nuestra computadora humana. Nosotros somos lo que programamos. Si en mi vida enfatizo por hábito o por miedo la desdicha, no podré ser feliz. Si enfatizo la claridad sobre la oscuridad, seré luz. Me creo a mí misma al modificar la energía de mis respuestas a la vida y estas reacciones actúan como un imán de cualidades similares que dan lugar a todo tipo de efectos, constructivos o destructivos.
Proyectamos lo que sentimos y también llegaremos a sentir lo que proyectamos...
[...]
El mundo es en realidad el reflejo de la propia maestría o de la falta de ella, que se proyectará en las relaciones, éxitos o fracasos, salud, finanzas, etc. Si no hay maestría en su mundo es porque no ha logrado integrar algún aspecto de sí mismo que se relacione con ella. Si aún existen problemas en su mundo (aunque sienta que es culpa de otro), es indicación clara de que está haciendo algo para atraerlos. esto sucede tanto en los más altos como en los más bajos niveles energéticos de vida. La maestría necesita ser corporizada a través de actos físicos.
El conocimiento del alquimista, base de toda transmutación y toda maestría, está en el armonioso control y manejo de los tres cuerpos inferiores, el físico, el mental y el emocional, que dan a uno la elección y el sentido de dirección. Uno puede escoger dónde ir, qué hacer, y cómo se manifestará su mundo.
[...]"


Extraído del libro Alquimia Interior, Introducción y Capítulo I; Bs. As., Kier, 1992.



Zulma Reyo


La pródiga mente de Zulma Reyo (nativa de la Isla de Manhattan, New York, pero criada en Puerto Rico y devota exploradora planetaria) causó en mí, al primer contacto con sus textos y aun con pensamientos sueltos citados aquí y allá, ese deslumbramiento y esa experiencia de la libertad interior que de vez en cuando provocan unos pocos occidentales contemporáneos (en mi caso, sólo C. Jung, el Dr. E. Bach, J. Trigueirinho...). Su riquísimo cosmos parece sustentado por revelaciones debidas, mucho menos que al estudio ni a la razón metódica, a una profunda y mutante vivencia de la intuición interdimensional. Sin caer jamás en la autocomplacencia, ni en la aproximación facilista basada en el soborno a nuestro Ego, pathos y ethos logran en su exposición sutil y rigurosa un equilibrio propio de los sabios y los iniciados. Sospecho que habrá siempre un 'antes' y un 'después' en los días de quien se entregue lúcido y sin autoengaños a los inagotables secretos de sus textos. Reyo tiene su propio sitio digital panorámico: www.zulmareyo.com


19 de mayo de 2012

EL ZORRO Y NOSOTROS...







"—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.

—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

El principito volvió al día siguiente.

—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón..."




ANTOINE DE SAINT - EXUPÉRY, El principito, XXI




Grabación del video: R. Schumann, Kinderszenen (Escenas infantiles), Op. 15 n° 1, por Claudio Arrau.



LA PROCESIÓN







A Francisco de Goya


  
¿Cómo no perseverar y seguir adelante? ¿Cómo desertar a las señales de los hondos nubarrones confabulados con la luna? Quién más, quién menos, sabía de duelos y de quebrantos semejantes al páramo que desaparecía donde la extensa noche arrojaba sus estrellas… Hubo siempre tres caminos… La cuesta y el garrote, los suecos resbalando por el desfiladero, el antiguo atajo de las brujas. Quisiera no poder acordarme de aquel ramalazo cargado de gemidos y de niños, de niños y de insoportables gemidos, que casi nos voltea al contornear el peñasco más escarpado. … Tres caminos y un sendero…  Un mismo rostro, todos, un rostro sin retorno; párpados que mentían pupilas de serpiente, y ese agujero obsceno donde afilan la lengua para el salmo o para la maldición. Uno es – oye - el del regreso La encía de las fogatas nos juntó aquí y allá en el calambre del frío y el ayuno.  Pero muchos creyeron que había que seguir, seguir hacia la Fuente que alumbraría el alba apenas, mañana, un domingo de eclipse, ante los que resistieren. Mientras, bajo la ciega bóveda del cielo, la voz de algún extraviado se oyó lastimar el silencio, nítida, única. Dijeron que eran su canto y su vihuela, que en esa copla extraña se presentía la vecindad de los buitres y que el hilo insidioso de sus presagios estaba alejándolos de la meta. … El otro, no haber partido…  De nuca a nuca, de bulto a bulto se propagó como el fuego el rumor que había que hacerlo callar en el nombre del Salvador. Sin embargo, seguían a los tumbos, babeándose igual que lobos caminaban, y sobre nosotros, el sol y las Pléyades remontaban la esfera hacia el próximo mediodía…  ¿No está faltándonos uno, peregrino desdichado?…

