19 de mayo de 2012

LA PROCESIÓN







A Francisco de Goya


  
¿Cómo no perseverar y seguir adelante? ¿Cómo desertar a las señales de los hondos nubarrones confabulados con la luna? Quién más, quién menos, sabía de duelos y de quebrantos semejantes al páramo que desaparecía donde la extensa noche arrojaba sus estrellas… Hubo siempre tres caminos… La cuesta y el garrote, los suecos resbalando por el desfiladero, el antiguo atajo de las brujas. Quisiera no poder acordarme de aquel ramalazo cargado de gemidos y de niños, de niños y de insoportables gemidos, que casi nos voltea al contornear el peñasco más escarpado. … Tres caminos y un sendero…  Un mismo rostro, todos, un rostro sin retorno; párpados que mentían pupilas de serpiente, y ese agujero obsceno donde afilan la lengua para el salmo o para la maldición. Uno es – oye - el del regreso La encía de las fogatas nos juntó aquí y allá en el calambre del frío y el ayuno.  Pero muchos creyeron que había que seguir, seguir hacia la Fuente que alumbraría el alba apenas, mañana, un domingo de eclipse, ante los que resistieren. Mientras, bajo la ciega bóveda del cielo, la voz de algún extraviado se oyó lastimar el silencio, nítida, única. Dijeron que eran su canto y su vihuela, que en esa copla extraña se presentía la vecindad de los buitres y que el hilo insidioso de sus presagios estaba alejándolos de la meta. … El otro, no haber partido…  De nuca a nuca, de bulto a bulto se propagó como el fuego el rumor que había que hacerlo callar en el nombre del Salvador. Sin embargo, seguían a los tumbos, babeándose igual que lobos caminaban, y sobre nosotros, el sol y las Pléyades remontaban la esfera hacia el próximo mediodía…  ¿No está faltándonos uno, peregrino desdichado?…

El páramo se perdía a la distancia, y las hélices desgarradas del humo iban quedando atrás y resurgiendo adelante, porque atrás y adelante, ¿qué eran sino meros sonidos distintos?. Entonces, una tos repentina obligó al desconocido a interrumpir su copla. … Detén tus pasos, hermano…  Tres mujeres ayudaron con la soga; su entrega resignada, su cara impávida fija en la tierra, pusieron en ridículo al puñado de fornidos hombres de negocios que pujaron por darle caza. Solamente su instrumento defendió apretujándolo debajo de su sobaco. Poco después lo oyeron callar del otro lado de un molino en ruinas. Yo no esperé más: salí de él, contemplando en el suelo desde la altitud creciente la pregunta de su mohín perplejo y sus ojos ganados por el pánico. Una vieja comadrona les tiró una manta encima a él y a su vihuela, no fuera que el rocío los arruinara a los dos: “Ya nos alcanzará… Que el Salvador no tiene en menos a nadies…” No entendió. Ni ella ni otros rezagados que pasaron cerca del cuerpo empapado de orina. Los vi avanzar en medio de la oscuridad igual que una tribu de tenaces hormigas nocturnas. … ¿No han girado ya en tus sueños… esas ardientes centellas?…  

Obediente al Amor que me devolvió por un día al éter envilecido de Urantia, fui, bajo otros nubarrones pero la misma luna, el resplandor de una Virgen para un villorrio escondido a orillas del umbral que llaman Titicaca, y la forma indescifrable del Andrógino en la parte opuesta de ese mundo que habitan los que esquivaron la última gran ola… Al romper el primer albor, pocos lograban mantenerse en pie, pero no claudicaron hasta vislumbrar la bruma sagrada de la Fuente donde hubiesen deseado haber merecido mi figura humana, haberme oído responder, haber sentido en su úlcera y sus vergüenzas, en el tumor voraz de sus pensamientos, en su mirada sin luz y su corazón agusanado de rencor, la mano reparadora reclamada en sus plegarias y su miedo. SOÍN… SOÍN… SOÍN… SOÍN…  Empero, yo todavía estaba ahí, entre ellos, y fui Nadie. Uno… dos… tres… siete… se abalanzaron pioneros sobre el espejo de agua. La caterva exasperada que los acosaba por detrás tampoco dudó en sumergirse, como testimonio para quienes no creían poder mover montañas. … MANUÁK SIKIÚK NAHUA… [1] He reconocido a bordo de la Ciudad Fluctuante la estela astral de cada uno, el lastre abominable de su sombra. Que no se enteren de que su Avatar guardó sus pasos en la procesión: ¿qué importa? En el pestañeo inútil de otros dos mil años habrá una nueva oportunidad... Hasta que sea preciso, que sobrevivan ignorando que el Vacío que los hizo suyos es un Rostro más de su Dios.




Gustavo Aritto
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[1]“SOHIN / SOHIN / SOHIN / SOHIN // MANUAK SIKIUK NAGUA”: Mantra en irdin, lengua intergaláctica, propiciador de la coligación con la Nave Alfa. También conocida como Ciudad Fluctuante, trátase de “una gran base móvil de trabajo de conciencias estelares, para la cura, la armonización y transformación de las especies, según los parámetros de los arquetipos. Por su intermedio actúan los Jardineros del Espacio [Conciencias superiores que auxilian en la conducción del proceso evolutivos de todos los reinos] y los curadores… La presencia de esta nave en la órbita de la Tierra está relacionada con la evolución planetaria y no con la de algunos individuos en particular… Entre las tareas realizadas por la Nave Alfa, se pueden citar: la transformación de energías, el cambio de código genético y la modificación del sistema energético en los seres humanos y, también, diversas transformaciones en representantes de otros reinos de la naturaleza. La Nave Alfa es una de las más complejas de la red de cura existente en el cosmos; en esta época el centro intraterreno de Aurora [ubicado a nivel suprafísico en Salto, Uruguay] como apoyo para sus operaciones.” (J. Trigueirinho, Léxico esotérico, 2003)


Ilustraciones: Francisco de Goya, La romería de San Isidro (óleo perteneciente a la época de la Quinta del Sordo). En la portada: detalle. Abajo: el cuadro completo (invertido horizontalmente).



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