El páramo se perdía a la distancia, y las hélices desgarradas del humo iban quedando atrás y resurgiendo adelante, porque atrás y adelante, ¿qué eran sino meros sonidos distintos?. Entonces, una tos repentina obligó al desconocido a interrumpir su copla. … Detén tus pasos, hermano…  Tres mujeres ayudaron con la soga; su entrega resignada, su cara impávida fija en la tierra, pusieron en ridículo al puñado de fornidos hombres de negocios que pujaron por darle caza. Solamente su instrumento defendió apretujándolo debajo de su sobaco. Poco después lo oyeron callar del otro lado de un molino en ruinas. Yo no esperé más: salí de él, contemplando en el suelo desde la altitud creciente la pregunta de su mohín perplejo y sus ojos ganados por el pánico. Una vieja comadrona les tiró una manta encima a él y a su vihuela, no fuera que el rocío los arruinara a los dos: “Ya nos alcanzará… Que el Salvador no tiene en menos a nadies…” No entendió. Ni ella ni otros rezagados que pasaron cerca del cuerpo empapado de orina. Los vi avanzar en medio de la oscuridad igual que una tribu de tenaces hormigas nocturnas. … ¿No han girado ya en tus sueños… esas ardientes centellas?…  

Obediente al Amor que me devolvió por un día al éter envilecido de Urantia, fui, bajo otros nubarrones pero la misma luna, el resplandor de una Virgen para un villorrio escondido a orillas del umbral que llaman Titicaca, y la forma indescifrable del Andrógino en la parte opuesta de ese mundo que habitan los que esquivaron la última gran ola… Al romper el primer albor, pocos lograban mantenerse en pie, pero no claudicaron hasta vislumbrar la bruma sagrada de la Fuente donde hubiesen deseado haber merecido mi figura humana, haberme oído responder, haber sentido en su úlcera y sus vergüenzas, en el tumor voraz de sus pensamientos, en su mirada sin luz y su corazón agusanado de rencor, la mano reparadora reclamada en sus plegarias y su miedo. SOÍN… SOÍN… SOÍN… SOÍN…  Empero, yo todavía estaba ahí, entre ellos, y fui Nadie. Uno… dos… tres… siete… se abalanzaron pioneros sobre el espejo de agua. La caterva exasperada que los acosaba por detrás tampoco dudó en sumergirse, como testimonio para quienes no creían poder mover montañas. … MANUÁK SIKIÚK NAHUA… [1] He reconocido a bordo de la Ciudad Fluctuante la estela astral de cada uno, el lastre abominable de su sombra. Que no se enteren de que su Avatar guardó sus pasos en la procesión: ¿qué importa? En el pestañeo inútil de otros dos mil años habrá una nueva oportunidad... Hasta que sea preciso, que sobrevivan ignorando que el Vacío que los hizo suyos es un Rostro más de su Dios.




Gustavo Aritto
©2012 Reg. Prop. Intelectual - Rep. Argentina








[1]“SOHIN / SOHIN / SOHIN / SOHIN // MANUAK SIKIUK NAGUA”: Mantra en irdin, lengua intergaláctica, propiciador de la coligación con la Nave Alfa. También conocida como Ciudad Fluctuante, trátase de “una gran base móvil de trabajo de conciencias estelares, para la cura, la armonización y transformación de las especies, según los parámetros de los arquetipos. Por su intermedio actúan los Jardineros del Espacio [Conciencias superiores que auxilian en la conducción del proceso evolutivos de todos los reinos] y los curadores… La presencia de esta nave en la órbita de la Tierra está relacionada con la evolución planetaria y no con la de algunos individuos en particular… Entre las tareas realizadas por la Nave Alfa, se pueden citar: la transformación de energías, el cambio de código genético y la modificación del sistema energético en los seres humanos y, también, diversas transformaciones en representantes de otros reinos de la naturaleza. La Nave Alfa es una de las más complejas de la red de cura existente en el cosmos; en esta época el centro intraterreno de Aurora [ubicado a nivel suprafísico en Salto, Uruguay] como apoyo para sus operaciones.” (J. Trigueirinho, Léxico esotérico, 2003)


Ilustraciones: Francisco de Goya, La romería de San Isidro (óleo perteneciente a la época de la Quinta del Sordo). En la portada: detalle. Abajo: el cuadro completo (invertido horizontalmente).



18 de mayo de 2012

CARLOS FUENTES





C. Fuentes, con Julio Cortázar y Luis Buñuel


"El gran desafío de la novela actual es el de dar los tiempos de la simultaneidad, dejar atrás la muy simple y cómoda linealidad… ¿Por qué la escritura es condenada a la sucesión y le es negada la coexistencia de los tiempos? Un cuadro de Picasso o Goya se percibe simultáneamente, la literatura carece de esa lectura frontal, hay que alterar lo que la página ofrece de manera lineal…"

C. Fuentes, Feria del Libro de Buenos Aires, 2012





El martes 15 de mayo pasado, a los 83 años, falleció en la ciudad de México Carlos Fuentes. Conservo de su lectura un texto que me sigue siendo entrañable: La región más transparente (1958). En mis disipados "años 20s" también penetré con entusiasmo en el cosmos de La muerte de Artemio Cruz, Aura y sus libros de relatos de extracción mítico-fantástica. No transité, en cambio, su teatro ni sus escritos guionísticos. Pero es, creo sentir, el hipersensible torrente de sus ensayos literarios y/o abocados a la hermenéutica de la cultura lo que me acompaña aún, con la misma frescura y vitalidad de la primera vez que me sumergí en muchos de ellos. Me atrevería a afirmar que su lucidez y su capacidad crítica habrán superado con el tiempo incluso los profundos hallazgos de su fértil imaginación. No sé si hoy día estoy en total sintonía con sus presupuestos teóricos y sus modos de establecer desarrollos y cánones en la literatura occidental; tampoco estoy seguro de que su horizonte de postulaciones y verificaciones haya superado el marco general del siglo XX. Sin embargo, aun con la perspectiva de itinerarios mentales divergentes, puedo volver a sus momentos de geniales discernimientos sin temor a traer mis manos vacías. Fuentes ha sido, quizás como lo fue Octavio Paz, un "Mercurio" de la entidad intelectual y humanística latinoamericana. Admiro en él esa apertura interior a los órdenes de lo Otro, su vocación por dejarse comprender y transformar por la versatilidad y la multiplicidad de épocas, discursos, modelos y figuras de la cultura planetaria sin tener miedo de perder la identidad, el destino o el carácter que sintió personales, mexicanos, hispanoamericanos. Su conciencia se expandió debatiéndose entre la sugestión liberadora del mito, el determinismo histórico y una acaso inconclusa exploración de la libertad individual en el seno de la tradición y el condicionamiento social. La generosidad, la imparcialidad y la gratitud fueron su sello humano y artístico. Buenos Aires tuvo el triste privilegio de haber escuchado su pública voz en el mundo por última vez. Fue, como sabemos, en el contexto de la última Feria Internacional del Libro. Dijo allí su optimismo en torno al futuro de la literatura y la lectura. Dijo también que su México parece producir sólo "mediocres" (sic) con vocación de hombres de Estado y presuntos representantes de su pueblo. Nunca mejor lamentado eso que en esta ocasión; ningún lugar más menesteroso de ese impotente planctus político y social (que no es más que un llanto simplemente humano) que la Argentina actual, cuyo pasado le brindó cosas que quiso serena pero sinceramente, y cuya idiosincrasia, como casi siempre con todo, tan justamente caracterizó alguna vez. Echaremos de menos esa voz universalista y plural. La posmodernidad que va cediendo sus estrategias y sus tácticas ya obvias al crisol neocivilizador de Acuario, no produjo, a mi entender, otras capaces de recoger sus ecos, de reformular - a la altura de su estatura intelectual, literaria y ética - sus intuiciones y sus clandestinidades fuera del fácil cañamazo impersonal y anodino de los claustros académicos y las actas de los congresos.



Gustavo Aritto


***********




 Sobre la épica, la tragedia 
y la creación de la novela moderna


Extracto del ensayo 

“Mariano Azuela: la Ilíada descalza” 

Por Carlos Fuentes






“La épica fue vista por Hegel como un acto: un acto del hombre que, ambiguamente, se desprende de la tierra original del mito, de su identificación primaria de los dioses como actores, para asumir él mismo la acción. Una acción consciente de sí, advierte Hegel, que perturba la paz de la sustancia, del ser idéntico a sí: la épica es un accidente, una ruptura de la unidad simple que épicamente se divide en partes y se abre al mundo pluralista de los poderes naturales y la fuerzas morales.

La épica nace cuando los hombres se desplazan y desafían a los dioses: ¿vas a viajar conmigo a Troya o te vas a quedar cerca de las tumbas en Argos y Tanagra? La primera victoria de los hombres sobre los dioses es obligarlos a acompañarlo a Troya, obligarlos a viajar. La épica nace de esta peripecia. El mito –nadie entre nosotros sabrá esto mejor que Juan Rulfo – permanece junto a las tumbas, en la tierra de los muertos, guardando a los antepasados, viendo que se queden quietos.

Pero por su carácter mismo de viaje, de peregrinación, la épica es la forma literaria del tránsito, el puente entre el mito y la tragedia. Nada existe aisladamente en las concepciones originales del universo, y Hegel, en la Fenomenología del espíritu, ve en la épica un acto que es violación de la tierra pacífica – vale decir, de la paz de los sepulcros -; la épica convierte a la tumba en trinchera, la vivifica con la sangre de los vivos, y al hacerlo convoca el espíritu de los muertos, que sienten sed de la vida y que la reciben con autoconciencia de la épica transmutada en tragedia, conciencia de sí, de la falibilidad y el error propios, que han vulnerado los valores colectivos de la polis. Para restaurar esos valores, el héroe trágico regresa al hogar, a la tierra de los muertos, y cierra el círculo en el reencuentro con el mito del origen: Ulises en Itaca y Orestes en Argos.

El cristianismo primero y el humanismo individualista y mercantil en seguida rompieron esta gran rueda de fuego de la antigüedad para sustituirla por un hilo de oro y excremento: no hay por qué mirar hacia atrás, la salud no está en el origen sino en el futuro: el porvenir trascendente de la religión o el paraíso inmanente de la ingeniería secular.
La novela, en la medida en que es producto histórico de una pérdida - la de la unidad medieval – y de una ganancia – la del asombro descentrado del humanismo -, es la primera forma literaria que sucede linearmente a la épica y no circularmente a través de la tragedia que reintegra la épica al mito.

Sucesión, sí, pero también rebelión: desde su nacimiento moderno, la novela, como si intuyese la dolorosa vocación de una ausencia, busca desesperadamente aliarse de nuevo al mito – de Emily Brontë a Franz Kafka – o a la tragedia – de Dostoievsky a Faulkner. En cambio, rechaza su parentesco épico, lo convierte – del Don Quijote de Cervantes al Ulises de Joyce – en objeto de burla.

¿Por qué? Acaso porque la novela, siendo el resultado de una operación crítica propia del Renacimiento, que seculariza, relativiza y contradice sus propios fundamentos críticos, siente primero la necesidad de criticar la forma de la cual emerge y en la cual se apoya, negándola: la épica caballeresca de la Edad Media, el romance paladino; y, en seguida, experimenta la nostalgia del mito y la tragedia pero ahora como nostalgia crítica: hija de la fe en el progreso y el futuro, la novela siente que su función se degrada si no es capaz de criticar esa ideología y que, para hacerlo necesita las armas del mito y la tragedia. Don Quijote busca aquéllas en el fondo de la Cueva de Montesinos; Dostoievsky éstas en el sedimento de la herencia cesaropapista de la Tercera Roma, la Santa Rusia; y Kafka, en los sótanos de las fábulas germánicas y hebreas. Pero Dostoievsky, Kafka, Faulkner y Beckett rompen también la línea de la sucesión futurizante: los destinos de Iván Karamazov, el agrimensor K, Miss Rosa Coldfield y Malone no son los de Julián Sorel, David Copperfield o Rastignac: éstos dependían totalmente de una progresión disparada hacia el futuro; para aquéllos, en cambio, el destino tiene el rostro de los tiempos simultáneos: “la forma de todos los tiempos es aquí y ahora”, dijo Thoman Mann en Jacobo; y Jorge Luis Borges le devolvió un eco latinoamericano en “El jardín de senderos que se bifurcan”: “Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes y paralelos”.

Pero para Ortega la épica posee un solo tiempo, el pasado, y no admite lo actual como posibilidad poética. El presente de la épica es sólo su actualización en la repetición: “El tema poético existe previamente de una vez y para siempre; se trata sólo de actualizarlo en los corazones, de traerlo a plenitud de presencia”, escribe el filósofo español en las Meditaciones del Quijote.

[…]

Pues si en Europa la sucesión privativa de la antigüedad clásica (mito – epopeya – tragedia) es vencida en la modernidad cresocristiana por la sucesión epopeya – novela, en el Nuevo Mundo las expectativas exageradas de la Utopía, su victimización por la Épica y el refugio de aquéllas en un Barroco doloroso, establece de inmediato dos grandes tradiciones: la crónica que apoya políticamente la versión épica de los hechos y la lírica que crea otro mundo, otra historia en la cual todo lo asesinado y sofocado por la historia épica tenga cabida.”


Tomado de su volumen de ensayos Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela latinoamericana, 1990